Isaac Asimov - Hacia la Fundación

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-Estoy dispuesto a permitir que lo intente, pero debe saber de antemano que su plan quizá no funcione. -Tengo que correr ese riesgo. Le ruego que haga lo que tenga que hacerse y que me comunique cuándo y dónde he de presentarme ante el consejo. Seldon salió del despacho de Zenow sintiéndose bastante inquieto y preocupado. Todo lo que le había dicho al jefe de bibliotecarios era cierto..., y trivial. La auténtica razón por la que necesitaba utilizar la biblioteca no había salido a la luz en ningún momento de su conversación. Y, en parte, eso se debía a que ni el mismo Seldon entendía muy bien el motivo. 9 Hari Seldon estaba sentado junto a la cabecera de Yugo Amaryl. Yugo agonizaba. Se encontraba más allá de la ayuda que pudieran prestarle los médicos aun suponiendo que hubiera consentido en utilizarla, y la había rechazado. Sólo tenía cincuenta y cinco años. Seldon tenía sesenta y seis, y a pesar de eso y dejando aparte la ocasional punzada de dolor ciático -o lo que fuese-, que le hacía cojear un poco, disfrutaba de una salud excelente. Amaryl abrió los ojos. -¿Sigues ahí, Hari? Seldon asintió. -No te abandonaré. -¿Hasta que muera? -Sí -murmuró Seldon-. Yugo, ¿por qué has hecho esto? -le preguntó de repente con voz entristecida-. Si hubieras llevado una existencia más sana y racional habrías podido disfrutar de veinte o treinta años más de vida. Los labios de Amaryl esbozaron una débil sonrisa. -¿Una existencia más sana y racional? ¿Te refieres a haberme tomado unas vacaciones de vez en cuando, a haber visitado los planetas turísticos, a haberme divertido con nimiedades? -Sí. Sí. -En ese caso habría anhelado volver a mi trabajo o me habría acabado acostumbrando a desperdiciar el tiempo, y esos veinte o treinta años de vida adicional no me habrían servido de nada. Tú, por ejemplo... -¿Qué quieres decir? -Fuiste primer ministro de Cleón durante diez años. ¿Cuánto tiempo dedicaste a la ciencia mientras eras primer ministro? -Dedicaba una cuarta parte de mi tiempo a la psicohistoria -dijo Seldon en voz baja. -Exageras. De no haber sido por mí el desarrollo de la psicohistoria habría quedado totalmente paralizado. Seldon asintió. -Tienes razón, Yugo, y te lo agradezco. -Y antes y después de eso, cuando invertías por lo menos la mitad de tu tiempo en las tareas administrativas... ¿Quién se encarga..., quién se encargaba del trabajo realmente importante? ¿Eh? -Tú, Yugo. -Por supuesto. Amaryl volvió a cerrar los ojos. -Pero siempre dijiste que si me sobrevivías te encargarías de esas tareas administrativas -dijo Seldon.


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