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Desde la Misión
P. Víctor Manuel Zavala Contreras, mg
Mi sueño misionero ha sido realizar mi vocación en el lugar de Misión. Partir a tierras lejanas, conocer lugares diferentes, hablar en otras lenguas, encontrarme con personas que pertenecen a otra cultura, historia y tradiciones, ser capaz de expresarme y predicar la Palabra de Dios en otros idiomas y contextos. El Señor me llamó y me ha honrado sembrando en mi corazón el deseo de darlo a conocer, de enseñar su Palabra en otros lugares distintos al propio; y el Señor me ha bendecido al permitirme trabajar por muchos años en la Misión de Hong Kong. No son pocos los misioneros que, teniendo la vocación, no han podido tener esta experiencia. Ha habido incluso santos que en algún momento de su vida quisieron ser misioneros, pero no pudieron realizar su deseo.
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febrero 2022 I Mi trabajo en la Misión ha sido mínimo y no todo lo ideal que yo desearía, sin embargo, un logro muy satisfactorio ha sido el sentirme un instrumento favorable para Dios, contribuir con su gracia para que las personas se sientan cercanas a Él, para que tengan paz en su corazón, para que conozcan más su fe y experimenten el amor de Dios.
Mi sueño misionero se realiza, por el momento, en otro lugar. He sido enviado a la nueva Misión de Estados Unidos y estoy encargado de la oficina de Misioneros de Guadalupe en Los Ángeles, California. Mi contacto con los fieles ahora no es en una parroquia particular de manera permanente, sino en la parroquia que requiera un apoyo pastoral, sobre todo los fines de semana. Durante la semana mi trabajo es administrativo y el contacto con los bienhechores, Padrinos y Madrinas de Misioneros de Guadalupe, es epistolar, telefónico y, en ocasiones, también presencial. ¿Por qué acepté dejar la Misión de Hong Kong para venir a trabajar a la oficina de Misioneros de Guadalupe en Los Ángeles? El primer motivo fue la petición de mis Superiores. No se trata de un nuevo trabajo que yo haya buscado, sino que me fue ofrecido y que me muestra la confianza que los Superiores tienen en mi persona, la cual agradezco infinitamente. El siguiente motivo fue el interés de colaborar en la apertura de una nueva Misión del Instituto. No son pocos los Misioneros de Guadalupe que han trabajado en más de una Misión y han colaborado en la apertura de una nueva. De hecho, todos los miembros de esta nueva Misión antes hemos sido miembros de alguna otra. Todos traemos experiencias de trabajo, quienes de Asia, de África o de América para apoyar el primer impulso de este nuevo proyecto. Finalmente, otro motivo es mi deseo de trabajar por el Instituto y tener contacto con los bienhechores. Durante los nueve años que trabajé para la revista Almas aprendí que el trabajo misionero incluye la promoción de nuestro trabajo. Hemos sido enviados por la Iglesia que peregrina en México y somos expresión de la fe de esa Iglesia. Somos fruto espiritual y material de
la fe de nuestros bienhechores, cualquiera que sea su nacionalidad y dondequiera que se encuentren, y ellos deben conocer nuestro trabajo. Es famosa la frase del “sueño americano” aplicada a las personas que llegan a Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Los misioneros buscamos un mejor futuro para todas las personas, no importa dónde se encuentren, pero un futuro no terrenal, sino con Dios. Salimos de la patria con ese sueño de predicar la Palabra de Dios y el mensaje de Salvación. Aunque mi sueño misionero se realiza actualmente en suelo americano, mantengo viva la esperanza de volver a la misión lejana que me ha forjado como misionero y me ha hecho vivir feliz, entregado a la vocación misionera. Que se haga la voluntad de Dios, y que su bendición nos siga alcanzando a todos en el lugar donde nos encontremos.
Encomendamos a nuestra Morenita del Tepeyac el inicio de esta Misión de Estados Unidos e imploramos su protección para todos nuestros bienhechores.

Pandemia y Misión
P. Mario Emeterio Gutiérrez, mg
Hong Kong ha pasado por dos años muy difíciles que han cambiado su imagen y la vida de la sociedad en general: los disturbios del 2019 y la pandemia que inició en el 2020.
Sin entrar en una detallada explicación de las causas o motivaciones de los disturbios que se desarrollaron en la segunda mitad del año 2019, la consecuencia de los hechos ha sido la división en la sociedad: los pro demócratas y los pro Beijing y pro gobierno de Hong Kong. Las manifestaciones, en general, siempre habían sido pacíficas y ordenadas durante los años anteriores. De repente se volvieron violentas y destructivas. Hubo una influencia de algunos en la sociedad que aprovecharon las manifestaciones para convertirlas en protestas contra el gobierno y contra la dependencia de China, se infiltraron gentes de un grupo de independentistas y comenzaron a aparecer mantas pidiendo la independencia de China. Estas gentes comenzaron a quedarse en las calles después de las manifestaciones y a provocar los disturbios y destrozos de calles y estaciones del metro, por lo cual comenzó el enfrentamiento con la policía, y lo que vino después, un total desquiciamiento de la ciudad que no se había visto nunca. La sociedad se vio dividida: pro demócratas e independentistas por un lado y pro China-gobierno de Hong Kong, por

el otro, no intermedios, o de un lado o del otro. Dentro de los dos grupos había católicos. Esos enfrentamientos de ideas se comenzaron a dar en la Iglesia. Se radicalizaron las posturas, especialmente de los pro independencia, de tal manera que exigían y exigen que la Iglesia tome una postura, claro, en favor de ellos y si no, mostrar su repudio. En eso, aparece la pandemia en enero del 2020, que suspendió todas las actividades sociales, no más manifestaciones ni protestas por temor al contagio. La pandemia, como lo sabemos, cambió todo el mundo, y por lo mismo, la vida social de Hong Kong. La Iglesia de Hong Kong resintió los efectos de esos dos acontecimientos. Todo se ha venido para abajo. Desde la economía, la seguridad, la paz, hasta la presencia de los fieles en los templos. Me tocó vivir presencialmente el enfrentamiento de los estudiantes y la policía enfrente de mi parroquia en 2019. Ha sido la única experiencia fuerte que he tenido, de tener bajo llave las instalaciones de la parroquia. Nadie podía entrar, nadie podía salir. Dos semanas, no sólo sin servicio religioso abierto al público, sino que literalmente encerrados, nadie tenía permitido acercarse al templo. Afortunadamente, los tres sacerdotes que vivíamos allí podíamos salir eventualmente, con la autorización de los policías que resguardaban las calles.
Después, vino algo todavía peor, la pandemia, que orilló a cancelar todos los servicios religiosos y actividades de todas las parroquias, como en todo el mundo.

Dos años muy difíciles para la Misión, los templos vacíos, con unas cuantas personas que entraban esporádicamente a rezar. El trabajo de la evangelización se tornó más difícil de lo que de por sí ya era. Si en todas las parroquias había sido muy visible la reducción de los parroquianos a las misas, después de que se reabrieron al servicio
febrero 2022 I público (30% al inicio y luego al 50%), con mayor razón el número de los catecúmenos vino a menos. Sin reuniones presenciales de grupos no hay catecumenados. La pandemia provocó una crisis a todos los niveles. Sin embargo, ésta, que ha sido una amarga experiencia, ha sido a la vez una prueba para la Iglesia, para mostrar la clase de fe que tenemos. La situación ha promovido el uso de los medios digitales para que, superada la crisis inicial, se buscaran nuevas alternativas para llevar a cabo nuestra misión: dar servicio a los creyentes y buscar a los no creyentes. De esa manera se continuó la catequesis. En nuestra Parroquia del Rosario se habían tenido años de buen número de bautizados, alrededor de 120-130 personas al año. Desde que comenzaron los disturbios en la sociedad, el número de los catecúmenos bajó sustancialmente, y por ende, será un número reducido de bautizados en estos años. El año 2020 todavía se logró bautizar a más de 100 personas en dos fechas, después de la Pascua, pues en ese año no se celebró públicamente la Semana Santa. Para el año 2021 llegamos a tener nada más la mitad de bautismos en la Pascua a pesar de la pandemia. Pero para el año 2021-2022 sólo se registraron 40 catecúmenos. El hecho es que la situación no será igual en estos siguientes años, sin embargo, lo que para unos serán tiempos de frustración, de incertidumbre y de desesperanza, para nosotros, los católicos, será de renovación, de esperanza, de nuevos retos, tiempo de redoblar esfuerzos.
Ciertamente que hablar de logros en estos momentos parecería iluso, pero no descabellado. La Iglesia ha vivido momentos muy difíciles en su historia y siempre ha salido adelante.
Ya desde fines del 2021 se vislumbraban los cambios. La pandemia comenzaba a ser controlada, al menos aquí en Hong Kong. Con ello y con el nuevo ímpetu de los planes de la diócesis, se veía la esperanza de un renacer pastoral y misionero. La Diócesis de Hong Kong se ha lanzado a la conversión misionera de las parroquias. Bajo la guía del obispo y todos los
agentes de pastoral y evangelización, párrocos y fieles, estaremos renovando el espíritu misionero de la Iglesia. Cada parroquia haría un plan parroquial en el cual estarían involucrados todos los creyentes, para crear la conciencia de que todo bautizado es misionero, que todos participamos de la responsabilidad de la Iglesia, evangelizar a todas las gentes. Este movimiento es, sin lugar a dudas, la mejor respuesta a la adversidad vivida. Es momento de salir de nuestras comunidades parroquiales, como lo ha pedido el Papa. La Iglesia no se puede encerrar en sí misma. La Buena Nueva de todos los domingos debe ser proclamada y compartida con los demás cristianos y no cristianos. Particularmente, se hace hincapié en el modo de vivir nuestra fe. Los domingos recibimos la luz de Cristo y no se puede guardar en nuestros corazones solamente, debe ser reflejada en nuestra manera de vivir, de tratar a los demás, y así, como dijo Jesús, los demás, viendo nuestras buenas obras, den gloria a nuestro Padre que está en los cielos (Cf. Mt 16). Ante la adversidad, ante la prueba, el que es fuerte persevera. Si por las dificultades que hemos padecido hemos retrocedido cuantitativamente, ahora hay que mostrar nuestra calidad de fe, de entusiasmo misionero. Ahora es cuando tenemos que mostrar nuestra creatividad y esfuerzo en la misión de la Iglesia. Buscar la reconciliación en la sociedad, en las comunidades parroquiales para que sea creíble el mensaje evangélico. La opción de la Diócesis por la conversión misionera de las parroquias es en sí un logro en estos momentos en que enfrentamos la adversidad, la misión vuelve a ser un reto para la Iglesia. Es un nuevo comenzar, es un nuevo reto para todos, un nuevo envío: “Vayan, pues y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28, 19).