La Otra 14

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de vidas ajenas, al detalle bizarro, sabe agregar un temblor propio a la vivencia de otros y de allí nacen poemas memorables como “Leyenda”, “Lamento por Mrs. Mones” o “Noticiario del solo” -texto que da nombre a uno de sus cuadernos más atractivos. Al repasar las páginas de Todo buen corazón es un prismático [antología personal, 1975-2005] percibo una casi dolorosa coherencia en su voz. La proclividad a lo narrativo; el uso obsesivo del verso escalonado que viene a sustituir la puntuación convencional y facilita la fluencia visual y hasta una especie de danza pendular del texto; el tono conversacional que integra, de forma cuidadosa, muchísimos giros del habla popular; la regulación extrema de los tropos, que no buscan traducirse, salvo raras excepciones, en versos restallantes, sino que se subordinan a una imagen total; la falsa simplicidad con que busca comunicarse con el lector, aunque bajo la escritura visible, hay muchísimos estratos de significación. Tales rasgos pueden aplicarse a la mayoría de los poemas del conjunto. Sin embargo, más allá de estas coincidencias, me resulta perceptible la maduración de su voz en las dos últimas colecciones del libro: Oración inconclusa (2000) y Actas de medianoche (20062007) —que a pesar de la mecánica escisión en I y II que el poeta ha impuesto, es para mí un todo indivisible.

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En Oración…, Rodríguez Núñez logra tocar esas fronteras entre lo vivencial y lo filosófico, o, más exactamente, entre la filosofía personal y aquella que merece una complicidad casi universal, como ocurre en “Abismos”, “Conjeturas sobre la sonrisa del pastor” y sobre todo en “Elogio del neutrino”: Gracias a Dios no es infinito el mundo Como el verso está hecho de sílabas que es posible contar El mundo cabe en un alejandrino En Actas… el autor va mucho más allá. Esos catorce discursos que prescinden de toda anécdota exterior, para erigirse en angustiados soliloquios sobre-existenciales, tocan esos bordes que son la tierra habitual de los místicos de todos los tiempos. Si Rodríguez Núñez, hasta donde sepamos, no está ligado a la práctica de una religión concreta, sus búsquedas lo llevan hacia esos extremos donde ya no pueden encontrarse poemas medidos y sopesados, sino el angustioso discurso de aquel que entrevé algo más allá de lo físico. En estas páginas hay mucho del Juan Ramón Jiménez tardío, del Eugenio Florit de Asonante final y hasta del Lezama Lima de los Fragmentos a su imán: Puerta que cierra y abre para que tu sombra no pueda | entrar Y así seguir sumidos en la luz

L a O tra | e ne ro - ma rzo 2012


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