UN Periódico No. 168

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Especial Pacífico

América Latina,

punto estratégico para las hegemonías Benjamin Creutzfeldt,

Perú y Chile demuestran que un intercambio bien diseñado con China puede llevar a una balanza comercial positiva y a un desarrollo económico de largo plazo. Pero en Colombia, la nación asiática solo ha sido un conveniente chivo expiatorio.

Sinólogo y profesor del Colegio de Estudios Superiores de Administración

Desde el 2001, cuando China empezó a pisar fuerte en América Latina, las prioridades del tradicional hegemón, Estados Unidos, se han enfocado en otras regiones del mundo. Además de sostener guerras en Oriente Medio, Washington renovó sus compromisos con sus aliados en Asia oriental. Sin embargo, con la elevada cantidad de visitas chinas de alto nivel, la creciente presencia de empresas de ese país en las naciones de la región y las consiguientes inversiones e intereses económicos, el gobierno de Barack Obama mira nuevamente a sus vecinos sureños y a sus relaciones con el gran poder del siglo XXI: la República Popular China. ¿Está surgiendo una rivalidad entre los dos grandes poderes por la atención y el futuro de América Latina? ¿Qué implica esta dinámica para Colombia y sus vecinos?

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julio de 2013

Es evidente que el ascenso de China ha significado para América Latina un incremento del valor y volumen de venta de sus materias primas, pero al mismo tiempo una competencia fuerte para sus sectores manufactureros. La fuerte demanda del país asiático de recursos naturales domina la agenda del comercio bilateral, y se observa una reducción de la diversidad de las canastas de exportación de muchos países de la región. Están en evidencia elementos de una relación de dependencia. Países con un sector manufacturero poco desarrollado –como es el caso de Colombia– se están quedando atrás, mientras que, por ejemplo, Perú y Chile –ambos armados con un TLC con China– incrementaron sus exportaciones industriales y de materias primas. El 79% de las ventas colombianas a Europa, Asia y los países del Nafta se vienen concentrando en hidrocarburos, mientras que otras regiones de Suramérica están desarrollando productos no relacionados con el sector mineroenergético. Más aún, el aumento de exportaciones colombianas entre 2008 y 2012 se explica más por el incremento de precios de las materias primas que por un incremento de su volumen. Esta limitación se explica por las severas restricciones que presentan los puertos y la red vial y ferroviaria del país. Empresas e inversionistas de China no son los únicos pero sí los más recientes y más pudientes jugadores en la explotación minera y petrolera. Para Colombia y sus vecinos, este interés constituye una amenaza para el desarrollo sostenible a largo plazo. En esto coinciden tanto los principales modelos económicos como las organizaciones internacionales.

Foto tomada de http://telegrafist.org

Oportunidades y riesgos

Bien manejado, el actual auge de las materias primas puede reportarle ingresos considerables al Estado, impulsar la construcción de infraestructura y facilitar una mayor integración social, los fundamentos para crear sociedades más estables. Sin tal dirección, el país corre el riesgo de sufrir daños ambientales irreparables y de consolidar la desigualdad social y el deterioro de la economía. El camino no depende ni de China ni de los demás países que participan en la apuesta por los recursos naturales, sino de la estrategia nacional o de las políticas de Estado.

EE. UU. y China: intereses comunes Como recientemente reafirmaron analistas y funcionarios durante un simposio cerrado en Washington, EE. UU. tiene un interés estratégico en la estabilidad social y el desarrollo sostenible de los países de la región. Pekín, consciente de tener mucho menos experiencia en su trato con América Latina, tiene los mismos intereses, como sus representantes lo han declarado en múltiples ocasiones: el “Documento sobre la política de China hacia América Latina y el Caribe”, del año 2008, hace hincapié en la relevancia de la cooperación internacional y la coordinación bilateral.

Por lo tanto, los intereses geopolíticos de China no están en competencia con los de EE. UU., para el cual el nuevo dinamismo en la región presenta una oportunidad para retomar el protagonismo y definir puntos de convergencia para unas políticas bien diseñadas. Los ejemplos de Perú y Chile demuestran que un intercambio bien diseñado con el país asiático puede llevar a una colaboración provechosa que redunde en una balanza comercial positiva y en un desarrollo económico de largo plazo que no exponga a los sectores más sensibles a la competencia directa de la llamada fábrica del mundo. Cierto, existen brechas culturales y retos de gobernanza local que resultan desafíos para comunidades locales y empresas foráneas. Pero los casos examinados muestran que se puede lograr el consenso.

Retos para Colombia Un fundamento de la política exterior china desde los años cincuenta es la no injerencia en asuntos internos de otros países y la no imposición de sus modelos –en contraste con la propuesta misionera estadounidense–. Esto implica que el Gobierno chino y, en gran medida, sus empresas estatales responden y se ajustan a lineamientos claros y prioridades

nacionales, en la medida en que estén bien diseñadas y conduzcan a un intercambio provechoso. Pero, si no existen tales prioridades y lineamientos, faltan los incentivos para mejorar la situación desde afuera por iniciativa propia. Los chinos, desde Deng Xiaoping, se han mostrado pragmáticos. Y es dentro de esta lógica como interactúan con sus socios locales. Desafortunadamente, en Colombia, en varios casos, como el fallo de La Haya o las marchas contra productos asiáticos, China ha resultado ser un conveniente chivo expiatorio para las fallas sistémicas y de individuos en cargos de responsabilidad. Pero, más bien, el enemigo es interno y reside en la falta de una planificación coherente y en la reducida presencia institucional en extensas partes del país, en concierto con intereses privados y cortoplacistas que caracterizan la sociedad. Colombia, en vez de desperdiciar el momento que vive la región, puede apoyarse en las experiencias de los nuevos aliados en la Alianza del Pacífico para aumentar sus exportaciones a corto plazo, integrar el territorio nacional y crear los fundamentos para un país más próspero en el futuro. China puede, entonces, ofrecer su experiencia y capacidad de inversión en infraestructura para la unión del país.


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