Panacea 125. Revista del Colegio de Médicos de Navarra. Abril, 2019

Page 85

biografías médicas

los desgraciados años de las guerras de religión. A Catalina se le atribuía, en particular, la responsabilidad de haber desencadenado los incidentes de la trágica Noche de San Bartolomé, en la que miles de hugonotes congregados en París habían perdido la vida a manos de una muchedumbre enfervorizada. Con semejantes antecedentes, resulta fácil de entender que la llegada de una segunda reina Médici no produjera un especial regocijo entre los franceses. No obstante, ni la manifiesta reticencia del pueblo, ni siquiera el escaso atractivo físico de María (una muchacha de aspecto más bien rústico, obesa, rubicunda y de facciones poco agraciadas) parecieron hacer mella en el ánimo de Enrique, quien solamente esperaba dos cosas de su esposa: hijos para asegurar el trono y dinero con el que paliar el asfixiante déficit de las arcas del Estado. Los Médici eran, en efecto, una de las familias más ricas de Europa, y entre sus numerosos e ilustres deudores se encontraba el mismísimo rey de Francia. La deuda del Estado galo para con el clan florentino –deuda procedente de préstamos efectuados durante las guerras religiosas– sobrepasaba el millón de escudos de oro, una suma fabulosa que ahogaba toda posibilidad de recuperación del erario francés. Enrique, a quien el dinero preocupaba tanto o más que la armonía religiosa entre sus súbditos, ansiaba saldar al menos una parte sustancial de aquella cantidad, y la espléndida dote que María aportó a su matrimonio (seiscientos mil escudos de oro) le permitió convertir su deseo en realidad. También en lo que a descendencia se refiere obtuvo Enrique lo que quería de su mujer. María le dio tres varones, el mayor de los cuales (el futuro Luis XIII) vino al mundo antes de cumplirse el primer aniversario de las bodas. Todo lo que Enrique emprendía parecía llegar a buen término. En apenas unos meses, todas sus aspiraciones inmediatas se habían visto colmadas, y pronto se plantearía otras más ambiciosas. Con el conflicto religioso interno momentáneamente apaciguado, neutralizado el agobiante déficit monetario y asegurada la sucesión al trono, era el momento de dar un impulso decisivo a su labor al frente del Estado. Enrique se aplicó arduamente a la tarea, y puso en marcha una serie de reformas económicas y administrativas con las que consiguió devolver a la nación un

Asesinato de Enrique IV de Francia y arresto de Ravaillac el 14 de mayo de 1610. Charles Gustave Housez (1822-1894). Grand Palais (Chateau de Pau) París.

cierto grado de estabilidad financiera. Esta recuperación material tuvo su traducción en el exterior, permitiendo a Francia llevar a cabo una importante labor colonizadora en los territorios orientales del Canadá y, sobre todo, reanudar su tradicional política encaminada a debilitar el poderío de los Habsburgo en el continente europeo. En lo que a este último extremo se refiere, Enrique era consciente de la necesidad de contar con el mayor apoyo internacional posible, para lo que trató de establecer una alianza general entre todas las potencias enemigas de la Casa de Austria. Sin embargo, este proyecto de hostigamiento dirigido contra la principal monarquía católica del mundo enfureció al sector más radical del catolicismo francés, y el 14 de Mayo de 1610 un extremista llamado François Ravaillac apuñaló al rey en su propia carroza y acabó con su vida. Cuando, inmediatamente tras el atentado, María inquirió a grandes voces si el rey había muerto, el canciller Sillery le respondió imperturbable: “Que Vuestra Majestad me perdone, pero en Francia los reyes no mueren: ahí está, y está vivo”. Y le señaló al delfín, que contemplaba la escena consternado sin alcanzar a comprender lo que ocurría. A la muerte de Enrique IV, su primogénito Luis no había cumplido aún la mayoría de edad, de modo que María pasó a convertirse en la regente de Francia. Esta era una responsabilidad para la que, evidentemente, no estaba preparada. Hasta entonces, ella había sido un simple instrumento en manos de su esposo; un instrumento destinado a producir hijos y a aportar recursos económicos a la Corona, pero jamás consultado a la hora de tomar decisiones políticas. La muerte de Enrique sacó, pues, a María de aquel estado de pasividad voluntariamente aceptada para, de la noche a la mañana, situarla al frente de una de las naciones más poderosas de Europa.

COLEGIO DE MÉDICOS DE NAVARRA

85


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.