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En la entrega está la alegría

Desde la delegación de misiones, como en muchos otros lugares, organizamos experiencias de verano misionero para jóvenes. Viviana y Cindy nos cuentan la suya el pasado verano en Cuba.

La misión que vivimos en Cuba fue la experiencia más transformadora, retadora y bonita que hemos vivido. No hay otras palabras para describirla. Nos fuimos de Cuba siendo personas completamente distintas a lo que éramos cuando llegamos. Nos ayudó en todos los sentidos. Nos acercamos más que nunca a Dios y tuvimos la bendición de recibirlo todos los días y adoración al Santísimo todos los días, momentos de canto y oración muy bonitos con las hermanas, y momentos a solas con Él, confesiones cada vez que lo necesitaremos y dirección espiritual con personas grandiosas. Además, tuvimos la gracia de aprender mucho sobre Teología, Metafísica, Filosofía, la Biblia, la Virgen Maria... Todas estas herramientas y vivencias fueron fundamentales para llevar a cabo la misión.

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Conocimos gente hermosa, con un corazón enorme y con unas ganas muy grandes de conocer a Dios, mucha gente con sed de la verdad, gente que necesita hablar con alguien porque se siente olvidada, en lugares muy solitarios y lejanos. Cada día teníamos una cosa distinta. Por ejemplo, los lunes salíamos a una de las zonas mas pobres de Santi Spiritus, una colonia un poco peligrosa y problemática. Íbamos a buscar a niños de entre 4 y 13 años y los llevábamos al convento con las hermanas; ahí teníamos un momento de adoración al Santísimo, la explicación del tema del día, una actividad divertida y finalizábamos con una rifa de una virgen peregrina. El niño ganador era responsable por la Virgen 15 días, de rezarle y ponerle un lugar bonito. Los miércoles comenzábamos yendo al desayuno de Caritas, en el cual ayudábamos a preparar y servir el desayuno a personas que viven en la calle o que viven en una situación sumamente difícil; la mayoría de ellos eran abuelitos. Después de eso, conversábamos con ellos, jugábamos al domino e incluso hacíamos actividades como dibujo y costura. Después de eso ayudábamos al doctor con la farmacia donde se hacían unas filas enormes de gente pidiendo medicamentos. Era muy triste cuando teníamos que decirle a las personas que no había, y era la mayoría de las veces.

Por la tarde íbamos a la misión con las hermanas Calcuta y el padre Yoan a dos pueblos. A veces les dábamos el catecismo a los niños y otras veces a los adultos, pero siempre nos recibían muy contentos y dispuestos a escuchar la palabra de Dios. Los jueves íbamos a otro pueblo con la hermana Susa, misionera valenciana, y el padre Yoan. Todos los jueves desde que llegamos hasta que nos fuimos llovió, menos una vez; no era jueves si no llovía. A los niños les gustaba muchísimo jugar y escuchar el catecismo cuando les llevábamos preparadas obras o marionetas. También había catecismo de adultos y nos encariñamos muchísimo con la señora Elma, que prestaba la casa para el catecismo. Siempre muy servicial y atenta con nosotras. Nos hacia sentir como en casa. Los viernes íbamos a otra misión, al pueblo mas pobre que nos tocó ir, muchos niños no tenían ni zapatos. La verdad es que para este día ya estábamos muy cansadas pero ver la alegría y las sonrisas de los niños al vernos llegar, hacia que todo valiera la pena. El ultimo día que los vimos les regalamos un dulce y se pusieron muy felices, había algunos niños que no sabían lo que era. Los sábados íbamos por la mañana a nuestro campo favorito. Sus niños tenían algo sumamente especial. Desde el momento que nos veían llegar corrían para recibirnos; nunca faltaban, siempre estaban atentos y nos demostraban mucho amor. Luego, por las tardes, apoyábamos con la catequesis en la parroquia y nos quedábamos a la misa animada con un coro de niños. Por ultimo, terminábamos la semana con una misión en un barrio sumamente difícil e inseguro, donde la gente está lejos de Dios. Aquí le dábamos el catecismo a niñas de 12 a 14 años. Era un reto pero Dios nos guió y estoy segura de que dejamos una gran semilla en los corazones de todas ellas. Nos vamos muy contentas y confiadas de que esparcimos la palabra de Dios por muchos rincones de Cuba; su gente siempre estará en nuestros corazones, siempre estaremos unidos a ellos en Dios e intaremos ayudarles desde aquí.

Gracias a Dios y a las personas que lo hicieron posible por esta gran experiencia.