los cielos seran conmovidos

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Los CIELOS SERÁN CONMOVIDOS

La casa de armas del bosque

hubiera pasado. Desgraciadamente, eso fue solo en lo natural. Aquella noche volábamos para Monterrey a un congreso en el que me tocaba predicar al día siguiente por la tarde, con un mensaje evangelístico de sanidad divina. Había una fuerte actividad demoníaca en el lugar. Pude detectar un par de brujas enviadas para frustrar la campaña, así que me puse en guardia y en batalla espiritual. Cuando terminé de orar por los enfermos se acercó a mí una guerrera de oración, que tiene en esa ciudad un fuerte ministerio de intercesión, y me dijo: «Déjarne orar por ti, porque vi una mujer que te estuvo enviando dardos durante toda la predicación.. Acepté la oración, aunque yo seguía firme de que el diablo no me tocaría. Sin embargo, al salir de ahí empece a sentirme muy mal. La garganta me ardía como en fuego y sentía el cuerpo cortado como por fiebre. Al día siguiente me levanté muy mal. Fui al congreso, pero después de ahí me tuve que ir a acostar, ya que no aguantaba el malestar. Mientras trataba de descansar, tuve un sueño en el que me veía peleando con un león y lo vencía. Y luego con otro, y otro más. En ese momento me desperté agotada por tanta lucha, y le dije al Señor: «¿Qué es esto? ¿Por qué tantos leones, Señor?» Entonces me dijo el Espíritu Santo: «Porque la potestad es un león, y está asentada sobre un monte, y su nombre es Nuevo León, y devora reinas y doncellas.. Al oír esto me incorporé, ya que no se trataba de un sueño común sino algo de Dios. Luego el Espíritu añadió: «Hija, ¿adónde atacan los leones?» Y yo le contesté: «A la garganta, Señor.. En ese momento fue clarísimo que Dios me estaba diciendo que había sido atacada por esa potestad. Mi pregunta al respecto fue: «¿Por qué me tocó, si la palabra dice" ... el maligno no le toca"?» El Señor entonces me mostró mi armadura. Mis ojos espirituales fueron abiertos y la vi como un gruesísimo caparazón de vida divina que me rodeaba. Era algo glorioso, medía como un metro de espesor y resplandecía como fuego. Pero tenía un agujero como el hoyo de ozono de la atmósfera; así se veía. Entonces el Señor me dijo: «Mira lo que hiciste; ese agujero se hizo hace dos días, cuando te enojaste contra aquel hermano. Tu armadura era impenetrable e invencible, pero tú la perforaste.» Me puse a llorar. En lo natural quizás todo se había arreglado en unos minutos, pero en lo espiritual había hecho un daño

que se tomaría su tiempo resarcir. , «¿Cómo se repara, Señor?», le pregunté. Y me contesto: «Dejando fluir mi vida. Y cada vez que emane de ti, se irá rellenando hasta que se vuelva a restaurar, pero esto no es inmediato. Tu armadura era muy fuerte> ¡Qué lección tan dura y tan clara! Nunca olvidaré ni la visión de esa armadura perforada, ni el zarpazo de aquel león que tardó tanto en sanar.

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Las armas Son famosas las armas de la oración intercesora, el ayuno y el decretar la palabra escrita como parte de nuestra artillería de guerra. Sin embargo, hay muchas armas que el Señor está revelando en este último período de la Iglesia, caracterizado por la batalla espiritual. La revelación vino a mi durante la toma de Cartago, en Costa Rica. Dios me había mostrado que teníamos que profetizar una palabra del libro de Ezequiel, desde lo alto del volcán Irazú. Como mencioné anteriormente, hablando de las fortalezas militares y de los tronos, Dios había declarado por medio de profecía que el principado sobre Cartago se llamaba «Príncipe de Egipto». Veníamos bajando la cuesta del volcán después de la impresionante batalla que se sostuvo en el cráter, cuando llegamos al lugar idóneo para continuar la guerra. Estábamos todavía bastante alto y se veía en forma majestuosa todo el valle de Cartago. A nuestros pies el volcán parecía habers: vestido. con "" manto de tupidas florecillas amarillas. No podía haber SIdo mas bonito aquel sitio. Desde que salimos de la capital, el equipo de danza del Centro Cristiano de San José (la congregación que pastorea el Dr. Rony Chaves) nos había prestado dos espadas de plástico, que las usaban para las representaciones teatrales. Las llevábamos para usarlas como «Extensores de fe». «Una espada de plástico no puede hacer nada contra el diablo», es lo que la lógica nos diría, pero para un guerrero lleno del Espíri~u Santo el sostener un arma simbólica en las manos le hace sentir la verdadera espada que tiene en sus manos: la invisible e invencible «Espada de Jehová», y lo lleva a pelear con un énfasis mucho

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