Los Miserables

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Los miserables – Víctor Hugo inocente, que tenía padre. El padre se ponía detrás de esta columna para que no lo vieran, miraba a su hijo y lloraba. ¡Adoraba a ese niño el pobre hombre! Yo fui testigo de todo eso. Este sitio está como santificado para mí, y he tomado la costumbre de venir a él a oír la misa. Traté un poco a ese caballero de que os hablo. Tenía un suegro y una tía rica que amenazaban desheredar al hijo si él lo veía; y se sacrificó para que su hijo fuese algún día rico y feliz. Parece que los separaban las opiniones políticas. ¡Dios mío! Porque un hombre haya estado en Waterloo no es un monstruo; no por eso se debe separar a un padre de su hijo. Era un coronel de Bonaparte, y ha muerto, según creo. Vivía en Vernon, donde tengo un hermano cura, y se llamaba algo así como Pontmarie o Montpercy. Tenía una gran cicatriz en la cara. -Pontmercy -dijo Marius, poniéndose pálido. -Precisamente, Pontmercy. ¿Lo conocéis? -Caballero -dijo Marius-, era mi padre. El viejo juntó las manos, y exclamó: -¡Ah, sois su hijo! Sí, ahora debía de ser ya un hombre. Pues bien, podéis decir que habéis tenido un padre que os ha querido mucho. Marius ofreció el brazo al anciano y lo acompañó hasta su casa. Al día siguiente dijo al señor Gillenormand: -Hemos arreglado entre algunos amigos una partida de caza. ¿Me dejáis ir por tres días? -¡Por cuatro! -respondió el abuelo-. Anda, diviértete. Y, guiñando el ojo, dijo en voz baja a su hija: -Algún amorcillo. El joven estuvo tres días ausente, después volvió a París, se fue derecho a la biblioteca de Jurisprudencia y pidió la colección del Monitor. En él leyó la historia de la República y del Imperio, el Memorial de Santa Elena, todo lo devoró. La primera vez que encontró el nombre de su padre en los boletines del gran ejército, tuvo fiebre durante una semana. Visitó a todos los generales a cuyas órdenes había servido Jorge Pontmercy. El señor Mabeuf, a quien había vuelto a ver, le contó la vida en Vernon, el retiro del coronel, sus flores, su soledad. Marius llegó a conocer íntimamente a aquel hombre excepcional, sublime y amable, a aquella especie de león-cordero, que había sido su padre. LECTURA INEM

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