Revista23

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Las crónicas de ALJUB

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Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega Miércoles 29 de enero de 2014. Son las 10:15 horas y comenzamos nuestro viaje bimensual, en esta ocasión a la ilustre y exindustrial ciudad de Torrelavega. Aunque nuestra visita no guarda relación con ninguna de las cualidades anteriormente mencionadas, nuestro primer objetivo es visitar la feria ganadera que cada miércoles allí se celebra. Dando un magnífico paseo desde la estación, en un día climatológico estupendo (como viene siendo habitual en nuestros últimos despla-

zamientos), llegamos al Ferial de Ganados, en donde nos esperaban a las 11:30. Acompañados de un amable guía, también relacionado con nuestro gremio, hicimos un recorrido por las alturas del recinto, recorrido que se extendió en el tiempo ampliamente debido a la avidez por el conocimiento que nos caracteriza (y quizá también a lo pesados que somos). Al final de la visita y antes de abandonar el recinto ferial, y tras completar un cuestionario (residuo profesional) en el que pudimos evidenciar nuestros

grandes conocimientos, participamos en el sorteo de un magnífico ejemplar vacuno de la afamada cabaña cántabra, cuya ganadora fue nuestra compi Trini (hemos de decir que el resultado del sorteo fue contestado en relación a su limpieza por algunos de nuestros compis, imbuidos probablemente por esa cualidad tan valorada social y profesionalmente cual es el afán de ganar, también llamada “cochina envidia”). Nuestro segundo objetivo consiste en visitar algunos lugares de la ciu-

dad más conocidos y valorados por locales y foráneos. Así, hacemos un breve recorrido por algunos abrevaderos (por seguir con la metáfora ganadera): el Torrelavega –estupendas rabas–, el Castilla –aquí las patatas de la casa– y el Chema –anchoas que no degustamos, pues nuestro tesorero consideró que estaban por encima de nuestras posibilidades–. A esta actividad se incorporaron algunos compis que por causas diversas no habían llegado a la primera parte del viaje (interesante dato, ¿verdad?).

Y finalmente, mojados por dentro y por fuera, llegamos al acto central del día: la comida (aquí se añadieron algunos más), que realizamos en un lugar tradicional en donde, en épocas pasadas de mayor esplendor, solían acabar los tratos ganaderos, La Villa de Santillana. Por raro que parezca, un camarero, quizá en un intento de impresionar a algunas de nuestras chicas, consiguió que el colectivo quedásemos en un discreto segundo plano. Cerramos el día con la inmortali-

zación, bajo la lluvia, de nuestro viaje a cargo de nuestro fotógrafo oficial Armando, y un intento de café que acabó en desbandada.

¡Ah! Se nos olvidaba. Armando propone que cambiemos el orden de nuestras siglas de JUBAL a ALJUB. Probablemente piense, acaso con criterio matemático que no lingüístico, que no se alterará el producto...

ES


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