Forjadores de Chile. Mineduc homenajea a los maestros

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Ciudadana del mundo, desde casi su infancia y por elección intelectual, irá proponiendo su propia visión en los pequeños diarios de comienzos del siglo XX y los criterios estarán sustentados en sus lecturas11 y en su prematura práctica pedagógica: la educación de la mujer, la educación popular, la transformación de los profesores, la educación permanente, serán para ella –desde sus primeros escritos– el centro de su intuitivo programa nacional de políticas educativas.

“La mujer puede también”. Uno de los intereses centrales en sus comentarios, denuncias y propuestas transformadoras, fue la condición de la mujer. Defendió la necesidad de su educación, su dignificación y participación en el mundo laboral e intelectual, así como la libertad en la enseñanza del conocimiento científico: “Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla. Abrirle un campo más vasto de porvenir, es arrancar a la degradación muchas de sus víctimas” 12. En este ámbito, su pensamiento tuvo raíz en la impronta dejada a fines del siglo XIX por Eugenio María de Hostos, antecedente que no suele ser recordado ni menos valorado en el contexto de los grandes aportes y transformaciones educacionales, éticas y de progreso en nuestro país. Mistral, una de las conocedoras y estudiosas de su obra, no dejó constancia de una influencia o lecturas tempranas, salvo la información que pudo haber tenido por la difusión noticiosa de las políticas y experiencias pedagógicas del intelectual puertorriqueño en Chile; pero variados textos suyos, escritos antes de 1930, consideran a Hostos como un prócer moral”13 y como el hombre que “enseñará a pensar a América, y  lado a lado con eso enseñará la moralidad que pueda salvar a (nuestras) Repúblicas” 14.

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