Angeles y demonios

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Dan Brown

Ángeles Y Demonios

Kohler no sonrió. —El autor quería hacer una broma, señor Langdon. «Iónica» significa que contiene iones, partículas cargadas eléctricamente. La mayoría de objetos las contienen. Langdon miró la columna y gruñó.

Langdon aún se sentía como un estúpido cuando salió del ascensor en el último piso del Edificio C. Siguió a Kohler por un corredor bien amueblado. La decoración no era la que se esperaba, de estilo francés colonial tradicional: un diván cereza, un jarrón de porcelana y muebles con volutas de madera. —Nos gusta que nuestros científicos se sientan cómodos —explicó Kohler. Es evidente, pensó Langdon. — ¿El hombre del fax vivía aquí? ¿Era uno de sus empleados de alto nivel? —En efecto —dijo Kohler—. No acudió a una reunión que teníamos concertada esta mañana y su buscapersonas no contestó. Vine a buscarle y le encontré muerto en su sala de estar. Langdon sintió un escalofrío cuando comprendió que estaba a punto de ver un cadáver. Se le revolvía el estómago con facilidad. Era una debilidad que había descubierto en sus tiempos de estudiante de historia del arte, cuando el profesor informó a la clase de que Leonardo da Vinci había profundizado sus conocimientos del cuerpo humano exhumando cadáveres y diseccionando su musculatura. Kohler le guió hasta el final del pasillo. Había una sola puerta. —El apartamento del ático, como dirían ustedes —anunció Kohler, al tiempo que se secaba una gota de sudor de la frente. Langdon echó un vistazo a la solitaria puerta de roble. Una placa rezaba: LEONARDO VETRA —Leonardo Vetra —dijo Kohler— habría cumplido cincuenta y ocho años la semana que viene. Era uno de los científicos más brillantes de nuestro tiempo. Su muerte significa una profunda pérdida para la ciencia. Por un instante, Langdon creyó percibir emoción en el rostro endurecido de Kohler, pero se esfumó al instante. Kohler introdujo la mano en el bolsillo y empezó a buscar en un llavero. De pronto, a Langdon se le ocurrió una idea extraña. El edificio parecía desierto. — ¿Dónde está todo el mundo? —preguntó. La falta de actividad no era lo que esperaba encontrar, considerando que estaban a punto de entrar en el escenario de un crimen. —Los residentes están en sus laboratorios —contestó Kohler, que al fin había encontrado la llave. —Me refiero a la policía —aclaró Langdon—. ¿Ya se han ido? 27


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