Entrevista
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mayo de 2013
“Me gustaría una democracia más viva, en el sentido de que haya, obviamente, las instituciones representativas, pero en la cual los representados sean más activos y se hagan escuchar más continuamente”.
UNP: En el libro, usted afirma que las democracias occidentales son regímenes blindados que están interesados en hacer y conservar imposiciones liberales y neoliberales. ¿Cuáles son las imposiciones liberales y cuáles las neoliberales? G. V.: Las neoliberales son la transmisión del poder político a la economía. Es decir, ¿quién decide sobre lo que se hace hoy en Italia, por ejemplo? Los Estados Unidos, que tienen bases militares allí, y los bancos, que prestan dinero para financiar las industrias. El poder político en el neoliberalismo casi desapareció y ha devenido una función de la economía. Las liberales son las fórmulas clásicas de la democracia representativa cuando se imponen a otros pueblos. Un país en donde no hay elecciones como en los EE. UU. no es un país democrático, por ejemplo. Bush bombardeó a Iraq en nombre del derecho de los iraquíes a tener una sociedad democrática. Pero, en realidad, es una forma de imperialismo que se disfraza de humanitarismo. Los poderosos se inventan o señalan que efectivamente los derechos humanos no son respetados en un lugar y llegan y bombardean. Es la idea de que el Estado liberal, como nosotros lo hemos conocido y construido, es la única posibilidad positiva de la humanidad. Yo prefiero vivir en una sociedad liberal, pero no quiero
imponerles una democracia liberal a otros países. UNP: Pero entonces dentro las mismas sociedades occidentales no cabría hablar de imposiciones liberales... G. V.: No, pero justamente el neoliberalismo transforma a los Estados liberales en Estados autoritarios porque, en la medida en que el poder político es transferido a la economía, esta deviene un principio de opresión de, por ejemplo, los derechos sindicales incluso en el interior. Es que en un Estado liberal la libertad formal democrática se pierde hasta un cierto punto porque la economía se vuelve dominante y se transforma en neoliberalismo, que se come al liberalismo y lo destruye. UNP: Entonces, ¿qué es el comunismo hermenéutico o débil? G. V.: Es comunismo porque es el ideal de una sociedad liberal y democrática en la que no exista la dominación del hombre por el hombre. Es el ideal de una sociedad sin clases, anárquica. Es hermenéutico porque renuncia a la verdad absoluta y asume la multiplicidad de interpretaciones. UNP: Usted afirma que el comunismo débil ha empezado a surgir a través de los proyectos políticos de izquierda de Lula y Rousseff, en Brasil; de Morales, en Bolivia; de Kirchner, en Argentina; de Correa, en Ecuador; y especialmente de Chávez, en Venezuela. ¿Qué lugar
tienen las instituciones y garantías liberales (tribunales supremos, separación de poderes, alternación del poder, Estado de derecho, etc.) en el comunismo hermenéutico? G. V.: Un comunismo débil respeta las reglas del liberalismo tradicional hasta donde puede: hasta donde este respeta los resultados de las elecciones. En Venezuela, por ejemplo, yo no he constatado una falta de garantías liberales formales para la democracia (derecho al voto, de no manipulación de los resultados), como quizás sí en Cuba. Y para mí lo importante del chavismo ha sido la activación política de las masas. Hoy hay más actividad política de calle y de base en Venezuela que en Italia.
Democracia y sociedad liberal UNP: ¿Qué diferencia al comunismo hermenéutico del liberalismo igualitarista contemporáneo? G. V.: A mí me va bien un liberalismo igualitarista. Pero para realizar una sociedad liberal se necesita una revolución comunista, porque el liberalismo tradicional sin esta deviene neoliberalismo. UNP: Y ¿qué es una revolución comunista? ¿Es una revolución violenta? G. V.: Es la actividad política de los ciudadanos, los movimientos de calle, la acción de base, anárquica, los conflictos, la protesta. Es una revolución anarquista que multi-
plica el desorden social para limitar a los poderosos, pero sin recurrir a la violencia para limitar el daño. Yo no soy antiviolento por principio. Pero soy un no violento pragmático. En el mundo actual, una revolución izquierdista violenta no puede triunfar porque la fuerza de los Gobiernos es tal que van a vencerla completamente. UNP: Pero se trata de un desorden canalizado por las instituciones... G. V.: Sí, canalizado por instituciones en el Parlamento, cuando se puede. Pero activadas sobre todo por movimientos de calle que las estimulan a hacer lo que tienen que hacer. UNP: ¿Por qué el pensamiento débil y posmoderno puede disminuir la violencia? G. V.: Porque el pensamiento débil es una teoría fuerte de la emancipación humana a través de la debilitación de los absolutos. Tal debilitación es el principio fundamental para emanciparnos, para liberarnos, para ser mejores, y no el hecho de corresponder a un modelo absoluto. Entonces, no propone un ideal único del hombre. Rechaza la afirmación según la cual hay una verdad absoluta y única de lo humano. Así, ¿qué puede imaginar como principio ético-político? La reducción de la violencia, porque esta siempre es contra la libertad.