Mi primer beso reekles beth

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Ojalá hubiera podido ser un final de cuento de hadas. La fiesta acabó demasiado rápido. Las horas pasaron como una exhalación hasta que llegó la una, y la casa se quedó vacía, excepto por Noah, Lee, Rachel y yo. La casa tampoco estaba muy mal, ya que no se había bebido mucho. Barrimos y metimos la basura en bolsas y las dejamos fuera, en la acera, y a las dos, Rachel se había dormido en brazos de Lee en el sofá, y a él también se le caía la cabeza. Yo estaba tumbada en el otro sofá, con la cabeza en el regazo de Noah. Quería seguir despierta, pasar todo el tiempo posible con él. Quizá habría podido seguir con los ojos abiertos si él no me hubiera estado pasando los dedos por la cabeza. Era más relajante que una nana. —Noah —dije, pero me salió sólo un murmullo adormilado. —¿Hum? —Él también sonaba sólo medio consciente. Quizá lo estuviera. Yo tenía los ojos cerrados y estaba en ese estado en que ya no queda fuerza de voluntad para abrirlos. —¿En qué estás pensando? Él vaciló antes de responder. —En nosotros. En la universidad —dijo. Yo esperé pacientemente a que desarrollara su respuesta —. No... —Un bostezo lo interrumpió, y tuvo que comenzar de nuevo—. No quiero que me estés esperando a que venga por vacaciones y entretanto no vivas la vida. Sé que suena raro viniendo de mí, después de todo lo que he intentado protegerte, pero... no sé, no parece... justo para ti —bostezó de nuevo— que tengas que esperarme... Estoy cansado. Y esto no se me da bien. Solté una risa adormilada. —¿Te refieres a la «mierda emocional»? —Sí. No sé. Haremos todo lo que podamos y esperaremos lo mejor. Eso es todo lo que podemos hacer, ¿no? —Voy a echarte de menos —dije mientras me encogía de hombros. Noah me apretó el brazo. Nos quedamos en silencio durante un rato. Sabía que él no se había dormido porque seguía pasándome los dedos por el cabello. Un seco ronquido rompió el silencio y luego se convirtió de nuevo en una respiración regular. Lee. Él sí estaba dormido. Noah se movió, sacudiéndome sin querer. Apreté los ojos y gruñí un poco en señal de protesta, pero él se quedó quieto, tumbado junto a mí en el sofá, acurrucado a mi lado. Sonreí. Quería darme la vuelta para quedar de cara a él, pero me costó hacerlo porque estaba medio dormida. —Elle —dio Noah entonces, en ese tono ominoso que me indicó que quería hablar de verdad sobre algo serio. Yo estaba demasiado cansada para hablar... —¿Qué? —le susurré en la oscuridad. —Te quiero. —Me besó en la frente. Yo me acurruqué más contra él y le hundí la cabeza en la curva del cuello mientras él me abrazaba con fuerza. Me dormí en segundos.


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