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BOLETÍN DEL MUSEO NACIONAL DE HISTORIA NATURAL
STEHBERG y SOTOMAYOR / Mapocho Incaico
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Apoquindo 6736 y 6737: durante faenas de excavación para construir un edificio en este lugar, los obreros encontraron sepulturas indígenas junto a ofrendas cerámicas del período incaico. En noviembre 1980, fueron entregados al Museo Nacional de Historia Natural (Chile) fragmentos de las siguientes vasijas: un plato rojo engobado en ambas caras; un plato hondo pintado rojo al exterior y decorado con una banda perimetral en el borde exterior y, la cara interna pintada de blanco; plato ornitomorfo color rojo ambas caras sin decoración; un plato ornitomorfo rojo ambas caras, decorado interiormente con motivos geométricos color negro y, una olla pardo alisada con restos del asa cinta que unió el labio con la parte superior del cuerpo, tiznada con hollín al exterior. Jardín del Este: correspondió a un extenso sitio habitacional prehispánico, cuyos principales restos se ubicaron estratigráficamente entre 0,40 y 0,50 cm de profundidad. Los hallazgos se realizaron en un sector de Vitacura, ubicado a ocho cuadras al sur del río Mapocho y tuvieron los siguientes deslindes: por el norte con calle Oriente en 250 m; por el sur con avenida Luis Carrera, en 250 m; por el oriente con avenida Espoz con 510 m; por el poniente con el Club de Polo, dando un total de 12.750 m2. Los hallazgos se entendieron más allá de estos límites. Muy cerca, durante la excavación de una piscina en casa de Guillermo Sumar, el arquitecto Gonzalo Domínguez recuperó los restos de seis tumbas con sus correspondientes ofrendas, entre 1,0 y 1,90 m de profundidad: “Por los fragmentos de cerámica pintada y los ceramios obtenidos por el Arq. Domínguez de las mencionadas tumbas, podemos postular, por lo menos, que este sitio corresponde a un horizonte incaico local que lo relacionaría con los hallazgos de la Reina y otros sitios incaicos de la zona”, determinando que al parecer el sitio vecino de La Dehesa tenía manifestaciones de este mismo horizonte pero a la vez parecía existir en aquél, un período anterior (Madrid y Gordon 1964: 185 a 189). Basados en una merced de tierras otorgada por el Cabildo de Santiago, en 1546, estos autores plantearon que aquellas tierras estaban al mando del cacique Vitacura o Butacura que tenía bajo su mando numerosos caciques y escogió para sí las mejores chacras regadas por las acequias del Mapocho y defendidas por el “Pucará” establecido en el cerrito hoy llamado El Golf. Las chacras eran llamadas Lo Castillo, Lo Arcaya, Lo Garcés, San Luis y Lo Lillo. Vitacura fue padre de Palabanda, Pujalongo y Longopilla, quieres heredaron estas chacras. Ginés de Lillo las mensuró en 1603, quedando bajo el nombre de Lo Lillo. A continuación se proporcionan los sitios incaicos encontrados al norte del río Mapocho: Chacra Bezanilla: en la ex chacra de este nombre, en el barrio inmediatamente al norte del río Mapocho, ciudad de Santiago, apareció un aríbalo incaico (Looser 1927: 299). Aunque la ubicación no es precisa, esta chacra colindaba con avenida Independencia (Camino del Inca), lo cual sitúa al hallazgo en la ruta del inca. Además, la pieza cerámica constituye un aríbalo y no un aribaloide, lo cual lo acerca más a la forma típicamente cusqueña. Camino al Bosque Santiago (Conchalí): en la población El Barrero, comuna de Conchalí, en el camino al Bosque Santiago, esquina El Salto Grande, los arqueólogos Julie Palma y Marcelo Garretón, del Museo Nacional de Historia Natural (Chile) descubrieron tres tumbas destruidas, de características abovedadas, a 1,5 m de profundidad, con restos óseos humanos y ceramios completos del tipo Inca-local (Stehberg 1975: 22). Llamó la atención la forma abovedada de las tumbas, que recuerda a las sepulturas del cementerio de la Reina. Guanaco Bajo: se localizó en el ex fundo Conchalí que existió en ese sector de la ciudad de Santiago. En el lugar aparecieron restos de un cincel de cobre, un plato decorado al interior sobre fondo rojo, un plato ornitomorfo rojo ambas caras y decorado al interior con figuras geométricas y un silbato de combarbalita (Figura 5). Población Arquitecto O´Herens: en Conchalí, el año 1970, personal de la Sección de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural, realizó un rescate arqueológico en un cementerio del período Tawantinsuyu, en esta población, encontrando un conjunto muy importante de piezas que incluyeron fuentes, platos, un jarro y una olla miniatura. Destacó el hallazgo de dos platos ornitomorfos gemelos (Figura 6).
FIGURA 5. Cincel de cobre, plato decorado, plato ornitomorfo y silbato de piedra del sitio Guanaco Bajo (ex fundo Conchalí).
Calle Guardiamarina Riquelme altura 500 (Quilicura): durante trabajos de excavación de apertura de la red de alcantarillado fueron exhumados, entre 1,30 m y 1,80 m de profundidad, en un estrato de arena gruesa, osamentas humanas en posición extendida y lateral, en su mayoría pertenecientes al período Tawantinsuyu. Las excavaciones de salvataje consistieron en dos trincheras de 20 m cada una, paralelas a la red de alcantarillado. Estas permitieron exhumar cuatro tumbas intactas y restos de otras ya destruidas De la observación de las tumbas se dedujo que los indígenas excavaron el suelo, con el fin de llegar al estrato arenoso que aprovecharon para depositar sus muertos, tras lo cual las tumbas se rellenaron con el mismo material. “Las tumbas analizadas proporcionaron enterratorios preferentemente individuales, con esqueletos en posición extendida decúbito dorsal o lateral, siempre con la cabeza hacia el este, dispuestos en dirección oriente-poniente” (Stehberg 1976a: 3-5). El antropólogo físico Juan Munizaga reconoció los restos de cinco individuos, de los cuales dos aparecieron en la tumba 4 (un niño de alrededor de un año y un subadulto (unos 12 años) y, uno en la tumba 3 (un adulto femenino, mayor de 23 años, con signos de parto). De entre los huesos de recolección identificó dos adultos, uno masculino. Todos los restos presentaron características mongoloides, sin signos de mestizaje con poblaciones de origen europeo. Respecto a las ofrendas destacó la tumba 3, que presentó cinco platos junto a las extremidades inferiores del esqueleto y un aribaloide y un puco rojo engobado sin decoración, rodeando el cráneo. La tumba 4 proporcionó un plato del tipo Aconcagua Anaranjado en directa asociación a platos de factura diaguita-incaica. Como resultado de este rescate se obtuvo una rica colección cerámica (Figura 7) consistente en cinco cuencos, nueve platos ornitomorfos, seis aribaloides, un jarro, una urna, finamente decorados y varias ollas, una de las cuales presentó dos apéndices con 5 incisiones que representan una mano y que fueron característicos de la Cultura Aconcagua. La presencia de individuos de ambos sexos y todas las edades, señaló la presencia de grupos familiares. La forma y decoración cerámica refirió a la presencia en el lugar de poblaciones de origen local que coexistieron con mitimaes de origen diaguita-incaico. De esta forma el área de Quilicura habría funcionado como un pueblo satélite del centro administrativo del curso medio del Mapocho (Stehberg 1976a: 13).