U.N. Periódico No. 79

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Música

A propósito de Un viaje musical por Colombia, CD que acaba de publicar la Orquesta Sinfónica de Colombia, el musicólogo Egberto Bermúdez reflexiona sobre la receta que combina los sonidos populares con los clásicos.

Clásico vs popular:

Egberto Bermúdez

Profesor Titular del Instituto de Investigaciones Estéticas, Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia.

La idea de contar con un público amplio para la música sinfónica está cumpliendo 120 años. Para esto, en Estados Unidos e Inglaterra se pensó en cobrar precios bajos y flexibilizar el formato de los conciertos permitiendo que los asistentes bebieran, fumaran, comieran y se pasearan mientras oían, de ahí su nombre tradicional de promenade concert. Así, en 1885 se creó la Boston Pops, orquesta sinfónica con un repertorio de arreglos

por Colombia, de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Con sus discos Dinner in Caracas (1955) y Dinner in Colombia, Romero lanza a la popularidad arreglos de música venezolana y colombiana que combinaba efectivamente con los estándares de la easy-listening y con hits de música internacional. Su receta era impecable: una orquesta profesional y de gran sonido, excelente grabación y orquestaciones y arreglos de alta calidad. En este repertorio resurge también el antiguo interés por lo exótico destacando la vitalidad y especificidad sonora de los géneros latinoamericanos y españoles.

un falso dilema

músicos profesionales tocaban en la opera o zarzuela, la sala de conciertos y la sesión de grabación a destajo; enseñaban en el conservatorio y experimentaban en un conjunto de jazz, rock o una bigband. Para ellos nunca ha habido una real oposición entre música clásica y popular. Solo dos del CD que comentamos son originales para orquesta: la Serenata en Chocontá de Alex Tobar, para orquesta de cuerdas, y Acuarela, pasillo de Adolfo Mejia. La Serenata y gran parte de

■ Domingo 14 de agosto de 2005

Los únicos arreglos grabados por primera vez son los de Pamplona y Beautiful San Andrés, mejor logrado el primero, al ser originalmente un pasillo instrumental con tres partes melódicas que le dan variedad frente a la monotonía de la canción de San Andrés. orquestales de los éxitos del teatro musical y de canciones de moda. En Londres y Manchester, desde 1895 Sir Henry Wood y George Halle incluyeron este repertorio pero buscaron concentrarse en la música sinfónica. Distanciándose de la demagogia y el populismo de la propuesta, pensaban que si había que educar las masas por etapas, el ideal era que apreciaran the real thing. En 1930, Arthur Fiedler, director de la Boston Pops, estableció los conciertos al aire libre, directos antecedentes de la “música al parque” del mundo de hoy. Con el crecimiento de la radio y la industria fonográfica apareció el concepto de easy-listening o música “de fondo” o “ambiental”. Esta música se comenzó a distribuir en fábricas y oficinas y terminó siendo aquella que “no oímos” en aeropuertos, ascensores, centros comerciales y llamadas en espera. Su repertorio preferido era orquestal, como el de las de Mantovani en Londres y André Kostelanetz en los Estados Unidos, el primero hijo de un músico que trabajó con Arturo Toscanini y el segundo educado en Rusia en la tradición de Tchaikovsky y Rubinstein. Después vendrían Frank Pourcel, Percy Faith, James Last, Paul Mauriat, Ray Conniff, todos músicos de tradición académica. En Venezuela, surgiría la del compositor, director y arreglista Aldemaro Romero, lo que nos lleva al tema de esta reseña, el CD Un viaje musical

Moderno y universal Sin embargo, la Marisela o el Barlovento orquestados por Romero no venían directamente de sus entornos campesinos sino que ya habían sido mediados por adaptaciones para radio y orquestas de baile. Así, la lejanía entre el original y el formato orquestal no era muy grande. Además, el trabajo musical de Romero acentuó esa cercanía, pues en 1978 fundó la Orquesta Filarmónica de Caracas. Continuaba así una larga tradición, donde los

Cerca de 63 músicos, bajo

los arreglos incluidos en él aparecieron anteriormente en los siete CD de Memorias Musicales Colombianas (MMC) de la Orquesta Filarmónica de Bogotá (19982004). Sólo uno de los arreglos es el mismo, el Bunde Tolimense (MMC, I, 3), de Eduardo Carrizosa, director musical del trabajo. Este es tal vez uno de sus arreglos más convencionales y es notoria la diferencia de sonoridad y de técnica de grabación entre ambas versiones: gran sonoridad orquestal en la de la Filarmónica (una orquesta de casi el doble de integran-

tes) y más trabajo de estudio para destacar la percusión y los elementos nacionales en el de la Sinfónica actual. Los únicos arreglos grabados por primera vez son Pamplona y Beautiful San Andrés, mejor logrado el primero, al ser originalmente un pasillo con tres partes melódicas que le dan variedad frente a la monotonía de la canción de San Andrés (conocida en Providencia como Old Providence de autoría de Rodolfo Robinson), que al ser estrófica y no tener su texto suena siempre igual hasta cuando se transforma en un estándar bailable caribeño. Comparados con los arreglos de la Filarmónica (MMC), los de este CD no resultan especialmente favorecidos. Por ejemplo, el de Colombia tierra querida es muy sencillo frente al de Isauro Pinzón (MMC, VII, 13), que al incluir melodías de boleros, tangos y rancheras hace un guiño realista a la música que verdaderamente oyen los sectores populares urbanos del país. El oficio y la imaginación de Blas E. Atehortúa, Francisco Zumaqué y Jesús Pinzón Urrea resultan más que evidentes en sus trabajos para la Filarmónica. Frente a los de este CD, sus arreglos de Mi Buenaventura, La casa en el aire, El Sotareño, Brisas del Pamplonita, Pueblito viejo y Ay mi llanura exhiben riqueza contrapuntística, frecuentes modulaciones y variacio-

nes rítmicas y tímbricas, así como un mejor aprovechamiento del medio orquestal. Pero volviendo a the real thing, recordemos que la Orquesta Sinfónica de Colombia ha hecho importantes contribuciones a la difusión del repertorio de música sinfónica nacional, como los cinco volúmenes de la colección Clásicos Colombianos Siglo XX, preparados y grabados entre junio de 1992 y febrero de 1993, con la dirección del uruguayo Federico García Vigil. Además de ser bastante completa e incluir la vertiente nacionalista, esta muestra da a conocer las inquietudes modernas y universalistas de nuestros compositores. Los textos y la portada del Viaje musical por Colombia requieren un breve comentario. Parece que el diablillo del corrector automático de Word les jugó una mala pasada con la traducción de gaita por bagpipe o spanischer Tanz ignorando el uso local de esta palabra como género musical. Lo mismo sucede con capachos, las maracas llaneras, llamados wicker baskets (canastas de mimbre) en la versión en inglés. Y en cuanto a las fotografías de la portada, aunque los haya, no son frecuentes los arpistas zurdos, ni las maracas indígenas tocadas en parejas. Y finalmente sería bueno saber la razón de la foto de un djembé de la música de Guinea y Senegal. ¿Lo habrán usado en la grabación?

la batuta de tres directores artísticos, son los encargados de transportarlo en este recorrido por las regiones más emblemáticas de Colombia.


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