El Mensajero - abril 2017

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ser posible no supiera más que el profesor”, así que me había decidido a estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones. Con mi brillante expediente me presenté en la secretaría de la Universidad Politécnica de Madrid para matricularme por Distrito Compartido, ya que de otra manera me habría correspondido Santander, que me atraía menos. Sin embargo, la secretaria me explico compungida que entendía mi posición pero que los plazos para el distrito compartido se habían cerrado hacía un mes y que viniendo de Oviedo solo podía matricularme en las escuelas de distrito único (de las que había sólo una o dos en España) como Navales, Aeronáuticos o Agrónomos. También me dijo que en cualquier caso, el primer año era esencialmente común entre la mayoría de las escuelas de ingeniería, así que una vez que hubiera aprobado primero (aquí hizo una sonrisilla resignada) podría cambiar de Escuela sin demasiados problemas, con lo que me decidí por Aeronáuticos, pensando que si finalmente había dificultades siempre podía quedarme allí porque la aviación

siempre me discretamente.

había

atraído

A final de curso resultó que había aprobado todo en junio y que probablemente habría podido cambiarme, pero para entonces ya me había hecho un grupete de amigos en Aeronáuticos y decidí que aquello no estaba mal y que me quedaba. ¿Y cómo es que acabaste en Alemania? Yo entré en contacto con el instituto Max Planck en 1997 gracias a la colaboración que mantenían con la Cátedra de Aerodinámica. En esa Cátedra pasé incontables horas con algunos de mis compañeros trabajando en el diseño de un minisatélite que nunca llegó a volar, el UPMSat-2, pero que nos enseñó un montón sobre las complejidades de los vehículos espaciales. Como llevaba un par de años estudiando alemán (masoquista que es uno), le pregunté a D. Ángel Sanz si por casualidad conocería a alguien en Alemania que me pudiera ofrecer un trabajillo de verano que me permitiera simultáneamente

mejorar mi manejo del idioma y aumentar mi experiencia laboral, con tan buena fortuna que me enviaron al Max Planck para resolver un problema térmico similar a los que había estado analizando para el UPM-Sat-2. El resto es historia: a lo largo del verano hice unos cuantos modelos cada vez más detallados y al final les propuse una modificación del diseño de OSIRIS que podría resolver sus problemas de fugas térmicas.

En mi experiencia la formación científica universitaria no es mala...los científicos españoles son muy apreciados en Europa. EL MENSAJERO 27


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