CARDIE, 2006

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DOSSIER

Reflexiones para una agenda ambiental

Nombrar el desafío

se afirme que en el centro de la EDS deben situarse los esfuerzos para hacer comprender la interdependencia y la fragilidad de los sistemas que sostienen la vida sobre el planeta y el capital de recursos naturales que son indispensables a la humanidad. De este modo, la reconciliación del hombre con la naturaleza, asignándole a la educación un destacable papel en su consecución, retornará al primer plano de los impulsos socio–políticos de la modernidad, ahora en su versión post, al objeto de clarificar y comprender los múltiples y preocupantes impactos que viene ocasionando la crisis ecológica en los ecosistemas naturales y sociales. Los mismos organismos que impulsaron y consolidaron la EA, presentándola como uno de los procesos más sugerentes y coherentes para afrontar los desafíos del futuro, incluso hasta el extremo de llegar a valorarla como la herramienta más importante para crear conciencia y cambiar estilos de vida que permitieran salvar un medio ambiente en progresivo deterioro… forman parte del coro que en los últimos años interpreta su derribo y abandono a favor de la EDS. A diferencia de esta última, constantemente legitimada por su supuesta visión prospectiva, en sintonía con valores y preocupaciones que nos afectan directamente (la promoción de la salud, el entendimiento intercultural, la paz, la igualdad de género, la reducción de la pobreza, la transformación rural, los derechos humanos, la producción y el consumo, las tecnologías de la información y la comunicación, entre otros) la EA será injustamente presentada como un campo de pruebas fallido: una tentativa del pasado, que no ha conseguido superar la confusión acerca de los problemas y direcciones a seguir, con una fuerte carga académica, reduccionista en su concepción del medio y en las prácticas educativas que promovía, etc. Todo ello, implícita o explícitamente destinado a cuestionar su competencia y efectividad para lograr los objetivos que se venían proclamando –toma de conciencia, adquisición de

TRAYECTORIAS

AÑO VIII, NÚM. 20-21

ENERO-AGOSTO 2006

conocimientos y aptitudes, cambio de actitudes, capacidad de evaluación, participación social– desde la puesta en marcha del Programa Internacional de Educación Ambiental (1975), cuyas finalidades y características fueron adoptadas y reforzadas en las conferencias de Tbilisi (1977) y Moscú (1987). Y, a partir de ellas, en las políticas educativas y ambientales que suscriben numerosos países con el apoyo de buena parte de los organismos internacionales que inscriben sus actuaciones en la educación y el medio ambiente. Baste recordar que en el Congreso Mundial sobre Educación y Formación Relativas al Medio Ambiente celebrado en Moscú del 17 al 21 de agosto de 1987, con el objeto –entre otras cuestiones– de aprobar una estrategia internacional en materia de educación y formación ambientales para los años noventa, se declarará la década 1990–2000 como el Decenio Mundial de la Educación Ambiental. Un acontecimiento que en el año tiene su continuidad, o acaso con mayor sentido su contrapunto en diciembre de 2002 con la proclamación, como ya hemos apuntado, del Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable. Con todo, que consideremos injustas e injustificadas algunas de las valoraciones que se vienen realizando acerca de los logros y fracasos de la EA, magnificadas por los impulsos que apoyan su reconversión, integración y/o sustitución por una EDS, no obsta para que admitamos que es y ha sido una educación ambiental cuyas realizaciones están lejos de equipararse a las expectativas y resultados que anuncia, del mismo modo que viene sucediendo con muchas “otras” educaciones (intercultural, cívica, para la salud, la paz o la igualdad de género), con las que se trata de dar respuesta a las complejas y cambiantes realidades sociales. Tanto es así que en la misma Resolución del IV Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental, celebrado en La Habana (Cuba), del 30 de mayo al 6 de junio de 2003, en cuyo apartado octavo se admitía esta circunstancia señalando como:

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