Ocaso de una utopia

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b) La fusión del ser y el deber ser no permite -puesta in extremis- la existencia de códigos éticos previos a la acción humana. Lo bueno o lo malo desaparece en el acto histórico. De nuevo, la valoración del acto histórico resulta siempre a posteriori, pero -ademásnunca se resuelve el asunto de los criterios precisamente para su valoración. Es evidente que, de alguna forma, se piensa que la acción liberadora es buena éticamente. Lo cual es una formulación a priori, previa al acto histórico; por lo tanto, que traiciona el espíritu de la misma fusión. La destrucción de toda ética que afirma algo que esté más allá de la acción, destruye en realidad cualquier ética; conduce a la justificación actual de cualquier acto, puesto que ¿quién decide qué es bueno o malo en el presente? Es la misma lógica que se plantea con relación a la epistemología, el resultado histórico es el que decide si los actos humanos son buenos o malos. Con ello es posible justificar cualquier acto mientras la historia no lo haya sancionado. c) El comunismo se afirma como el paso de "lo malo" a "lo bueno", de la alienación a la libertad. Por eso, en esta lógica: oponerse al comunismo -al bien- es un acto malo. Todo se juzga en función de la utopía; los actos, de nuevo, son juzgados éticamente, con base en una definición a priori arbitraria. d) Si la base de la alienación -que se afirma el comunismo debe superar- es la propiedad privada, su negación es indispensable. La eliminación de la propiedad de los medios de producción sólo puede conducir a la propiedad colectiva; pero esto abre las puertas a la estatización y no es extraño -entonces- que esta se pueda plantear como absoluta. La eliminación de la propiedad privada conduce inevitablemente a una ruptura del equilibrio entre Estado y sociedad civil; lo que permite abrir las puertas desde la teoría a la edificación de un Estado fuerte. Esto no es entonces un juicio histórico simplemente a posteriori, basado en lo que el siglo XX ha vivido. Nuestro razonamiento podría haberse hecho perfectamente en el siglo pasado. No resulta teóricamente extraño que el mismo Marx concluyera la necesidad de una etapa previa al comunismo, caracterizada por la presencia de un fuerte Estado: la "dictadura del proletariado". Debe mencionarse, sin embargo, que Marx pensaba en esta etapa como una forma transitoria hacia una sociedad sin clases, donde el Estado desaparecería (por lo menos visto este como guardián de los intereses de una clase social sobre las otras). El problema no son, sin embargo, las intenciones, sino la lógica interna de los supuestos teóricos que son aceptados. Es evidente, por otra parte, que Marx no consideró como viable históricamente la posibilidad permanente de reformas en el marco de la propiedad privada, o de una estrategia general histórica en este sentido.

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