Cujo

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estos momentos) pasaba a través de Tad. Pero, ¿quería convertir a su hijo en el equivalente emocional de una palanca o una almádena? No creía. Otras preguntas. La nota. Piensa un minuto en la nota. No simplemente en lo que decía, no simplemente en aquellas seis frases de suciedad de ácido de batería; piensa en el hecho de la nota. Alguien acababa de matar a la gallina que había estado poniendo -perdón por la broma- los huevos de oro. ¿Por qué había el amante de Donna enviado aquella nota? Porque la gallina había dejado de poner huevos, claro. Y el individuo anónimo que había enviado la nota estaba hecho una furia. ¿Le habría Donna abandonado? Trató de imaginar cualquier otra posibilidad y no pudo. Despojada de su repentina y escandalizadora fuerza, ¿no era la frase ME LO HE PASADO BÁRBARO, jo-DIÉNDOLA COMO UN LOCO algo así como el clásico truco del perro del hortelano? Ya que tú no podías comer, que otro no comiera tampoco. Ilógico, pero muy satisfactorio. La nueva y más relajada atmósfera que se respiraba en casa encajaba también con esta interpretación. La sensación casi palpable de alivio que irradiaba de Donna. Había expulsado al hombre anónimo y el hombre anónimo se había revuelto contra el marido con una nota anónima. Última pregunta: ¿Qué más daba? Sacó una vez más la nota del bolsillo de la chaqueta y la manoseó una y otra vez, sin desdoblarla. Observó el «Frisbee» rojo flotando en el cielo y se preguntó qué demonios iba a hacer. Pero, ¿qué diablos es eso? -preguntó Joe Camber. Cada palabra surgió espaciada, casi sin inflexión. Se encontraba de pie junto a la puerta, mirando a su mujer. Charity estaba poniéndole los cubiertos. Ella y Brett ya habían comido. Joe había llegado con un camión lleno de objetos diversos, había empezado a introducir el vehículo en el garaje y había visto lo que le estaba aguardando. -Es una cadena -dijo ella. Había enviado a Brett a jugar con su amigo Dave Bergeron. No quería que estuviera presente en caso de que la situación se pusiera fea-. Brett dijo que necesitabas una. Una cadena Jórgen, dijo. Joe cruzó la estancia. Era un hombre delgado, con un físico huesudo y fuerte, una gran nariz afilada y una forma de andar ágil y reposada a un tiempo. Su sombrero de fieltro verde estaba echado hacia atrás sobre su cabeza, dejando al descubierto el nacimiento del cabello en fase de retroceso. Tenía un tizne de grasa en la frente. El aliento le olía a cerveza. Sus ojos azules eran pequeños y duros. No era un hombre que gustara de las sorpresas.


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