AQUELLO QUE NO(S) FUE DADO

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Aquello que no(s) fue dado
María Rosa Aránega

Créditos

Facultad de Bellas Artes

Universidad de Granada Decano

Francisco José Sánchez Montalbán

Vicedecana de Extensión Cultural y Transferencia

Marisa Mancilla Abril

Vicedecana de Estudiantes, Redes y Comunicación

Rosario Velasco Aranda

Exposición

Organización y producción

Facultad de Bellas Artes

Universidad de Granada Coordinación/comisariado

Marisa Mancilla Abril

Montaje

Salvador Jiménez Poyatos

Hodei Herreros Rodríguez

Eduardo Martín Moreno

Catálogo

Edita

Facultad de Bellas Artes

Universidad de Granada Coordinación editorial

Marisa Mancilla Abril

Textos

Sonsoles Ginestal Calvo Imágenes

Cristina Cordero García Diseño

María José Tejero Marchal

© De la presente edición, Facultad de Bellas Artes, Universidad de Granada.

© De los textos, los autores

© De las imágenes, los autores

Aquello que no(s) fue dado

María Rosa Aránega

Del 19 de enero al 18 de febrero de 2022

A mi abuela María y a mi abuela Rosa.

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Aquello que no(s) fue dado

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Sonsoles Ginestal Calvo Aquello que no(s) fue dado es un título cuidadosamente esco gido para aludir a un legado, pero un legado que, al menos de entrada, se nos presenta problemático por varias razones. En primer lugar, porque lo vivido tanto en el transcurso de la Guerra Civil como en los años posteriores ha querido negarse con el pretexto de emprender el rumbo hacia la “buena convi vencia” –bajo la desorientada suposición de que algo así puede edificarse sobre un pasado aún por asimilar. En segundo lugar, porque es una herencia para la que, cerrado el camino oficial de la Historia, ha sido precisa la transmisión familiar, de madres a hijas, de abuelas a nietas. Fotografías y testimonios en audio o escritos han sido la materia prima de la que ha partido tanto la investigación como la obra de María Rosa Aránega, consciente de que ha constituido la forma de contacto más directa con todo lo acontecido. No es esta una obra sobre la Guerra Civil al uso. Entre las escenas escogidas para los dibujos en grafito no se encuentran las famosas batallas del Ebro, ni el bombardeo de Guernica. Son escenas familiares o, en su caso, que parten del testimonio familiar o vecinal. Por ello mismo se sitúa la propia obra artística entretejida, por ejemplo, con las declaraciones de algunos jóvenes que no han vivido la guerra, pero cuyos familiares sí; no se expresa tanto el crimen como el legado y la huella que deja incluso en generaciones posteriores.

La obra quiere huir, por tanto, de una idea abstracta de la Historia, porque la abstracción es un nombre que le damos a lo que no está en ninguna parte, ni aquí ni allá. Y como en este caso no valen abstracciones de ningún tipo, María Rosa ha querido contar los hechos del único modo en que es posible contarlos sin tomar una peligrosa distancia de ellos, desde su

propia historia, desde su propio pasado familiar. La importancia que se le da en la exposición al testimonio de su abuela, junto con los de su padre o su tía, es patente. Dos obras que parten de uno de estos testimonios directos llaman poderosamente la atención del espectador. Se trata de dos dibujos titulados, respectivamente, “Entró un batallón de soldados” y “Se fueron cantando el Cara al sol”. Alude a una historia, también expuesta en formato de audio y video, que contó la abuela sobre la entrada y salida en el pueblo del bando sublevado; entre medias sólo el desastre. Es lo que representan estas dos obras en las que se distinguen vagamente unas trincheras envueltas en una neblina que recuerda al polvo que deja atrás el paso de los caballos y las tropas por el campo. No faltan los dibujos de fotografías familiares, en una época en la que no se podía desperdiciar el carrete y se trataba, por tanto, de sacar juntos al mayor número de miembros de la familia.

En el centro de la sala de exposiciones hay una mesa que sostiene todo el proceso de creación de María Rosa. Encon tramos fotografías de sus dos abuelas en el momento en el que estas le transmiten sus historias vividas. Lo más importante, en tanto que ha constituido el punto de partida temporal de toda la investigación y obra artística, es una “Causa general” en la que figura un nombre conocido por la artista: Silvestre Navarro Sánchez. Se trata de su bisabuelo, que se quitó la vida mucho tiempo atrás. En esa “Causa general” se enumeran los supuestos delitos cometidos por los contrarios al bando sublevado, lo que motivó que la autora comenzase a indagar en su propio pasado familiar. La imagen escogida para la portada de esta exposición retrata precisamente a una de sus abuelas desvelando una foto de Silvestre Navarro, pues dicha imagen no se encontraba en el álbum familiar, junto a las demás. Desde entonces, y gracias al interés de la autora de esta exposición, se situó en cada una de las casas y se le otorgó un lugar en la vida familiar.

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En una época en la que todas nuestras aspiraciones y activi dades están dirigidas a la mera superación vacía de todo lo acontecido, en la que nos deshacemos de todo lo pasado por el hecho de serlo, María Rosa ha encaminado sus pasos de vuelta para buscar entre las ruinas. Pero ¿cuál es, de haberlo, el sentido de esta búsqueda? ¿Qué es necesario recordar y por qué es preciso hacerlo? Para responder a estas cuestiones hay que advertir, en primer lugar, que la obra no es sólo el testi monio real y cercano de una desgracia, sino también, y me atrevería a decir que casi primeramente –nota bene–, el testi monio de un pasado convivencial que, en alguna medida, ya no conservamos. Y al hablar de un pasado en el que no sólo se coexistía –característica esta, la coexistencia, constitutiva de la forma actual de agrupación humana–, sino que, antes bien, se convivía, hablamos de un hecho que lejos de ser accidental a la vida suponía el telón de fondo sobre el cual esta tenía sentido. En una larga y fructífera conversación me advertía María Rosa: “Mientras pinto, lo voy entendiendo. Es también una cuestión de acercamiento”. Se trata, pues, de llegar a una salvación del presente y a una esperanza efectiva en el futuro incidiendo, no en soluciones económicas, políticas, o siquiera sociales, sino en el sustrato que da sentido a estas otras dimensiones, el sustrato convivencial: los lazos familiares, amistosos, laborales e incluso vecinales. La obra de María Rosa nace de y lleva a una experiencia radicalmente espiritual, y por tanto eminente mente personal, del sinsentido al que nos arrastra el olvido de lo pasado. Y no es una experiencia místico-abstracta cualquiera, sino que trata de volver a recordar, a traer presente con el corazón este pasado de relaciones significativas principalmente familiar –pero no sólo–, asentado en las personas singulares que han estado presentes y que ya no están. “Hay gente que, al ver mis obras, ha sentido el impulso de hablarme, por ejemplo, de su abuela”: lo que opera es, por tanto, una experiencia espi ritual de recuerdo entrañado de un pasado biográfico antes que histórico. De esta experiencia es de la que nace la necesidad, dentro del pecho de cada cual, de volver a hacer un esfuerzo

por contrarrestar el sinsentido de la mera coexistencia actual de individuos, y de volver a restaurar lo que perdimos al tiempo que la memoria, una verdadera convivencia que haga posible el vivir humanamente. Al fin y al cabo, ¿es acaso posible que sobreviva un árbol que se ha convencido a sí mismo de que sus raíces le estorban para crecer?

La de Aránega, en todo caso, es una propuesta de recuperación y salvación del pasado que se sitúa frente a ciertas concepciones estólidas de la Historia que o no pueden o no quieren entender que el mero estudio y descripción teóricos de los acontecimientos aislados son impotentes para el desa rrollo sano de los pueblos. Los estudios históricos de esta clase sobre la Guerra Civil no han hecho más que colmar fraudulen tamente el deseo de asimilación de todo lo acontecido. Ahora, Aránega ha extraído imágenes cubiertas de polvo de fondos de archivos y álbumes familiares y las ha puesto a dialogar entre sí, devolviéndoles la vida con grafito y con los testimonios que guardaban tras el silencioso velo del miedo.

Presentadas todas estas consideraciones, un lector escéptico aún podría preguntarse –no sin cierta razón– si real mente merece la pena llevar a cabo un trabajo tal, si en último término cabe mantener la expectativa de que esta forma de asimilar lo pasado y mantener el recuerdo pueda cambiar algo del status quo. La respuesta, desde luego, no dejará satisfecho a quien sólo se vea complacido con cambios drásticos y defini tivos. No se trata sino de un cambio que llega hasta los límites del radio de acción mismo de cada persona en particular. Es decir, se trata de algo que la autora ha sabido ver con una difí cilmente mejorable lucidez: de ir venciendo de la única forma posible, esto es, por contagio, la indiferencia generalizada hacia todo el círculo de cuestiones vinculadas con la importancia de la memoria, la convivencia y la efectiva asimilación entrañada de todo lo pasado. Se trata, pues, de un cambio que sólo puede venir dado del fruto de las relaciones interpersonales, y no por tanto inducido por ningún estudio que sea meramente teórico o por una idea abstracta de la Historia. Y para encarnar todo esto no se me ocurre mejor ejemplo que aquel del que la propia

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María Rosa me dio cuenta: que su propia abuela, reticente en un principio a hablarle de lo vivido en la Guerra Civil, perdió el miedo y la desconfianza tras todo el proceso de entrevistas y revalorización del testimonio que se muestra en la exposición

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Aquello que no(s) fue dado, recuperando de esta forma toda una parte de su vida que se le había negado. No es este el único caso; otros parecidos acompañan y continúan haciendo mella desde la exposición de la autora: nietos que apenas acudían a visitar a sus abuelos y, a raíz de la visibilización de la importancia del testimonio como vehículo de conocimiento de la historia y de uno mismo, han logrado romper barreras generacionales y estrechar lazos familiares.

Esta exposición es, en definitiva, la prueba material que nos muestra la inutilidad y el peligro de arrinconar el propio pasado en un absurdo ostracismo.

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Catálogo de obras

Pie de foto.

Entró un batallón de soldados, 2020. Grafito y carbón sobre papel (díptico). 65 x 50 cm

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18 Sala de exposiciones de la Facultad de Bellas Artes Pie de foto. Sin título, 2019. Grafito sobre papel. 58 x 42 cm 19Aquello que no(s) fue dado

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Extraña cámara, desconocido legado (Familia Materna), 2020.

Grafito y conté sobre papel Rosaspina, 200 gr. 100 x 70 cm

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Pie de foto.Extraña cámara, desconocido legado (Familia Paterna), 2020.

Grafito y conté sobre papel Rosaspina, 200 gr. 100 x 70 cm.

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Marcelina- Cuando a Madrid llegó, Franco con su aeroplano

Un parte le mandó a Gala Otro le mandó al García Que a las diez de la mañana Los iban a fusilar Dime Gala adónde vas Que tantos soldados tienes en la puerta principal No te lo quería decir

Pero yo lo voy a besar Ponme tu hija por delante Que no la vuelvo a ver más.

Un beso le dí a mi mujer, a mi hija, a mi mujer…

Otro le dí a mi mujer, no, otro le di a mi hija, otro le di a mi mujer, otro le mandé a mi madre porque no la pude ver... (entra la hija y se dirige a mí)

Hija- Mira, si esto lo subes a las redes sociales… yo sé lo pasa en Facebook, que sepas que te denuncio. Que yo no quiero cuentas con la gente de antes - Se dirige a su madre - Así que ten cuidado con lo que cuentas.

M- ¿Qué voy a contar yo? H- Tú ten cuidado con lo que cuentas.

M- ¿Por dónde vamos?... Un beso le di mujer y otro le di a mi hija otro le mandé a mi madre porque no la pude ver, adiós hija de mi alma, adiós de mi corazón, que te matan a tu padre por defender la nación. Ya está.

Marcelina, 20 de noviembre de 2018.

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ES.28079.AHN/2.2.2.1.17.1.4.//FC-CAU SA_GENERAL,1042,Exp.22 22.03.1946 Archivo Histórico Nacional. Fiscalía del Tribunal Supremo. Pares (Portal de archivos españoles). Página 3 de 26.
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