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POESÍA María Segura Céspedes “Pequeña barca”
LA CATALEPSIA Y SUS TEMORES
La catalepsia es un estado en el que el cuerpo presenta una muerte aparente: la persona se encuentra viva y en un estado que puede ir, según los casos, de una vaga conciencia a tener todos sus sentidos activos, por lo que pueden captar lo que ocurre a su alrededor. A pesar de ello, es incapaz de moverse, su cuerpo se mantiene rígido, la respiración y el pulso se vuelven muy lentos, la piel se pone pálida y el sujeto no responde a estímulos externos.
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A pesar de que en algunos casos puede desencadenarse por algún choque emocional extremo, en general es un síntoma de algunos trastornos nerviosos o condiciones como la enfermedad de Parkinson y la epilepsia. Aparece en algunos casos en pacientes que estén en tratamiento para dejar la cocaína, siendo síntoma característico del “síndrome de abstinencia”. También puede ser causada por la esquizofrenia.
La duración de los síntomas puede llegar a los tres días, por lo que en épocas pasadas, tras esta muerte aparente algunas personas han sido sepultados, volviendo a recuperarse en el féretro. Actualmente, y gracias al uso de adelantos médicos como el electrocardiograma o el encefalograma, estos casos no se podrían dar.
En línea con estos casos, durante los siglos XVIII y XIX y en mitad de las grandes epidemias que recorrieron el mundo, hay constancia que ante el enorme número de defunciones y las prisas por deshacerse de los cuerpos enfermos, se produjeron algunos casos de enterramientos de personas que aún se encontraban con vida.
Se cuenta que durante el proceso de beatificación de Fray Luis de León, fallecido en 1.591, se abrió su ataúd, comprobando que estaba arañado por dentro y sus vestiduras desgarradas. ¿Un caso de catalepsia o muerte aprente?. Tal vez. El caso es que las autoridades religiosas, ante el temor de que hubiese renunciado a Dios y por su “falta de paciencia”, decidieron paralizar el proceso y no fue reconocida su santidad. Además, hay otros casos conocidos (aunque no confirmados,) como el del filosofo escocés Juan Duns Scoto, fallecido en 1.308, Anne Hill Carter Lee, madre del general conferedado norteamericano Robert E. Lee, o el caso de George Washington, primer presidente de los Estados Unidos, que ante el temor de ser enterrado vivo pidió que esperasen tres días para hacerlo.