Sobre un concepto histórico de ciencia. De la epistemologia actual a la Dialectica

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Propongo un primer ejemplo : ¿qué es el tiempo?. ¿Se puede construir una definición formal de tiempo?. San Agustín, sabiamente, dice así : “¿Qué es el tiempo?, cuando no me preguntan lo sé, cuando me preguntan no lo sé”. Al parecer el tiempo es lo que dicen los relojes. Definición muy buena hasta que uno pregunta qué es un reloj, y entonces descubre que es una definición circular. Cuando se intenta especificar el contenido de la palabra tiempo nos encontramos invariablemente o con conceptos que lo requieren, como duración, lapso, transcurso, o con círculos lógicos como el que se produce cuando se lo define como “medida de los procesos periódicos”, lo que hace inevitable preguntarse qué es lo que se llama “periódico”, y estamos en el mismo concepto de tiempo nuevamente. ( 16 ) Pero este primer ejemplo tiene el defecto de que nos obliga a definir un término especializado. Quizás necesitaríamos saber mucha Física para poder resolverlo. Las dificultades de la definición formal, sin embargo, se pueden evidenciar mucho antes que esa complicación posible. El desafío es, ni más ni menos, intentar construir definiciones de términos comunes del lenguaje natural, pues es este el lenguaje en que han hablado en general los científicos. Y para eso quizás baste con que intentemos definir formalmente qué es una mesa. La principal virtud de esta definición formal debe ser el que se pueda explicar claramente, bajo cualquier circunstancia, que sea plenamente comunicable, sin “ruido de fondo”, como se dijo en la época de euforia del Empirismo Lógico, y esto para que los científicos puedan entenderse sin ambigüedad a través de sus conceptos. Se puede poner el problema en este contexto : lo que necesitamos es poder explicarle a un marciano, por teléfono, qué es una mesa. Es decir, necesitamos que alguien que en principio no sabe de qué se trata pueda entender lo que le estamos diciendo sólo a través de nuestra definición. Y, desde luego, por teléfono, es decir, evitando la simple “mostración”. Esto porque, por supuesto, bastaría con señalar el objeto en cuestión para darse a entender. Es importante notar que debemos evitar el procedimiento de señalar. Primero porque no nos serviría en absoluto con conceptos algo más abstractos que una mesa. Pero, y esto es lo importante, también porque lo que queremos es formalidad, algo que pueda ponerse en un papel, algo que se parezca a la Lógica, y no una simple enumeración de operaciones. ¿Qué es una mesa?. ¿La condición “cuatro patas” es necesaria para una mesa?. No. ¿La condición “cuadrada”, la condición “de madera”, o “plana” son necesarias?. No. Pasa algo que es extraño : no es que no sepamos lo que es una mesa, y sin embargo no hay, al parecer, ninguna condición, ni conjunto de condiciones, empíricas, que permitan agotar lo que es. ¿Dirá el diccionario lo que es una mesa?. Desgraciadamente cuando se mira el diccionario comprobamos que usa en sus definiciones otras palabras, y cuando se buscan esas otras palabras el diccionario da vueltas y llega a mesa. Mesa es mueble, y mueble es algo que también es una mesa. Para los que ya se han metido en los misterios de la lingüística, el problema se podría expresar así : los significantes nunca refieren a significados, los significantes sólo refieren a otros significantes. El problema es la noción de significado, cómo se llega desde el significante al significado. Se puede mostrar otro aspecto de este problema, para ver algunas de las aristas que tiene. Si no sabemos explicar lo que son las mesas, aparece el misterio de cómo aprenden a hablar los niños. Desde luego, no leen el diccionario. Al parecer aprenden por “mostración”. Algo así como señalar un lápiz y decirle al niño “pásame el lápiz” y, ante sus errores posibles, insistir, “no, el lápiz, no, el lápiz”, hasta que acierta. Y entonces un dulce para el niño. Un dulce, como las ratas ingeniosas de Watson, que aprendieron a condicionar a Watson, y cada vez que querían un dulce hacían algo y, como lo tenían condicionado, él se los daba. ¡Unas ratas que eran unos genios!. Willard O. Quine, que es un lógico norteamericano, que no es canadiense ni mejicano, puso este problema en un contexto ligeramente distinto. Un occidental se encuentra en el Amazonas con un indígena que no ha tenido ningún contacto lingüístico anterior con Occidente. Viene a extraer petróleo, y va a exterminarlo, pero primero conversan. Pero no hay ninguna comunidad lingüística. Entonces, entre ellos, pasa un conejo y el indígena dice, señalando, “gagavai”. ¿Qué quiere decir “gagavai” : conejo, rápido, blanco, orejón, ágil, chico, peludo, asustado, corriendo?. Ocurre que lo mostrado está realmente mostrado sólo si tenemos alguna comunidad con el otro a quien le mostramos. O también, para decirlo de otra manera, ocurre que lo señalado por el señalamiento es identificable Una buena muestra de estas dificultades, para el caso del intento de reformular los principales conceptos de la Física, puede encontrarse en : Rudolf Carnap, "Fundamentación Lógica de la Física” (1966), Ed Sudamericana, Buenos Aires, 1969, en particular los capítulos VIII y IX. 16

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