Le guin, ursula k los desposeidos

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informativos de éstos, además de los de la CPD, y un reducido volumen de cartas privadas. Por el hecho de vivir en una sociedad en la que cada miembro podía mudarse cuando y donde quisiera, el anarresti tendía a buscar amigos en el lugar donde residía, no en el que había residido. Los teléfonos se utilizaban muy rara vez dentro de una comunidad: no había distancias que lo justificaran. Hasta Abbenay respondía al trazado del estricto modelo regional, con sus «manzanas», los vecindarios semiautónomos que, por sus dimensiones, permitían que cualquier vecino pudiera ir a pie a ver a cualquier otro, o en procura de cualquier cosa que pudiera necesitar. Por lo tanto las llamadas telefónicas eran principalmente de larga distancia, y estaban a cargo de la CPD. Las llamadas personales tenían que ser concertadas anticipadamente por correo, o no eran conversaciones sino simples mensajes que se dejaban en la central de la CPD. Las canas no iban cerradas, no por ley, naturalmente, sino por convención. La comunicación a larga distancia es costosa en materiales y mano de obra, y como la economía privada no estaba separada de la pública, había un sentimiento generalizado de rechazo a las cartas y llamadas superfluas. Era una frivolidad: olía a propietariado, a egoísmo. Quizá por eso las cartas iban abiertas: nadie tenía derecho a pedir que alguien llevara una carta que no se podía leer. Las cartas viajaban en un dirigible-correo de la CPD, si uno tenía suerte, y si no la tenía, en un tren de provisiones. Llegaban finalmente a la estafeta de la población de destino, y allí quedaban, pues no había carteros, hasta que alguien avisaba al destinatario y éste recogía la carta. No obstante, era el individuo quien decidía lo que necesitaba y lo que no necesitaba. Shevek y Takver se escribían regularmente, alrededor de una vez por década. Shevek escribió: El viaje no fue malo, tres días, un furgón-carril de pasajeros, directo. Esta es una leva grande; tres mil personas, dicen. Los efectos de la sequía son mucho peores aquí. No así la escasez. La ración en los comedores es la misma que en Abbenay, sólo que aquí te sirven hojas de gara cocidas, en las dos comidas diarias, pues han tenido un excedente. También nosotros empezamos a creer que hemos tenido un excedente. Pero aquí lo terrible es el clima. Esto es La Polvareda. El aire es seco y el viento sopla día y noche. Hay lluvias breves, pero una hora después de la lluvia, el suelo se disgrega y el polvo se levanta. En esta estación ha llovido menos de la mitad de la media anual. Todo el mundo en el Proyecto tiene los labios resquebrajados, los ojos irritados, hemorragias nasales y tos. Entre quienes viven en Saltos Colorados hay mucha tos del polvo. Los bebés en particular lo pasan muy


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