Juan Domingo Peron - la fuerza es el derecho de las bestias

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Buenos Aires, 18 de septiembre de 1955. Hemos llegado a los actuales acontecimientos guiadas sólo por el cumplimiento del deber. Hemos tratado por todos los medios de respetar y hacer respetar la Constitución y a ley. Hemos servido y obedecido sólo los intereses del Pueblo y su voluntad. Sin embargo, ni la Constitución ni la Ley, pueden ser superiores a la Nación misma y sus sagrados intereses. Si hemos enfrentado la lucha ha sido en contra de nuestra voluntad y obligados por la reacción que la preparó y la desencadenó. La responsabilidad cae exclusivamente sobre ellos desde que nosotros hemos cumplido el mandato de nuestro irrenunciable deber. Hace pocos días intenté alejarme del Gobierno si ello era una solución para los actuales problemas políticos. Las circunstancias públicamente conocidas me lo impidieron, aunque sigo pensando en insisto en mi actitud de ofrecer esta solución. La decisión del Vice-Presidente y legisladores de seguir mi decisión con las suyas impide en cierta manera la solución constitucional directa. Por otra parte, pienso que es menester una intervención un tanto desapasionada y ecuánime para encarar el problema y resolverlo. No existe un hombre en el país con suficiente predicamento par lograrlo, lo que me impulsa a pensar en que lo realice una institución que ha sido, es y será una garantía de honradez y patriotismo: el ejército. El ejército puede hacerse cargo de la situación, el orden y el gobierno, para construir una pacificación entre los argentinos, empleando para ello la forma más adecuada y más ecuánime. Creo que ello se impone para defender los interese superiores de la Nación. Estoy persuadido que el Pueblo y el Ejército aplastarán el levantamiento pero el precio será demasiado cruento y perjudicial para sus intereses permanentes. Yo, que amo profundamente al Pueblo, sufro un tremendo desgarramiento en mi alma presenciando su lucha y su martirio. No quisiera morir sin hacer el último intento por su tranquilidad y felicidad. Si mi espíritu de luchador me impulsa a la pelea, mi patriotismo y mi honradez ciudadana me inclinan a todo renunciamiento personal en holocausto a la Patria y al Pueblo. Ante la amenazas de bombarderos a los bienes inestimables de la Nación y sus poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer otros intereses o pasiones. Creo firmemente que ésta debe ser mi conducta y no trepido en seguir ese camino. La historia dirá si había razón de hacerlo.


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