Pimeros escritos

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esta escena pasó delante de ti para hacerte saber cuál será tu situación si dejas de declarar a otros lo que el Señor te ha revelado. Pero si eres fiel hasta el fin, comerás del árbol de la vida y beberás del agua del río de la vida. Tendrás que sufrir mucho, pero te basta la gracia de Dios." Estuve entonces dispuesta a hacer todo lo que el Señor requiriese de mí a fin de tener su aprobación y no sentir el peso de su terrible ceño. Se me ha acusado con frecuencia y falsamente de enseñar opiniones peculiares propias del espiritismo. Pero antes que el redactor del Day-Star diera con este engaño, el Señor me dio una visión de los efectos tristes y desoladores que producirían en la grey ese redactor y otros al enseñar tales opiniones espiritistas. He visto con frecuencia al amable Jesús, y sé que es una persona. Le pregunté si su Padre era una persona y tenía forma como él. Dijo Jesús: "Soy la imagen expresa de la persona de mi Padre." (Véase el Apéndice.) He visto a menudo que la opinión espiritista quitaba toda la gloria del cielo, y que en muchos ánimos el trono de David y la hermosa persona de Jesús han sido consumidos en el fuego del espiritismo. He visto que algunos que han sido engañados y sumidos en este error serán puestos bajo la luz de la verdad, pero a ellos les resultará casi imposible librarse completamente del poder engañoso del espiritismo. Los tales 78 deben confesar cabalmente sus errores y dejarlos para siempre. Recomiendo al amable lector la Palabra de Dios como regla de fe y práctica. Por esa Palabra hemos de ser juzgados. En ella Dios ha prometido dar visiones en los "postreros días" no para tener una nueva norma de fe, sino para consolar a su pueblo, y para corregir a los que se apartan de la verdad bíblica. Así obró Dios con Pedro cuando estaba por enviarlo a predicar a los gentiles. (Hechos 10.) A los que hagan circular esta obrita, quiero decir que, está destinada únicamente a los sinceros y no a aquellos que quisieran ridiculizar las cosas del Espíritu de Dios. SUEÑOS DE LA SRA. DE WHITE (Mencionados en la página 12) Soñé que veía un templo al cual acudían muchas personas, y únicamente quienes en él se refugiasen podrían ser salvas al fin de los tiempos, pues todos los que se quedasen fuera del templo, serían perdidos para siempre. Las muchedumbres que iban por diversos caminos en las afueras del templo se burlaban de los que entraban en él y los ridiculizaban diciéndoles que aquel plan para tener seguridad era un artero engaño, pues en realidad no había peligro alguno que evitar. Hasta trababan de algunos para impedirles que entraran en el templo. Temerosa de ser ridiculizada, pensé que era mejor esperar que la multitud se dispersara o hasta tener ocasión de entrar sin que me vieran. Pero el número fue aumentando en vez de disminuir, hasta que, recelosa de que se me hiciese demasiado tarde, me apresuré a salir de mi casa y abrirme paso a través de la multitud, sin reparar en ella. Tan viva era la ansiedad que tenía de verme dentro del templo. Al 79 entrar en él, vi que el amplio templo estaba sostenido por una inmensa columna, y atado a ella había un Cordero, todo él mutilado y ensangrentado. Los presentes sabíamos que aquel Cordero había sido desgarrado y quebrantado por nuestras culpas. Todos cuantos entraban en el templo habían de postrarse ante él y confesar sus pecados. Precisamente delante del Cordero vi asientos altos donde estaba sentada una hueste que parecía muy feliz. La luz del cielo iluminaba sus semblantes, y alababan a Dios elevando cánticos de acción de gracias, semejantes a la música de los ángeles. Eran los que se habían presentado ante el Cordero, habían confesado sus pecados y recibido el perdón de ellos, y ahora aguardaban con gozosa expectación algún dichoso acontecimiento, Aun después de haber entrado en el templo, me sentí sobrecogida de temor y vergüenza por tener que humillarme a la vista de tanta gente; pero me sentía impulsada a avanzar, y poco a poco fui rodeando la columna hasta ponerme frente al Cordero. Entonces resonó una trompeta, estremecióse el templo y los santos congregados dieron voces de triunfo. Un pavoroso esplendor iluminó el templo, y después todo quedó en profundas tinieblas. La hueste feliz había desaparecido por completo con el fulgor, y me quedé sola en el horrible silencio de la noche. Desperté angustiada y a duras penas pude convencerme de que había soñado. Me parecía que mi condenación estaba fijada, y que el Espíritu del Señor me había abandonado para siempre. Mi abatimiento se intensificó, si ello era posible. Poco después tuve otro sueño. Me veía sentada con profunda desesperación; con el rostro oculto entre las manos, reflexionaba así: Si Jesús estuviese en la tierra, iría a postrarme a sus pies y le manifestaría cuánto sufro. No me rechazaría. Tendría misericordia de mí, y por siempre le amaría y serviría. En aquel momento se abrió la puerta y 80 entró un Personaje de aspecto y porte hermosos. Miróme compasivamente, y dijo: "¿Deseas ver a Jesús? Está aquí y puedes verle si quieres. Toma cuanto tengas y sígueme."


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