El Origen de las Especies

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A menos que admitamos transformaciones tan prodigiosas como las que defiende Mr. Mivart, tales como el repentino desarrollo de las alas de pájaros o murciélagos, o la súbita conversión del hiparión en caballo, la creencia en las modificaciones bruscas apenas da alguna luz a la falta de eslabones de enlace en nuestras formaciones geológicas; pero la embriología presenta una fuerte protesta contra las creencias en cambios bruscos. Es notorio que las alas de las aves y murciélagos, como las piernas de los caballos y otros cuadrúpedos, sean indistinguibles en un período embrionario temprano, y que se diferencien sólo par pasos insensiblemente delicados. Los parecidos embriológicos de todas las clases pueden explicarse por las variaciones verificadas después de la primera juventud en las progenituras de nuestras especies existentes, que transmiten los caracteres nuevamente adquiridos a su descendencia en la edad correspondiente. El embrión no queda afectado, y sirve como indicio de la pasada condición de las especies. Por eso sucede que las especies existentes, durante los primeros períodos de su desarrollo, se parecen a menudo a formas antiguas y extinguidas, pertenecientes a la misma clase. Con esta opinión sobre el significado de los parecidos embriológicos, y sea cual fuere la opinión, es increíble que un animal haya sufrido transformaciones tan instantáneas y bruscas como las indicadas arriba, y que no tenga, sin embargo, en su condición embriónica, ninguna huella de modificación repentina. Por lo tanto, todos los detalles de su estructura son debidos a los pasos insensiblemente delicados. Todo el que crea que por medio de fuerzas o tendencias internas se transforma repentinamente una forma antigua en otra alada, por ejemplo, se verá casi obligado a suponer, en contra de todas las analogías observadas, que muchos individuos varían simultáneamente. No puede negarse que esos cambios tan bruscos y grandes de estructuras sean totalmente diferentes de aquellos que la mayor parte de las especies, al parecer, han atravesado. Se verá obligado también a creer que muchas estructuras notablemente adaptadas a todas las demás partes del mismo ser y a las condiciones que las rodean han sido repentinamente producidas, sin que sea posible que encuentre ni sombra siquiera de explicación para tan complejas y maravillosas coadaptaciones. Se verá forzado a admitir que cuando estas sean grandes y repentinas no dejarán ningún rasgo de su acción en el embrión; lo cual, a nuestro modo de ver, es lo mismo que dejar los reinos de la ciencia para entrar en los del milagro.

Capítulo VIII Instinto LOS INSTINTOS SON COMPARABLES CON LOS HÁBITOS, PERO SE DIFERENCIAN DE ESTOS POR EL ORIGEN. No intentaremos dar aquí la definición del instinto, pues es fácil demostrar que se comprenden comúnmente en este término varias acciones mentales distintas, y todo el mundo sabe qué significa decir que el instinto induce, por ejemplo, al cuco a emigrar y poner sus huevos en los nidos de otras aves. Una acción para cuya realización nosotros mismos necesitaríamos experiencia, cuando es realizada por algún animal, especialmente si este es muy joven, sin experiencia, y cuando es llevada a cabo de la misma manera, por muchos individuos, sin que sepan para qué la hacen, se apellida comúnmente instintiva. Pero podríamos demostrar que ninguno de estos caracteres puede tomarse por universal, pues siempre entra en juego una pequeña dosis de juicio o de razón, como la llama Pierre Huber, aun en los animales situados muy bajos en la escala de la naturaleza.


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