Caza Mayor No.2 Benito Albarrán

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MONGOLIA - 1966 la mayor parte del pueblo] donde protegerse del frío; alguien que les cocine, caballos y otros servicios. —Señor Cónsul —argumenté—, contesté la carta del señor Tscdendorj anunciando que para el 2 de noviembre llegaríamos a Ulan Bator, enviamos también un cable, y es de suponerse que ya tienen listo todo. —Imposible, lo siento mucho, no tienen respuesta de ese cable; comprenda que, aunque contamos con un Departamento de Turismo, no estamos preparados para recibir cazadores; por lo tanto, no puedo expedir las visas sin antes estar seguro de que no tendrán problemas. Las palabras del Cónsul nos cayeron como una ducha de granizo, pero tenía razón, no quería exponernos, “Maldita sean el lobo gris, la corza rojiza y la abuela de este tipo”, gruñí entre dientes, “y lo peor es que aquí no existe la bendita mordida que todo lo arregla en un momento, la cual, en mi concepto, debía establecerse por decreto en todo el mundo civilizado”. Tampoco había comunicación telefónica entre Moscú y Mongolia, así que salimos del consulado como perros, con la cola entre las patas. El lobo gris y la corza rojiza que arriba menciono son —según reza la fabulosa leyenda— los ancestros, el origen de la familia gengiskánica; algo semejante a la leyenda de la loba que alimentó a los hermanos Rómulo y Remo, el primero, después de asesinar a su hermano, se coronó primer rey de Roma. Afortunadamente Alkana, nuestra intérprete-guía, fue muy lista; no sé cómo se informó que el señor Damdinsurengyn Togootch —vaya nombrecito—, director general del Departamento de Turismo de Mongolia se encontraba en el Hotel Metropol, de paso para Berlín Oriental . . . y ahí lo encontramos. Este bendito señor, quien con anterioridad había visitado México, nos recibió muy amable, No hablaba inglés ni francés, pero no hizo falta; ordenó una botella de vodka hecho en Mongolia y después de los primeros tres tragos gordos se levantó usó el teléfono instruyendo al Consul, quien, desde luego, dio trámite a las visas, quedando en un santiamén todo arreglado, Tipo simpático este Togootch; alto, delgado, activo, rápido, culto, inteligente y tan campechano que al terminar nuestro asunto acabamos también con la botella de vodka que, siguiendo la costumbre rusa, de un trago vaciábamos cada copa. No cabe duda que en el amor, la amistad y los negocios, el embajador más eficaz es el vino. Noviembre 19, A las 8 p.m, abordamos un avión de la línea Aeroflot que nos llevaría a Ulan Bator, haciendo

Mientras resolvemos las imprevistas dificultades, conozco la ciudad de Moscú y me retrato frente a la iglesia de San Basilio. finas pieles, la imprescindible visita al Kremlin, la tumba de Lenin, el gran teatro Bolshoi con su hermosísimo ballet de impresionante perfección, gracia y belleza, su biblioteca con 20 millones de libros y ... a tomar vodka a botella por cabeza, que para eso tiene uno el pretexto del frío. Pero lo primero, lo más importante, era conseguir las visas para Mongolia; contratamos una guía intérprete y nos fuimos al consulado mongol, donde presenté mi pasaporte y la carta antes citada. —Señor Albarrán —me dijo el Cónsul—, para ir de caza a mi país se requiere algo más que esta simple carta del Departamento de Turismo; ustedes necesitan un contrato, intérprete, guía, medios de transporte, yurtas [las típicas tiendas transportables tan prácticas que usaban las huestes de Gengis Kan y todavía usan

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