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Cuidadores: un acto de amor

Cuidadores: más que un acto de amor

Tener bajo tu cuidado a personas dependientes no es únicamente uno de los actos más grandes de amor, significa también una forma de retribuir a esa persona algo de lo mucho que pudo habernos dado en sus años de plenitud.

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A pesar de que existen enfermedades incurables, ninguna persona es “incuidable” y por ello, tener bajo tu responsabilidad a alguien que depende de los demás para tener una calidad de vida lo más digna posible, representa un acto de humanidad de los más importantes de la sociedad, pero por otro lado, es una acción de las menos reconocidas socialmente.

Cada uno de nosotros hemos vivido o conocemos a alguien que participa en esa dinámica familiar donde la atención del enfermo o el anciano queda a cargo de un cuidador primario que asume la mayoría de responsabilidades. Al paso del tiempo, la existencia del cuidador queda superditada a ese contexto duro y sacrificado donde no tardan en aparecer las sobrecargas, el sentimiento de soledad y la desconexión con su entorno.

Ser cuidador implica ser capaz de ofrecer una adecuada calidad de vida al anciano o la persona enferma sin dejar de cuidarse a uno mismo; la dedicación y todo el amor invertido nunca debería llevarnos al propio desgaste emocional ni a la sensación de soledad.

Existen grandes carencias en materia de apoyo y reconocimiento social de los cuidadores de personas dependientes. Debemos estar conscientes de que esta necesidad de cuidados no solo la presentan los adultos mayores o con demencia; también se dan los casos de codependientes por lesionados medulares, enfermos mentales, parálisis cerebral y el gran pero invisible colectivo de las enfermedades raras.

Los cuidadores y el papel de la mujer El cuidado de una persona enferma, anciana o con un alto grado de invalidez ha estado de forma tradicional al cargo de una mujer. El cuidado ha sido casi siempre “cosa de mujeres” y lo más complicado de todo ello es que ellas mismas no reciben asistencia, instrumentos o asesoramiento sobre cómo cuidar y cómo cuidarse. Socialmente se le asigna a las hijas el cuidado de los padres, solo por el hecho de ser mujeres y suponiendo que el tan sobrevalorado “sentido común” debería indicarles qué hacer en cada caso; también se acude a las hermanas mayores para atender a los más pequeños y la manera de hacerlo se le deja al “instinto”, el que no siempre “ofrece” las instrucciones correctas.

El rol se ha asignado socialmente aunque genéticamente no existe nada que haga pensar que la mujer es mejor o el hombre es menos apto para cuidar de una persona dependiente. No se trata de si le toca a los unos o a las otras. La lucha es porque quien decida asumir el rol, debe recibir capacitación adecuada, instrucciones precisas sobre el manejo de los pacientes y atención psicológica para no dejar de lado sus propias necesidades por las de los demás. No debemos olvidar que, tarde que temprano, todos pasaremos por esa etapa de la vida y sin duda recogeremos los frutos que ahora estamos sembrando así es que a cuidar amorosamente a nuestros mayores y personas dependientes pero, sobre todo, a capacitarnos para hacerlo de la mejor manera posible.

Lic. Maribel Llamas Andrade

SALUD Y FELICIDAD

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psicologiaestrategica.com

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Es más apropiado hacer una petición o una sugerencia, que una crítica o una orden. Los imperativos y las críticas directas resultan agresivas y generan una postura a la defensiva o de ataque. No es lo mismo “¡Pásame la sal!” que “¿me podrías pasar la sal?” .. ni “¡Déjame hablar!” que “Me gustaría terminar de explicarte esto sin interrupciones”. El tono por supuesto también es importante. 5 Es conveniente discutir los temas de uno en uno, no “aprovechar” que se está discutiendo sobre una cosa para sacar otros temas. El ir saltando de un tema a otro impide que podamos resolver los temas y llegar a conclusiones, aprovechar que estamos hablando de una cosa para reprochar otras no ayuda.

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Es preferible hacer preguntas en lugar de acusaciones. Los reproches o acusaciones son ataques directos que solo desencadenan defensa, y no llevarán a ningún lado. Es diferente, aunque signifique lo mismo, decir “¿me estás escuchando?” que “¡otra vez no me estás escuchando!”

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Es preferible evitar las generalizaciones. Los términos “siempre y “nunca” raras veces son ciertos y tienden a formar etiquetas. Es diferente decir : “últimamente te veo algo ausente” que “siempre estás en las nubes”.

Es preferible hablar de hechos concretos, de

3lo que la persona “hace”, evitando poner etiquetas de lo que “es”. Las etiquetas no ayudan a que la persona cambie, más bien lo contrario, dificultan la postura de entendimiento, la flexibilidad y la predisposición al cambio. Además la otra persona puede sentirse juzgada y herida. No es lo mismo: “te has vuelto a olvidar de sacar la basura. Eres un desastre ; que: “te has vuelto a olvidar de sacar la basura. Últimamente te olvidas mucho de las cosas”.

Es preferible comunicar

4las quejas de manera asertiva, y no acumularlas. ya que producirían un estallido que conduciría a una hostilidad destructiva. Se trata de plantear las quejas o el malestar al momento y de manera asertiva, procurando no herir los sentimientos del otro y buscando soluciones, opciones de mejora. Pensar antes de hablar. A veces la impulsividad puede

7jugar en contra. Algunas cosas deben pensarse antes de decirse, sobre todo si las consecuencias no van a ser positivas. ” Últimamente me noto más frío respecto a ti. No sé si todavía me gustas” puede ser muy sincero, pero habría que esperar antes de echarle a la pareja ese jarro de agua fría. Quizás solo es un sentimiento pasajero sin ninguna importancia. Si realmente no lo es, siempre se está a tiempo de plantearlo.

Claves para la comunicación afectiva efectiva

La comunicación es uno de los pilares básicos en los que se sostiene una buena relación de pareja, y por lo tanto, y uno de los primeros indicadores de malestar en la pareja suele tener que ver con la comunicación entre ambos.

La

8comunicación verbal debe ir acorde con la no verbal. Decir ” si ya sabes que te quiero” con cara de fastidio dejará a la otra persona peor que si no se hubiera dicho nada.