EL GOLEM

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98 »Pedí al juez de instrucción que acelerara el proceso, pero siempre me contestaba que él no podía hacer nada, que era asunto de la fiscalía y no suyo. »¡Burros administrativos! »Pero ahora mismo acabo de conseguir algo, que espero tenga el mayor éxito: me he enterado de que Jaromir le vendió a Wassertrum un reloj de oro que encontró en la cama de su hermano Loisa después de que lo detuvieran. »En Loisitschek, adonde ahora van muchos detectives, como usted sabe, se dice que encontraron en su casa el reloj del, al parecer, asesinado Zottmann, cuyo cadáver todavía no ha sido encontrado. Como corpus delicti. El resto lo he recompuesto yo: ¡Wassertrum, etcétera! »He llamado inmediatamente a Jaromir y le he dado 1.000 florines ­dejé caer la carta porque lágrimas de alegría me cegaban los ojos: sólo Angelina pudo haber dado esa cantidad a Charousek, pues ni Zwakh, ni Prokop, ni Vrieslander tenían tanto dinero. ¡Así que ella no me había olvidado! Seguí leyendo: 1.000 florines y prometido otros 2.000 si venía conmigo inmediatamente a la Policía y confesaba haber quitado el reloj a su hermano, en su casa, y haberlo vendido después. »Pero todo esto sólo se puede hacer mientras esta carta esté ya en camino, por Wenzel, hacia usted. El tiempo no da para más. »Pero esté usted seguro: eso sucederá. Hoy. Se lo garantizo. »No tengo ninguna duda de que Loisa cometió el crimen y de que el reloj es el de Zottmann. »Pero si, contra lo que esperamos, no lo es, entonces Jaromir ya sabe lo que tiene que hacer, en cualquier caso él certificará que es el que encontraron en su casa. »Así que tenga confianza y no desespere. Quizás esté ya muy próximo el día de su liberación. »¿Llegará el día en que nos volvamos a ver? »No lo sé. »Casi prefiero decir que creo que no, pues mi fin se acerca a grandes pasos y debo estar preparado para que no me tome de sorpresa. »Pero de una cosa esté seguro: nosotros nos volveremos a ver. »Aunque no sea en esta vida y no sea como los muertos, en la otra, será en el final del tiempo: cuando el SEÑOR según está en la Biblia escupa de su boca a esos que fueron tibios, ni fríos ni cálidos. »No se asombre de que yo hable así. No he hablado nunca con usted sobre estas cosas y, cuando en cierta ocasión usted nombró la palabra «Cábala», yo lo evité. Pero... sé lo que sé. »Quizás entienda a lo que me refiero, pero si no es así, le ruego que borre de su memoria todo lo que le he dicho. Una vez en mis delirios creí ver un signo sobre su pecho. Puede ser que soñase despierto. »Si de verdad no me entendiese, acepte que yo tenga ciertos conocimientos internos ­casi desde mi infancia­, conocimientos que me han llevado por un camino especial y que no coincide con lo que la medicina enseña o, gracias a Dios, no conoce todavía, y esperemos que no conozca nunca. »Pero no me he dejado embrutecer por la ciencia, cuyo fin primordial es equipar una "sala de espera" que sería mejor destruir. »¡Pero basta ya de esto! »Quiero contarle todo lo que ha ocurrido mientras tanto. »Al final de abril llegó el momento en que mi sugestión comenzó a actuar sobre Wassertrum. »Lo noté porque empezó a hacer continuos gestos y a hablar consigo mismo por la calle. Esto es señal certera de que los pensamientos de un hombre se están convirtiendo en una tormenta que un día se abatirá sobre él. »Después, se compró una agenda y empezó a tomar notas. ¡Escribía! »¡Escribía! Había para reírse: ¡Él escribía!


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