No dualidad. José Mª Vigil

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¿no dualidad? ¿cuál? contemplativos en la liberación: la otra no dualidad Jose Mª Vigil comisión teológica latinoamericana de la asociación de teólogos/as del tercer mundo h e r r i a 2 0 0 0 e l i z a d o s i e r ra Hemos vivido muchas dualidades y dualismos Podemos señalar algunas de esas dualidades que hemos vivido en nuestra espiritualidad cristiana a lo largo de la historia: • El cristianismo –y una gran parte de las religiones– han concebido el mundo dualmente, dividido en dos: este mundo nuestro, y otro mundo superior, del cual dependería el nuestro. Una especie de piso superior en donde estaría realmente radicada la realidad verdadera y sus protagonistas: los dioses, las ideas platónicas (eternas, inmutables, divinas)... De ese mundo superior, el nuestro no sería más que un pálido refl ejo, una sombra. Y como consecuencia de esta visión dualista hemos vivido divididos. • Hoy día, a partir de la modernidad, estamos redescubriendo que no hay dos mundos, que la realidad no tiene dos pisos, que no hay nada «arriba», que todo acontece «aquí abajo», que todo lo que pensábamos que estaba u ocurría arriba, está y ocurre en realidad abajo... Nosotros tratamos de caminar, decididamente, hacia un cristianismo sin esta dualidad clásica, sin dos pisos. • Hemos vivido muy dependientes del pensamiento filosófico griego, que nos ha mantenido demasiado tiempo atados a la metafísica, a una trastienda óntica del ser, de «más allá de lo físico», que por estar en ese «segundo piso» venía a ser considerada más real que lo real. Llegábamos a considerar que la metafísica era la verdadera realidad, la permanente, la profunda, la eterna, la que daba el ser a la realidad física, endeble, casi irreal, meramente aparente, y despreciable. Los cristianos hemos vivido este dualismo en la forma de lo natural/sobrenatural, naturaleza/Gracia, tierra/cielo, cuerpo/alma, el desprecio de este mundo, del cuerpo y de la materia. Parecería que esta dualidad forma parte de nuestra religión, que se inculturó tan ejemplarmente en la cultura griega e hizo tan suyos los planteamientos aristotélicoplatónicos, que muchos de nosotros hemos leído los Evangelios, y a Jesús mismo, desde ese filtro filosóficodualista, inconscientemente. Hoy, en una sociedad postmetafísica, comprendemos que ese dualismo es fruto de una filosofía, y que, como tal, podemos ahora separarla y superarla, inculturándonos en otro paradigma unitario, sin esa dualidad, que no pertenece al cristianismo. Espiritualtasuna “errealitatetik abiatu behar da, errealitate hori argitu behar du, berau eraldatzeko”, beti Jainkoarekin bueltaka. • Durante demasiado tiempo, el concepto mismo de Divinidad nos ha dualizado, en cuanto que la imagen de theos que de ella nos hicimos (otra herencia fundamentalmente griega), nos la representó como Alguien diferente, transcendente, radicalmente otro. Dios, theos, ha sido para nosotros, demasiado realísticamente, un Alguien ubicado en el mundo de ahí arriba, ahí afuera, al que nos dirigimos, con el que hablamos. También, esta convicción ha sido tan profunda, que ha parecido esencial al cristianismo. Afortunadamente, una gran parte de los cristianos está descubriendo hoy que el teísmo es sólo un «modelo de representación» –ciertamente dualista–, que ha cumplido una función –y puede seguir cumpliéndola, para muchos– pero que también puede ser sustituido hoy con ventaja por otros modelos no dualistas, no objetivadores de la Realidad Mistérica a la que con él nos referíamos. • El dualismo dualiza todo lo que se refi ere a Dios. Hemos pensado que por una parte estaba nuestro mundo, con sus avatares, sus problemas, y por otra parte estaba el superior, externo, sobrenatural... de Dios Así la «historia sagrada», las «acciones» de Dios, ocurrían, se daban en un plano superior, diferente, sin contacto directo con nuestro mundo. Hoy día estamos convencidos de que «no hay dos historias», una «historia sagrada» por encima de nuestro mundo, y otra profana y humana, en la que se juegan todos nuestros problemas y sufrimientos. Nosotros ya superamos el dualismo que durante tanto tiempo retiró del mundo y de su compromiso histórico a los cristianos, y no queremos dejarnos someter a ninguna otra dualidad.


2. La oferta oriental actual que nos llega de no dualidad Desde hace un tiempo nos llegan ofertas religiosas que se presentan como «de la no dualidad». A veces son incluso ofertas a pie de calle, proliferando en iniciativas laicas, desinstitucionalizadas, «por libre», en una especie de movimiento religioso, o corriente espiritual libre, muy potente y seductora. Se pueden encontrar variedades muy diferentes, y las más populares no son con frecuencia las más respaldadas por la sabiduría y tradición ancestrales. Planteamos una inquietud: ¿cómo se sitúan, en relación a la transformación de la realidad, a la «liberación»? El mensaje esquemático de estas no dualidades populares viene a ser una invitación a volverse al interior de nosotros mismos, y tratar de desconectar allí de las preocupaciones de ese mundo, para provocar en nosotros un silencio interior, que cree una atmósfera capaz de hacer saltar un chispazo de conexión con el Absoluto, una experiencia de unión mística, una vivencia inefable que hace brotar en nosotros la energía, la luz, la compasión y un bienestar profundo. Hegoamerikan kontenplazioa ekintza askatzailean bizitzea dagokigu. Y ahí se abre el interrogante. Pues mientras para unos ese silencio parece ser punto de partida para una actitud de atención y responsabilidad hacia toda forma de existencia, para otros parece ser ya un punto de llegada. Hay presentaciones populares de esta no dualidad en las que, después de haber escuchado todo su planteamiento, uno cae en la cuenta de que no ha escuchado la palabra pobres, ni justicia, ni hambre, ni tampoco historia, política, Utopía o «proyecto de Dios» o con lenguaje más secular, algo equivalente a liberación histórica... Como si la transformación de la realidad fuera de otro orden, no fuera espiritual, o se siguiera por sí sola de la adquisición personal del bienestar profundo que se adquiere en el silencio retirado. Juzgar Desde la espiritualidad de la liberación tenemos problemas frente a este tipo de presentaciones de nodualidad. Nos sentimos mal, porque nos parece que tiran por la borda valores espirituales que nos son muy queridos a nosotros, o que incluso nos parecen esenciales, desde nuestro punto de vista espiritual. Veamos algunos de esos valores. Partir de la realidad y volver a ella Para nosotros, forma parte de una espiritualidad sana el hecho de que parta de la realidad y apunte a la realidad. Para nosotros la espiritualidad debe «partir de la realidad, iluminarla, y volver a ella para transformarla», a vueltas siempre con Dios y con la realidad. «Esta pasión por la realidad constituye un rasgo genuino de la espiritualidad latinoamericana, que se convierte en piedra de toque para evitar la abstracción estéril y para entrar en lo concreto; para no quedarse en la teoría y venir a lo práctico; para superar la mera interpretación y llegar a la transformación; para abandonar todo idealismo y espiritualismo y poner los pies en el suelo: en el compromiso, la praxis». Las no dualidades populares, a las que nos referimos arriba, nos llevan por el camino opuesto. Nos recomiendan poner a un lado, en un segundo término, al menos, la realidad diaria, volver la mirada al interior de nuestra conciencia. Nos separan de la realidad, en la que nosotros vivimos y hacemos la experiencia religiosa en unidad, en simultaneidad de niveles, en unión total. Un planteamiento así nos divide, nos dualiza. Contemplativos en la liberación Los movimientos clásicos de espiritualidad de la tradición cristiana experimentaron a Dios sobre todo en la soledad (anacoretas, padres del desierto...), en la oración y el trabajo del monasterio (ora et labora,), en el estudio y la oración para la predicación (contemplata aliis tradere, entregar, lo contemplado, a otros), en la acción apostólica (contemplativus in actione, contemplativo en la acción apostólica). Creemos que hoy, en fidelidad creativa a esta tradición viva, nos toca en América Latina vivir la contemplación en la acción liberadora (contemplativus in liberatione), descodifi cando la realidad mezclada de gracia y pecado, de luz y sombra, de justicia y de injusticia, de violencia y paz... descubriendo en ese proceso histórico de la liberación, la presencia del Viento que sopla donde quiere y como quiere, descubriendo y tratando de construir la Historia de la Salvación en la única historia, descubriendo la Salvación en la Liberación. Al hablar pues de ser «contemplativos en la liberación» hablamos de la experiencia de Dios típica de los


cristianos latinoamericanos. Vivimos la contemplación en unidad, sin dualidad ninguna con la historia y sus procesos liberadores. Es el secreto, el corazón, la clave de nuestra espiritualidad. Sin captar esto no es posible entenderla; sería malinterpretada como un reduccionismo cualquiera». Pobreak gurutzetik jaistea gure bizipen espirituala, gure karisma da. Algunas propuestas populares de no dualidad, sentimos que nos hacen precisamente la oferta de una dualidad no querida para nosotros: nos proponen separar la contemplación de la liberación. La iluminación, la contemplación, que nosotros buscamos en medio del proceso mismo de la liberación, deberíamos conseguirla –se nos dice– fuera de ese proceso histórico de liberación, en un más allá separado, al que se accede por los métodos introspectivos de la conciencia.Aceptar esta propuesta nos retrotraería a la dualidad/dualismo que ya experimentaron tantas espiritualidades cristianas a lo largo de nuestra historia. Bajar de la cruz a los pobres «Bajar de la cruz a los pobres», encarnarnos física o espiritualmente en el mundo de los pobres, de las víctimas, de los «injusticiados» de cualquier tipo. Vivir y luchar por la Liberaciónintegral y plena, es para nosotros, a la vez, fuente y meta de nuestra espiritualidad. «Bajar de la Cruz a los pobres » expresa a la vez nuestra máxima experiencia espiritual y nuestro máximo compromiso histórico, sin contradicción. Es nuestro talante espiritual, que junta y conjunta lo humano y lo divino, lo histórico y lo escatológico, la realidad más “gritante” en el hoy de cada día y lo más profundo de nuestra experiencia religiosa. Es nuestra manera de ser, nuestro carisma espiritual, nuestra contribución al concierto universal de las espiritualidades. Ez dugu pertsonaren barnera mugatutako espiritualtasun bat onartzen. Ciertas propuestas populares de la no dualidad cuestionan la espiritualidad de nuestra práctica de la misericordia (que para nosotros es más concretamente Amor-Justicia). Nos consideran equivocados en cuanto buscadores de lo espiritual en lo histórico, en lo terrestre, en la liberación ecohumana. Nos dicen que la misericordia sólo puede recibirse como un don concomitante a una iluminación conseguida por los caminos interiores de la conciencia, del silencio, del recogimiento frente a la historia y su mundo de fluctuación constante. Nosotros podemos testimoniar que en nuestra vivencia no hay dualidad entre liberación e iluminación (contemplación), entre lo humano y lo divino, lo conciencial y lo histórico. Nosotros no queremos renunciar a la encarnación en la realidad como marco –y como medio incluso– de experiencia religiosa, de contemplación, de iluminación. ¿Toda no dualidad con raíces en las religiones orientales presupone esa renuncia? ¿Sería esa su propuesta? Lo dudamos, pues no nos faltan en esas tradiciones ejemplos de compromiso transformador con la realidad. Pero nos inquieta constatar que ésa parece ser la actitud más generalizada en lo que venimos llamando “propuestas populares de no dualidad”, que tanta aceptación parecen encontrar. Actuar Todas las espiritualidades son verdaderas, pero a la vez son insuficientes, limitadas, necesitadas de crítica y de enriquecimiento. Hoy día, cada vez más, ser religioso va a implicar ser inter-religioso, y ser espiritual conllevará serlo inter-espiritualmente. Reconocemos el valor añadido que representa para nosotros el recordatorio que las religiones orientales nos hacen respecto a la visión mística de la unidad con el fundamento y con el Misterio mismo. Lo valoramos y lo aceptamos, y queremos enriquecernos con esta perspectiva. Creemos que nos aporta un llamado, unos métodos, unas experiencias, un testimonio, que nos son útiles, que admiramos, y que acogemos para enriquecernos. Pero si como algunos parecen querer decirnos –o al menos así se lo estamos captando–, esa vía de espiritualidad quedara circunscrita al interior de la persona, sin abocarnos al compromiso con la realidad sociopolítico-histórica, difícilmente podríamos avanzar en ese enriquecimiento mutuo. Pues una no-dualidad que nosotros reivindicamos es la que nos lleva a vivir y experimentar la contemplación «en» la liberación, a encontrar la iluminación «en» la liberación. Bienvenida la no dualidad, pero que sea para no caer en ninguna nueva dualidad evasiva.


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