Reunión Nacional por el Buen Vivir

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EL POPULISMO Y LA NUEVA ESPERANZA POR EL BUEN VIVIR

Populismo: dispositivo ideológico y sesgo cognitivo No pasó mucho tiempo después del fin de la llamada “guerra fría”; cuando se anunció “el fin de la historia”, en los últimos años del siglo pasado, cuando se actualizó y catapultó un nuevo enemigo, al que los políticos conservadores le encontraron una genealogía con el comunismo, y no pasó mucho tiempo tampoco para que lo estigmatizaran como una de sus secuelas nocivas en el ámbito de la dimensión política del Estado, esta ideología tan traída y tan llevada, particularmente en los tiempos electorales, es la del “populismo”. Teóricos como H. Cardoso han considerado al populismo como una tendencia política residual de un pasado en el que se recurrió malévola e intencionalmente a las masas, como una forma de manipulación con el propósito de justificar y sostener toda acción política de gobierno. Sin embargo, no ha existido un parámetro o medio que indique en verdad la cuota que signifique el ejercicio político populista de un gobierno, se ha identificado con mayor claridad el sentido demagógico de una política y una acción pública hacia la sociedad civil, porque ésta se realiza mediante un dispositivo tan ideológico como mediático que oculta la realidad, pero el caso de una intervención de cuño populista, no es posible advertirla. Es este aspecto, el discurso político, sea conservador o de izquierda, ha establecido un símil o parangón entre demagogia y populismo. Es decir, a ambos conceptos se le atribuyen el mismo sentido y se utilizan indiscriminadamente con una significación y valor semejante que equivale al engaño y la manipulación. Por tanto, no es descabellado pensar que el populismo, como concepto político enraizado históricamente en la relación Estado-pueblo, en la polis-nación, haya derivado en un término adjetivo más que un uno sustantivo. En esta tesitura se reconoce que el populismo, (con su carga lingüística y semántica de “ismo”, dominantemente interpretada como un exceso de pueblo, peyorativamente emparentada con la masa. Con esa masa irracional per se, según Caneti, e.), tiene que ver como un hecho inherente en la relación entre el pueblo y el poder político. Desde los primeros “populistas” como Marco Livio Druso y Julio César, que se opusieron a la política aristocrática de los optimates liderados por Cicerón, hasta los intelectuales orgánicos identificados con la derecha conservadora para justificar el poder de una política gubernamental fundada en los negocios y su expansión global. Aquí el pueblo, el populum, es valorado como ejército de reserva, mano de obra capacitada y fiel, con derechos limitados anclada en un determinismo naturalista e histórico que nadie puede violentar. Aquí lo popular se reduce a una concepción decimonónica

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de selección social por el principio evolucionista: el más apto es el que sobrevive. Sólo en tiempo de elecciones, el pueblo, el ciudadano existe y la demagogia es el medio de seducción. Las demandas populares: derecho a la igualdad social, derecho a la justicia, derecho a la diversidad, al bienestar común, han sido arropadas por un populismo histórico, el cual puede ubicarse y comprenderse como un conjunto de acciones del estado, relacionadas con el bienestar social; sin embargo, esta categoría ha sido desplazada por un dispositivo ideológico, ideado por los intelectuales orgánicos cercanos al poder neoliberal, que es un peligro para detener las políticas y acciones dirigidas a las nacionalizaciones o expropiaciones de los recursos de un país, entre otros casos históricos. De allí que Emir Sader, sostenga que la palabra populistas ha sido utilizada para desacreditar a los gobernantes que impulsan reformas que benefician a las clases populares. Marcos Roitman, ha dicho que el populismo se ha convertido “en un insulto”, que sobre este concepto ya “pesa una maldición”. Uno de los pregoneros, de los principales líderes del conservadurismo, el expresidente español, José María Aznar ha declarado en distintos foros internacionales, la amenaza que representa el populismo, calificándolo con un sonoro estridentismo como un incendio que pone en peligro la globalización. Como ha de advertirse, los intelectuales orgánicos del neoliberalismo, han eliminado la palabra demagogia y en su lugar han colocado el término populismo, en toda aquella relación entre políticas públicas y sociedad civil, particularmente cuando se trata la problemática del llamado gasto social; es decir, de la obligación que tiene el Estado moderno de procurar el presupuesto necesario para atender los asuntos de salud, educación, vivienda y servicios de infraestructura. El rubro social tiene un fuerte componente que vincula con lo popular, con lo requerido para el bienestar social. Lo anecdótico radica en el hecho de que, cuando los líderes orgánicos de la izquierda social lo demandan, como representantes populares, se les califica adjetivamente de populistas; pero cuando los líderes de derecha lo pregonan, no son populistas, sino estadistas. En este aspecto, el término populista tiene una expresión peyorativa en las manos de la izquierda social, esta expresión desaparece en la acción de la derecha. Con esto se trata de advertir el uso y la aplicación frívola y caprichosa del concepto “populismo” como un dispositivo lingüístico y político, contrario a lo popular. El populismo propuesto por la derecha, como una forma de hacer política epistémica tiene una funcionalidad que genera una mirada falsa de la realidad. Cuando esta ideología se trasmite y compulsivamente se difunde mediáticamente, construye un paradigma o referente de realidad para todos. Muy cercana a esta construcción ideológica, a esta mirada impuesta, se encuentra el significado del concepto dispositivo, propuesto por Deleuze. El dispositivo representa una construcción de

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falsa realidad que opera en un nivel de lo inconsciente, éste se desarrolla y actualiza gracias a la relación del sujeto con lo político, o sea con las formas de operación del uso o aplicación del poder. Éste es el poder cotidiano en la relación de pares, en la relación familiar, etc.; pero también, la construcción del dispositivo ideológico tiene que ver estructuralmente con la realidad política, con el moldeamiento social que realiza el Estado o el gobierno en el Estado, al imponer una mirada de realidad, misma que se introduce en la psiquis y en la conciencia del sujeto, de tal forma que forma parte de sí; en una suerte de concientización de una realidad falsa, acompañada de todos sus valores. Un dispositivo mediático que generó un impacto negativo entre un electorado de baja escolaridad y con un capital cultural pobre, se cifró en la amenaza: “Andrés Manuel López Obrador, es un peligro para México”. Este mensaje se difundió masiva y mediáticamente. Con un dejo de ironía, Carlos Monsiváis, llegó a decir que el mensaje había tenido sus efectos entre el electorado porque muchas familias llegaron a temer perder propiedades que no tenían, como por ejemplo una casa. Ahora sucede algo similar en este proceso complejo de guerra electoral. Los mensajes más frecuentes son: “Andrés Manuel nos llevará al caos venezolano”; “López Obrador es un autócrata como Nicolás Maduro”; “AMLO destruirá la economía”; “Morena llevará a México al desastre”; “la propuesta de López Obrador es un regreso al pasado”; “Andrés Manuel es mesiánico y autoritario”; “López Obrador es el espejo de Maduro (antes lo fue de Hugo Chávez)”. Todas estas adjetivaciones se sintetizan en una sola: “Andrés Manuel López Obrador es un populista”. Es la reedición de la campaña negra del 2006, pero recargada. Sabemos bien que estos mensajes han sido construidos en el sentido de la mercadotecnia política. Vender estas ideas (muy pronto vendrán las imágenes); vender el producto a través de una campaña que no sólo incluirá a los políticos de partidos en el poder gubernamental actual, también participarán artistas de la farándula televisiva, intelectuales orgánicos (periodistas, comunicadores y analistas políticos). Muy pronto se enriquecerá el dispositivo ideológico o el sesgo cognitivo. Es decir, la generación de un mensaje falso que por su frecuencia se convertirá en una visión idiomática recurrente y adjetiva, no sustantiva. El sesgo cognitivo es uno de los principales dispositivos del rumor, el cual tiene un caldo de cultivo eficaz e ilimitado en las redes sociales. Allí se insertarán rumores de impacto inmediato y mediato, que involucrarán al personajeobjeto y su círculo más inmediato. En el discurso político alternativo se podría rescatar y reivindicar la categoría populismo histórico o de defensa popular, sin embargo pesa más lo mediático, pesa más la construcción histórica que desde los años ochenta, desde el sexenio mexicano de Miguel De La Madrid, se ha venido realizando una manera pragmática y funcional. Por tanto, habría que destinar los conceptos Populismo y Popular a que sigan en el ámbito

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de los términos académicos, porque en el campo de los lenguajes y los mensajes políticos, no tienen más destino que la deformación intencional de sus principios y valores históricos. Se coinciden con categorías como la de “bienestar común”, aunque en términos generales podrían operar como un medio y posibilidad que resultaran otro tipo de mensajes, honestos y realistas, alejados de toda demagogia y construcción ideológica para dañar al adversario político; sin embargo, es fundamental contribuir al debate informado y, hasta académicos sobre el populismo, una construcción teórica digna de estar en las mejores mesas de discusión mediática.

La construcción teórica que hace falta La construcción teórica del populismo gira alrededor de lo político, no de lo económico ni de lo social. Canovan propone hacer un viraje a sus contenidos políticos e ideológicos (1993:3); Laclau piensa que es la vía para comprender algo sobre la constitución ontológica de lo político (2005a:91); Roberts declara que sólo puede ser entendido como lo que es, un fenómeno político (2003:4); Savarino, llama a escudriñar también su morfología política (2006:80); Taguieff dice que sólo puede comprenderse a través del discurso político (1996:42); Weylaned señala que tiene como centro la dimensión política y sólo accidentalmente le asiste una característica socio-económica (2001:4); para Vilas, el populismo enmarca el proceso de incorporación de las clases populares a la vida política institucional (1995:27); para González, el populismo plantea una ruptura entre los trabajadores y la oligarquía (2006:15); Zanatta establece que el populismo aspira a la regeneración, es una idea comunitaria con un vector de antipolítica (2014:22); y, para Cerutti, el populismo es la articulación de movilización popular en pro de un futuro alternativo (Cerutti citado por Guldenberg, 2009:8). La conclusión preliminar de esta construcción teórica es que el actor fundamental del populismo es el pueblo. Frente a este actor, se definen los problemas de la sociedad. El pueblo es la medida; el referente. ¿Qué tiene este vocablo que incomoda tanto a las élites del sistema? De la construcción teórica se pasa a su connotación geográfica. En Estados Unidos, más de una editorialista ha escrito que Barack Obama fue un populista; la derecha iberoamericana se ha encargado de elevar a rango de dogma populista a la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, simplificando al extremo la realidad. El fenómeno en sí constata el hartazgo de la ciudadanía con el sistema de partidos tradicional. El discurso “No nos representan”, significativo del movimiento español del 15-M, que posteriormente daría lugar al fenómeno Podemos, enfatiza el enfado de amplios sectores de la sociedad por el hecho de que los efectos de la crisis 2008-2009, se da sobre

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las clases más desfavorecidas y con mayores carencias: pensionados, desempleados, estudiantes y madres solteras, que, en su mayoría, fueron los desahuciados, los despedidos, los maltratados. Todos esto, mientras las élites nunca acusaron recibo de los efectos sociales de la crisis, del Estado neoliberal. Es legítimo apelar al pueblo para construir comunidad política; es legítimo participar en política con la agenda de las clases sociales bajas; es legítimo denunciar los privilegios económicos y políticos de las élites del sistema; es legítimo que haya líderes políticos que entiendan las circunstancias y las condiciones históricas para impulsar un concepto de democracia de máxima igualdad. Entender los fenómenos ligados a lo popular y a lo social, demanda categorías propias de análisis. Debe entenderse, que no hay una lógica general, sino características específicas. No obstante, hay vectores de convergencia, por ejemplo, los déficits institucionales en los sistemas de representación, el hartazgo social con el sistema tradicional de partidos; el rechazo a una clase política incompetente y corrupta; los excesos y abusos desde la esfera del poder y, el establecimiento, en la práctica, de Estados que sirvan a los intereses de una nueva oligarquía. En algunos países como México, más que una abstracción teórica, el populismo es instrumento político. Se usa por las élites del sistema para atacar a movimientos y personajes que atentan contra el statu quo. Una de sus principales acciones se dirige hacia la fragmentación y las campañas de desprestigio en los grandes medios de comunicación. Esas campañas abonan al terreno del desprestigio de la política, para mantener al pueblo distante de esa arena, lo que beneficia a los llamados políticos profesionales que gobiernan en nombre de esa sociedad apática y sometida. (Véase: Sader, 2005). El movimiento social basado en un concepto amplio de pueblo, plantea una amenaza al sistema cuando convoca a las masas a la plaza pública para fustigar los abusos y los excesos de las élites. Se trata, de una forma de exigir justicia, tan legítima y válida como el ejercicio del sufragio. El movimiento social mexicano exige un trato de mayor igualdad y respeto para los sectores con mayores carencias. Se trata de una expresión que reclama ampliar la comunidad política y hacer efectiva la participación del pueblo en las decisiones del Estado. La fortaleza del movimiento popular se erige en el rechazo al sistema y a la estructura económica vigente; en la denuncia de que las instituciones funcionan bien para las élites, pero no funcionan o funcionan de manera deficiente para el grueso de la sociedad. Esto justifica y explica la conexión directa que se establece entre la dirección política del movimiento y los ciudadanos; el pueblo.

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Entonces, el populismo se muestra como una opción alternativa frente al desastre del modelo económico y de los gobiernos. Es un camino distinto de futuro, donde no cabe la aceptación per se de un modelo económico que no genere bienestar social, en el que quepan particularmente los estratos más desprotegidos. Cuando las élites reaccionan, lo hacen atacando las políticas públicas que benefician a las clases populares. Califican a ese gobierno de populista. En América Latina, se registró una convergencia continental de gobierno anti-neoliberales: Evo Morales en Bolivia; Hugo Chávez en Venezuela; Cristina Fernández de Kirchner en Argentina; José Mujica en Uruguay; Lula en Brasil; Daniel Ortega en Nicaragua; etcétera. Desde la óptica del poder, se criticó esta ola de gobiernos progresistas. “El término populista se retomó en el marco del discurso neoliberal, para designar a las políticas consideradas irresponsables, aventureras, inflacionarias, que promovieron concesiones sociales incompatibles con las leyes de hierro del ajuste fiscal”. (Serrano, 2007). Se entiende la virulenta reacción de las élites con los gobiernos que en América Latina desafiaron los dictados del llamado Consenso de Washington. Habría que apuntar, además, que la base del Estado se encuentra en el principio de Rosseau de que su poder emana del pueblo, no de la minoría. En consecuencia, la legitimidad del movimiento popular radica en esa condición insoslayable de todo régimen democrático. No son los grupos privilegiados en los que se fundamenta la autoridad, sino en el pueblo como actor social. En este sentido, el populismo es una lucha contra el imperialismo, especialmente en América Latina, que pretende cambiar el orden establecido por uno más justo para los sectores con mayores carencias. “En este marco, el populismo significa cuestionar el orden constitucional mediante la construcción del pueblo como agente histórico, es decir, un agente que es “otro” en relación con el orden vigente”. (Ylarri, 2015). La categoría social del pueblo como agente de transformación histórico es, en sí mismo, una provocación al statu quo, que juega con la democracia representativa. Es decir, que se agota en el ejercicio del sufragio. Cuando el pueblo asume su condición de agente de transformación social, establece conductos que potencian la democracia participativa, lo que amenaza destruir los controles tradicionales de la clase hegemónica. Significa, para decirlo llanamente: el fin de las condiciones y los lujos de las élites en el poder político y económico. El pueblo como instrumento social para cambiar el orden de las cosas; el pueblo para instaurar el ejercicio de una democracia de máxima igualdad. Se trata de reivindicar democráticamente el poder del pueblo. Un pecado insoportable para las élites que en México, apuestan a la tensión política en medio de un complejo proceso de sucesión presidencial.

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Populismo, tensión política y sucesión presidencial La tensión política del proceso de sucesión presidencial hará que se eleve la estridencia y la intensidad de los ataques contra la izquierda social, única que plantea como opción de futuro una alternancia fundacional, es decir, la construcción de un nuevo orden político. Hasta ahora, esa izquierda ha sido incapaz de ofrecer un relato coherente, con argumentos y profundidad analítica del principal vector que ha elegido el bloque de la derecha mexicana para atacarla: el vector del populismo. ¿Qué le falta a la izquierda social para entender que ese fenómeno social y político tiene su principal explicación en sociedades como la nuestra, con saldos negativos luego de más de treinta años de Estado neoliberal?: crecimiento del PIB que apenas roza el dos por ciento como promedio de un periodo de tres décadas; extensión geográfica de la pobreza y profundidad de la desigualdad; precarización salarial a tal nivel que Canadá y Estados Unidos argumentan que México aplica dumping salarial en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; creciente desempleo, boyante economía informal; corrupción e impunidad rampante; etcétera.

Necropolítica y Narcoestado En México, la izquierda social postula la transformación del orden político; ampliar los causes de participación ciudadana en la vida pública, y aplicar un programa institucional de redistribución del ingreso. ¿Dónde exactamente está, en estos planteamientos, el factor deleznable? El populismo se inspira en lo popular. Es decir, es una cláusula de democracia de máxima igualdad. Y son las condiciones sociales las que lo transforman en movimiento. El líder no crea esas condiciones, las aprovecha. El saldo neto del neoliberalismo mexicano, después de las reformas económicas privatizadoras de Carlos Salinas y Enrique Peña Nieto y su perniciosa expresión en un fenómeno de concentración de la riqueza, arraiga en millones de mexicanos la convicción y el sentimiento de la necesidad de un cambio. Las condiciones sociales son las que desencadenan el fenómeno del populismo. Los responsables últimos de esto, son el establecimiento político, por un lado y el modelo económico, por el otro. Los excesos y los abusos de poder crean las condiciones para la formación de partidos del pueblo con una agenda marcadamente social. Cada fenómeno o movimiento popular asume sus propias características. Luego del fracaso del Estado neoliberal, la reacción más lógica de la gente que lo padece es la de mejorar sus condiciones de vida. La vía para lograrlo es la de ampliar la comunidad política. Es decir, una expresión participativa de la democracia y no sólo representativa. El movimiento social moderno se estructura en contra del desmantelamiento del Estado

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de Bienestar y contra el Estado neoliberal altamente concentrador de la riqueza. La ruta mexicana de transformación pacífica es la de un movimiento social que tiene una vertiente de participación en el sistema formal de partidos, pero no es un partido tradicional. En este sentido, reivindicamos la vía democráticamente de cambio sin desconectarse con los de abajo. El caso mexicano va del movimiento social a la participación política y viceversa. Se retroalimenta con base a un incrementalismo democrático que gradúa el avance con base no sólo al líder carismático, sino a su programa social. La ruta mexicana de transformación reacciona a los efectos de un proceso inmoral de acumulación de riqueza en pocas manos y de empobrecimiento acelerado de las masas. Es una vía institucional de modernización política, en cuanto su principal apuesta es un proceso efectivo de transición para refundar el Estado social de derecho. Se suma al nuevo consenso internacional para establecer un nuevo modelo de desarrollo. El fenómeno social mexicano, se adapta a la definición que ofrecen Raimundo Frei y Cristóbal Kaltwasser en su tercera ola de democratización: “A diferencia de la teoría de la modernización y del estructuralfuncionalismo, comienza ahora a observarse al populismo como un tipo específico de lógica política, que independiente de las condiciones socioestructurales, se establece en distintos regímenes a causa de diversos déficits institucionales en los sistemas de representación democráticos”. (Frei y Kaltwasser, 2008:124). En México, lo social y lo popular, se enfrentan al relato y la crítica del poder emanado del Estado neoliberal: “…hoy se califica de populismo cualquier política del pueblo para el pueblo. Los neoliberales califican de populista cualquier proyecto democrático. Y no nos deben confundir… los primeros en criticar el populismo seremos los partidarios de una democracia no excluyente, de una democracia con justicia y pluralismo ideológico y religioso, con respecto a las creencias e ideas de todos, con respecto a la persona humana y a la dignidad de todos…”. (Pablo González Casanova citado por Cobián, 2005:9). En México la reactivación de un movimiento social y popular es efecto de excesos cometidos por la oligarquía nacional y sus reformas de privatización y concentración de la riqueza. Es un producto del contexto social, político y económico; de una integración económica absolutamente desigual, sin cuotas de compensación asimétrica como las acordadas en el viejo continente en el proceso de formación de la Unión Europea. En este orden de ideas, por la acción de un líder carismático o sin ella, la movilización de las masas de indignados puede llegar a trastocar el orden político y a plantear un callejón sin salida para el statu quo.

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A los movimientos sociales y populares les anima, sobre todo, la inclusión, el trato equitativo y justo al sector social de los marginados y la exigencia para que el Estado se enfoque no sólo a cubrir los requerimientos de los magnates y hombres del dinero, sino de toda la sociedad, particularmente de los sectores y grupos con mayores desventajas. Se trata de incorporar a los beneficios del Estado a los sectores empobrecidos del pueblo. Así es como la ciudadanía informada, ejerce de contrapeso al liderazgo político carismático. El nuevo fenómeno social mexicano es, “…un movimiento político que expresa una coincidencia inestable de intereses de sectores y elementos subordinados de las clases dominantes y de facciones emergentes, sobre todo urbanas… se enmarca en el proceso de incorporación de las clases populares a la vida política institucional”. (Vilas, 1995:27).

Referencias Cobián, G.D. (2005), Perspectiva del populismo en México. México Miguel Ángel Porrúa Editor. Frei, Raimundo y Kaltwasser, Cristóbal (2008), El populismo como experimento político: historia y teoría política de una ambivalencia. Revisa de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Chile. Pp.22. González, E. (2006), Del populismo al neoliberalismo: la experiencia mexicana. (Tesis de licenciatura en Economía). UNAM, México. Guldenberg, H.C. (2009), Universidad Nacional Autónoma de México. (I.d. Sociales. Ed.) Recuperado 9 de octubre. Sader, E. (2005), El populismo: su más completa traducción. La Jornada, México, noviembre 19. Serrano, Pascual (2007), Región andina: la imagen mediática en España. Luces y penumbras. México, enero 19, 2007. Vilas, C. (1995), La democratización fundamental: el México, CONACULTA.

populismo en América Latina.

Ylarri, Juan Santiago (2015), Populismo, crisis de representación y democracia. Foro Nueva Época 18. Pp. 179-199. Zanatta, L. (2014), El populismo (vol. 1013). Argentina: Katz Editores.

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Populismo: discurso contrahegemónico Teoría en construcción Dice Bauman y Bordoni que el sistema global con primacía en el dogma del mercado, está en su fase terminal. José Blanco, apunta: “El neoliberalismo está muerto, pero el zombi sigue caminando y ha vuelto a hacer daño, debido a las fallas estructurales y a los fallos políticos de ese vigoroso y breve impulso populista…”. (Blanco, 2017ª: 10). Barack Obama aludió al populismo en la cumbre de líderes de América del Norte, el 29 de junio del 2016, en Ottawa, Canadá: “Me preocupo por la gente pobre, que está trabajando muy fuerte y no tiene la oportunidad de avanzar. Y me preocupo por los trabajadores, que sean capaces de tener una voz colectiva en su lugar de trabajo… quiero estar seguro de que los niños estén recibiendo una educación decente… creo que tenemos que tener un sistema de impuestos que sea justo. Supongo que eso me hace populista”. (Obama citado por The New York Times, 2016)

Populismo vs neoliberalisnmo Barack Obama agregaría: “la etiqueta de populista, no le queda a alguien que no ha luchado por la justicia social, que no se ha preocupado por los trabajadores…”. (Obama citado por The New York Times, 2016). El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al populismo como un adjetivo perteneciente o relativo al pueblo. En los últimos años, varios movimientos y expresiones sociales europeos han reivindicado las causas ciudadanas en un marco de hartazgo con clase política tradicional y sus sistemas de partidos. Por eso han sido llamados populistas: “… en España el movimiento de los indignados, como podemos; con anterioridad, el Movimiento stelle, en Italia; Syriza (Coalición de la izquierda Radical), en Grecia; el Mouvement La France Insoumise en Francia… el movimiento británico que voto contra el Brexit y que ahora encabeza una orientación socialdemócrata; el Bloco de Ezquerda en el gobierno actual de Portugal”. (Blanco, 2017 a:10). ¿Qué tienen en común estos partidos y movimientos? Su denuncia al proceso de concentración de la riqueza que provoca el actual modelo económico: “… los ingresos del 0.01 por ciento de la población mundial siguen aumentado en una espiral de inmoralidad y de corrupción innombrable” (Blanco, 2017 a:10); la deslocalización de la riqueza para enviarla a paraísos fiscales; el desmantelamiento del sistema de salud pública; la miseria que rodea la educación pública; la extensión territorial

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de la pobreza y la indigencia; la proletarización de la clase media; la degradación de los ecosistemas a consecuencia de la voracidad de los grandes capitales; el fenómeno de la emigración debido a estados fallidos; las guerras emprendidas por razones geoestratégicas; el incremento de la violencia y la criminalidad; la hambruna de millones de habitantes en continentes como el africano, el asiático o el subcontinente latinoamericano; el calentamiento global por la emisión de gases de efecto invernadero; la corrupción; la impunidad. “Todo esto ha sido una construcción social. No fue el diablo, no fueron las brujas, no fue la mala suerte, no es que así es la vida, no. Hay un “ellos” que crearon todas las desgracias y un “nosotros” en construcción, un pueblo que no está, pero que está estructurándose despaciosamente. La aplastante mayoría del planeta tiene carencias y demandas nunca atendidas que irán uniéndose, en un sentido común nacional popular. Los dos campos adversarios están emergiendo a los ojos de los parias del mundo. El populismo en ciernes tiene frente a si al neoliberalismo depredador”. (Blanco, 2017 a:10). Bienvenido ese populismo reivindicado de las mejores causas sociales, inconcebible en un neoliberalismo concentrador de la riqueza a niveles absolutamente inmorales. “Todo comenzará un día en cualquier parte. Por ahora tenemos internalizados y los reproducimos, los credos neoliberales. Los súper ricos están plenamente persuadidos que han adquirido sus riquezas a través de sus méritos: ignorancia pura. Los pobres aún piensan que son culpables de sus vidas jodidas. Esto es lo que ha sido y ha dejado de ser en un mismo tiempo”. (Blanco a:2017).

Populismo: narrativa en construcción El discurso populista en México se erige como alternativa a los abusos y excesos de una clase política corrupta, incompetente y voraz; se levanta como opción a un modelo de acumulación económica que funciona bien para el 20 por ciento de la población, pero no para el 80 por ciento que ha pasado a residual, innecesario, prescindible. El populismo surge y se fortalece ante la sospecha de que al menos algunas veces o muchas, el crimen organizado y el gobierno son lo mismo; o por la persistencia de una estructura de poder hecha a la medida de los magnates y de los hombres del dinero. El populismo está aquí en oposición a un régimen que ha hecho del estado “… una concentración del poder que conjunta políticos, policías, empresarios, criminales, en un sistema exacción predatorio, que ha hecho funcionar -y cotidiana- la violencia extrema, y la absoluta degradación de la sociedad…”. (Escalante citado por Heredia, 2007:38). Llamar las cosas por su nombre: Se requiere construir desde la izquierda democrática una narrativa en defensa del populismo, justo como Podemos lo hace en España, Jeremy Corbyn en Gran Bretaña o Bernie Sanders en Estados Unidos. Se trata de una construcción teórica que explique su

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origen y desarrollo; su circunstancia actual y su expresión en momentos en que el neoliberalismo ha dejado de ser viable para mantener a flote un sistema enfermo y en etapa terminal. La construcción de la narrativa se hace a partir de esos abusos y excesos cometidos desde el poder. Al populismo, le abre las puertas a la quiebra del modelo neoliberal y el rompimiento de la lógica política basada en la imposición de un modelo económico excluyente. El populismo emerge de ese pacto inmoral que fraguan las derechas con grupos y facciones que se dicen de izquierda pero que defienden a las elites. El populismo se utiliza hoy en día como un insulto. Por esto, desde la izquierda democrática hace falta reapropiarse del concepto, hacerlo suyo y defenderlo. Entonces los insultos deberían decir: me quedo con el concepto que me sirve para definirme frente a los otros… que me abre la oportunidad de construir un bloque histórico… ese es uno de los elementos claves para la construcción del pueblo como elemento de transformación, como sujeto de transformación. (Mayoral, 2016).

Populismo: el debate europeo Manolo Monereo1 ¿Es posible hablar de un populismo de izquierda? Yo creo que sí. Y algunos de los que estamos en esta mesa llevamos años hablando del populismo de izquierda. Y lo hicimos porque teníamos que entender, y esto creo que tiene cierta importancia, con nuestra mirada eurocéntrica, la realidad de América Latina. Y para intentar comprender América Latina y lo que estaba pasando al menos desde que Chávez estaba en el poder, teníamos que enfrentarnos al tema del populismo. Y dentro del problema del populismo, su carácter de izquierda, que puede ser cuestionable pero también me parece importante para iniciar un debate que al final lo que nos lleva a una cosa, creo que seria y profunda, como ya llegó en América Latina: unir el debate sobre populismo sobre lo nacional popular; es decir, sobre la necesidad de una alternativa de los de abajo a una situación de crisis económica y social. (Monereo, 2016).

Jorge Verstrynge2 Mi padrastro, que se sabe que era comunista, me decía: en suma, todos los partidos comparten los mismos valores. El problema entre ellos es como los jerarquizan. Me dijo, pero hay un valor que es muy importante, que es la confianza en el pueblo y eso se ve hasta en el vocabulario que se utiliza “chusma”., “populacho”, en lugar de “masa”, etc.; ahí está la diferencia entre derecha e izquierda. Y desde ese punto de vista, yo creo que el populismo a partir del momento que tiene un subcomponente roussaniano de confianza en el pueblo. Ahora bien, luego, en función de las diferentes circunstancias e ideologías que vienen a decir: es que el pueblo es el que debe de mandar y que hay que hacer lo que el pueblo dice, te puedes encontrar con que el pueblo, en un momento determinado,

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pide unas cosas en función de las circunstancias u otras en función de otras circunstancias. Esto es así. Yo tengo dos definiciones de populismo totalmente contradictorias. Por ejemplo, yo prefiero a Ernesto Laclau, pero da igual. Kuse Diere dice: “es la forma en la que un pueblo reacciona a su abandono por una clase dirigente”. Bueno eso es de izquierdas. De derechas: “es la aspiración aún no realizada de volver a hallar esa política que le permita a un pueblo seguir siendo un pueblo”. (Verstrynge, 2016).

Chantal Mouffe3 Voy a hablar bastante del populismo de izquierda, en realidad voy a defenderlo. Pero me parece que hay que empezar por algunas precisiones teóricas porque se habla: el populismo es compatible con el republicanismo, no existe ni el populismo ni el republicanismo, existen republicanismos, existen populismos. Entonces me parece que es muy importante clarificar un poco esto. Bueno, acá me parece que algunos de nosotros, tal vez no todos, estamos de acuerdo en tomar como punto de partida la definición de Laclau de que el populismo es una lógica de construcción de lo político, es una manera de construir el nosotros/ ellos que define la política democrática. Una vez dicho eso, todo va a depender de cómo se define el nosotros y el ellos y allá es donde está la cuestión que voy a dedicar más tarde. Y no solamente eso, pero también el tipo de relación que existe entre el nosotros y el ellos y eso me parce muy importante para ver la compatibilidad de la política populista y la democracia, porque tú puedes tener entre el nosotros y el ellos, o una relación de tipo antagónico, en el cual tú te ves al ellos como un enemigo al que hay que destruir o tu puedes tener una relación que llamo agonista, es decir es una relación de adversarios. Y yo creo que eso es actualmente fundamental. (Mouffe, 2016).

Iñigo Errejón4 Creo que todo orden político, que es un reparto de papeles y una construcción de sentido, apela a algún tipo de universal, nadie gobierna diciendo: “yo gobierno así porque me apetece a mí y es bueno sólo para mí”. Todo orden se basa en apelar a algún tipo, construir algún tipo de interés general. Todo orden democrático apela, a de alguna manera u otra, a un sustrato fundante que es el pueblo, y si ahí siempre hay una contradicción entre democracia y liberalismo y todo orden democrático tiene, aunque sea en sus orígenes mitificados, un “we the people” que nunca es “we the left” no “we the right”, es “we the people”, una nueva comunidad política fundada. ¿Cuándo esa comunidad política es progresista? A mí lo de populismo de izquierda me parece que es una cosa tranquilizadora para el pensamiento de izquierdas europeo, que es como bueno, populismo pero de izquierdas, tranquilos que estamos lejos del fascismo. ¿Cuándo es progresista? Cuando hace una construcción, una indiferencia del nosotros/ellos que tendencialmente agrupa a los más desfavorecidos de la riqueza, de lo contrario es reaccionario. (Errejón, 2016).

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Rafael Mayoral5 A mí me cuesta definir los conceptos de forma a-histórica, yo fuera de la historia no los entiendo. Entonces, yo creo que abre la puerta al populismo la quiebra democrática que supone la implantación del modelo neoliberal en el que las lógicas que habían venido situando a los diferentes actores políticos se rompen. Y pensadores de la izquierda, supuestamente, se pasan con armas y bagajes a justificar el acabar con elementos básicos de la democracia. Y yo creo que el populismo se utiliza como un insulto y hay una reapropiación por parte de los insultados. Entonces los insultados dicen: me quedo con el concepto que me sirve para definirme frente a los otros y para definirme en una geografía política de izquierda y de derecha donde me encuentro a mucha gente que se define de izquierda defendiendo los intereses de las elites y del populismo, me abre la oportunidad de construir un nuevo bloque histórico. La medida además en la que las elites han bombardeado a su propia base social. Y yo creo que ese es uno de los elementos claves para construcción del pueblo como elemento de transformación, como sujeto de transformación. (Mayoral, 2016).

Carlos Fernández Lira6 Yo sí que defendería el término populismo de izquierdas. Y creo que además es muy fácilmente identificable actualmente porque en realidad es lo que está haciendo Podemos. Es una toma de conciencia de que los resortes del mundo político no son imaginables desde ciertas categorías ilustradas simplemente, sino que hace falta tener en cuenta todo un engranaje de pasiones, síntomas y resortes que escapan a la educación ilustrada que podríamos decir que era la piedra filosofal con la que se pretendía cambiar al pueblo. Bueno, pues el pueblo tiene su propia lógica, hace falta tenerla en cuenta. Pero bueno, populismo de izquierdas porque también se trata de tomar las instituciones para salvarlas de los verdaderos enemigos del orden constitucional y para eso hace falta encontrar un enemigo, hace falta encontrar un ellos, un ellos que actualmente queda representado por la revolución salvaje neoliberal que es capaz de arruinar por completo todas las instituciones del orden constitucional para salirse con la suya. (Fernández Lira, 016).

1. Jurista y analista político español 2. Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid. 3. Profesor de Teor{ia Politica de la Universidad de Wetsminster de Londres 4. Doctor en Ciencia Politica de la Universidad Complutense de Madrid y Secretario Politico de Podemos 5. Abogado español, diputado por Podemos, Secretario de Sociedad Civil. 6. Profesor de Filosofia en la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro: En defensa del populismo.

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Populismo como efecto de la crisis Populismo mexicano reacciona a una de las expresiones de mayor decadencia política: la acción policiaca de las fuerzas armadas. “En Sinaloa, por decisiones personales, los mandos de seguridad pública son militares en activo, todos. Y actúan como lo que son (…) la pregunta es qué hacemos con los camiones llenos de cadáveres de jóvenes… Esos diecisiete cuerpos que no tienen, ni siquiera, nombre. Y que, nos dicen, resultaron ‘abatidos’ oficialmente, por las balas oficiales, por un supuesto enfrentamiento, posterior a una persecución (…) es el argumento repetido en todos los eventos sangrientos, violentos, donde participan militares (…) Ataques donde siempre hay un número grande de muertos. La mayoría de parte de los presuntos criminales (…) ¿Y la CNDH? ¿Y el silencio de la sociedad civil? ¿Es que millones de mexicanos quieren alteros de cadáveres en la puerta de su casa cada noche? ¿Es que millones de mexicanos asumen que ésta es la única solución a la violencia? (…) este gobierno ya capítulo de todos sus compromisos respecto al combate criminal. El más importante de éstos: privilegiar la inteligencia. La respuesta, ahora, hay que entenderlo, será al estilo militar (Arvide, 2017:28); sin embargo, como lo documentara Fernando Escalante Gonzalo desde 2011, donde las fuerzas armadas se presentan, se elevan las ejecuciones, los homicidios y, en general, la violencia. Con el Ejército en las calles no hay paz, sino mayor confrontación, decesos, muertos. (Escalante, 2011).

Populismo y democracia La experiencia latinoamericana está más cerca del populismo descrito por Laclau que de cualquier otra construcción teórica. “Ernesto Laclau define al populismo como una forma de construir lo político, consiste en establecer una frontera política que divide la sociedad en dos campos, apelando a la movilización de los de abajo (que asocian en un bloque que ha agregado sus demandas heterogéneas, que por ello sólo tienen en común el reclamo de lo incumplido) frente a lo de arriba. El populismo, por tanto, no es una ideología y no se le puede atribuir un contenido programático específico. Tampoco es un régimen político y es compatible con una variedad de formas estatales. Es una manera de hacer política que puede tomar formas variadas según las épocas y los lugares. Surge cuando se busca construir un nuevo sujeto de acción colectiva –el pueblo- capaz de reconfigurar un orden social vivido como injusto”. (Blanco, 2017b:15). Desde el enfoque de Laclau, el populismo es una mejor acepción, es un redescubrimiento del pueblo. Con una base amplia y plural, el populismo latinoamericano muestra una expresión política multisectorial. Es decir, configura un arquetipo multiclasista “… que muestra que las diferencias entre sectores sociales

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en movimiento son necesariamente antagónicas. La multiplicidad de intereses económicos y políticos pueden confluir y construir una plataforma común y actuar de consumo, llevando consigo las diferencias internas de un bloque popular, derivado de la heterogeneidad de los reclamos”. (Blanco, 2017b:15). J.A. Figueroa pone énfasis en el carácter multiclasista de las identidades y de las alianzas políticas: “El logo que tiene un estamento o sector depende de la capacidad que tenga de lograr que su reclamo sea equivalente al reclamo de otros sectores particulares”. (Figueroa, citado por Blanco, 20107b:15). Desde un enfoque gramciano, hablamos de como las elites trasforman un típico interés particular en uno de la naturaleza general “En la conformación de un bloque popular puede ser hegemónico cualquier sector social, basta con que cualquiera pueda hacer su reclamo particular de otros sectores populares”. (Blanco, 2017b:15). El bloque dominante surgirá del sector que pueda articular en torno suyo los interés de otros sectores: La lógica apunta hacia una comprensión de la política, como un espacio permanente de disputa. La hegemonía se sostiene ya sea por la persuasión, que alude a los instrumentos ideológicos del Estado, o bien por la coerción, que tiene que ver con la utilización del recurso de la violencia legítima del Estado. El orden político entendido como algo terrenal y no divino, es susceptible de transformación. A cualquier privilegio subyace, tarde o temprano un cuestionamiento sobre su legitimidad. Mientras el neoliberalismo goza de una narrativa construida y acabada, el populismo es un concepto teórico en construcción. En consecuencia, es necesario reconocer que la palabra misma demanda un referente en el discurso político, sobre todo porque “una a una, cada palabra del discurso hegemónico de la elite económica y política, se condensa en la totalidad discursiva hoy del neoliberalismo”. (Blanco, 2017b:15). La teoría política estipula que a mayor educación. “… una sociedad…toma decisiones más sensatas y racionales. Probablemente esto ha dejado de ser cierto…en diversos países de América Latina- Argentina, Chile o México- la escolaridad ha ido en aumento, pero esto no se ha traducido en niveles mayores de valoración democrática”. (Granados, 2017:14). Pese a la apatía política de los jóvenes, es un hecho la educación en la calidad de nuestra democracia. Los problemas de gobernanza institucional demandan un nuevo arreglo, “…un nuevo pacto fundacional en lo político, lo económico y lo social que nos dé sentido y cohesión como país; y que nos permita avanzar hacia un nuevo Estado de bienestar donde la inversión pública y privada puedan darse protegidas por un sólido Estado de derecho; y en donde su objetivo sea el cumplimiento estricto del mando constitucional”. (Fuentes, 2017:12).

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Latinoamérica: los dilemas de la izquierda El equilibrio social en América Latina fue posible gracias a los gobiernos progresistas que se instalaron en la región de los últimos años y que revirtieron parte del saldo de destrucción que heredaron los gobiernos neoliberales de las últimas décadas del siglo XX: Carlos Saúl Menen en Argentina, Carlos Andrés Pérez en Venezuela; Alberto Fujimori en Perú; Fernando Color de Mello en Brasil; Jaime Paz Zamora en Bolivia, etcétera. La contribución positiva de los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela, Luiz Inácio Lula de Silva y Dilma Rousseff en Brasil; los de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina; Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, entre otros, se caracterizó por un esfuerzo sistemático “… para revertir “la desastrosa” situación social que dejó en esos países el ciclo de gobernantes”. (Noam Chomsky citado por La Jornada, 2017:4) Los gobiernos progresistas de la región compartieron una agenda que comprendió la ampliación de los derechos civiles, el combate a la pobreza, el distanciamiento de las medidas dictadas por los organismos financieros internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, principalmente), el mejoramiento de la calidad y cobertura de la educación pública, etcétera; sin embargo, “… la falta de capacidad de liderazgo de la izquierda para evitar los niveles de corrupción endémica, herederos de administraciones anteriores, puede echar abajo lo conseguido en años anteriores”. (Noam Chomsky citado por Editorial de la Jornada, 2017:4). El proceso político latinoamericano demuestra como “…la incapacidad de los honestos para combatir con eficacia las prácticas deshonestas en la administración pública ha redundado en graves derrotas políticas y en un marcado proceso de las políticas públicas de bienestar social y de los ejercicios de soberanía nacional que llevaron a cabo”. (Editorial, 2017:4). ¿Cuál exactamente es el problema estructural de la economía latinoamericana? Principalmente, que su patrón real de acumulación está anclado al paradigma de los años cincuenta del siglo pasado. Es decir, el de exportar materias primas e importar bienes industrializados. ¿Qué implica esta inercia en momentos en que se abre a nivel global un nuevo ciclo proteccionista? Que lejos de que Latinoamérica abandone ese pernicioso patrón de acumulación económica, el proteccionismo hace que la región sobreviva con base a la explotación intensiva de sus recursos naturales no renovables. La conclusión base es que América Latina profundizará su dependencia económica respecto a dos grandes polos de concentración: Sudamérica lo hará respeto de China y la Cuenca del Caribe (Centroamérica, México y el Caribe) de Estados Unidos. “México envía 81 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos, en tanto Brasil exporta solo 12 por ciento y Argentina 5 por cierto a ese destino”. (Ugarteche y Negrete citados por Zibechi, 2017:17).

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El punto sensible de esta división económica es Venezuela, que recibe préstamos de Rusia y exporta crecimiento a China mientras mantiene una importante inversión extranjera de Estados Unidos. “Por primera vez existe una posibilidad real de una guerra de alta intensidad… frente a la eventualidad de problemas de pagos de deuda de PDVSA”. (Ugartache y Negrete citado por Zibechi, 2017:17). Parte del conflicto geoestratégico latinoamericano es que Estados Unidos libra con Venezuela una guerra irresoluble cerrada en la creencia estadounidense de que El Caribe, Colombia y Venezuela son parte de su zona de influencia única. Por lo que no puede haber presencia de otras naciones y menos de otras potencias económicas y militares, como los son China y Rusia. ¿Cuál es el futuro de la izquierda o izquierdas de la región? Dependerá, sobre todo, de la manera en que se puedan articular una nueva correlación de alianzas a nivel continental más allá de los que Washington quiera.

Naturaleza social del populismo La naturaleza social del populismo hace reaccionar al establecimiento político tradicional anclado en su papel de defensa del statu quo. Una condición de lo dado que beneficia a los actores económicos y políticos relevantes del sistema. Es decir, al estado. “¿Las reformas estructurales encabezadas por Peña Nieto favoreciendo al interés público y significaron algunas posibles menguas del interés privado? Planas enteras se habrían llenado con desplegados del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios para abajo, de la Iglesia católica, de numerosas escuelas y universidades privadas en contra de las reformas; los grandes medios nacionales y extranjeros se habrían volcado contra el gobierno mexicano y la alta clase media habría salido a protestar estruendosamente a las calles. Y México sería visto, desde las almenas del capital, como otra Venezuela. Recuérdese las respuestas similares a las medidas del cardenismo. Si las han aplaudido es porque en las reformas de ahora ven palmarios beneficios para su Estado”. (Nuncio, 2017:20) El populismo es una reacción y un momento. Dialécticamente pasa de un proceso destituyente a otro constituyente. Pero su inicio, invariablemente, son los excesos y los abusos cometidos desde el poder para proteger privilegios y ganancias extraordinarias que ninguna idea racional del mercado justifica. “¿Cuándo el Estado privado acepta ampliarse hacia lo público, dar el grupo que lo constituye a los menores ingresos algo de su poder y de su riqueza? Cuando los ven peligrar ante el pueblo que reivindican con fuerza aquello de lo que ha sido despojado. No siendo así a privatizar lo que quede de lo público”. (Nuncio, 2017:20).

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Populismo: un discurso contrahegemónico El pueblo es la categoría social más importante en el análisis de fenómenos tan manoseados ideológicamente por las derechas como lo es el populismo. Un concepto que va más allá de la mera abstracción y que, en circunstancias históricas específicas constituye un vehículo relevante entre poder y reforma que detona procesos de cambio político. “El pueblo no existe a priori, se construye creando un sentido común propio… que es la forma de disputar la hegemonía a los neoliberales. Ese sentido común propio, es crear la unidad de los pueblos… Hoy existe una coyuntura propicia (para cambiar), porque el régimen político está en crisis…EL PAN está en crisis; el PRD, en extinción; el PRI simula la unidad, a pesar de lo cual se halla, hasta hoy, en el fondo. Crisis de régimen + creación de pueblo=condición para la emergencia de un movimiento nacional popular. De darse se configura un momento populista”. (Blanco, 2017c:17). El momento populista es un si mismo un punto de inflexión en el que aflora una democracia de máxima igualdad. El populismo es un momento constituyente, de la radicalización democrática se pasa a un nuevo pacto social y aun nuevo arreglo político dentro de una concepción socialdemócrata de la política.

Los lugares comunes de la crítica oficial Uno de los vectores de crítica contra el llamado fenómeno populista, tal y como lo ha planteado el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, es que postula “…soluciones muy fáciles, prácticamente salidas falsas a los problemas que enfrenta el país”. Así lo dijo a David Aponte en la entrevista que El Universal público el pasado jueves 31 de agosto. ¿Es cierta tal aseveración? El problema de esa narrativa es que convoca a actos de fe, más que a una confrontación racional de ideas. La cuestión de fondo es que, con base a evaluación de resultados, las salidas fáciles y las promesas de un mundo mejor, como discurso político, están más cerca de la narrativa priista que del discurso de la izquierda democrática. El gobierno de Peña Nieto “… es el que ha venido instrumentado soluciones muy fáciles y salidas falsas a los problemas que enfrenta el país. Sus reformas estructurales de privatización y extranjerización de la economía… para supuestamente impulsar el crecimiento y el empleo, son fáciles de instrumentar (pero son) salidas falsas para alcanzar los objetivos (del desarrollo). Es fácil que la mayoría del Congreso levanta la mano y apruebe dichas políticas, pero (difícil reconocer que) no resuelvan los rezagos productivos y competitivos que la economía enfrenta, ni incrementan el empleo, ni los salarios y el bienestar de la población. Sólo han llevado a que el país no nos pertenezca y a recrudecer la desigualdad del ingreso y de la riqueza. Políticas difíciles serían instrumentar políticas… industriales y agrícolas y

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de empleo, para impulsar el desarrollo… reducir importaciones y avanzar en la autosuficiencia alimentaria y reducir la dependencia y vulnerabilidad externa. Política difícil es incrementar el gasto público para dinamizar el mercado interno e incrementar la generación de empleo y así impulsar una estrategia de crecimiento endógeno más sostenido y no estar dependiendo de los vaivenes del entorno internacional. Y estas políticas difíciles no se instrumentan, debido a que el gobierno ha perdido el manejo soberano de la política económica. No controla la moneda, no tiene política fiscal, ni cambiaria, ni comercial, ni crediticia a favor del crecimiento y del empleo, sino ha preferido la salida fácil de reducir el tamaño y la participación del Estado en la economía y pasar a depender del mercado de economía abierta, que nos ha llevado a tener menos industria, a perder la autosuficiencia alimentaria, sin salario seguro, y sin prestaciones laborales, y que predominen bajos salarios. Las salidas fáciles y falsas nos han llevado a incrementar la dependencia respecto a la economía de Estados Unidos… la salida fácil del gobierno es apostar por la mayor integración, lo que implica mayor subordinación, evidenciando que no tiene proyecto de nación alguno”. (Huerta, 2017:22). Puerta fácil y falsa, ha sido abrazar el patrón de acumulación neoliberal justo cuando el mundo está girando ya hacia otro lado y cuando el sistema en su conjunto muestra a ese modelo económico en una fase terminal. “Añade Peña Nieto en su definición de populismo, que no hay modelo que haya resultado ser exitoso cuando se ha acogido a salidas falsas o respuestas fáciles, y reitera que cree que son puertas fáciles pero engañosas y que pueden conducirnos a un retroceso más que aun avance. Pues efectivamente, sus políticas han sido salidas falsas, respuestas fáciles que históricamente han resultado en crisis, pues el libre comercio y el libre mercado no encaran los problemas que enfrentamos. Sus políticas de austeridad fiscal, supuestamente dirigidas a disminuir la deuda pública, terminan contrayendo la inversión (que el año pasado fue de 3.3 por ciento del PIB, siendo que en 1981 era 18.2 por ciento), lo que atenta sobre el crecimiento de la productividad y la capacidad productiva y la generación de empleo. Al disminuir el gobierno su presencia en la economía, es sustituida por la mayor privatización y extranjerización de la economía lo que no se traduce en mayor crecimiento económico, sino que se recrudece la concentración de la riqueza, lo que lleva a debilitar y subordinar más al Estado a dichos intereses, a costa de relegar las demandas de empleo y bienestar que exige la población. Las políticas de libre comercio y libre movilidad de capitales –nos han llevado a la destrucción de cadenas productivas, debido a que no tenemos los niveles de productividad para salir airosos en este proceso, y nos han colocado en una posición de mayor debilidad frente a las adversidades externas, como ahora se evidencia. No se superarán los problemas que tenemos mientras sigan predominando esas políticas populistas fáciles y falsas, que sólo favorecen a los dueños del dinero y no desarrollan los sectores productivos, ni generan empleo bien remunerado ni incrementan salarios, ni prestaciones laborales y los niveles de vida de la población”. (Huerta, 2017:22).

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¿Populismo u oportunismo? En esta perspectiva ¿qué resulta más pernicioso: el populismo o el oportunismo? “La izquierda está derechizada y la derecha rebasa por la izquierda, con un populismo aberrante”. (Sánchez, 2017:10). ¿Aquí no hay problema de ser populista? De algún modo, los que critican el populismo social lo son de una manera no sólo inmoral sino desleal a los principios que dicen profesar. Engañan con una narrativa que es la negación de lo que dicen ser. ¿Qué hay detrás de la pretendida conformación de un Frente Ciudadano que, presumiblemente, une a los contrarios? Sólo un afán de sobrevivencia política de una voraz burocracia partidista de la que se dice izquierda institucional. ¿O acaso se une porque PAN y PRD ya son lo mismo?

El Frente Ciudadano: populismo de derecha El debate sobre el Frente Ciudadano está en zona de reserva. “De no poner orden, ese Frente será un pitorreo en la casa de los electores. No faltan las ocurrencias. Algunos de sus arquitectos dicen construirlo contra el PRI, mientras otros no ocultan su antilopezobradorismo. Unos ponen sobre la mesa la condición insuperable de que el candidato presidencial sea un panista; y al mismo tiempo otros quieren una figura `sin partido`…”. (Martínez, 2017:10). ¿Cuál es el propósito del Frente? Veamos su principal argumento: “…se trata de una alianza para quitar al PRI. La verdad es que quien encabeza los esfuerzos para quitar al PRI, según todas las encuestas, es Andrés Manuel López Obrador. Bien, pues se trata de una alianza antiPRI, pero en la que no participa López Obrador, el principal antipriista (…) Lo que no quieren decir es que se trata de un frente ciudadano anti-López Obrador. Eso sería más claro y esa es la verdad (…) Pero los organizadores de la alianza le tienen tanto miedo a AMLO que evitan nombrarlo. De hecho, lo único que los puede juntar en su programa es su miedo, temor, odio, envidia, coraje que le tienen al tabasqueño”. (Zavala, 2017:48). La idea del Frente era plenamente justificado en el año 2000 sobre la premisa de sacar al PRI del poder, después de 70 años de hegemonía unipartidista. Pero ni siquiera con ese incentivo se logró la unidad de los contrarios, “…esta suerte de nostalgia de una Gran Causa, que en el 2000 era auténtica –y sin embargo no propicio la alianza-, carece de sentido en 2018, con un PRI con los índices de popularidad más bajos de su historia (…) Se vea como se vea, la desastrosa situación que hoy vive México, con su pavorosa carga de desigualdad, violencia, impunidad y corrupción, no se debe únicamente al PRI de Peña Nieto, sino a la suma de éste con el gobierno de Calderón. Sólo una ceguera voluntaria puede animar a la izquierda a buscar una alianza con esa parte del sistema que contribuyó tanto, si no más que el PRI de Peña Nieto, a nuestra debacle (…) Al lanzar al Ejército a las calles, enarbolando una obscena retórica guerrera, el PAN

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de Calderón no tomó en cuenta el tejido social en donde se insertaba el narcotráfico y nos empujó a esa espiral de horror cuyo saldo es hoy unos cien mil muertos y un número incuantificable de desaparecidos: cifras propias de una guerra civil”. (Volpi, 2017:9). La narrativa del Frente es un autoengaño. “El PRD no tiene más alternativa que asomarse afuera para buscar la salvación. Los burócratas que controlan la maquinaria del partido no podrían jamás presentarse a una elección. Caminando a la irrelevancia, buscan a su salvador en todos los rincones. Al parecer, coleccionan rechazos”. (Silva-Herzong, 2017:14). ¿Cuáles son los futuros del PRD? En este instituto político no hay, por lo menos en la elección presidencial, “…una aspiración de competir para ganar, entre la sangría que le ha provocado Morena, la ausencia de liderazgo con potencia para competir, incluido Mancera, su debate interno está entre elegir ser una suerte de Partido Verde con el panismo, lanzar una candidatura propia o hacer un acuerdo con López Obrador. En esas tres opciones lo que se juega el perredismo es conservar puestos y recursos para seguir en el juego, pero ya no como uno de los tres grandes, sino integrado al grupo de los chiquitos”. (Aziz, 2017:21).

CDMX: populismo degradado Miguel Ángel Mancera busca acreditarse como prospecto viable para encabezar el llamado Frente Ciudadano; sin embargo, durante su gestión ha estado envuelto en controversias de todo tipo. Se queja, por ejemplo, de que AMLO y Morena no lo dejan gobernar. Denuncia que las huestes de este partido estuvieron detrás del amparo para detener las obras de la línea 7 de Metrobús sobre Paseo de la Reforma y antes, echaron abajo el lucrativo negocio del Corredor Chapultepec. Ahora, Mancera señala a la Suprema Corte de Justicia de la Nación como una de las instituciones responsables del incremento de la violencia en la capital del país. Mientras declara esto, anuncia que suma policías de elite y más de 300 patrullas de la Ciudad de México al combate al crimen organizados en Acapulco, Guerrero o Pachuca, Hidalgo. ¿Esto es o no un despropósito cuando los fundamentales en esta materia se desmorona en la capital del país? ¿Quién gobierna la Ciudad de México? ¿Habrá mejores muestras de un cierto tipo de populismo degradado? En la opinión pública, Miguel Ángel Mancera es identificado como uno de los actores políticos más importantes que están en contra del nuevo sistema de justicia penal. ¿Fue o no un acierto este posicionamiento de quien aspira a la candidatura presidencial del Frente? Una manera de saberlo es qué dicen otros actores relevantes sobre el tema. El editorial del periódico El Universal, en su edición del sábado 8 de julio consigna: “…hemos observado en las últimas semanas que el repunte en los niveles de inseguridad y violencia ha sido adjudicado por diversos actores a las nuevas reglas del aún reciente sistema de justicia penal acusatorio (…) en

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el que ahora priva el criterio de presunción de inocencia y, especialmente, de derechos humanos”. (El Universal, 2017:18). El diario apunta que a la hora de evaluar el repunte de la violencia, debe tenerse en cuenta, por un lado, la pugna entre cárteles del narcotráfico y, por otro, las fallas en la aplicación del nuevo sistema que derivan de la falta de preparación y cabal entendimiento del sistema en su conjunto. El editorial concluye colocando en el centro de la controversia al jefe de Gobierno de la Ciudad de México: “Miguel Ángel Mancera previó que cuatro mil personas puedan salir de la cárcel, luego de que la Suprema Corte de justicia resolviera que reos podrían obtener la libertad provisional en delitos que antes eran considerados graves. Este hecho no debe ser visto como algo negativo en sí mismo, pensemos, entre otros, en la `despresurización` del sistema penitenciario. En lo que debemos poner especial atención… es en la labor de investigación y armado de los casos. Asimismo necesitamos construir y consolidar una mejor policía (…) Establecer de nuevo más figuras que sean de prisión obligatoria oficiosa sólo nos haría regresar al pasado. Sería justificar las ineptitudes de las autoridades encargadas de investigar y perseguir delitos”. (El Universal, 2017:18). El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México tiene poco de qué enorgullecerse en los casi cinco años que van de su gestión. Pero una propuesta surgida de su consejería jurídica podría significar un punto de quiebre en esta historia de medianía y ocurrencias. Se trata de la iniciativa que crea “… la Unidad Técnica de Prevención Social de las Violencias en la CDMX, la cual fue promulgada (el pasado viernes 7 de julio) … Es una iniciativa que encabezan el consejero jurídico, Manuel Granados y el empresario, Ernesto Cevallos Coppel. Esta Unidad deberá impulsar la cooperación de todas las agencias gubernamentales (salud, educación, agua, transporte, seguridad, etcétera) para elaborar intervenciones conjuntas que frenen la violencia en localidades específicas. Ello lo va a hacer en colaboración con organismos internacionales (BID, ONU, OCDE), sociedad civil, empresarios y académicos. Hoy es una iniciativa que está en el papel, pero si esta Unidad Técnica funciona y logra articular una nueva manera de elaborar políticas de seguridad en el ámbito local que frenen la violencia, sin duda será el éxito más importante de la gestión de Mancera”. (Magaloni, 2017:9)

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Populismo: la construcción ideológica de la derecha Hay una construcción ideológica detrás de la idea de considerar al populismo como una amenaza. Lo que importa es entender cómo se da este proceso. Con el fin de la guerra fría en 1991, el sistema entra a una fase de crisis económicas recurrentes. La ideología conservadora busca un culpable. Se pone de moda hablar mal del populismo y señalarlo como origen de todos los males. Es el principal argumento electoral en países con movimientos sociales arraigados. Luciana Cadahia, llama a hacer la siguiente analogía y cita este texto: ¿Hay un solo partido de la oposición a quien el gobierno no califique de comunista? ¿Hay un solo partido de la oposición más progresista, lo mismo que a sus enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunista? De este hecho se desprende dos consecuencias. Primero, que el comunismo se haya reconocido como un poder por todas las potencias europeas; y, segundo, que ya es hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda fantasma comunista. Algunos ya habrán intuido de quién es esta cita. Es de Marx y está expresada en el manifiesto comunista. Yo les invito a que hagamos una alteración de la cita y cambiemos la palabra “comunista”, por la palabra “populista” o ”populismo”. Y nos vamos a dar cuenta que la estigmatización que sufría el comunismo en aquel entonces, hoy la sufre la expresión “populismo”. (Cadahia, 2015). Cadahia continúa su explicación: Entonces me gustaría que no sólo hagamos esta alteración, sino los invito a pensar en la noción de fantasma. Es decir, Marx en esta cita sugería que el fantasma del comunismo debería ser, en cierta medida, conjurado. ¿Qué significa conjurado? Debería ser traído a presencia para ver qué es este fantasma del comunismo. Pues bien, lo que voy a tratar de hacer, es traer a presencia los fantasmas del populismo. Porque el populismo no solamente tiene un fantasma, sino que tiene muchos fantasmas. Entonces, vamos a traer a presencia estos fantasmas, a ver qué pasa y a ver por qué producen tanto rechazo, tanto temor y esas cosas que se dicen alrededor del populismo. (Cadahia, 2015).

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Luego, Cadahia argumenta profusamente lo que yo llamo en este capítulo llamo más que fantasmas, las falacias del populismo: Si nos ponemos a pensar cuáles son los fantasmas que nos acechan en los gobiernos populistas, podríamos decir cuatro cuestiones básicas: 1) el populismo es peligroso porque tiene un líder carismático, es decir, alguien que lidera y por liderar, per se ya se convierte en alguien peligroso, en alguien autoritario y en alguien que oprime; 2) en el populismo lo que se produce es una manipulación de las masas, las masas son engañadas por estos líderes autoritarios y, por tanto, se las manipula para los fines egoístas de ese supuesto líder autoritario; 3) la peligrosidad del populismo por apelar a los efectos, de pronto apelar en política a los efectos se convierte en algo peligroso, en algo de lo que debemos deshacernos; y, 4) el populismo incita constantemente a la conflictividad. O sea, que el populismo es lo peor que nos puede pasar porque tenemos un líder carismático, una masa manipulada, afectos desbordados de irracionalidad y, por último, conflictos contantes, desestabilización constante”. (Cadahia, 2015). Yo pregunto, ¿es esto cierto? Creo que nos enfrentamos a una bien elaborada construcción ideológica de la derecha con la que le sirve casi para todo, pero sobre todo para manipular y engañar. En muchos países de América Latina, entre los que se incluye a México, la lucha contra el populismo se convierte en el argumento central para ganar elecciones por parte de los partidos conservadores. El argumento es nacional, pero su contexto es continental. La realidad se simplifica. Todo cabe en el discurso antipopulista: desde que es una amenaza a la estabilidad económica, hasta que lo es a la seguridad del país. Para la ultraderecha, esa narrativa se convierte en obsesión. Por supuesto, hay daños colaterales: la desconfianza y la descalificación política en bloque. No hay matices. Ningún dirigente social o gobernante progresista se salva de la adjetivación que diferencia el conjunto social entre buenos y malos; entre demócratas y autoritarios; entre educados y pueblos; entre izquierda institucional e izquierda radical; etcétera. Antes de pasar a deconstruir estos fantasmas, a ver que no son tan peligrosos como parecen, me gustaría dar otro paso. Y tiene que ver con preguntarnos ¿Cuál es el lugar de enunciación de aquellos que definen al populismo con estas características? Es decir, ¿cuál es el sujeto político, el sujeto históricamente constituidos que ha generado esa idea del populismo?, Es decir, ¿cuál es la politicidad de ese sujeto?, ¿cuál es su discurso?, ¿de qué ideología viene ese sujeto? ¿Por qué de pronto per se es malo el liderazgo? ¿Por qué de pronto es malo considerar que los afectos tienen una presencia en la política? ¿Por qué es algo de lo que deberíamos deshacernos? ¿Quién dice eso? (Cadahia, 2015). Sabemos quiénes somos cuando sabemos quiénes no somos, dicen ellos, los de la derecha. Este es el eje ideológico en el que se mueve el

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pensamiento conservador. ¿Qué somos nosotros? Se preguntan ¿Contra quién estamos? La ultraderecha plantea la diferencia como factor de contraste. Pero tal planteamiento no resiste un análisis con rigor lógico. En democracias como la nuestra ¿quién es el diferente? ¿El magnate o el pueblo? ¿Quién es minoría? La ultraderecha ve al pueblo como una amenaza. ¿Quién es su enemigo? El pueblo organizado y consciente. De esto deriva que despoje al populismo de su base teórica y social. Eso lleva a dogmatizar una guerra política que no tiene mayor asidero que su propia fe e ideología. Entonces, para entender en cierta medida qué es el populismo, también es necesario entender quiénes son sus detractores, dónde estamos situados históricamente y políticamente. Porque muchas veces, cuando uno intenta elaborar la teoría populista, sale la voz de una conciencia `sensata´, `neutral´ que dice: no, es que el populismo es peligroso por esto. Y entonces es el momento en el que uno debe de preguntarle: ¿y usted por qué cree que es peligroso?, ¿dónde leyó eso?, ¿quién incidió en eso?, ¿de dónde viene ese temor, esa actitud de desprecio? Y eso forma parte de un relato histórico, está históricamente construido ese rechazo, no es algo dado, algo natural. Es necesario indagar en ese rechazo, en ese discurso de la estigmatización del populismo, así como en su momento Marx indagaba en esa estigmatización del comunismo. Es necesario indagar ahí, es necesario pensar en ese sujeto. Entonces, mientras vamos a ir definiendo el populismo, nos va a ir saliendo de manera dialéctica, ese otro que va construyendo una figura despectiva del populismo. (Cadahia, 2015). Pero esta manera de ver las cosas, genera múltiples líneas de ruptura en la sociedad. Esa fractura es deliberada y apunta al caos como expresión final de un proceso para evitar el cambio político. El último recurso para hacerlo, después de que se han transgredido los límites de la democracia –como en el caos de Brasil o de Honduras-, es mediante acciones directas en política, que no descartan ningún escenario. A mi me gusta pensar que el populismo debe ser pensado en dos niveles distintos que se suelen confundir y al confundirse, lo que hacen, es obturar las discusiones más que llevarlas a un lugar interesante. Entonces creo que es importante hacer esta matización. El populismo debe ser pensado en dos niveles distintos. Uno es, como suelen llamar, el nivel óntico, un populismo en el nivel óntico; y, por otro lado, hay un populismo que se piensa desde el nivel ontológico. Ahora bien, ¿qué quiere decir el populismo desde el nivel óntico? Es desde el nivel de las cosas dadas, de las prácticas concretas, de la revisión histórica del populismo. Es decir, ¿qué hizo Perón en tal año, qué práctica concreta política generó, qué tipo de institucionalidad generó?, etcétera. Tiene que ver con el hecho de decir: ¿este gobierno tiene líder, apela a los efectos, genera antagonismo? Sí. Ah bueno, entonces es populista. Ese es el nivel óntico, es un nivel que simplemente apela a eso, a un revisionismo histórico. Es un nivel del `sensor´ del populismo. Es un catador de populismo. Es un señor que va

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viendo si esto se ajusta a la receta o no se ajusta a la receta. Ve peligros por todos lados. Ese sería el nivel óntico, el nivel de la revisión histórica. Es un nivel que se queda ahí, en lo dado, en lo inmediato, en el dato que se nos aparece. Y luego está el populismo a nivel ontológico. Es decir, es una actitud hacia el populismo más reflexiva. Tiene que ver con pensar cómo se instituye el populismo y cómo el populismo instituye sentido, sentido político, sentido de lo social; cómo instituye lo social, cómo el populismo construye sujetos, relatos, mitos. Tiene que ver con esa dimensión en lo que aparece como dado, que venía en el otro nivel del populismo óntico, en este nivel aparece como un espacio de problematización. El populismo en tanto instituyente de sentido, de sujetos, etcétera. Esta dimensión ontológica del populismo posibilita una teorización del populismo. Es decir, mientras el populismo óntico lo que simplemente genera es una revisión histórica de lo dado, el populismo ontológico permite construir teoría a partir de la categoría de populismo. Y esa es una diferencia muy importante. (Cadahia, 2015). La construcción ideológica de la derecha omite deliberadamente esa referencia ontológica del populismo; esa expansión democrática del pueblo, esencia del siglo XXI. Se queda en su revisión histórica, manipulada y pobre de sentido teórico. A esa construcción ideológica subyacente contradicciones conceptuales básicas: ¿Por qué necesariamente que haya un liderazgo tiene que suponer per se que no hay institución? ¿De dónde nace esa necesidad de ponerlos como antagónicos? ¿Por qué apelar a las emociones y a las pasiones políticas tiene que necesariamente significar que no hay razón? ¿Por qué apelar, digamos, a un proyecto hegemónico tiene que suponer que no hay pluralidad? ¿Por qué? No es necesario, no es dado. El liderazgo no necesariamente tiene que oponerse a la institucionalidad (…) ¿Qué hizo Laclau con respecto a la actitud óntica? La volvió ontológica. Es decir, él en vez de hacer un revisionismo histórico tuvo una actitud, si se quiere, rebelde en el campo del saber. Él ¿qué hizo? Él dijo: por lo general a los países latinoamericanos se les suele estigmatizar al considerarlos populistas; es decir, el populismo es el lugar del estigma, como en su momento lo es también la idea del clientelismo. Bien, vamos a hacer de esa supuesta debilidad, de ese estigma, vamos a convertirlo en una teoría; vamos a convertir esta, digamos, debilidad con la que nos acusaban en una fortaleza teórica; vamos a desafiar, digamos, a los cánones occidentales del saber en el que nos llamaban atrasados, incivilizados y vamos a convertirlo en un marco teórico para pensarnos a nosotros mismos. Eso es lo que hizo Laclau con su teoría populista. (Cadahia, 2015). ¿Qué sostiene a la democracia según la derecha? La ilustración de la gente educada. En otras palabras, las élites con dinero. ¿Cuáles son los pilares de la democracia desde un punto de vista social? Los pobres, el pueblo. El mensaje de la derecha es que con los ricos no se puede meter. Vieja remembranza de aquel slogan del apartheid: con los blancos no se metan. El discurso de los neoconservadores cada vez raya más en una suerte de neocolinialismo autóctono.

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…este discurso de la democracia liberal, que considera que la democracia debe ser institucional, racional y pluralista. La pregunta que uno podría hacerse es ¿dónde ha existido es democracia? Porque una cosa es decir que tiene lugar y otra cosa es decir que haya existido una democracia verdaderamente institucional, racionalista y pluralista. Pero bien, mantengamos la hipótesis de que es posible. ¿Qué pasa en ese escenario? En ese escenario se considera que la democracia liberal es la democracia de avanzada, es la democracia civilizada y es la democracia de avanzada, es la democracia civilizada y es la democracia evolucionada hacia la que todos deberíamos aspirar. Paro lamentablemente en América latina lo único que habríamos generado es una democracia fallida, una democracia atrasada, incivilizada y autoritaria. (Cadahia, 2015). La amenaza para la ultraderecha es el pueblo. Es decir, la mayoría de habitantes empobrecidos. Al pueblo se criminaliza. Una revisión somera de la estadística penitenciaria de cualquier país de América Latina deja una conclusión desgarradora: sólo los pobres delinquen. ¿Eso es cierto? Por supuesto que no. La explicación está en que el sistema de procuración y administración de justicia funciona bien para las élites, pero lo hace mal para le resto de la sociedad, en particular para quienes menos tienen. El discurso conservador contra el populismo es una narrativa que se va contra los que no son como ellos, es decir, como las élites. La ultraderecha parece decir una sola cosa: aquí estamos y aquí nos quedamos. El pueblo es el que se tiene que ir. El populismo que señalan es, antes que otra cosa, una expresión cultural; un acto fundacional del pueblo. Por esto, el pueblo es el factor electoral definitorio y es mayoría. La ultraderecha sabe que en los procesos de cambio político debe definir a un enemigo. Y lo ha hecho, es el populismo. Así es como el conservadurismo inicia siempre su campaña. Si nosotros empezamos a pensar que no necesariamente las emociones, el liderazgo y la hegemonía son opuestos al institucionalismo, a cierta idea de racionalidad y a cierta idea de pluralidad, se empiezan a caer estas falsas dicotomías. Porque no solamente nos damos cuenta de que en proyectos donde apelan más a las pasiones o a la hegemonía o a los liderazgos, no solamente ahí, vemos que hay cierta idea de institucionalidad, que puede haber cierta idea de racionalidad, que puede haber cierta idea de pluralidad. No sólo sucede eso sino que empezamos a descubrir que ahí donde se suponía que ya no había liderazgo, empieza a surgir liderazgo; donde no habían pasiones, hay pasiones manifestándose de alguna manera. Es decir, se empiezan a contaminar las dos ideas dicotómicas de democracia. Y es ahí donde me gustaría llegar. Habría que decir otra cosa también. Y es que el primero en advertir la falacia de este proyecto de democracia liberal de mercado fue Smith en los años 30, en el texto El concepto de lo político. Ahí Smith lo que dice es: el liberalismo –y nosotros podríamos decir hoy la democracia liberal de mercado- en el fondo es una ideología. Es una ideología que bajo la excusa de institucionalidad,

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racionalidad y pluralidad lo que hace es neutralizar la política. Neutralizar la política porque los problemas la llevan, o bien al plano económico, es decir, el problema económico no es un problema político sino que es un problema técnico, entonces dejemos que los expertos resuelvan nuestros problemas técnicos. Veamos lo que está pasando en la troika. O por el contrario, llevan los problemas al plano de la moral: el conflicto en realidad es un conflicto de valores y por tanto hay que normativizar las cosas para poder, de manera consensuada, resolver los problemas porque una sociedad puede conciliarse consigo misma. (Cadahia, 2017). Frente a esta monumental construcción ideológica, ¿qué dice la izquierda democrática de esta argumentación fincada en la manipulación ideológica? Dice muy poco o nada; cosas desarticuladas. Y, además, las dice a destiempo. La construcción ideológica de la derecha tiene un vector incontrastable que se resume en la siguiente frase: El pueblo no es nuestro amigo. Amamos al pueblo bueno, pero no al que exige, al que demanda en las calles, al que se organiza, el que pide solo un poco de lo mucho que tiene las élites. Nuestros intereses están primero que las necesidades del pueblo, repite en privado la derecha. Para Smith, todo esto era parte de una ideología que lo que buscaba era despolitizar a la gente a través de la economía, a través de lo moral. No nos extraña que hoy muchos teóricos estén pensando en que atravesamos una experiencia postpolítica, es decir, de neutralización de la política que viene de esta larga imposición liberal que tiende a invisibilizar la dimensión política. Entonces, uno se podría preguntar por qué entonces a este discurso, a esta ideología le molesta tanto las pasiones, los liderazgos, la posibilidad de un proyecto. ¿Por qué molesta tanto? ¿Por qué a este discurso le molesta tanto? Porque justamente estas dimensiones lo que visibilizan es la politicidad de la sociedad. Y eso es lo que el discurso liberal intenta con la moral y la economía invisibilizar. (Cadahia, 2015). ¿Por qué la ultraderecha usa ese lenguaje y la izquierda social o lo hace? Cortesía política inexplicable. Si algo significa al interregno de los gobiernos de derecha en América Latina en las ya casi cuatro décadas que van de neoliberalismo ortodoxo son sus resultados. Pésimo saldo casi en cualquier terreno. Por esto, resulta conveniente preguntarse cuál es el interés político de la izquierda democrática. ¿Por qué sólo la ultraderecha habla del peligro que representa el populismo? ¿por qué no hablar ahora del peligro que representa la derecha con su obscena concentración del ingreso y la riqueza? ¿Por qué no señalar con nombre y apellido a los corruptos de la gerontocracia política? ¿Por qué la izquierda democrática no habla con la misma contundencia del peligro que representa el modelo neoliberal? ¿Cuál es la situación actual de Latinoamérica? El desastre en cualquier ámbito que se quiera confirma el fracaso histórico de ese Estado neoliberal. Entonces, por qué no ser contundentes en esto de mostrar una realidad caótica, de abusos y excesos de toda índole; de impunidad,

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corrupción, violación a derechos humanos, elecciones fraudulentas, etcétera. Por donde se le vea, los gobiernos de derecha de casi cuatros décadas son un absoluto fracaso. ¿Y así se arma la ultraderecha de valor para construir su narrativa ideológica contra el populismo? Entonces, hay que generar el fantasma de la peligrosidad de las pasiones para, justamente, decir que por ahí no hay nada. ¿Por qué? Porque no conviene que se evidencie que lo que hay ahí en juego, justamente, es político. Es lo político en su expresión más, digamos, desnuda. Sin ir más lejos. Hay que jugar con el enemigo con las armas del enemigo y el enemigo. Mostrar la politicidad que hay detrás del supuesto tecnicismo o procedimiento meramente económico. (Cadahia, 2015). ¿Cómo se presenta la ultraderecha? Como opción de futuro. ¿Qué son en realidad? Un puente al pasado. A ese pasado pernicioso que se inauguró en la década de los ochenta con el llamado Consenso de Washington: privatización de lo público y desregulación extrema. Pero algo en la construcción ideológica de la derecha no cuadra. En estas casi cuatro décadas de neoliberalismo, evolucionó en la región un capitalismo de cuates y de cuotas. Un capitalismo concentrado, con bienes y servicios caros para toda la sociedad. Un capitalismo concentrado, con bienes y servicios caros para toda la sociedad. Pero la construcción ideológica en torno al populismo va más allá de la dimensión económica. Hace alusión esencialmente a una cuestión inmaterial. Es decir, a los afectos. Entonces considero, y esto es algo que muchos otros teóricos están haciendo, es necesario que desde esta teoría populista se piense en la dimensión estética de los afectos a mediano plazo. Sin ir más lejos, estoy pensando otra vez en Gramsci, como todos los que han pensado la cuestión del populismo, cuando Gramsci decía lo siguiente: en lo popular, en lo nacional-popular hay fuerzas reactivas y fuerzas emancipatorias. Tenemos que considerar una pedagogía estética para que las fuerzas populares reactivas se neutralicen, puedan ser problematizadas y dar paso a las fuerzas populares emancipatorias. (Cadahia, 2015). ¿Frente a qué disyuntiva estamos? Ante un electorado que tiene que elegir entre el pueblo o las élites. La izquierda democrática está ante una oportunidad histórica para replantear lo que queremos en América Latina. Pero hay que elaborar un relato propio de las cosas y apuntalar una agenda básica de transición política hacia la construcción de un nuevo orden. Y la segunda cuestión a pensar es que lo nacional-popular del populismo tiene que dar un paso hacia una problematización internacionalista de lo nacional-popular. Porque estamos en un momento histórico donde es necesario generar articulaciones. Y eso no supone caer en la vieja utopía de un gran proyecto socialista que una vez que se imponga en el mundo

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todos vamos a ser felices, que en el fondo es un modo de cristianismo, sino que tiene que ver con generar articulaciones entre las distintas naciones o plurinacionales. (Cadahia, 2015). Así que hacer frente a las falacias de la construcción ideológica de la derecha, hay que darle claridad al mensaje de la izquierda democrática. Se impone un cambio de narrativa y, al mismo tiempo, descubrir la manipulación política de los medios que no son medios sino actores políticos. Un futuro impostergable en una región en el que la desigualdad hoy es del tamaño del fracaso del modelo neoliberal. Debemos poner todos los instrumentos de la política al servicio de la izquierda democrática latinoamericana. Y la articulación no es ni alianza ni unificación. Es decir, la articulación no es alianza, en el sentido de que la alianza supone que cada uno tiene su identidad consigo mismo: por una cuestión económico-estratégica hoy me alío con vos, mañana rompo con vos y no pasó nada acá. No es eso. Tampoco es la unificación, que tiende a la homogenización, que se vuelve sumamente problemático, porque la homogenización lo que hace es generar las purgas socialistas: tú no eres demasiado socialista porque tu demanda no responde a la gran causa. Ese es el gran peligro del socialismo. No se trataría de una internacionalización en este sentido homogenizante sino en una articulación que supone generar la unidad en las diferencias, mantener las singularidades de las luchas, pero que en esas singularidades de las luchas se genere un proyecto unitario. No un proyecto mundial, pero sí un proyecto unitario como resistencia y como posibilidad de generar una lógica distinta al neoliberalismo contemporáneo. Y creo que estamos en un momento histórico a nivel latinoamericano y del sur de Europa, donde es necesario darle más vueltas a esa necesidad articulatoria de lo internacional-populista, por llamarlo de alguna manera. (Cadahia, 2015). La ultraderecha descalifica en bloque. Para ella, todo lo que no encaja en la lógica de sus negocios, huele a populismo. El problema de esa construcción ideológica, es que la consigna adquiere vida propia.

México: una construcción ideológica construida a base de falacias. Más allá de que el proyecto de transexenalidad del régimen implica forzar las reglas del sistema y, eventualmente asaltar el poder mediante los órganos “autónomos” encargados de administrar y calificar el proceso electoral, es un hecho que en México podría gestarse ya una silenciosa insurrección social y ciudadana que elevaría exponencialmente el costo de repetir el modelo 2006: el del asalto al poder haiga sido como haiga sido de Felipe Calderón. La hipótesis de la silenciosa insurrección deriva de varios hechos: “En el seno de movimientos sociales y en los espacios más pobres de la

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sociedad, las mujeres y los jóvenes están protagonizando cambios, se están desplazando del lugar asignado por el Estado y el mercado. Cambios a veces imperceptibles para el registro social se dan al interior del tejido comunitario. Igual suman a la causa silenciosa los indignados de la clase media, golpeados por los sismos de septiembre. Se agregan también a los jóvenes millenials que no empatan con un sistema autoritario y esa esencialmente corrupto. Su voto no será por el sistema, sino contra el sistema. “Qué reflexiones podemos realizar sobre esta insurrección silenciosa, que abarca a toda la sociedad y de modo particular a los movimientos antisistémicos (…) La primera es que las insurgencias en curso de las mujeres, de los pueblos negros e indígenas y de los jóvenes de todos los sectores populares, están impactando en el interior de los movimientos (…) La segunda es de carácter cualitativo … La irrupción juvenil/femenina es portadora de culturas … con sus propias características (…) se pueden observar cambios que, desde fuera, podemos valorar como una radicalización que no se focaliza sólo en las formas de acción política, sino también en la recuperación de tradiciones de lucha (…) tercera, y quizá la más importante, es que la irrupción de los abajos jóvenes y mujeres va perfilando otra concepción de revolución de cuño leninista”. (Zibechi, 2017:20) El populismo bajo estas consideraciones adquiere en México expresión de un amplio movimiento de los de abajo, de los que comienzan a caminar y apostar por las acciones directas en política porque el riesgo no es nada, porque nada tienen. Esos jóvenes y mujeres no buscan participación en las estructuras existentes. “Se trata de construir, más que de ocupar las instituciones existentes. Se van creando mundos nuevos o sociedades nuevas… poderes propios… salud, educación y manera de ocupar el espacio en base a lógicas no capitalistas”. (Zibechi, 2017:20). De lo que hablamos aquí es de suerte de transformación invisible para los cánones tradicionales de visión e interpretación de las cosas. “El mundo, nuestro mundo, está cambiando de manera acelerada. Rechazar esos cambios, sería tanto como anular la capacidad transformadora que está enterrando el capitalismo y levantando un mundo nuevo sobre sus escombros.” (Zibechi, 2017:20). La narrativa mexicana contra el populismo construida básicamente por las derechas del país y los sectores conservadores de la sociedad y, que apuesta a mantener el estatus quo porque en él van sus privilegios. “Ah, nuestras élites. Tan acaudaladas, tan privilegiadas, tan poderosas. Beneficiarias de la debilidad institucional que promueven de forma deliberada para asegurar su posición… Élites empresariales y gubernamentales interconectadas, generando desigualdad, contribuyendo a la corrupción, distorsionando la democracia”. (Dresser, 2017:13) Son estas élites las que toman el caso Venezuela como instrumento de propaganda y manipulación. Son también las que siembran el vector ruso de injerencia extranjera en el proceso electoral mexicano. ¿Cuánto de lo que se dice es verdad?.

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Venezuela: las falacias del debate Alrededor de Venezuela hay un debate interesado. Muchas falacias en torno a un proyecto y un proceso histórico de cambio político. Ilustro este debate internacional con algunas referencias y debates parlamentarios del viejo continente. En 2015, Couso Permury, eurodiputado sentenció: “Lo primero que quiero decir, es que me parece curioso la representación de Venezuela que teneos aquí: una ONG sospechosa de recibir dinero de Estados Unidos; una ONG vinculada a partidos de la oposición; tenemos una señora que pertenece a una organización política opositora; y, ni más ni menos a la cara visible de la oposición durante seis años, el que fue secretario ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) de 2008 a 2014, un actor político de primer orden. Cosa que no me parece muy equilibrada, teniendo una representante, una única representante de víctimas. “Es curioso que el señor Acevedo me hable de la Comisión Interamericana de Derechos humanos, órgano de la OEA con sede en Washington. Esa misma organización que después de expulsar a Cuba se reunió en el siglo pasado con Pinochet, presidido por un ministro de Pinochet, que le recuerdo asesinó a más de cuatro mil personas en Chile. Curioso también lo que se acepta para unos y no para otros. Estados Unidos no acepta que se les aplique las decisiones del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Lo que vale para unos es lo que no vale para los demás. Siete resoluciones en los últimos años sobre Derechos Humanos en este Parlamento. Hay elecciones libres, 19 elecciones, incluso se perdió una de ellas y el anterior Presidente lo aceptó. Y luego, que curioso, usted dice que no acepta lo del golpe. Y qué curioso y que pena que en el caso de Honduras no se pudiera llegar a un acuerdo, precisamente porque la parte latinoamericana exigía que no hubiera injerencia. Qué curioso. Se habla de violencia. ¿Se habla de violencia? Porque el país más violento del mundo actualmente es Honduras. Qué curioso que no van expresidentes. Yo he estado documentándome: México, 81 periodistas asesinados; en Colombia, 56; en Venezuela, 0; y en Honduras, después del golpe de Estado al que no fue ningún expresidente, 27 periodistas. ¿Cifras de los rojos, de los totalitarios? No. De Reporteros sin Fronteras. ¿Por qué no hablamos de la violencia en Honduras, en Guatemala, en el Salvador o en Colombia? Ahí no se intenta tirar a los gobiernos elegidos democráticamente. ¿Problemas económicos? Qué curioso. Siempre la izquierda cuando gobierna fracasa el régimen. Cuando la derecha, no. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, una de cada cinco personas en el mundo son pobres de extrema necesidad, mil 500 millones. 38


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Pero vamos a Venezuela, datos de Naciones Unidas. Desde 1999 la pobreza, del 42 por ciento al 26 por ciento, reducida. Extrema pobreza, que es lo más grave, incluso felicitado por parte de la FAO y de la Unesco. Pobreza extrema del 16 por ciento en el `94, cuando había libertad para ser pobre, al 7 por ciento en 2011. Impunidad. Lo ha hablado el señor Jáuregui. En México, 99 por ciento de impunidad y más de 40 mil desaparecidos. Las resoluciones se hicieron, sobre todo, a partir de la desaparición de 43 estudiantes asesinados y torturados, y porque la sociedad reventó, si no, no lo habríamos hechos, lo tengo claro y es mi opinión. La represión. Curioso. También vale el Ejército en Estados Unidos, la guardia nacional. Guardia nacional, cuerpo militarizado, que además sale con blindados y con material de guerra. Lo he visto con mis ojos, no me lo ha contado nadie. A usted le vale en Estados Unidos, pero no le vale en Venezuela. Sobre todo, cuando yo he presentado y las he visto pruebas, de estudiantes, `pongo comillas´, con armas largas y morteros. Me gustaría saber si en mi país admitiríamos manifestaciones violentas con armas largas, morteros poniendo hilos para que la gente muera cortada en u país donde hay tantas motocicletas. ¿Lo haríamos? ¿Los dejaríamos? No me lo creo. En mi país no lo haríamos, que yo no lo permitiría. Y luego, la justicia. Con esto acabo, señora presidenta. Detenidos. Porque es que la cifras son terribles. Hubo 43 asesinados, ocho de ellos fueron por agentes de policía. Si lo dice el propio gobierno; 35 fueron producto de la violencia de la oposición, entre ellos nueve policías, nueve servidores del orden de todos los venezolanos. ¿Qué pasó? Datos. El Ministerio Público: investigaciones contra funcionarios de los cuerpos de seguridad: 215 actos conclusivos de los cuales 13 fueron acusaciones, 184 sobreseimiento y 19 archivo fiscal. ¿Esto es impunidad? Pues yo creo que el sistema judicial funciona, lo que pasa es que los que no buscan los derechos humanos, sino buscan cambiar por otros métodos los gobiernos, claro, pues parece que no hay impunidad. Nada más, muchas gracias”. (Couso, 2015). En el 2017, en el mismo foro (el Europarlamento), Mariana Albiol, al referirse al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, dijo: “Como ve, este es un parlamento muy preocupado por la democracia… en Venezuela. Porque claro, no estamos tan preocupados, o no están mis colegas tan preocupados por la democracia en Honduras, no se condenó el golpe de Estado en Honduras; no están tampoco tan preocupados por la democracia en Brasil, ni siquiera hubo un debate sobre el golpe de Estado en Brasil. Es un parlamento éste, también, muy preocupado por los derechos humanos… pero claro, por los derechos humanos en Venezuela; no se preocupan tanto por los derechos humanos de las personas migrantes y refugiadas que mueren en el Mediterráneo

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intentando llegar a Europa. Muy preocupado, también, por la crisis económica, de Venezuela, claro; no por la crisis económica, por ejemplo, que hace que en España tengamos un 30 por ciento de pobreza infantil. En esta Cámara los diputados del Partido Popular españoles hablan más de Venezuela que de España, de su propio país, lo cual no deja de ser, como mínimo, curioso. “Y quería hacerle un par de preguntas. Hay en Venezuela un diálogo abierto por los tres ex presidentes y un proceso constituyente, pero usted llama a que las Fuerzas Armadas rompan su silencio. ¿En serio habla usted de democracia y de libertad? Habla usted de golpe de Estado, pero el señor Maduro fue elegido en unas elecciones en 2013 y su mandato acaba en 2018. Usted mismo es presidente, fruto de unas elecciones legislativas. ¿Es que las elecciones que usted ganó han sido las únicas democráticas en Venezuela? Acabo con esta pregunta: Cuando hablan de presos políticos ¿a que se refiere? ¿A aquellos que están condenados por haber llamado al golpe de Estado y por haber provocado e incitado a la violencia en su país? Gracias”. (Albiol, 2017). Es el mismo relato de las derechas mexicanas. En nuestro país, al bloque histórico conservador le encanta hablar de las “atrocidades” del régimen bolivariano de Venezuela, pero cierra los ojos a la sistemática violación a los derechos Humanos en México; no veo los feminicidios; tampoco le llaman la atención los delitos de alto impacto como los secuestros y las extorsiones; menos la colusión entre la clase política y/o empresarial y el crimen organizado. De los abusos y los excesos de las Fuerzas Armadas ni hablar, porque si uno lo hace es antipatriota. Es el de las derechas mexicanas es el mismo discurso de la derecha norteamericana. La misma hechura porque responde al mismo interés: evitar que la izquierda democrática llegue al poder y concluya el ciclo obscena concentración de la riqueza mediante un capitalismo de cuates y cuotas. El caso de Venezuela es un expediente de manipulación política abierta, un relato construido alrededor del populismo, que luego llega a los grandes medios de comunicación para alimentar una opinión pública inducida. Esa construcción ideológica sugiere una réplica puntual del modelo 2006 de asalto al poder, haiga sido como haiga sido. Cada vez existe mayor evidencia que confirma la tesis de que está en marcha un nuevo vector político de operación contra la izquierda democrática basada en el caso Venezuela. Se trataría de una compleja maniobra para intentar, por enésima ocasión, vincular al dirigente de la izquierda democrática en México con el hoy impresentable Nicolás Maduro. Debe de recordarse que en la víspera de la elección de 2006, se echó a andar un esquema similar con la idea de sembrar la especie en la opinión publica de que un supuesto tráfico de armas proveniente de Venezuela, en ese año gobernada por el comandante Hugo Chávez, con destino al Ejército Popular Revolucionario (EPR) involucraba a sectores del perredismo y tenía una conexión directa con el gobierno de la capital

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del país bajo la responsabilidad, entonces de Andrés Manuel López Obrador. La derecha mexicana, que vio en peligro el resultado de la elección presidencial de 2006, no dudó en montar las tesis más obscenas de conspiración desde Venezuela. Detrás de esa operación estuvieron las fracciones duras de lo más rancio de la derecha autóctona e internacional. Un esquema de sabotaje político contra la izquierda democrática que pasó por el Congreso mexicano, que dominaban las élites transversales del sistema. Al vector venezolano de propaganda y manipulación, se suma ahora la supuesta conexión rusa que abriría las puertas del proceso electoral mexicano a la intervención rusa. ¿Política ficción? Para nada. Sólo factor de manipulación recurrente. El expediente ruso, muestra cómo se levanta ya la arquitectura de lo que será otro portentoso eslabón de la guerra desde los sótanos de la política y el poder en México.

Rusia: la tesis de la injerencia Algunas firmas en medios mexicanos plantean que Vladimir Putin está interesado en influir en las democracias occidentales para favorecer opciones específicas pro-rusas. Con ese objetivo, hackers de ese país habrían intervenido en varios procesos electorales y de consulta en países como Estado Unidos, Italia, Alemania, Ucrania, Austria, Francia, Finlandia, Países Bajos y en el referéndum independentista de Cataluña. México no escaparía a esa operación. La posibilidad de una alternancia fundacional en 2018, se enfrenta a los adversarios tradicionales de la derecha mexicana: PRI y PAN, pero también a toda la maquinaria del sistema que incorpora de lleno la tesis de la injerencia extranjera, en el proceso de sucesión presidencial. Hacia octubre-noviembre de 2017, aparecieron las primeras referencias de una supuesta injerencia del gobierno ruso en México para favorecer a un candidato. ¿Por qué los rusos tendrían interés en intervenir en los procesos electorales mexicanos?, se pregunta un analista. Él mismo se responde: “Por la misma razón que intervinieron en Cataluña y Holanda. Olvidamos que el PIB ruso y el de México son casi equivalentes. El fin de la intervención rusa, en México y otros países, es el apoyo a candidaturas que apuestan por el populismo autoritario, el modelo político que impera en Rusia. Ya están en México y actuarán a favor de Andrés Manuel López Obrador. (García Ramírez, 2017:55). No sorprenden estas hechuras políticas ni su derivación mediática. Ya México las vivió en otros procesos, particularmente en 2006. Forman parte de la guerra política y del veto de régimen contra la izquierda democrática. Es un caso extremo de manipulación política. Las derechas construyen sus propio y único relato, luego lo transforman en opinión

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pública gracias a la condescendencia de los grandes medios de comunicación. Estos medios, no son medios sino actores políticos. Para ellos, no es lo mismo que gane la elección presidencial un candidato del régimen a que lo haga otro que intente modificar el statu quo. Ahí está la explicación de su parcialidad, inocultable y a la vez incontrastable. En ese orden de ideas, un columnista mexicano escribe: “El INE detectó recientemente que desde computadoras en San Petersburgo se realiza el mayor número de accesos en el sitio www.votoextranjero.mx (un nuevo portal desde el cual será posible votar en la elección presidencial desde fuera de México) y, en paralelo, el portal Rusia Today –con muy fuerte presencia en redes sociales- continúa su labor propagandística”. (García Ramírez, 2017:55). El riesgo, según otro analista, está en que el día de la jornada electoral del próximo año, se altere la página del PREP que lleva los cómputos distritales, lo que desacreditaría todo el proceso. “Afectar estas páginas si pondría en duda y hasta en riesgo el resultado de la elección de 2018 (…) Tenemos señales de que desde fuera se prepara una campaña para desestabilizar el proceso electoral”. (Javier Tejado Dondé citado por García Ramírez,, 2017:55). Y todo esto, estaría registrándose con la complicidad o abierta participación de la izquierda social mexicana. Ahora resulta que los malos de la película en este proceso son las víctimas del bloque histórico de la derecha mexicana.

Los límites de la democracia Más allá de que en el papel México tenga una ley electoral de las más adelantadas del mundo, en la práctica somos la pero democracia del continente. La evaluación teórica de las leyes mexicanas tanto como de la democracia es buena, pero en la práctica constituyen una regresión política. A la derecha le gusta el vocablo democracia, pero actúa como lo hace cualquier dictadura. Nos dice el relato construido por el bloque histórico de la derecha que el populismo es malo porque no es democrático como si el sistema político que ese bloque ha prohijado en México lo fuera. El discurso democrático en nuestro país “... funciona muy bien en el discurso y en la retórica, pero en los hechos es anulado constantemente”: (Riva Palacio, 2017:66). En 2005, 59 por cierto de mexicanos respaldan la democracia, mientras que en 2017, sólo el 38 por cierto lo hace. Son los límites de la democracia de los que la derecha mexicana no habla. Lo importante es que la brecha entre la ley teórica y la ley práctica se cierre. En teoría, la democracia funciona bien en México, en los hechos nadie con dos centímetros de frente avalaría esa tesis. De la teoría a la práctica. Por ética política y moral pública, se debe cerrar la brecha entre el concepto y lo fáctico. ¿Se puede limpiar la democracia mexicana? Si, con gente joven que no pertenezca al pasado; con una política de rendición de cuentas de la clase política con supervisión internacional;

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si, con comisiones ciudadanas de justicia. En esta elección presidencial se transgredirán todos los parámetros normativos. La guerra sucia del 2006 será juego de niños comparadas con lo que viene. De la condena al populismo se pasa a la tesis de la injerencia extranjera –Rusia y Venezuela- y a las más inverosímiles construcciones ideológicas. ¿Puede ser distinto? Por supuesto que si. Hoy, todo está en manos del factor social. Una ciudadanía consciente y dispuesta a participar cambiará la lógica de este proceso. La democracia en México puede bien explicarse como un acuerdo entre las élites del sistema. El problema surge cuando esos pactos cupulares afectan el tejido institucional y dejan crecer la corrupción y la impunidad. El efecto más pernicioso de todo esto se da sobre la democracia. Una democracia con estos estándares no es bienvenida por el ciudadano. Las experiencias históricas muestran los límites de la democracia cuando el déficit de gobernabilidad, la impunidad, la corrupción, la violencia y la inquietud entran en un circuito donde se potencian de manera recíproca. (Véase: Valdés 2017:8). No hay instituciones autónomas que frenen la hechura política de cooptación, compra y robo electoral. El déficit de gobernanza electoral jugará a favor del régimen. Esto permitió en 2006, haiga sido como haiga sido, la investidura de un presidente ilegitimo. ¿Puede hoy suceder lo mismo? Quizá, sin embargo, la diferencia ahora está en el factor social imposible de controlar con el régimen hizo en el pasado. Repetir el modelo de asalto al poder en las condiciones del presente, puede fracturar al país en momentos en que hay muchos intereses a fuera apostando por la balcanización de México. Las reglas electorales actuales, en la práctica, no garantizan un proceso democrático en donde el sufragio sea realmente efectivo. Hay vicios por todos lados: 90% del dinero de los partidos es dinero ilegal (Buscaglia, 2016). Sin duda, se requiere una reforma “no mafiosa” de las reglas electorales, para después aspirar a procesos cabalmente democráticos. Lo fundamental un proceso transversal de acciones ciudadanas y sociales que eviten el dinero sucio en la próxima campaña electoral. Los contrastes del proceso no podrían ser mayores, sobre todo por las vulnerabilidades sociales. El porcentaje de pobres en el país, casi 50 por cientos de acuerdo con el CONEVAL, es un amplio espacio para la operación de los partidos y candidatos que cuentan con más dinero para comprar el voto. Preparar el terreno para la denuncia internacional es indispensable habida cuenta de que la del 2018 no será una elección limpia. Demandar el acceso pleno a los 54 bienes y servicios públicos que garantizan el respeto a los derechos humanos sería un buena programa de gobierno.

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¿Qué lleva a la reactivación del veto de régimen contra la izquierda democrática en el 2018? En primer lugar, la posibilidad de que en un proceso de alternancia fundacional se abran causas penales contra los responsables de la corrupción endémica de este país, pero sobre todo que se pidan cuentas por las víctimas inocentes de la militarización del combate a las drogas y al crimen organizado; en segundo lugar, está la protección del modelo económico y de las llamadas reformas estructurales, copia fiel de las salinistas que privatizaron el espectro de lo público; y, en tercer lugar, la posibilidad de que muchos magnates y adinerados que en las últimas décadas no han pagado impuestos, lo hagan de manera obligatoria y en condiciones de virtuales imputados por delitos electorales. Por todo esto, no hay moralmente la mínima posibilidad de decretar alguna amnistía contra los corruptos o los genocidas de México. Todo esto reactiva el veto del régimen contra la opción que refundaría al país. En un escenario de alternancia fundacional, la rendición de cuentas quedaría en manos de un sistema de justicia transicional, con cuerpos ciudadanos y vigilancia internacional, sobre la premisa de que no hay paz sin justicia. México vive los efectos sociales de un pacto histórico de impunidad que no es fácil de romper mediante un proceso democrático carente de garantías institucionales. “México es mucho más violento y extremo que el pinochetismo chileno… aquí existen miles de pequeños pinochets asesinando, secuestrando, enterrando a personas”. (Buscaglia, 2016). Y no es sólo lo que pasa en el ámbito de la seguridad, está por ejemplo el orden político. Una cosa es lo que dice la ley electoral y otra lo que hacen los actores relevantes. El PRI se acostumbró a comprar la sociedad civil. No ha superado la lógica del partido único. ¿Qué puede evitar esa perniciosa cooptación? La construcción de ciudadanía; la movilización social y la aplicación de una agenda popular. Vencer la inercia cultural de décadas es muy difícil. La sociedad mexicana vive la maldición de haber padecido 70 años de partido único. En 2006, el bloque de la derecha conformada por el PAN y el PRI, impidió por la vía institucional —cooptación del entonces Instituto Federal Electoral y del Tribunal electoral del Poder Judicial de la Federación—, su arribo al poder. En 2012, la diferencia fueron los recursos. El tema de la compra de aquella elección es un expediente abierto. El escándalo de corrupción que involucra a la firma brasileña Oderbrecht y al ex titular de Petróleos Mexicanos es una arista que está lejos de desvanecerse. En 2012, la encuestas del diario Reforma daba ganador a Andrés Manuel López Obrador sobre Enrique Peña Nieto; Buendía & Laredo daba ventaja de 12 puntos a Peña Nieto frente a AMLO. El resultado oficial fue 38.21 para Peña Nieto y 31.59 para López Obrador. Es un hecho de que en México,

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las casas encuestadoras se han convertido en instrumentos de la lucha política más que un portadoras de estudios demoscópicos objetivos: “… un gran número de encuestas no aciertan al dato oficial… No atinan a 30 días ni tampoco a 10 días de la contienda. Ni siquiera logran acertar el mismo día (exit poll). No sólo se equivocan significativamente en el porcentaje de votos de cada aspirante, sino que muchas veces tampoco aciertan en el candidato u opción ganadora. A pesar de estos resultados, existe una sobreestimación mediática de la utilidad de las encuestas en la predicción electoral”. (Serrano Mancilla, 2017:16). ¿Qué requiere México para la construcción de una nueva democracia? Básicamente cuatro cosas: 1) una nueva ley político-electoral para cambiar los procesos electorales mafiosos; 2) una ley de participación ciudadana para garantizar auditorías ciudadanas al ejercicio del gasto, auditorías ciudadanas a los procesos judiciales y auditorías ciudadanas de acceso a los programas sociales, particularmente al agua, a la salud y a la educación; 3) una agenda para concretar el cambio político; y 4) cambiar el orden de la ecuación básica del proceso: ganar para cambiar por cambiar para ganar. Hay dos fuerzas que se oponen al cambio político en México: 1) las beneficiarias del modelo económico y las reformas privatizadoras de las últimas décadas y 2) los que tienen un largo pasado que los alcanzaría con una alternancia fundacional en le poder. No obstante ello, “Si a este país le queda algo de Estado de derecho, las demandas llegarán a donde antes nadie lo hubiera imaginado. Una de las pinturas más famosas de Magrite (la de una pipa que debajo tiene la leyenda `esto no es una pipa´) se llama en realidad La traición de las imágenes. Aquí la obra se llama La traición de la soberbia, y veremos próximamente la función”. (Ríos-Farjat, 2017:11)

Izquierda democrática: cambiar la lógica del proceso En México, el bloque de la derecha está intacto, aunque en la coyuntura tiene su propio proceso interno para definir a quien deba suceder al actual mandatario. Entonces, que la izquierda llegue a Los Pinos implica vencer los vicios pasados, las irregularidades presentadas en 2006 y 2012, pero sobre todo, inventar y reinventarse en un proceso que tendrá como significantes el potencial voto de los llamados millennials. En otras palabras, la izquierda democrática tiene que hacer cosas distintas si quiere resultados diferentes. El debate político se tiene que ganar en todos los foros: redes sociales y grandes medios de comunicación (vr. Gr. Televisión y radio). Es fundamental la aparición de una nueva clase política con capacidad de

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argumentar y de evidenciar las falacias que ya teje el régimen con los vectores del populismo y de la injerencia extranjera. La izquierda democrática mantiene credibilidad; propone una agenda atractiva basada en el combate a la corrupción; personifica al político con una vocación ética del servicio público; su timing le permite aprovechar al máximo las coyunturas y los vaivenes del conflicto y la tensión política; sin embargo, eso parece no ser suficiente para vencer a un sistema autoritario y esencialmente corrupto que hará todo, hasta lo impensable, para que en el 2018 no haya alternancia fundacional en México. De cara al 2018, la izquierda democrática debe resolver un pliego petitorio de seis condiciones críticas: 1) detener su desgaste político; 2) rehacer su capacidad para capitalizar el avance de su movimiento-partido; 3) cerrar líneas internas de ruptura; 4) deslindarse a tiempo de los escándalos de corrupción y colusión que puedan afectarla; 5) afirmar su diferencia del sistema de partidos tradicional y de la gerontocracia política; y, 6) responder a los ataques de derecha y desmontar su construcción ideológica contra el populismo. En perspectiva, el mayor problema estructural de la izquierda democrática es institucionalizar su movimiento más allá de los que representa en términos de identificación y votos, el nombre de su dirigente nacional. Esto quiere decir, que se requiere dar un paso serio hacia la formación de cuadros y estructuras que esté más allá del hombre fuerte de esa izquierda que hoy concentra el mayor porcentaje de preferencias rumbo a la elección presidencial. ¿Tiene posibilidades la izquierda democrática de ganar las elecciones? Las tiene en la medida en que el contrato social que funcionó entre la sociedad mexicana y el Estado se fracturó por los efector ocasionados por el neoliberalismo: desigualdad social, violencia e inseguridad. El antiguo contrato social se basaba en los instrumentos del Estado para hacer realidad la promesa de la justicia social. Hoy no hay contrato. “Lo que queda de pegamento social sólo se ve en una orilla de la sociedad civil –la solidaridad a raíz de los sismos, por ejemplo- pero no en la apuesta, donde operan gobierno y poderes facticos”. (Meyer, 2017:7). La ruptura del contrato social se manifiesta en el hecho de que el 52 por ciento de los ciudadanos mexicanos no está de acuerdo con el funcionamiento de nuestra democracia y el 70 por ciento está insatisfecho con la forma en que opera nuestro sistema político, 75 por ciento asegura que vivir en una ciudad es insegura; (Latinobarómetro, GEA-ISA e INEGI, citados por Meyer, 2017:7).

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