U.N. Periódico No. 66

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Cuatro años más de Al Qaeda

Tras el triunfo de George W. Bush, los expertos se preguntan ¿seguira otro cuatrienio de guerras preventivas y de causa islámica global?

La hábil retórica y el contenido político de alto voltaje del último mensaje en video de Osama ben Laden representa una potente amenaza para el recién reelegido presidente Bush. Paul Rogers*

Al acercarse el gobierno de Bush a su segundo mandato tras las elecciones del 2 de noviembre, el periodo entre este momento y la posesión presidencial va a ser importante por dos razones bastante diferentes: políticas y militares. La primera es la composición del nuevo gabinete, y especialmente el hecho de que Colin Powell y Donald Rumsfeld retengan o no sus cargos. Los nuevos nombramientos indicarían claramente el poder real de los neoconservadores; lo más posible es que el vicepresidente Dick Cheney conserve suficiente poder para asegurar un gabinete al gusto de la comunidad neoconservadora de Washington. La segunda es el decidido esfuerzo que las fuerzas estadounidenses harán para contener a la insurgencia iraquí en el poco tiempo previo a las elecciones de finales de enero de 2005. Solo durante los últimos días ha habido una serie de graves incidentes: el asesinato del vicealcalde de Bagdad y de un alto empleado del ministerio del petróleo; sabotajes importantes

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a las instalaciones petroleras; una bomba cerca del ministerio de educación que mató a ocho personas; y numerosos secuestros. Todo esto fuera de los frecuentes ataques sangrientos contra las fuerzas de Estados Unidos, de la policía y las fuerzas de seguridad iraquí. En respuesta habrá una intensa acción contra las ciudades de Fallujah, Ramadi y Samarra, que ya empezó en la primera, ocasionando los mayores bombardeos, en preparación del terreno para la ofensiva final, al día siguiente de las elecciones. Fuera de Irak, se presentaron tres manifestaciones de los grupos insurgentes claramente vinculados a Al Qaeda. En el sur de Tailandia, un líder de una aldea fue asesinado en venganza por la muerte por asfixia de 78 detenidos musulmanes (y la muerte violenta de otros siete). Al día siguiente, en cuatro ataques separados, fueron asesinados dos policías, un empleado del gobierno y cuatro civiles. En Filipinas hubo enfrentamientos entre las tropas del gobierno y las milicias del Frente Moro de Liberación Islámica (Fmli), justo antes de las proyectadas conversaciones de paz pensadas para consolidar una tregua de dos años. Pero quizás el desarrollo más importante fue la difusión de la transcripción completa del mensaje televisivo de Ben Laden.

La versión recortada que mostró Al Jazeera en el fin de semana anterior a las elecciones en Estados Unidos tuvo mucha publicidad y puede haber ayudado a George W. Bush. Sin tener en cuenta los titulares, la versión completa es notable por varios sutiles elementos. Un sermón político En el mensaje, Osama ben Laden ostentó un aspecto casi de autoridad, al usar un atril y desechar el uniforme de camuflaje y cualquier clase de arma. Junto con la condena directa al presidente Bush y las acerbas críticas a las élites árabes, se refirió en forma mordaz a la invasión israelí del Líbano y a Beirut occidental en 1982. Esta última referencia en particular encuentra eco en el público árabe al vincular la destrucción de los edificios altos de Beirut, como parte de una larga acción militar durante julio y agosto de 1982 en la que murieron 10.000 personas, con la destrucción de las torres del World Trade Center en 2001. Se trata de una vinculación retórica doblemente hábil. En primer lugar, la conexión retrospectiva de los Estados Unidos con la operación israelí en el Líbano en 1982, que aquel había apoyado tácitamente; así trata Ben Laden de establecer que el tan cacareado eje estadounidense-

sionista lleva décadas de existencia, y que por tanto los ataques del 11/9 fueron una respuesta más que razonable frente a una alianza que ya era evidente hace más de veinte años. El segundo elemento es que tanto los Estados Unidos como Israel fueron “derrotados” en los meses y años que siguieron a la campaña de 1982. En 1983, murieron 241 marines en un ataque suicida a sus barracas en el aeropuerto de Beirut; y para 1985, las fuerzas armadas israelíes tuvieron tantas dificultades para controlar el sur del Líbano, frente a las acciones de la guerrilla Hezbollah, que se retiraron de la mayor parte del territorio que habían ocupado. Más allá del vínculo entre los Estados Unidos e Israel, la transcripción completa de la intervención de Ben Laden contiene una amplia presentación del pensamiento y las políticas de Al Qaeda. El gran esfuerzo de su líder por parecer casi razonable, si no un verdadero estadista, se refleja en sus referencias a las entrevistas que concedió a la CNN y a la revista Time a mediados de la década del 90. De más peso es la relación que establece entre las guerras de Irak de 1991 y la de 2003, al poner en un mismo saco las acciones del presidente Bush y las de su padre, y describir el fin del régimen de Saddam Hussein como la instalación de “un nuevo títere para que ayude en el robo del petróleo iraquí”. Aquí como en otras partes, el texto se relaciona en forma estrecha con eventos

Desde la época de la guerra de Vietnam, George W. Bush ha utilizado el discurso bélico como estrategia de posicionamiento político.

Bogotá, D.C. • Noviembre 14 de 2004


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