—No. —¿Uno de tus hermanos? —No. —¿Así que caminarás a casa? —pregunté, tirando del llavero con abridor de botellas de color rojo brillante que colgaba del bolsillo de sus vaqueros. Sus llaves llegaron junto con él. —No —dijo, sonriendo. —No te voy a llevar a casa. —No. No dejo que las chicas me lleven, nunca más. Abrí la puerta del automóvil y suspiré, sacando mi teléfono celular. —Te llamaré un taxi. —Kody me llevará. —Si sigue llevándote a casa, vas a tener que hacerlo oficial en Facebook. Trenton se echó a reír, pero luego la sonrisa se desvaneció. —No sé por qué lo hice. Con ella. Hábito, supongo. —¿No eras tú el que hablaba de hábitos desagradables antes? —Soy un pedazo de mierda. Lo siento. Me encogí de hombros. —Haz lo que quieras. Parecía herido. —No te importa. Tras una breve pausa, sacudí la cabeza. No me atrevía a mentir en voz alta. —¿Estás enamorada de él? ¿De ese tipo? —Vamos, Trent. ¿Qué es esto? El rostro de Trenton se contrajo. —Tú y yo… Sólo somos amigos, ¿no es cierto? —A veces no estoy segura de sí somos eso. Trenton asintió, y luego bajó la mirada. —Bien. Sólo lo comprobaba. —Se alejó, y resoplé con frustración. —Sí —dije en voz alta para él. Se giró, mirándome con expectación. —Somos amigos.
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