Ciudad de héroes

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Ciudad de héroes 80 años del Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira

Mauricio Cappelli

Alcaldía Municipal de Palmira 2011




Ciudad de héroes © Investigación, textos y edición Mauricio Cappelli ISBN: 978-958-98029-1-5 Primera edición, diciembre de 2011 © Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira Valle del Cauca, Colombia, 2011 Comité editorial Cap. Luis Orlando Román O. Cap. William Moya Martínez Cap. Alfonso Terreros Cuevas Cap. Eugenio Vergara Aragón Cap. Guillermo Barney Materón © Fotografías históricas de Palmira Jorge Terreros. © Fotografías históricas del Cuerpo de Bomberos Luis Alfonso Durán Escobar, Alfonso Terreros Cuevas, Guillermo Barney Materón, Sócrates Domínguez, Mario Cabal y Jaime Pineda. © Fotografías actuales Andrés Sánchez, Anfassa Las fotografías de la presente edición pertenecen a los autores y / o familiares y no podrán ser utilizadas en otras publicaciones sin su autorización.

Impresión Compucopiamos Palmira, Valle del Cauca






Si, esta es otra Palmira, una grande, una que sueĂąa, una que grita... memoria viva e inconclusa cada uno de ustedes es una orilla de su tiempo y de sus calles escĂşchenla, llevenla en su sombra que al porvenir le basta que cada quien sea un hĂŠroe de su propia historia. Mauricio Cappelli



Mi vida es

HONOR, ABNEGACIÓN Y DISCIPLINA Un ciudadano valiente



Soy Raúl Alfredo Arboleda Márquez, alcalde de Palmira, es decir, un bombero más. Como autoridad del municipio, he procurado que nuestras fortalezas humanas y competitivas sean visibles. Y lo estamos consiguiendo. Defender el presupuesto, priorizar las inversiones e integrar las distintas instituciones públicas y privadas al objetivo común de demostrarnos, primero a nosotros mismos, de lo que esta ciudad es capaz. En ese camino hemos aprendido que una sociedad no está sola si avanza al pie de su memoria. Y por fortuna, esta ciudad cuenta con instituciones que son en sí mismas la memoria viva de las tradiciones que nos destacan. El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira ha sido el punto de encuentro de varias generaciones de profesionales y de personas del común, todos valientes, que sortearon las dificultades en calamidades y desafíos bomberiles, pero en especial, se esmeraron en entregarle a Palmira y a la región todo la voluntad, amor y civismo de la manera más desinteresada. Con este libro generoso, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira quiere decirnos que sigue pensando en grande. Quiso reunir no sólo su historia institucional, si no muchos de los aspectos sociales y gremiales que han destacado nuestra afortunada diversidad cultural, además de las instituciones que fueron posibles en Palmira, como La Granja Experimental Agrícola, símbolo de nuestro futuro más inmediato, y la Universidad Nacional de Colombia, que ha logrado ampliar nuestro lenguaje común y nuestra manera de ser en todos los acentos. Estos lugares hicieron que el conocimiento estuviera al servicio de la sociedad, así como el Cuerpo de Bomberos ha estado al servicio de la vida. Ellos hoy, además de la vida de cada uno de nosotros, preservan y defienden la vida de la historia. Eso es un ejemplo para el país, de este país llamado Palmira, de la cual debemos sentirnos orgullosos. Nuestros bomberos voluntarios son héroes no sólo porque apaguen incendios o brinden atención y servicio en los desastres, si no porque son personas comunes que expresan los más altos valores en su cotidianidad. Ser bombero es una alta distinción. Pero ser un buen líder, un buen padre, un buen maestro, también lo es. En hora buena esta oportunidad de decirle a la sociedad palmirana gracias, y manifestarle nuestra fe y voluntad de que el porvenir será más grande con el concurso de todos.

Raúl Alfredo Arboleda Márquez Alcalde de Palmira


“Siempre quise ser bombero”, es casi una frase de cajón que escuchamos a menudo. Es una profesión que requiere valentía, pero mucho más, un alto sentido ciudadano. Después de todo un proceso de selección, fui llamado a curso y al cabo de siete meses de capacitación me gradué como bombero. De aquí en adelante, mi meta superior fue llegar a ser comandante. En ocasiones es un simple sueño, en otras, es una meta. Quizá el que lo sueña puede verse frente a un incendio, asumiendo funciones de prevención, de ataque y control, o simplemente dando ordenes a un grupo de valientes que solo pretenden extinguir el fuego. Para los que se han fijado la meta de ser comandantes, sin duda alguna han pensado en hacer algo por la institución, pero siempre con el sentido de administrar bien. En el ámbito bomberil actual, el comandante debe ser también un buen gestor o administrador. Entonces un comandante de bomberos es un ser dotado de compromiso, de conocimiento, de entendimiento, de afecto humano, es desprendido y comprensivo, amable, serio, dominante, tajante, amable y ante todo sensible y paciente. Es aquella persona que tiene que observar, escuchar, dialogar, personalizar, concertar, compartir, es inflexible, honesta, sociable, creyente y acucioso. Es el amigo, el maestro, el discípulo, el líder, el padre, el hijo, el hermano, el superior, el gerente, el jefe, el compañero, el vocero, el confidente y a veces es hasta el “pana” o el “lanza”. Eso si nunca será el enemigo. La Ley 322 de octubre 4 de 1994 expresa que “el Consejo de Oficiales es la máxima autoridad de los Cuerpos de Bomberos Voluntarios y como tal le compete la elección del comandante”. La Ley es sabia en su sentir providencial y da poder a los consejos de oficiales para elegir con tino, acierto y objetividad su representación legal que debe ser perfilado con altura tanto en el orden moral, intelectual y profesional. Tan sabia es nuestra Constitución, que considera que la función que desempeñe un comandante de los bomberos voluntarios exige: conocimientos y aptitudes especiales, pues le corresponde dirigir una Institución que pretende prevenir riesgos de catástrofes, por lo cual es razonable que la ley atribuya su elección. La Corte Constitucional considera que los Cuerpos de Bomberos Voluntarios son asociaciones que desarrollan un servicio público como es la prevención y extinción de incendios y calamidades conexas y como tal la prestación deficiente puede poner en peligro la vida, la integridad personal y los bienes de los asociados, y encuentra que el manejo esencial de los Cuerpos de Bomberos Voluntarios sea desarrollado por personas que por su formación y experiencia tienen los conocimientos y capacidades especiales para garantizar la eficiente prestación de estos servicios. Es obvio, entonces, comprender que la función del comandante no es solo estar al frente de un grupo.

Capitán William Moya Martínez Comandante


La historia de los pueblos se hace mediante el registro de la continuada suceción de hechos que congregan la admiración y el respeto del conglomerado humano de una región determinada, en un instante feliz de su acontecer temporal. Precisamente, en breves días la ciudad conmemorará un nuevo aniversario de la existencia del Cuerpo de Bomberos Voluntarios, benemérita Institución fundada el 3 de Diciembre de 1931 por un distinguido grupo de jóvenes miembros de familias tradicionales de este querido burgo sencillo y parroquial. En diferentes páginas de la presente edición laudatoria se encuentran formalmente consagrados a la honra ciudadana los nombres de todas las personas que desde su fundación han estado vinculadas al Cuerpo de Bomberos, con el fin de servirle y de esta manera corresponder a las necesidades de la ciudad en el propósito de prevenir o extinguir los riesgos fatales del fuego enardecido. A pesar de ello, me inclino a resaltar algunos personajes, imprescindibles en una evocación grata y pertinente: Hernando Velasco M. y Gilberto García sembraron la idea y cosecharon el fruto trascendental y magnífico; Teresa Calderón de Lasso, muy digna matrona quien instituyó la Cruz Roja dentro del Cuerpo de Bomberos para mitigar los riesgos de su personal; la presencia invaluable y cuasicentenaria de Don Gilberto Patiño; es tradicional y discreta la atención que los Señores Luis Alberto Madriñán y Alfonso Terreros les conceden, en sus especialidades profesionales, a las necesidades diversas que las actividades del Cuartel generan; y el Capitán William Moya M. competente y severo en su línea de mando mediante el más definido acierto en los correspondientes fines logísticos de la Institución militarizada a su eficiente cargo. El entusiasmo juvenil de todos los fundadores se hizo vibrante, cálido y optimista ante las perspectivas de poder servir a la comunidad en la prevención de los riesgos que el fuego destructor puede traer en cualquier momento, sembrando desgracias personales, paralizando el progreso urbano, llenando la ciudad de indigencia, destrucción y ruina en dimensiones incalculables. La ciudadanía debe retribuir con creces los favores que en todo momento le proporciona el Cuerpo de Bomberos porque sus unidades se han comprometido voluntariamente a servirla sin tener en cuenta los riesgos que asumen con denuedo y los peligros con que exponen sus vidas. Los sacrificios de estos defensores de la tranquilidad pública merecen el reconocimiento perenne de la comunidad.

Libardo Valencia Quintero Miembro de la Academía de Historia de Palmira


Palmira

La ciudad colmena (1900 – 1930)


Plaza de mercado de Palmira, al fondo la antigua Casa de Gobierno. Fue teatro y luego cárcel durante el siglo XIX. Fotografía de Manuel María Buenaventura, 1897

En diciembre de 1902, el maestro Manuel Santos Durán ordenó construir en el centro de la antigua plaza de mercado de Palmira un obelisco de madera para inaugurar las primeras Fiestas de la Paz que celebraran un año de culminada la Guerra de los Mil Días. Esas fiestas contaron con la presencia de los soldados del batallón Calibío, de Cali, por solicitud del general palmirano Camilo Arana. Él y Epifanio López presentaron al concejo municipal de Palmira la idea de crear un parque principal que estuviese a la altura de la Plaza de Caicedo de Cali. El proyecto se acogió y el ingeniero Vicente Aragón Lemos se encargó de ejecutar las obras que se extendieron hasta 1912, cuando se entregó a la sociedad palmirana el parque con bancas de cemento firmadas por los donantes y con verjas forjadas importadas de Europa. Fue don Vicente quien convocó a los ciudadanos para que aportaran de su peculio cinco metros cúbicos de piedra para empedrar las antiguas calles once y doce. Ese mismo año, el concejo municipal de Palmira firmó el acuerdo número 9 del 25 de abril de 1912, con el cual la Junta de Mejoras y Ornato creó la figura del Jardinero del Parque de Bolívar. Un personaje que, según su reglamento, debía: “velar por la conservación de las puertas y muebles que constituyen el parque, cerrar las puertas y candados a las diez de la noche y abrirlas a las seis de la mañana, impedir que se aten animales a la verja, dar parte a la autoridad cuando algún individuo dañe los bienes y ver que se imponga la multa del caso, cuidar que los árboles y plantas no sean mutilados ni destruidos, reclamar a la autoridad cuando sea necesario el contingente de presos para las labores de aseo, combatir los hormigueros, e impedir, una vez retirada la pila, que entren aguadores a recoger agua de la caja y que los muchachos arrojen piedras o ahuyenten a los pajaritos, que constituyen el mejor adorno del sitio”. En 1919, don Leopoldo Ramos trajo desde Cali las primeras victorias después de que los aurigas de la capital comenzaran a quedarse sin trabajo al entrar en circulación los buses de la flota Gris San Fernando. Fue don Leopoldo quien entrenó a los aurigas de Palmira en las mañas de hacer andar a los nobles animales, formando “la flota cagajón, movida con gasolina miaos y acelerador perrero”.


En 1922 la Junta de Mejoras y Ornato de Palmira le encargó al arquitecto César L. Cadena la construcción de un kiosco en la esquina sur oriental del Parque de Bolívar. Allí se darían cita las familias para disfrutar las retretas con los vals, cuadrillas, bambucos, polcas, pasillos, chotas, pasodobles y cumbias, que tocaban las bandas de don Félix M. Nieto, Berlamiro Rengifo y Agustín Payán, cuando lo más tradicional eran las improvisadas fiestas de casa que se hacían los viernes, conocidas como “los bailes domiciliarios de cuota”, donde, según mi abuela, se bailaba hasta las seis de la tarde y lo único que había para tomar era coca cola y limonada. En las primeras décadas del siglo veinte, las obras más importantes que se adelantaron en Palmira fueron la construcción del Parque de Bolívar y del empedrado de sus calles aledañas, la construcción de los desarenadores y filtros de decantación del río Palmira en la antigua hacienda La Estrella, hoy Bosque Municipal, la construcción de la Catedral Nuestra Señora del Rosario del Palmar y una vía férrea que terminó en una estación de tren construida por Jorge Navia Cifuentes, inaugurada en agosto de 1917. Una década antes, Domingo Irurita, Julio César Arce, José R. García Sierra, Joaquín Navia y Apolinar Lince habían impulsado la construcción de una línea férrea que uniera a Cali con Palmira. Los productos y mercancías, incluidas las bicicletas que importaba de Europa don Tulio Raffo, eran traídas hasta Punto Yumbo en los barcos de vapor de la Compañía

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de Navegación del Río Cauca y la Compañía Fluvial de Transporte; así como las lámparas de petróleo que alumbraban las noches palmiranas. El 25 de junio de 1924, se llevaron a cabo las Fiestas del Centenario que conmemoraron que un siglo antes fueran elevadas a Cantón estas tierras de Llanogrande por el General Francisco de Paula Santander. El nombre de Palmira había sido escogido después de que a la ciudad llegara una compañía de teatro con la obra Las Ruinas de Palmira, refiriéndose a la antigua capital del reino de Siria. Para ese entonces, se adelantaba la construcción de la Catedral de Nuestra Señora del Rosario, iniciada en 1913 y culminada en 1929, y se terminaba la construcción de la nueva alcaldía con estilo republicano. El 13 de septiembre de 1928, el concejo emitió el acuerdo número 29, con el cual ordenó la pavimentación de las antiguas calles empedradas del Parque de Bolívar como parte final del proyecto de construcción del sistema de acueducto y alcantarillado de la zona céntrica. En el parque se cimentó una fuente adornada con la estatua de un niño con sombrilla que hacía pipí, realizada por el escultor Rafael Palomino Hernández. Pronto ese parque albergaría el espíritu de una ciudad collage que se ofrecía como capital de las oportunidades. Sería llamada por monseñor Rigonesi la Chicago de Colombia. En 1930, Colombia se robustecía con la producción de café; tenía la dignidad de mostrarle al mundo que su peso valía más que el dólar.

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Construcci贸n del alcantarillado de Palmira, tramo entre Barrancas y el casco urbano, p谩ginas 20 y 23.


ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO En 1850 el expedicionario Honton describió el río Palmira como “una mísera quebrada fangosa”, por la pobrísima fuerza de su cauce. El 20 de diciembre de 1903 el concejo municipal emitió el acuerdo número 39, con el cual ordenó ejecutar las obras necesarias para mejorar el caudal de las aguas del río Palmira. Sus dos primeros artículos rezan así: “1. Auméntese las aguas de la ciudad de Palmira con las aguas del río Aguaclara y en mayor volumen con las aguas del río Nima. 2. Para tal efecto prolónguese el trincho que existe en la toma del río Nima hasta unirlo con el islote formado dentro de este río, un poco más arriba de la toma. Esa prolongación se hará de piedra en forma de bayano, de un espesor doble”. El acuerdo continúa con el siguiente parágrafo: “Constrúyase un dique de cal y ladrillo sobre el Zanjón de desagüe del molino de la Hacienda San José, en el punto adecuado para que las aguas de éste entren en el acueducto que los señores Sierra Hermanos hicieron por convenio con este concejo, con el objeto de que las aguas aumenten el caudal del Zanjón Salado, y sobre este Zanjón constrúyase un dique también de cal y ladrillo, en el punto adecuado dentro del llano de la Hacienda San José o en el camellón de “Los Cachimbos”, para que la mitad de las aguas del Salado pasen a aumentar las del acueducto público que viene a la plaza de la ciudad”. El mismo Acuerdo ordenó construir una variante del zanjón Romero, con filtros y un pozo de decantación, en la Hacienda La Estrella (terrenos que hoy ocupan el Bosque Municipal) con el objetivo de potabilizar el agua que corría por los canales de piedra que atravesaban a Palmira de occidente a oriente, hasta cinco pilas ubicadas en la parroquia de la iglesia La Trinidad, la Plaza Principal, la escuela de las Hermanas Bethlemitas, el Cementerio Central y la antigua carnicería, donde se construyó en 1907 la plaza de mercado, hoy Las Galerías. En 1907, con el acuerdo número 79 del 14 de octubre, el concejo municipal ordenó la construcción de una estación hidroeléctrica al oriente de la ciudad usando las aguas del río Palmira. Pero fue sólo hasta 1913 cuando se determinó la organización de una compañía anónima nacional para dotar a la ciudad de “una planta de luz, calor y energía eléctrica para uso público y privado de los habitantes del distrito de Palmira”.

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El segundo paso del proyecto se dio el 12 de marzo de 1913, cuando los señores José María Rivera Escobar, Vicente García Córdoba y José Arizabaleta, se presentaron en la Asamblea Departamental del Valle del Cauca y rindieron un informe que expresaba la difícil situación de la ciudad en cuanto a su capacidad en la prestación de servicios públicos. Los apartes más importantes de ese documento fueron: “... la ciudad de Palmira carece de agua suficiente para atender sus necesidades…, una mínima parte es la que beneficia a sus habitantes para sus distintos usos, porque las otras se distribuyen desde su cabecera a las distintas haciendas para mover las ruedas hidráulicas de sus establecimientos de azúcar... La corporación municipal se ha visto en la necesidad de expedir algunas providencias tendientes a la distribución equitativa de las aguas entre los hacendados y los habitantes, pues se acentúan las querellas entre estos... Por lo anterior, la ciudad de Palmira necesita, debido a la densidad de su población, a su situación topográfica y por estar situada sobre terreno de agricultura sumamente húmeda, un acueducto metálico como único medio para la distribución y salubridad de sus aguas”. Con esos argumentos la Asamblea Departamental concretó: “Dese por lo tanto segundo debate al proyecto de Ordenanza por el cual se destina una partida para el acueducto metálico público de la ciudad de Palmira”. Tres años después, el primero de febrero de 1916, las calles de Palmira se iluminaron con la luz de la primera bombilla de energía eléctrica. Don Lisandro Navia Bueno inauguró la Compañía de Luz y Electricidad, dirigida por don Carlos Becerra Cabal El 14 de abril de 1926, y de acuerdo a los términos del contrato establecido en 1919, una sociedad integrada por Alfonso Vallejo G., César Franco, Justo Caicedo, Jesús María Plaza, Aristídes Álvarez, Vicente Aragón y otros, emprendió la construcción del sistema de acueducto y alcantarillado de Palmira. Las obras se iniciaron edificándose en el sitio conocido como Barrancas una planta de distribución de agua, con materiales de primera calidad, entre ellos una tubería metálica galvanizada producida por la Vallejo Steel Works, establecida en Cuba. Paralelamente se instaló la tubería en la zona céntrica, comprendida entre las antiguas calles once y doce, hoy calles 30 y 31, abarcando el Parque de Bolívar hasta la Iglesia La Trinidad y la avenida Rivera Escobar, hoy la carrera 34, en la Estación del Tren. Estas obras se inauguraron el primero de octubre de 1929. El primer gerente de la empresa de acueducto y alcantarillado de Palmira fue don Teodoro Álvarez, quien pasó a la historia como el gerente “cinco chorros”.

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LA CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE EL PALMAR El 19 de octubre de 1913, el Padre Guillermo Becerra Cabal, preside una reunión de notables en la antigua casa de gobierno para exponer su proyecto de construir un templo más grande en honor a la Virgen del Rosario de El Palmar. El 26 de octubre, la idea es ratificada y los miembros de la junta de notables, entre quienes estaban Epifanio López, Ramón Barona y Sixto Antonio Cuevas, determinaron por plebiscito la demolición de la antigua capilla. Esta decisión fue confirmada por el arzobispo de Popayán, Manuel Antonio Arboleda. La junta, además, se encargó de reunir los primeros ochocientos pesos oro para la obra. El 23 de noviembre de ese año se trasladó el mobiliario: bancas, santos y la obra pictórica de la virgen, a la capilla de la comunidad de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, acondicionado como parroquia provisional. El 3 de diciembre se tumbaron los muros de la antigua iglesia. El 16 de enero del año siguiente se colocó la primera piedra de la Catedral de Nuestra Señora del Rosario de El Palmar, siguiendo el diseño que realizara el Hermano Silvestre, de la comunidad redentorista y oriundo de Estrasburgo, Francia, y cuyo nombre verdadero esa José Augusto Bindner. La firma de ingenieros de Cali Borrero y Ospina B., una sociedad conformada por Rafael Borrero Vergara y Francisco Ospina, egresados de la Universidad Nacional, se encargaron de las obras civiles. Leoncio Lorza fue el maestro supervisor. La estructura central del templo fue alzada entre las torres originales de la capilla matríz. Aún sin terminar, el 5 de febrero de 1929 se realizó la bendición del templo a cargo del excelentísimo señor Maximiliano Crespo, quien nombró al Presbítero José Manuel Salcedo párroco de la nueva catedral. Dos días después, el cuadro de la Virgen del Rosario del Palmar regresó a su casa, precedida de una imponente procesión. Las obras pictóricas de la Virgen de El Palmar y los cuatro evangelistas en el domo principal estuvieron a cargo del artista italiano Mauricio Ramelli. Las obras del viacrucis fueron hechas por Luis Peña Negri. Entre 1945 y 1952 se realizan las obras de la torre principal. Durante el gobierno municipal de Rafael Zúñiga se instala el reloj mecánico traído desde Suiza. En 1953, y contiguo a la catedral, comienza la construcción de la curia, una vez establecida la Diócesis en Palmira.

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Recibimiento del poeta Guillermo Valencia en la estaci贸n del tren de Palmira, 24 de junio de 1924. Fotograf铆a de Jorge Terreros.

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EL CENTENARIO, 1924 A las cinco de la mañana del miércoles 25 de junio de 1924, los soldados del regimiento de caballería Cabal Número 3 y la policía municipal hicieron la primera tanda de disparos en el Parque de Bolívar, anunciando que un siglo antes el General Francisco de Paula Santander había elevado a cantón las tierras de Llanogrande. El tricolor nacional se repetía en las fachadas. En la casa de gobierno se habían reunido hasta último momento los miembros de la junta organizadora ultimando los detalles de las exposiciones artísticas, industriales, agrícolas y pecuarias que engalanarían a Palmira. El alcalde Eduardo Bueno, el doctor Domingo Irurita, presidente del concejo municipal y los cívicos Lisandro Navia Carvajal, José María Escobar, Olimpo Zapata, Carlos Becerra, Vicente Aragón, Adriano Hurtado, Emilio Concha y Rómulo Bueno precedían la junta y recibían los visitantes que venían de todo el país. El día anterior, el poeta Guillermo Valencia había arribado de Bogotá en el tren de las dos. A las diez de la mañana del 25 de junio, y de la calle Rivera Escobar, partió el desfile de apertura de las Fiestas de El Centenario. Un arroyo de entusiasmo en el que participaban la banda municipal, los alumnos de las escuelas y colegios, los soldados y policías, la junta organizadora, el alcalde, el gobernador y varias victorias adornadas con cintillas y coronas de flores. Desde los balcones las gentes saludaban y arrojaban manotadas de papelillo y guirnaldas. El desfile se detuvo frente a la casa de don Lisandro Figueroa, donde el gobernador del departamento inauguró oficialmente las fiestas de El centenario. Al caer la tarde, se realizó la caminata con antorchas que culminó con una misa frente a la casa municipal a las siete de la noche. En las hosterías Oasis, Cosmopolita, Pacifico, Pereira, María Victoria y Londres no quedaba lugar para alojar a un enano.

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cabalgada popular acompañada por autos y comparsas de victorias adornadas con lirios, rosas, claveles, orquídeas y margaritas que los campesinos traían de las haciendas para embellecer a las señoritas representantes de las familias tradicionales. El primero de julio, otra vez en el domicilio de don Lisandro Figueroa, se realizaron las premiaciones de las muestras de exposición que clausuraron El Centenario. Otra Palmira más feliz gateaba incólume hacia su nueva edad.

Al día siguiente, a las cuatro de la tarde, se celebró en la cancha de Santa Bárbara el partido de fútbol entre el Antiguo Club Santander y el Villegas de Buga. En la noche, los pudientes se citaron en el Teatro Martínez para presenciar la velada lírica organizada por Ramón Barona en honor a Palmira y en la que Ricardo Nieto dio a conocer su obra Cantos de la noche. Se escucharon también las voces de Jorge Ulloa, Guillermo Valencia, Luis Carlos Velasco Madriñán y Julio César Arce. El 28 de junio, a las tres de la tarde, comenzó el desfile de la Batalla de las flores, una

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Desfile en conmemoraci贸n de El Centenario, 1924. Al fondo se aprecia la casona de la familia Garc铆a Sierra.

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Grupo de Bomberos fundadores en las primeras prácticas realizadas en el Parque de Bolívar, en febrero de

Grupo de Bomberos fundadores en el Parque de Bolívar, febrero de 1932.

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Tres amigos, una ciudad... iUn cuerpo de bomberos! Me detuve frente a mi puerta para buscar los cielos de esa otra ciudad de mis mayores. Y recordé que me hice grande soñando; que usé casco y overol. Los bomberos vestimos estas calles como lo más sagrado y se nos llenaron los ojos de dragones. Y vencimos. Fuimos semilla de todos los colores; abrimos puertas. Mencionaron nuestro nombre en todos los idiomas. Hoy mis abuelos son este jardín que me respira y me da la bienvenida con la serenidad del viento; mi abuela decía que “el viento cuando tiene cuerpo es de hojas”. Vine a escuchar sus historias, a rescatarlas de la maleza de los años que nos quita las palabras. Fui un héroe de esta ciudad hasta que tuve cuerpo. Sembré mis manos para que el sol fuera de todos, para que nuestros hijos fueran nuestros y más héroes que nosotros. ¿Qué hicimos mal? Ahora esta casa es más grande. Pareciera que es tan enorme que no es nuestra. Es rebelde, es joven, tiene retos. Y creo mucho más en ella porque no la conocemos. Ahora estoy aquí, hablándoles en sueños; también en el futuro suenan las sirenas. Y nos grita la memoria y su ceniza. Por eso escuchen esta historia: “Gilberto García Ospina...

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Grupo de Bomberos fundadores en compañía de las señoritas de la Cruz Roja. En el extremo izquierdo, Hernando Velasco Madriñán, en el derecho, Gilberto García Ospina.

… era oriundo de Sevilla. Vino a Palmira en noviembre de 1931 a visitar a su hermano Alfredo, dentista él, que tenía su consultorio avecindado en la “calle caliente”. Por allí pasaban las victorias y los aurigas y los escasos autos de los ricos dando tumbos en las calles empedradas. La Catedral neogótica de Nuestra Señora del Rosario del Palmar acababa de ser entregada a la sociedad palmirana, así como la sede republicana de la alcaldía. U na tarde, los hermanos García tomaban tinto en un café, cuando se arrimó a la mesa Hernando Velasco Madriñán, un muchacho cívico y avispado. Y comenzaron a charlar. Comentaron el incendio sucedido meses atrás en el centro, sofocado con aguas del río Palmira y de los grifos públicos del recién estrenado acueducto, llevadas con baldes y guambías.

Pagaron la cuenta y caminaron hacia el Parque de Bolívar, y en la banca, al lado de la fuente de los cisnes, se sentaron a pistiar señoritas de abolengo. A ellos llegó Gilberto Patiño Carrejo, un jovenzuelo de diecinueve años, experto en meterse con propiedad en las conversaciones de los adultos. De repente García Ospina se llenó de silencio, como si mil palabras al tiempo buscaran salida de su cuerpo. Se atragantó de emoción y dijo: “¡Oigan, por qué no organizamos un cuerpo de bomberos...!”. Un niño pasó ofreciendo lustrar sus zapatos y el bando daba noticias de decretos en la esquina, a una hora indiferente. El sonido de aquella frase: “señores, por qué no organizamos un…”, les creció a todos en los huesos.

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Al día siguiente, Gilberto García Ospina y Hernando Velasco Madriñán se citaron en las oficinas de la imprenta Nueva Patria, de propiedad de Luis Carlos Velasco Madriñán, hermano mayor de Hernando, y le contaron el asunto. Acomodándose las gafas, Luis Carlos agregó que para llevar a cabo la idea había que convencer a la única persona capaz de hacerla realidad, a doña Teresa Calderón de Lasso, una matrona filántropa de un ánimo extraordinario para impulsar obras sociales y fundadora y líder del grupo de señoritas voluntarias de la Cruz Roja. A ella la invitaron a una reunión. De inmediato dijo que sí, que claro, y planearon otra reunión en la imprenta Nueva Patria, donde finalmente se redactó el Acta de Fundación del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, siendo las tres de la tarde del día 3 de diciembre de 1931. Palmira quedó a la altura de Cali, que vio nacer su Cuerpo de Bomberos el 20 de julio de 1928, cuando su alcalde, don Nicolás Ramos Hidalgo, tomó juramento a los primeros voluntarios en la Plaza de Armas. Firmada el acta, los reunidos eligieron al primer comandante de la institución, a Gilberto García Ospina, el foráneo muchacho a quien nunca se le pasó por la cabeza que una visita a su hermano contribuiría a engrosar las páginas de una ciudad, de nuevo entregada al futuro por forasteros. Dos días después de la reunión, el alcalde de Palmira, don Justo Caicedo Espinosa, emitió el decreto número 25 del 5 diciembre de 1931, declarando legalmente constituido el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira. Pronto se conoció en la ciudad la noticia de que había sido fundado un Cuerpo de Bomberos y abierto inscripciones para los voluntarios aspirantes. El entusiasmo cundió, y el deseo de heroísmo.

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Bomberos Leonel Navia Herrera, Daniel Rivera Sánchez, Sergio Ampudia, Bernardo Barona, Alonso Alvarado Esparza, José María Cantillo T., Antonio Rengifo, Víctor Aragón R., Cristóbal Caicedo Carvajal y Luis Arturo Cucalón. Segunda compañía de salvamento Capitán, Alberto García; Teniente, Humberto Jaramillo; Subteniente, Pioquinto Ampudia; Sargento, Manuel Joaquín Díaz; Cabo, Daniel Aragón; Capitán maquinista, Rafael López G. Bomberos Clímaco Barona, Luis César Figueroa, José María Esparza, Mario Sory Tascón, Mario Velasco, Jorge Lozano, Eduardo Cabal Barona, Gilberto Patiño Carrejo, Rafael Hurtado, José María Varela.

Maniobras de entrenamiento bomberil en el Colegio de Bomberos Voluntarios fundadores en el Colegio de Cárdenas, 1932

Cárdenas, 1932.

VOLUNTARIOS FUNDADORES

Ac o m p a ñ a ro n a l o s b o m b e ro s voluntarios el médico Alfonso Rodríguez y el auxiliar Pedro Luis Toro.

El grupo de fundadores que acompañó la primera comandancia de Gilberto García Ospina fueron muchachos de buena familia y educados con el manual de urbanidad de Carreño. Ellos fueron:

Dos meses después de la fundación del Cuerpo de Bomberos, Gilberto García Ospina regresó a su natal Sevilla. Con una bandera roja y negro que él mismo tejió, delegó en sencillo acto su cargo de comandante a Hernando Velasco Madriñán, quien desde entonces siguió animando el crecimiento de la institución.

Subcomandante, Hernando Velasco Madriñán; Capitán Secretario, Carlos S. Machado; Teniente Tesorero, José R. Mosquera; Bombero de la comisión de la mesa, Juan B. Delgado. Primera compañía de mangueras: Capitán, Gilberto Velasco; Teniente, Emiro Fernández; Subteniente, Julio R. Bueno; Sargento, Samuel Bonilla; Cabo, Juan Carlos Ulloa.

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EL CUARTEL La primera sede del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira se ubicó en el cruce de la Avenida Santander con calle 18, Hoy carrera 28, calle 36, precisamente en la esquina donde hoy se encuentra la panadería Realpe. Este local fue cedido en comodato por parte del municipio a la naciente institución. En enero de 1932, y atendiendo el clamor de los bomberos, la Compañía Telefónica del Pacífico concedió al cuartel una línea identificada con el número 90. Un año después, el cuartel se trasladó a un local, también de propiedad del municipio, ubicado en la antigua calle 12 con carrera primera -hoy carrera 33, calle 30-.

Avenida Santander de Palmira, vía norte, conocida como “el camellón de Amaime”, Fotografía de Foto Imperio, 1933.

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Esquina de la Avenida Santander donde funcion贸 la primera sede de la instituci贸n bomberil de Palmira. Atr谩s, el antiguo Colegio de C谩rdenas.

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EL COLEGIO DE CÁRDENAS El 3 de febrero de 1865, los representantes del Estado del Cauca Adriano Scarpetta, Francisco González, Manuel Antonio Scarpetta, Joaquín Rojas, Juan de Dios Olave, José María Moriones, Antonio Belalcázar, Gabriel Scarpetta y Zoilo Rivera, firmaron un memorial dirigido al gobierno solicitando ceder a Palmira el edificio de La Factoría para fines educativos. En marzo de 1866 el representante caucano don Manuel Antonio Scarpetta presentó y defendió ante el Congreso esa solicitud, la cual fue sancionada el 23 de mayo de 1866 como ley, ratificada por Tomás Cipriano de Mosquera. Los esfuerzos siguientes se centraron en la adecuación de la estructura del edificio: se mejoró el tramo occidental donde funcionaba desde hacia cuatro años una escuela primaria de niñas, y el tramo oriental, donde funcionaría el colegio de varones. El 5 de febrero de 1868, finalmente, se reabrieron las puertas del Colegio Público inaugurado por Juan Nepomuceno Nieto, ahora con el nombre de Colegio La Libertad. El 6 de febrero iniciaron sus clases los primeros treinta alumnos. Dos días después, y luego de una gran marcha precedida por el presbítero Pedro Antonio Holguín y la Banda Municipal, las autoridades civiles de la ciudad se dieron cita en el colegio para asistir a la bendición del recinto e inaugurarlo oficialmente. En el acto participaron el señor David Peña, Jefe municipal, don Carlos María Álvarez, Presidente de la municipalidad, los presbíteros Pedro Antonio Holguín y Parménides Velasco, los catedráticos Juan Nepomuceno Nieto, Francisco Maya y Alcides Isaacs, los ciudadanos José Ignacio y Alejandro Carvajal y el representante del Estado del Cauca, el doctor Adriano Scarpetta. El primer rector del Colegio fue el señor Francisco Antonio Cruz, quien quedó a cargo de las cuatro ramas elementales de la enseñanza: el español, en su parte gramatical y filosófica, retórica y poética, el francés, la aritmética, en su parte científica y práctica, y la teneduría de libros”. Alcides Isaacs regentó las cátedras de español y francés; el señor Evaristo de la Cadena la de aritmética; Joaquín Naranjo, las de latín y filosofía, y Pedro P. Gaitán, la de Contabilidad mercantil.

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Jardín botánico del Colegio de Cárdenas, creado por don Ramón Barona Mora, profesor de la institución, en 1931.

La enseñanza religiosa no fue incluida, pues en ese momento la República de los Estados Unidos de Colombia se encontraba cimentada en las políticas del liberalismo radical que vetaba la doctrina católica. El primer secretario de la institución fue Belisario Girón. Poco tiempo después se instalaron en Palmira dos nuevas instituciones educativas gracias a las gestiones del padre Rafael D. Aguilera y Calero. La primera, el Colegio de las Madres Bethlemitas, en 1888, regentada por la madre Encarnación, y cuya sede se ubicó en el sitio actual, un lote que había pertenecido al padre Pedro Antonio Holguín, canónigo de Popayán y antecesor de Aguilera en el curato de Palmira. La segunda, fue el Colegio de los Hermanos de María o Hermanos Maristas, que se instaló en Palmira en 1892. Para ese entonces habían sido rectores del Colegio La Libertad los señores Evaristo de la Cadena, Francisco L. de Guevara, Juan Nepomuceno Nieto, Pedro P. Gaitán y Teófilo Dorronsoro. En 1894, el municipio de Palmira celebró un contrato con la Comunidad de los Hermanos Maristas para que administrara la Escuela primaria que funcionaba en La Factoría, mientras el Colegio Público de Varones pasó a tener el nombre de Liceo Palmira. En 1904, y luego de la Guerra de los Mil Días, el gobierno conservador celebró un nuevo contrato con la Comunidad de los Hermanos de María, en cabeza del Hermano César Prado, para que regentara la escuela primaria que

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se ubicó por breve tiempo en la casona que fue sede de la Comunidad de las Hermanas Vicentinas, sitio que hoy ocupa el Colegio San Vicente de Paúl. Posteriormente la escuela se trasladó a la casona contigua a la iglesia La Trinidad, hoy Casa de la Cultura. A partir de ese momento, el Liceo Palmira pasó a ser administrado por el Departamento del Cauca, y sus directores y profesores fueron nuevamente personalidades de la vida pública y privada, entre ellos José María Villegas, Ricardo Nieto y José R. García. En 1918 comenzó la construcción de la nueva sede ubicada en la Avenida Santander con calle 18. El edificio de estilo republicano lo ordenó a construir el gobierno departamental. El 13 de febrero de 1929, el departamento del Valle del Cauca, a través de la Ordenanza número 2, propuesta por los conservadores Julio César Arce, Luis Navia Carvajal y Jorge Ulloa, decretó que el Liceo Palmira cambiara su nombre por el de Colegio de Cárdenas, honrando la memoria de don Pedro Vicente Cárdenas Manrique, abogado, académico, político, humanista, auditor militar y líder progresista, hijo de don Pedro Simón Cárdenas, uno de los terratenientes que participó en el movimiento independista de Llanogrande, el 5 de diciembre de 1813.

Estación de gasolina de don Ernesto Materón, ubicada en la Avenida Santander.

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“LA PETRONA” El primer vehículo que tuvo a disposición el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira fue un carrotanque marca Dodge, modelo 28, que el municipio donó a través de su personero don Israel Hurtado, el 28 de enero de 1932. Apodado “la Petrona”, tenía un tanque con capacidad para 3.000 litros de agua y un motor Dodge Brother. Poseía una bomba de succión Merry Weather Proponche que funcionaba a manivela, donada por don Harold Eder, gerente de I.M.S.A, Ingenio Manuelita S.A. En su equipo básico se adaptaron dos mangueras de succión de 4 metros y medio y 3 pulgadas de diámetro. Y diez tramos de manguera, remendadas con tubo y alambre. Posteriormente fue remontada con un chasis Ford modelo 46.

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“CHAVA” Auto marca Broadway, modelo 31, adquirida el 30 de abril de 1935. Antes de convertirse en carro bomberil prestaba sus servicios a la policía municipal, vehículos que eran conocidos como “las jaulas”. Tenía dos tanques con capacidad de 40 galones cada uno donde se almacenaban los químicos especializados para extinguir materiales inflamables: una mezcla de ácido sulfúrico, bicarbonato de soda y agua, que producía una espuma que aislaba el oxigeno y emitía, dicen, un olor tremendo “a sobaco de diablo”. Tenía además un depósito para 1.200 pies cúbicos de manguera, pasamanos, escaleras y carpas para salvamento. “Petrona” y “Chava” eran “dos amigas” que los bomberos frecuentaban los fines de semana para hacerse robar el cuerpo.

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Primeras maniobras de exhibición en la Casa de gobierno y en las calles adyacentes al Parque de Bolívar, 1932.

MANIOBRAS EN EL PARQUE Una vez fundada la institución, los bomberos voluntarios iniciaron actividades. Se citaban los sábados en la mañana para discutir situaciones administrativas; aprendían a hacer nudos, a enrollar mangueras; hacían gimnasia a orillas del río Palmira y se iban trotando hasta el Puente de las Brujas, en el barrio La Emilia. “Éramos flacos”, cuenta Gilberto Patiño Carrejo, “pero siempre bien vestidos y afeitados”. Los primeros cascos, botas y reatas llegaron junto con “la Chava”. Estos equipos fueron estrenados con los overoles que mandaron a tejer donde misiá Filomena, una señora a quien nadie igualaba usando la Singer. La prueba de fuego de los voluntarios fue el 5 de febrero de 1932. Las gentes, como en una película en vivo, se agolparon en las calles del Parque de Bolívar, en el edificio de la nueva Casa Municipal,

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para ver a los temerarios muchachos saltar a una lona desde el segundo piso y hacer un simulacro de incendio y rescate de personas usando escaleras fabricadas en guadua. Para la exhibición, los jóvenes recibieron entrenamiento del capitán Joaquín Delgado, fundador y miembro del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali; esa institución facilitó doscientas yardas de manguera y cascos. El entusiasta capitán Joaquín Delgado siempre repetía: “ojo con la viga, ojo con la viga”. Aquel 5 de febrero, los fundadores de la institución bomberil de Palmira le hicieron saber a la ciudad que un grupo de jóvenes estaba dispuesto a arriesgar sus vidas para salvaguardar la integridad de los ciudadanos.


MEMORIA DEL FUEGO El primer incendio de que se tenga registro en la historia contemporánea de Palmira ocurrió en 1926, en la miscelánea ubicada en la antigua calle 12 con carrera séptima -hoy calle 30, carrera 27-. Este local era de propiedad de don Felipe Rojas, conocido como “don Felipito”; un tipo de baja estatura y buen conversador que en las tardes se la pasaba en la puerta de su negocio. Devoto de la Virgen, un día dejó una vela encendida alumbrando una estampa y salió a hacer una diligencia cerrando las puertas de su local. Minutos después, el sitio abundaba en llamas. El incendio fue sofocado gracias al auxilio de los vecinos y de los soldados del Batallón Soublette, asentado en la ciudad por esas fechas. Una vez constituida la institución bomberil, el primer incendio que atendió fue en un viejo rancho

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de paja ubicado en la antigua calle 11 con carrera 12 -hoy calle 29, carrera 22. Cinco bomberos vencieron las llamas. Uno de ellos fue el joven Alonso Alvarado Esparza, quien sería alcalde de Palmira en 1949. En 1936, los palmiranos presenciaron el espectacular incendio del antiguo Teatro Martínez. En ese entonces las cintas de película de 35mm eran de celuloide, un material muy inflamable. El asistente del teatro era Nelson García, un joven servicial que llevaba varios años manipulando los carretes de las películas. Era fumador. El teatro tenía dos entradas: una por el río Palmira, aledaña a la gallera, y la otra por la antigua carrera séptima. En su interior había dos escaleras a lado y


Simulacro de extinsión de incendios en el hipódromo de Palmira, ubicado hacia el sur, a las afueras de la ciudad,

lado que conducían al segundo piso, y al lado izquierdo de éste, otras escaleras de madera que conducían a un mezanine. Como era costumbre, ese sábado iban a presentarse tres películas, la primera de ellas la mexicana “Frente al destino”. Mientras manejaba la revisora, Nelson dejó su cigarrillo por ahí. De repente el cuarto se iluminó y en cuestión de segundos se extendió el fuego hasta los demás rollos de películas. Al ver la humareda, los asistentes salieron en estampida hacia la calle; Nelson, por el contrario, echó a correr hacia el mezanine, donde lo envolvió el penetrante humo. De las llamas sólo su alma pudo liberarse. En diciembre de 1942 ocurrió un incendio en inmediaciones de Barrio Nuevo, en los predios de la señora María Torres Atehortúa, y que afectó las casonas vecinas. Por esto,

el concejo municipal de Palmira dictó el acuerdo número 55 de 16 de junio de 1943, con el cual destinó una partida de 150 pesos para auxiliar a los damnificados. Los antiguos incendios se caracterizaban por la rápida propagación de las llamas. Los típicos materiales de construcción, madera y la cañamenuda, son de fácil combustión y los techos altos de adobe funcionaban como conductores de calor, formando lo que los bomberos llamaban “bocadehorno”. En 1946, y ya con conciencia de los riesgos a los que debían someterse los bomberos, el concejo municipal de Palmira gestionó un seguro para los voluntarios por un valor de 500 pesos. El proponente fue don Jaime Bejarano D., quien además afianzaba su espíritu de periodista en pro de la ciudad.

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UNA NOBLE CAUSA El reto más difícil que tuvo que enfrentar el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira en sus inicios no fue un incendio, sino sus sostenibilidad económica. Doña Teresa Calderón de Lasso, junto con las 34 señoritas de la Cruz Roja Bomberil, dispuso todos sus ánimos para organizar bazares en el Parque de Bolívar y recorrían las calles de vendiendo tinto a los caballeros, quienes pagaban gustosos el doble de su valor. Era tal la capacidad de ingenio de doña Teresa, que un día al ver que iba mal una colecta organizada en el café de don Miguel Enrique Gómez, vecino al Parque de Bolívar, se le ocurrió preguntar: -“¿Qué hay para rifar?”. La idea se paseó incierta por algunos segundos, hasta que un caballero picaresco agregó: “¡Pues rifen un beso!”. Casi de inmediato, los asistentes se miraron las caras, algunos aplaudiendo lo que creían

un chiste, mientras los más emperifollados analizaban la inmoralidad de la propuesta. Al no encontrarse objeción alguna, comenzó la subasta entre los caballeros, quienes vaciaron sus bolsillos para disputarse entre monedas un beso con una de las lindas voluntarias de la Cruz Roja. Dicen que don Justo Caicedo Espinosa, alcalde de Palmira, puso sobre la mesa 50 pesos espantando galantes y tahúres. Con el mismo entusiasmo, el doctor Gustavo Martínez, propietario del Teatro Martínez, autorizó a su administrador, señor Fernando Arboleda López, destinar los dineros de las funciones vespertinas de los viernes para dedicarlos exclusivamente a la compra de gasolina de “la Petrona” y “la Chava”, pues los voluntarios hacían “vaca” de 10 centavos para salir a atender las emergencias.

Actividad cívica de recaudación de fondos en el Parque de Bolívar, organizada por Teresa Calderón de Lasso. 48


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El bombero Sócrates Domínguez en el puesto de servicio del cuartel. Para comunicarse a la estación había que marcar el número 90.

El Semanario Nueva Patria dedicó varias columnas exaltando a los bomberos voluntarios y proporcionó la propaganda necesaria para invitar a la ciudadanía a los eventos cívicos. En ellos colaboraban las bandas de músicos que lograban reunir un notable público alrededor del kiosko del Parque de Bolívar, donde se celebraban las retretas. En 1931 el presidente de la Junta de Ornato y Mejoras Públicas, don Teodoro Álvarez, autorizó a las señoritas de la Cruz Roja para llevar en las noches una alcancía denominada “el Centavo del Bombero”. El 20 de marzo de 1932, se realizó un festival taurino, o becerrada, en la improvisada Plaza de Toros de Santa Bárbara, aledaña a la Estación del Ferrocarril. Los muchachos afiebrados a la lidia se reunían allí para ensayar lances a los novillos que llegaban en

tren con destino al matadero. En aquella ocasión, los bomberos voluntarios organizaron una corrida y se metieron de guapos a capotear seis toros cedidos por el doctor Francisco Rivera Escobar. Gilberto Velasco fue el director de lidia, Joaquín Barona el primer ayudante y los voluntarios Pío Ampudia, Rafael López G., José María Esparza y Gerardo Aragón, los peones de brega; como médico de la plaza ofició el doctor Alfonso Rodríguez Lozano, miembro de la Cruz Roja del Cuerpo de Bomberos. La sociedad palmirana concurrió masivamente a este programa adquiriendo puestos en palco a 50 centavos, 30 al sol y 40 a la sombra. A finales de la década de los años treinta y con el apoyo del empresario Heliodoro Villegas, dueño del Ingenio Oriente, y del sargento Manuel Policarpo Arana del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, se fabricó para la institución la primera sirena instalada en la antigua Alcaldía.

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Bomberos voluntarios frente al cuartel de Palmira.

En la década del cuarenta, fueron muy populares las actividades de “la Semana del bombero”. Los voluntarios construían casetas de guadua en el lote frente a las instalaciones del cuartel y realizaban juegos de lotería y venta de bebidas y fritanga. El 3 de diciembre de 1944, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira hizo entrega de un pergamino a las prestantes damas de la sociedad como reconocimiento a su desinteresada labor. Fueron ellas las señoras Clara Montes, Francia de Cucalón, Irma de Tascón, Ligia de Tascón, Bertha de Rivera, Cecilia Sierra de Madriñán, Graciela de Barona y Elena de Voigt, y las señoritas Alma Mercado, Silvia Mercado, Clarita Sierra, Olga Tascón, Emma Conde, Luz Martínez, Ligia Lamy, Anita Holguín, Ruth Saavedra, Maruja Rojas, Graciela Prado, Nubia Mejía, Lola Orejuela, Berta Navia, Celima Herrera, Betty García, Martha González, Yolanda González, Esperanza González, Marina Montes, Nelly Escobedo, Yolanda Delgado, Noemí Cifuentes, Elvia Nieto, Blanca Toro, Yolanda Toro, Betsy Tascón, Roxi Tascón, Carmen Elena Saavedra, Ruth Cadavid, Leonor Sánchez, Estella Fidalgo y Epifanía Martínez.

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UN LUGAR PARA LOS HÉROES El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira cumplía cuatro años de ocupar su sede en el centro de la ciudad, pero era un espacio muy reducido. Por ello, el nuevo comandante de la institución, el doctor Fernando Arboleda López, motivó reuniones con funcionarios del departamento y de la alcaldía de Palmira; estas culminaron con el acuerdo de canje del lote del municipio donde funcionada el Cuerpo de Bomberos por otro de propiedad del departamento, ubicado en la antigua carrera séptima con calle catorce. El objetivo era construir en el sitio que ocupaba la institución bomberil una sede de la penitenciaría nacional. Esta cesión se realizó a través de una ordenanza, emitida el 15 de abril de 1936. El nuevo lote comprendía 53, 20 m de frente sobre la calle y 35, 60 m colindantes con el río Palmira. Tenía dos viejas casonas a medio derrumbar y una extensa área que no era más que un mangón rodeado de piñuela, donde pastaban los caballos de don Abel Jaramillo, el “magnate de las victorias”. El problema siguiente era cómo financiar la construcción de la nueva sede. Es cuando integra a la institución bomberil don Francisco Rivera Escobar, quien poco después de culminar su periodo como alcalde de Palmira, asumió el comando de la institución aportando de su peculio lo necesario para alzar la imperiosa sede. Las obras estuvieron a cargo del ingeniero Hernando Bueno Figueroa y de los maestros Aureliano Saavedra de la Cruz y Alfonso Mendoza E. Más adelante ellos tendrían a cargo las obras de la Casa del motorista, del nuevo Teatro Materón y del entamborado del río Palmira. Con el edificio en obra negra, los bomberos palmiranos se trasladaron a su nueva sede en 1938. Las oficinas se instalaron en el primer piso y en el segundo se ubicaron los dormitorios para los voluntarios de guardia. En los años siguientes, comenzaría la migración de campesinos japoneses provenientes de la colonia de Corinto. Los ingenios azucareros, los trapiches y las empresas metalmecánicas, nos otorgarían el ímpetu de una región capaz de proponer el porvenir y de albergar la idiosincrasia más particular. La verdadera Palmira comenzaba a venir desde muchas partes.

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Oficiales fundadores del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira. Las fotograf铆as siguientes corresponden a la nueva estaci贸n, fundada por Francisco Rivera Escobar, y a un grupo de bomberos participando de un desfile.

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HIMNO AL BOMBERO Coro Abridnos el paso, sonó la sirena, con lenguas de fuego nos llama el deber, el rostro tranquilo y el alma serena la vida ofrendamos con todo placer. I Las llamas extienden sus fúnebres alas, se escuchan lamentos de angustia y dolor; ¡Arriba, bomberos! Tended las escaleras, ¡qué importa la vida, si queda el honor! II Jamás nos detienen peligros ni horrores: si nobles mandatos debemos cumplir, y somos felices quitando dolores al ver que por otros debemos morir. III Tenemos por lema servir a los hombres: cumplamos gustosos tan noble misión en medio de llamas, se ven nuestros nombres al pie del escudo de la abnegación. IV El agua que salta gentil es hermana de todo bombero su hermana mayor con ella volvemos al son de la diana y en ella hemos puesto la fe y el honor.

Ricardo Nieto Hurtado Música compuesta por el maestro Samuel Gaviria.


El origen de una memoria

La cultura Malagana

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Alcarrazas de cerรกmica de la cultura Malagana, simbolizan los ciclos de la fertilidad.


El futuro de una sociedad no proviene únicamente de la inversión en infraestructura, sino de abordar las dinámicas sociales y productivas desde la identidad histórica. Transformar el comportamiento de una sociedad requiere de la conservación y difusión de las tradiciones culturales y de la memoria colectiva a la que pertenecemos. Esa suma de conocimientos necesita proyectarse con una mirada generosa. Lo científico le pertenece a los expertos, la imaginación le pertenece a todo el mundo. Hace tres mil años, las llanuras anegadas de esta región eran el sitio de encuentro de varias culturas indígenas. La economía de esas sociedades se había basado en una eficiente agricultura migratoria, complementada con las actividades de recolección, caza y pesca. Su jerarquía, determinada por cacicazgos, a veces femeninos, tejió una cosmogonía que expresaba una manera de relacionarse con el entorno. La imitación de los fenómenos naturales y del comportamiento animal enmarcó su relación con la naturaleza como un ser colectivo. Muchas de esas culturas concibieron el tiempo, no como una medida cuantitativa, sino como un respirar de la vida que expresaba, bajo el embrujo del sol y de las estrellas, los ciclos fundamentales: la reproducción, la maternidad, la muerte. Para los Kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta, la palabra la vagina, es la misma que usan para nombrar el alba. Esas simbologías les proveían de entendimiento y les permitía escenarios de dialogo y reconocimiento del otro como un complemento superior, un familiar. Los saqueos arqueológicos ocurridos desde el 28 de octubre de 1992 en la Hacienda Malagana, ha significado para los palmiranos y colombianos una oportunidad, todavía

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no valorada, para encontrar nuevos paradigmas de relaciones sociales que nos permita menguar los conflictos culturales y, especialmente, los retos ambientales. Somos una sociedad aún en construcción. Ingenua, y por eso frágil. ¿Cuánto tiempo necesita la razón para ceder su dominio?, ¿Cuánto tiempo puede esperar nuestro planeta y miles de especies para que tomemos las decisiones adecuadas? Del saqueo del cementerio Malagana existen dos versiones. La más verosímil cuenta que un obrero nivelaba con un buldócer una plaza de tierra cañera en la Hacienda Malagana, de propiedad de la familia Azcarate Rivera. Meses antes, un mayordomo le había dicho a don Arcesio Triviño, vecino del lugar. “¡Vea, compadre, eche ojo que por ahí hay cosas de indios!”. Pero ni don Arcesio ni su esposa Rosalbina Pérez ni ninguno de sus diecisiete hijos prestaron atención. En esas tierras crecían cañas del Ingenio Providencia. Ese 28 de octubre, a las cuatro de la tarde, el buldócer se hundió en una falda. La escena que siguió nadie podría imaginarla. Nadie podrá sentir el ritmo del corazón de aquel hombre que tuvo la fortuna o la desgracia de encontrar el cementerio de una cultura indígena. Pero si podremos imaginarlo abrir sus ojos y luego romperse las uñas al hundirlas en el barro y enjuagarse el sudor mientras llenaba un costal de cabuya con rostros y figuras de oro para luego escabullirse entre las suertes, sin decirle nada a nadie, perdiéndose en la noche.


Caimán. Pieza de Orfebrería de la Cultura Malagana

Lo que siguió fue uno de los hechos sociológicos más caóticos de la historia contemporánea de Colombia. La cotidianidad de un pueblo se derrumbó y las gentes con picos y palas se fueron encima sobre un terreno creyendo alcanzar el porvenir sin saber que en ese lugar habitaba gran parte de su memoria colectiva. Al día siguiente pasaron por la casa de los Triviños unos hombres que decían ir a buscar armadillos. En la tarde ya había una docena de curiosos y tres días después, cientos de gentes del caserío de El Bolo buscaban un lugar donde abrir un hueco.

Pronto un noticiero anunció el descubrimiento y la romería se triplicó. Los primeros guaqueros que llegaron fueron Bernardo Rendón, Alberto Montenegro y su hermano “el tigre”, venidos de Restrepo y El Darién. A ellos les siguieron don Hermes, un patricio de El Bolo, y diez guaqueros suyos que comenzaron a sacar figuras de barro para un gringo que quería morirse de la rabia cuando le llevaban las piezas rotas. “¡Indios brutos, decía, indios brutos!”. En cuestión de días llegaron al sitio personas de todas las edades y de todos los estratos sociales de Palmira y de las ciudades vecinas. Empresarios, políticos y mafiosos coleccionistas enviaron delegados con maletas cargadas de dinero para adquirir las mejores piezas; un actor francés montó a la entrada del pueblo una carpa para comprar lo que le ofrecieran. Los patios traseros de las casas se convirtieron en improvisados salones de exhibición de piezas de oro y cerámica; los cautos escondían lo más fino debajo de los muebles y en el interior de las lavadoras y materas. La primera guaca, dicen, la sacó un grupo de seis hombres que la vendieron por ochenta millones a una gente de Bogotá. El lote más grande fue vendido a un intermediario extranjero que pagó mil millones de pesos por seiscientas piezas, las más preciosas. Casi cien días después del descubrimiento, llegaron al sitio los arqueólogos del Instituto Vallecaucano de Investigaciones Científicas, INCIVA, del Museo Arqueológico de la Universidad del Valle y del Instituto Colombiano de Antropología, ICANH. Como pudieron, los expertos acordonaron el área e hicieron su trabajo en un campo que parecía desde el aire una bombardeada llanura. Había en el sitio cerca de cinco mil personas. Comerciantes, abogados,

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Tortuga. Cerámica de la Cultura Malagana.

soldados, policías, políticos, gentes del común e incluso dos poetas y cuatro monjas con el hábito arremangado se quebraban con impaciencia las espaldas. Por los costados, una retroexcavadora del municipio y otra del batallón Codazzi competían para sacar a dentelledas la historia. Durante casi seis meses se vivió en la Hacienda Malagana una escena dantesca donde no hubo principio ni moral alguna. De lo poco que se logró rescatar, los arqueólogos encontraron varias respuestas, pero sobre todo más preguntas. Después de dos años de estudio, las tumbas y ajuares revelaron que la cultura Malagana fue una sociedad que surgió quinientos años antes de Cristo en las márgenes del río El Bolo y el zanjón Timbique, como una variación de las culturas Ilama y Yotoco. Su magia era infinita. Hay máscaras que hablan del acecho del jaguar, pectorales que muestran las danzas secretas del sol y de la lluvia, collares que imitan el plumaje de las aves, narigueras que honran a los abuelos que tenían rostros de serpiente y de caimán, orejeras en forma de granos de maíz que anunciaban las bienandanzas

que se agitaban en el interior de las semillas, instrumentos musicales que convocaban a los dioses, y diminutos alfileres y poporos en los que mujeres y animales sonreían y abrían sus manos a los cielos. Eran piezas de arte que usaban los caciques y chamanes en las ceremonias y distinguían al pueblo en intercambios culturales y comerciales y que componían los ajuares que los muertos se llevaban a la otra vida. Su cerámica fue también fina y expresiva. Los artistas Malagana moldearon barros y arcillas dando vida a alcarrazas con figuras antropomorfas y zoomorfas de distintas dimensiones. Con la fina pluma de un ave dibujaban sobre las piezas líneas, rectángulos y círculos, logrando delicados diseños geométricos de gran contenido simbólico y trazos punteados o granulados que denotaban los detalles morfológicos. Hay esculturas que hablan de cómo eran sus viviendas construidas con techos a dos y cuatro aguas, de los rostros de los insectos, monos y felinos que llenaban de algarabía las copas de los árboles, de los pájaros que hacían vibrar los cielos y las ramas, de los hombres y mujeres que iban al poniente a traer en canastos las bendiciones del trueno y de la lluvia, de los caciques que lucían ante el

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pueblo máscaras de zorros y murciélagos, de los ancianos que tenían coto y de los chamanes que mascaban coca y que en cuclillas conversaban con los muertos. Por ese arte lleno de magia sabemos que la contemplación y la abstracción del entorno fueron para la sociedad Malagana actitudes naturales ante la vida. Si ellos tuvieron la virtud de moldear la alcarraza de un acurrucado lirón que sueña y la máscara tumbaga de un puñado de colibríes al vuelo, fue porque comprendieron la bondad de la naturaleza y el complejo tejido de milagros que desencadenan la belleza de un instante. Una sabiduría que se esmeraron en conservar porque después de todo, todo era fugaz: eran hombres y mujeres con una esperanza de vida no mayor a cuarenta años. A los descubrimientos en la hacienda Malagana, le siguieron los yacimientos en el sector de Coronado (1999), en donde fueron excavadas 164 tumbas. En 2000, fueron halladas 37 tumbas en terrenos que ocuparía el estadio del Deportivo Cali.

Nacimiento. Cerámica de la Cultura Malagana.

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Nuestra identidad social actual nació a partir de la conquista española, del desarrollo colonial y de la complejidad de una era republicana convulsa que eligió, hasta hoy en día, y con un alto costo en ignorancia, promover el crecimiento de una nación a partir de modelos extranjeros. Nuestra manera de comercializar es inglesa, nuestra manera de construir pensamiento es alemana,


nuestra manera de creer en Dios -en apenas uno- es española, nuestra manera de expresar oposición y rebeldía es francesa, o rusa, o cubana. Somos una sociedad neonata de doscientos años. La ambición, la ignorancia y la hipocresía que nos define, pertenecen a esa herencia. La cultura Malagana que es el origen de nuestra memoria geográfica nos señala una identidad y una manera de ser primordiales. Tres aspectos se resaltan de esa herencia. 1. Esta región fue un lugar de encuentro de varias culturas que se reunían a dialogar, a intercambiar cultura y a comercializar sus productos. El intercambio de bienes no significaba riqueza individual, sino prosperidad colectiva. Quiero decir que a partir de principios del siglo veinte, Palmira comenzó a ser aquel lugar de encuentro de varias culturas nacionales y extranjeras que llevó a esta región a ser un lugar para el porvenir agrícola e industrial. Hasta los años setenta, Palmira fue diversa, pujante, divergente; tenía un lugar y un nombre en la sociedad nacional, nuestros dirigentes eran líderes del cambio y expresaban un dialogo permanente con las demás regiones del país. Así lo hicieron los malagana, quienes tuvieron una estrecha relación social y comercial con las culturas Calima, Quimbaya, San Agustín y Tumaco, y con otras más lejanas, como los Sinú y Tayrona. Los caciques y cacicas malagana de está región representaban a su pueblo, hoy la mayoría de los políticos representan los intereses de los grandes monopolios y empresas contratistas 2. Al igual que lo hicieron las culturas indígenas

Pez. Alcarraza de la Cultura Malagana.

que se adaptaron a las difíciles circunstancias geográficas (construyeron jarillones y canales concéntricos de desagüe para aislar sus viviendas y zonas productivas), los palmiranos raizales y los foráneos venidos de tantas partes se adaptaron a las exigencias de una ciudad donde en términos de desarrollo, agricultura, infraestructura, estaba todo por hacerse. Y 3. Los Malagana respetaron y cultivaron el arte como una manera de diálogo entre el pasado y el futuro, entre lo terrenal y lo divino, era un arte que daba vida a las preguntas del ser humano; perpetuaba y difundía el conocimiento. La Palmira actual apenas vive las convulsiones de una sociedad que a pesar de su diversidad y oportunidades y a la amplia tradición a la que pertenece, invierte casi nada en el desarrollo cultural. Una sociedad tan predecible, automática y superviviente, como lo es la palmirana, es como si tuviera tierra en su memoria y en su actitud. Escarbar en nosotros mismos, descubrir y celebrar nuestros matices más desconocidos, deben ser parte de las búsquedas colectivas de un futuro promisorio.

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Desfile cívico que pasa por la casona que fue la primera sede del Club Cauca. Fotografía de Jorge Terreros.

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LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Luego de la conquista de la Otra banda, se construyeron en estas tierras las principales haciendas coloniales; San Jerónimo de los Ingenios, Concepción de Nima y El Alisal, conformaron la plataforma productiva que motivó el desarrollo sociocultural: las tensiones humanas y comerciales que originó el mestizaje. El vigor de estas haciendas, cada vez más autónomas y cercanas a Dios con sus capillas, motivaron el desarrollo de las villas intermedias que funcionaban como campamentos y centros de abasto. Así nació la urbanización de Llanogrande, el 17 de junio de 1773. El ímpetu de los cultivos de tabaco, de la mejor calidad, exportados al norte del país desde la Factoría, y la visión de darle a esta región un estatus de autonomía frente a la potestad que se disputaban Cali y Buga, por parte de líderes como don Gregorio Saa y Rengifo, generaron que Palmira se posicionara por su riqueza social, geográfica y humana, como una ciudad anfitriona, que para 1924 se alzaba como ejemplo del gobierno conservador republicano. Palmira creció, entonces, en infraestructura y en inversiones. Un ingenio azucarero nos hizo crecer en grande, un Parque de Bolívar fue un digno centro social y cultural, la Compañía de Luz y Electricidad nos hizo productivos, la llegada del tren entusiasmó a los visitantes y a los comerciantes, la catedral que se alzaba era símbolo de tenacidad y amor propio, y la fundación de un cuerpo de bomberos, anticipado a los retos de la grandeza, nos llevaron a puertas de una sociedad diversa y pujante. Todo el Valle del Cauca vivía ese esplendor en infraestructura, edificios hermosos aparecían en el Parque de Caicedo y Buenaventura se abría a lo desconocido con sus muelles; Bogotá al fin sentía que en esta región pasaba algo.

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La Granja Experimental AgrĂ­cola de Palmira (1929 - 1990)

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El 22 de noviembre de 1907 el concejo municipal dictó el acuerdo número 82, ordenando que “en la ciudad de Palmira se fundará una estación agronómica para pastos, materiales fibrosos, frutas y razas mejoradas de animales, a establecerse en la hacienda El Papayal, en el paraje el Edén”, un predio que pertenecía a don José María Rivera Escobar. En los años siguientes, el reconocido médico caleño Evaristo García, egresado de la Universidad Nacional de Colombia en Febrero de 1872, y quien hizo estudios en París y Londres e investigaciones sobre lepra, beriberi y paludismo, presentó la idea de crear un centro de investigaciones la Asamblea del Valle del Cauca, donde no tuvo acogida. Fue en 1926 cuando el gobierno nacional dispuso a través de la Ley 41, “fundar una granja experimental en cada uno de los departamentos”. Ese mismo año, Carlos Holguín Lloreda, diputado a la asamblea, aprobó la ordenanza Nº 21 que creaba en el Valle del Cauca la Secretaria de Industria, cuyo primer titular fue Ciro Molina Garcés. Sus primeros logros fueron difundir el informe de la misión Manchester, dirigida por Arnold Pearse, acerca de las ventajas del Valle del Cauca para el cultivo de algodón, y crear la Imprenta Departamental del Valle como parte esencial de la divulgación científica. Desde ese momento, y junto a Demetrio García Vásquez, hijo de Evaristo García, impulsó la creación de la Estación Agrícola Experimental. El primer reto fue la adquisición del predio. Para ello se comisionó al ingeniero agrónomo Emiliano Pereañez y Lerma, quien luego de recorrer la región determinó que el sitio propicio era un lote de la Hacienda Santa Bárbara, de propiedad de Francisco Rivera Escobar. Éste comprendía 417 fanegadas, y fue comprado con recursos departamentales y nacionales, a través

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de escritura pública 253 del 21 de diciembre de 1928 y protocolizada ante la notaría pública principal tercera de Cali. El monto de la negociación fue de $83.440. Como antecedentes, en 1909 se había creado en Tucumán, Argentina, la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Culombres, y en 1910, los productores de Puerto Rico se unieron para crear la Estación Experimental Agrícola, especializada en cultivos de caña de azúcar. La tradición de estos centros de investigación comenzó por la necesidad de Inglaterra de aprovechar la ciencia y la tecnología como modelos de producción, teniendo en cuenta las favorables condiciones de mercado generadas por la Revolución Industrial. Los países latinoamericanos buscaron expertos agrícolas y hombres de ciencia para desarrollar sus instituciones de investigación y mejorar su productividad agrícola como estrategia de competitividad, enmarcada en la apertura liberal. Estado Unidos logró que esa transferencia de tecnología significara presencia y control político en los países centroamericanos y suramericanos, donde fue exponencial la importación de bienes de consumo y de materias primas agrícolas y mineras. En 1875 los estadounidenses fundaron la primera estación siguiendo el modelo europeo que concebía el cultivo experimental como unidad de estudio. Las primeras estaciones las instalaron en Puerto Rico y Filipinas. Hasta 1927, se habían fundado en Cuba y Puerto Rico cinco estaciones, algunas manejadas por autoridades locales, pero todas concentradas en productos de exportación hacia Estados Unidos.


Edificio de administración de la Granja Experimental Agrícola, 1935

En 1927, ejecutivos de Bogotá realizaron gestiones para traer la misión Lemostierre y fundar una facultad de agronomía en Cundinamarca. Sin embargo, Carlos Holguín Lloreda, Gobernador del Valle del Cauca, y Ciro Molina Garcés, se adelantaron y gestionaron para el Valle del Cauca la misión Chardón de Puerto Rico, liderada por el doctor Carlos E. Chardón. El objetivo era estudiar los problemas agrícolas, económicos y sociales derivados del sistema productivo de la región y dar respuesta a la grave crisis del sector debido a plagas y a la exigua tecnificación. Para contrarrestarla, el gobierno había decretado la ley de emergencia que dio vía libre a la importación masiva de alimentos que amenazaba la industria agropecuaria. La misión arribó en abril de 1929 y sus estudios coincidieron con la llegada de las primeras familias de japoneses a la colonia agrícola instalada en Corinto, patrocinada por Ciro Molina Garcés. Meses después, el informe que el científico puertorriqueño rindió a la Asamblea Departamental del Valle del Cauca puede resumirse en las siguientes palabras: ¡Señores, qué pasa, porqué con toda la riqueza de estas tierras no se han desarrollado!”

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El primer director de la Granja Experimental Agrícola fue el ingeniero agrónomo Carlos Durán Castro, quien realizó el programa de investigación, proveyó los primeros equipos de laboratorio y motivó la divulgación científica en revistas y magazines. Los primeros proyectos estuvieron a cargo del ingeniero Emiliano Pereañez y Lerma, y de su auxiliar, el español Antonio José Biarnés. Fue el secretario general de la entidad el señor Gilberto Patiño Carrejo, quien sería uno de los fundadores del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira. Las primeras semillas que se estudiaron en la Granja Experimental Agrícola de Palmira fueron de caña dulce (POJ-2878), enviadas por el científico puertorriqueño para reemplazar las tradicionales Creole y Otahiti. Le siguieron estudios de arroz, fríjol, soya; los de frutales fueron iniciados por el agrónomo boliviano Manuel Jesús Rivera, quien adoptó nuevas variedades que darían origen a la fruticultura nacional. En 1930 comenzó la construcción del edificio industrial de dos plantas a cargo del ingeniero civil Antonio Lozano, donde se instalaron las máquinas seleccionadoras de semillas, las desmotadoras de algodón, las bodegas de almacenamiento y las oficinas administrativas. Se alzaron además de tres casas de estilo chalet inglés para el director y dos de sus técnicos, llamadas Bolívar, Sucre y Córdoba. Años más tarde,


Edificio de administración de la Granja Experimental Agrícola, costado posterior, 1935

se construyeron nuevas casas, llamadas Ricaute, Giradot, Santander y Caldas, a cargo del arquitecto bogotano Roberto Sicard Calvo. Entre los años 1933 y 1934 se estableció un lote de estudio de tabaco de la variedad White Burley, para el secamiento de las hojas y un caney de madera. En ese lote, se alzó posteriormente un trapiche para el procesamiento de mieles y la elaboración de panela con propósitos de experimentación. En febrero de 1935 se iniciaron los estudios avícolas, bajo la dirección del español Salvador Castelló, proveniente de la Escuela Oficial Española de Avicultura. El primero de julio de 1938, La Granja Experimental Agrícola pasa a ser propiedad de la nación adscrita al DIA, El Departamento de Investigación Agrícola, del Ministerio de Agricultura. Se intensifican los estudios de caña, arroz y frutas tropicales. En 1943 el DIA crea el Instituto Colombiano Agropecuario,

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ICA, con los programas de investigación en ciencias y medicina veterinaria, y se amplían las investigaciones en maíz y cacao. En 1947, se funda en Cuba la Estación Experimental Antonio Mesa Hernández de Jovellanos, con el lema: “haga hombres, quien quiera hacer pueblos”. En 1955, nace la Estación Experimental Agrícola Fabio Baudrit Moreno de la Universidad de Costa Rica, con un programa que tenía un fuerte componente de acción social. Durante su gestión en la Granja Experimental Agrícola y como jefe del Departamento de Agricultura y Ganadería del Valle del Cauca, Carlos Durán Castro, al igual que Ciro Molina Garcés, defendieron su tesis de iniciar en Colombia un programa de seguridad alimentaria a través del estudio de los productos agropecuarios más relevantes, teniendo en cuenta el medio ambiente y el mejoramiento de las condiciones económicas de los campesinos colombianos.


Para 1955 la Granja Experimental de Palmira era como el Club Campestre de la ciudad donde se daban cita las personalidades políticas y de la investigación más connotadas a nivel nacional e internacional. Rosita Cadavid Arboleda, Cecilia Aragón Ampudia, conocida como “mama chila” y Tulia Materón, eran las matronas de Palmira que organizaban las reuniones y agasajos. Para 1972 el ICA contaba con 24 programas de investigación. Desde su fundación, hasta 1980, la entidad le ha entregado a la sociedad colombiana 33 variedades de tabaco, 31 de yuca, 21 de maíz, 17 de frutales, 8 de arroz, 8 de soya, 6 de hortalizas y 1 de algodón. En los años sesenta, la región de Palmira tenía en su patrimonio agrícola 13.099 hectáreas de arroz, 57.978 hectáreas de maíz, 16.940 de algodón, 28.470 de soya y 72.467 de caña. Algunas variedades de frijol, soya y maíz fueron llevadas con éxito a países de África, y Centroamérica. Luego de que Cuba cediera su diversidad agrícola al mercado de azúcar de la Unión soviética, la diversidad agrícola de Palmira fue a su vez dando paso a la Revolución verde, según la necesidad de satisfacer el mercado norteamericano de azúcar. La Revolución cubana fue lo mejor para la amplitud de las ideologías, pero fue lo peor que pudo pasarle a Palmira. En 1993, y como consecuencia de las políticas adoptadas por la apertura económica, nació la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria, Corpoica, que actualmente acoge el Centro de Investigación y los programas de Transferencia de Tecnología, enfocados hoy, principalmente, a la actividad frutícola, el porvenir agrícola de Palmira.

Acta de entrega del Centro de investigaciones Palmira al ICA, en diciembre de 1 9 6 6. A p a re c e n , e n t re o t r o s, d e i z q u i e r d a a d e re c h a , L u i s E d u a r d o Pa t i ñ o ( p r i m e ro a t r á s ) , d i re c t o r d e l c e n t r o d e investigaciones; y los m i n i s t ro s C a r l o s L l e ra s Re s t re p o, ( f i r m a n d o e l a c t a ) y Vi r g i l i o B a r c o, el presidente Guillermo León Valencia, y el doctor Fe r n a n d o Pe ñ a ra n d a Canal, primer director del ICA.

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En 1929 Ciro Molina Garcés redactó un texto para explicar, según su visión, los alcances de la Misión Chardón. El último párrafo dice: “Sólo podrá llegar al triunfo la Secretaria de Industrias del Departamento, si cuenta, como hasta hoy, con el concurso de todos; cuando cada ciudadano se convenza de que realiza en ello un deber patrio. Un continuo esfuerzo, a despecho de todas las incomprensiones, debe llevarnos a producir todos nuestros alimentos y luego producirlos para la república. Un pueblo que no produce su comida no es un pueblo libre, y son los agricultores los que están llamados a completar la obra de nuestros próceres”.

Imagen siguiente: Mangualo del Ingenio Manuelita con su yunta de bueyes. Fotografía de Otto Moll González, 1950.

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La Escuela Superior de Agricultura Tropical (1934 - 1970)

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Desde 1913, la Asamblea departamental del Valle del Cauca había propuesto a través de la ordenanza 28 del 18 de abril la fundación de una Escuela Normal de Agricultura Tropical y de Veterinaria. Una de las mayores influencias en la investigación en esa época eran las que se hacían con los cultivos de caucho, el “oro blanco”, en Brasil. Manaos era el epicentro de inversión, al igual que los llanos orientales colombianos. En 1931, el senador Demetrio García Vásquez, lideró la aprobación de la Ley 132 del 9 de diciembre que enunciaba la creación en el Valle del Cauca de una Escuela de Agricultura Tropical y del Consejo Nacional de Agricultura, una entidad encargada de fomentar los servicios de investigación, enseñanza y divulgación científica. Esta idea debió esperar hasta 1934, cuando Demetrio García, ya elegido Secretario de Agricultura del Valle del Cauca, redactó el decreto número 262 con el cual se creó en Cali la Escuela Superior de Agricultura Tropical, con un plan de estudios de cuatro años. El doctor Luis Felipe Rosales era el gobernador. Su visión fue: “superar el pesimismo, las rutinas ancestrales empíricas, la tendencia de la juventud a estudiar la superficial y anacrónica instrucción literaria y la decadencia universitaria de índole libresca atiborrada de médicos y de abogados, aleros de la mendicidad pública”. Esta escuela inició actividades el 5 de noviembre de 1934 en una casa ubicada en la avenida sexta donde funcionaban los laboratorios del departamento. Ocho alumnos, bajo la dirección del doctor Ignacio Vidal y Guitart, profesor catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, en España, emprendieron el plan de estudios que se aprobó siguiendo los lineamientos de la Escuela de Vicosa, de Brasil y estableciendo como obligatoriedad los trabajos prácticos en cada una de las materias, en distintas granjas del departamento. Los profesores que acompañaron a Ignacio, fueron: Jaime Villegas, Manuel J. Lenis, Belisario Lozada, Mario Caicedo y Guillermo Rentería, jefe de disciplina.

Imagen anterior: primeros estudiantes de la Escuela Superior de Agricultura Tropical, en Cali, 1934. Aparecen, entre otros, Oscar Velásquez Muñoz, Oscar Arana Molina, Adalberto Figueroa, Luis Morcillo dosman, Herberto Aguado, Reinaldo Miller Mafla y Luis Vallesilla..

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Entrada a la nueva sede de la Facultad de Agronomía. Se aprecia el primer tractor de la institución, llamada por los alumnos, “el viejo profesor mudo”.

El 23 de febrero de 1939, la Escuela de agricultura Tropical graduó los primeros cinco alumnos con el título de agrónomo, uno de ellos fue el palmirano Adalberto Figueroa Potes, hijo de Gentil Figueroa Cáceres y de Ernestina Potes, nacido el 7 de marzo de 1914, el más destacado por sus logros académicos. Entre 1940 y 1942 se graduarían 23 profesionales. En 1944 la Asamblea Departamental del Valle del Cauca emitió la Ordenanza número 62 del 23 de junio, con la cual dispuso el cambio de nombre de la Escuela de Agricultura por el de Facultad de Agronomía, y ordenó la construcción de una nueva sede en Palmira. En 1946 la facultad fue adscrita a la Universidad Nacional de Colombia. A ella se vincularían las fundaciones Rockefeller, Guggenheim, Kellogs y el Michigan State College, con aportes destinados a la construcción de los bloques del campus y a los laboratorios. Estas obras se realizaron entre 1948 a 1953. Desde esa fecha comenzaron las becas y los programas de investigación.

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Estudiantes de la Faculltad de Agronomía en los servicios de extensión.

Entre los planes de extensión, la Facultad de Agronomía creó los clubes 4C: “Cabeza, corazón para el campo colombiano”, y los Clubes 4S: “Saber, salud, servicio y sentir”, grupos de profesionales y estudiantes que visitaban las zonas rurales de influencia para dar asistencia a los campesinos; enseñaban desde cómo hacer una huerta casera hasta cómo inseminar una vaca. “Cuando se escuchaban dos cohetes era porque venían los agrónomos, y cuando se escuchaban tres, era porque venían los veterinarios”, explicaba Adalberto Figueroa. En poco tiempo, la facultad se convirtió en una de las instituciones más prestigiosas de educación superior en América latina Poco después, instituciones como el ICA, Cresemillas y Proacol contribuyeron a que el Valle del Cauca se encaminara por el progreso agrícola, una pujanza en la que se destaca la inversión y el optimismo, tal como se está viviendo hoy en los llanos orientales.

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Nuevo bloque de ciencias de la Facultad de agronomĂ­a, 1960

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Durante muchos a帽os fue una tradici贸n que los bomberos entraran a la sede con los carrotanques y ayudaran a mojar a los primiparos.

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Las Fiestas Nacionales de la AgrĂ­cultura (1934 - 1970) 82


Para compartir con todo el país su auge productivo, el gobierno nacional le otorgó a Palmira, mediante la Ley 51, el aval para realizar las Fiestas Nacionales de la Agricultura, una ley acogida por el concejo municipal que nombró la junta organizadora de dichas fiestas a través del acuerdo Nº 8 de febrero 8 de 1940. Esas celebraciones tuvieron origen décadas atrás. En 1898 el concejo municipal de Palmira emitió el acuerdo número 160 del 2 de marzo, dando vida a la primera Feria Pecuaria precedida por el doctor Cipriano María Duarte en la hacienda de la familia Herrera Prado. En su junta organizadora participaron Narciso Cabal, Luis Felipe Rosales, Carlos Belden y Francisco Rivera Escobar. Según el cronista Alejandro Reyes, en su libro Reminiscencias de Palmira, el principal objetivo de las ferias, más allá de lo económico, fue permitir que los liberales pudieran reunirse en secreto a tratar los asuntos políticos referentes a la difícil situación de gobernabilidad del país y decidir cómo apoyar a las fuerzas revolucionarias del Cauca que tomarían parte en la Guerra de los Mil Días. En 1916, y para celebrar el término de las obras del Ferrocarril del Pacífico, el concejo municipal de Palmira emitió el acuerdo número 41 del 21 de Julio con el cual creó la Cámara Agrícola Provincial de Palmira, conformada, entre otros, por Domingo Irurita, Carlos Becerra Cabal, Carlos E. Cifuentes y Ernesto Holguín, encargados de organizar unas exposiciones agrícolas, artísticas, industriales y pecuarias que conmemoraron la llegada oficial del tren a Palmira, el 7 de agosto de 1917. Esas ferias premiaron a los expositores en todas las categorías. En interpretación artística se premiaron las mejores composiciones musicales en piano, violín y flauta, y en pintura y bordados de seda; en la exposición de artes se premió lo mejor en joyas de oro, plata y bronce, y en calzado y obras talladas en madera y alfarería; en la exposición industrial se premió lo mejor en cigarrillos, bebidas fermentadas, sombreros de iraca, fósforos, velas y jabones; en la exposición agrícola se premió lo mejor en café, tabaco, cacao y azúcar, en las categorías de ingenios hidráulicos e ingenios de vapor; y la exposición pecuaria premió los mejores ejemplares de semovientes, caballos y yeguas de silla, reproducción y tiro. En 1957, siendo alcalde de Palmira el doctor Guillermo Barney Materón, se reinauguraron las Ferias Nacionales de la Agricultura. El evento se celebró por primera vez en el coliseo de ferias Álvaro Domínguez Vallesilla, y estuvo precedido por el presidente de Colombia, doctorAlberto Lleras Camargo y el doctor Alonso Aragón Quintero, Gobernador del Valle del Cauca. Por primera vez se realizó el desfile de maquinaria agrícola y cada ingenio era acompañado por una comparsa y su respectiva reina cívica.

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En 1935 el presidente del concejo municipal de Palmira, doctor Francisco Rivera Escobar, impulsó con el secretario del recinto, señor Gregorio Hernández Saavedra, la creación de las Ferias del Dulce a través del acuerdo número 51 del 16 de agosto, que dice: “Declárese el 24 de junio de cada año fiesta cívica municipal para la celebración de las Ferias del Dulce, con el fin de enaltecer la patriótica y tesonera labor de las industrias del ramo de este municipio”. En 1937 el concejo municipal impulsó la creación de las Fiestas Mensuales del Ganado. Tres años después se realizaron las Primeras Ferias Nacionales de la Agricultura, reinauguradas en 1958 por el propio presidente de la república, Alberto Lleras Camargo, quien desde el balcón del antiguo Club Cauca expresó a todo pulmón: “¡Así es que quería ver a Colombia, carajo!” Las Ferias Nacionales de la Agricultura fueron el evento que año tras año le reveló al país y al mundo las riquezas y fortalezas de Palmira, posicionada en un privilegiado renglón de la industria y la economía del país como la Capital Agrícola de Colombia; las calles se abrían dando paso al majestuoso desfile de maquinaria y a la variedad de productos que simbolizaban la fertilidad y generosidad de nuestras tierras y el carácter de la investigación científica, concebida al servicio de la sociedad por líderes como Guillermo Barney Materón.

El presidente de Colombia, doctor Carlos Lleras Restrepo realizó en su gobierno la reforma administrativa del ministerio de agricultura. Con el fin de descentralizar la gestión pública, creó, entre otros institutos, el Idema, el ICA, el Inderena e Inagrario. El ICA se dividió en nueve regionales. La principal tuvo su sede en Tibiatatá, Cundinamarca, y su primer gerente fue Guillermo Barney Materón. En su gestión, impulsó la invetigación y la transferencia de tecnología a los pequeños y medianos productores, incluso en los rincones más apartados del país. En la foto se aprecia al doctor Guillermo con el presidente Lleras, en una feria agrícola dedicada a la promoción de maquinaria. Guillermo Barney siempre precidió las juntas directivas usando botas y ruana.

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Crece una institución

Bomberos Voluntarios de la Guardia Azul. Aparecen, de izquierda a derecha: Carlos A. García, Álvaro Córdoba, Luis A. Durán, Absalom Robins, Aldemar Ramírez, Hoover Rodríguez, Jorge E. Saavedra, Alirio Ayala, Isaac Fleishacher y Luis Carlos Restrepo.

EL PARQUE DE LOS BOMBEROS

ESTACIÓN DE SERVICIO SAN FLORÍAN

Frente al cuartel había un predio baldío que funcionaba “como centro de tertulia para tontos y borrachos”. En 1945 el comandante, doctor Luis Guillermo Bustamante Otazo, ideó la construcción del Parque de los Bomberos. En su centro se erigió un monumento elaborado por el escultor ecuatoriano Luis A. Vieira, cuyo modelo fue el Sargento Solóm Mosquera, destacado en ese entonces por ser el mejor “pitonero” del cuartel.

En 1952, el comandante, doctor Iván Botero Vallejo, acogió la iniciativa de los voluntarios de construir la estación de servicio San Florián como recurso de financiación de la institución. Esta obra fue alzada por los mismos bomberos que en sus ratos libres acondicionaron el terreno para instalar los tanques cedidos por la empresa de combustibles Codimóvil, contando con la colaboración de los bomberos dueños de volquetas Jorge Plaza y Luis Carlos Belalcázar. La obra fue dirigida por el capitán ingeniero Fernando Hidalgo. Su primer administrador fue el capitán Cristóbal Henao.

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Talla del monumento a los bomberos. Aparecen de izquierda a derecha, los voluntarios Sócrates Domínguez, Álvaro Ramírez y Solom Mosquera.

CASETA LA FOGATA En julio de 1961, algunas unidades bomberiles departían en un establecimiento cerca al Parque de los Bomberos. Comentaban acerca de cómo sacarle provecho al lote continuo al cuartel, que daba entrada a los garajes de la estación de servicio San Florián. La mejor idea fue construir un sitio de esparcimiento. Por esa época recibían instrucción los integrantes del curso de aspirantes a bomberos número 30, llamado “la Guardia azul”, por usar overoles azules. Ellos trajeron desde la Hacienda Santa Bárbara la guadua necesaria para alzar la construcción. La obra fue dirigida por el sargento Armando Cabal Leudo y el bombero José Walter Correa. Y se le dio el nombre que mejor representaba aquello de “prender” las rumbas: Caseta la Fogata. El sitio se estrenó con tres grandes eventos en el marco de las II Fiestas Nacionales de la Agricultura.

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En La Fogata se presentaron varias orquestas de tallas nacional e internacional; fue la primera los Bobby Soxer´s, de Cali; más adelante se presentaron los Hermanos Ospino, Pepe y su Conjunto, la Tuna Universitaria de Popayán, la Orquesta de San Pedro, la Orquesta de Alfonso Aya, la Orquesta de Sebastián Solari y los Vlamer´s, de Marco Rayo; igualmente se presentaron reconocidos solistas como Víctor Hugo Ayala, Julio César Alzate, Armando Moreno, Alberto Osorio, Alberto Granados, Gustavo Quintero y el famoso humorista Montecristo, quien en alguna ocasión fue bombero de Palmira. A mediados de los años sesenta, el techo de la Caseta la Fogata fue cambiado por uno metálico, fabricado con las guardas de lámina que Industrias Metálicas de Palmira donó para tal fin; en ellas venían empacadas las planchas de acero que la empresa importaba de Japón.


Grupo de Oficiales, Suboficiales y Bomberos Voluntarios en el Parque de los Bomberos. De pie, de izquierda a derecha: Armando Cabal, Pedro Nel Durán, Edilberto Ramírez, Hugo Daniel Tróchez, Ancízar Valencia Ríos, Gentil Cañarte, Tomás Díaz, Alirio Ayala, Efraín Borja, Aldemar Ramírez, Jaír Daza, Luis Alfonso Durán, Rubén Rodríguez, Adolfo Granados, Walter Correa, Rosemberg Quiceno, Onías Roldán y Álvaro Córdoba. Abajo: Humberto Grisales, Elifio Roldán, William Giraldo y Carlos Bustillo.

NUEVAS MÁQUINAS El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira se preocupó desde siempre por fortalecer su parque automotor. Nuevas máquinas fueron adquiridas con el concurso de entidades cívicas, auxilios del gobierno nacional, la empresa privada y donaciones de gobiernos extranjeros. En 1941, durante la Comandancia del señor Aycardo Tenorio, la institución adquirió una máquina Chevrolet con una capacidad de 520 galones de agua. Un año después, se adquirió una Ford modelo 42 que fue adaptada en la institución bomberil de Cali, donada años después al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santa Helena. En la comandancia del doctor Luis Guillermo Bustamante Otazo se adquirió la primera máquina American Lafrance modelo 46, con una capacidad de 600 galones de agua. Esta máquina se estrenó en el desfile de Paz al

término de la Segunda Guerra Mundial y que ha servido desde entonces para los desfiles de gala y actividades cívicas. 1951 el comandante, doctor Carlos Arturo Vargas, adquirió dos máquinas Ford. Una de ellas fue bautizada con el nombre de Libardo Orejuela Zúñiga, en homenaje al oficial asesinado de manera cobarde por asuntos de la violencia bipartidista. En 1953 el comandante, mayor Iván Botero Vallejo, estrenó su gestión adquiriendo una Chevrolet modelo 52, con el cual se dio inicio al servicio de ambulancia. Un año después dotó al cuartel de dos máquinas, una Ford F-800 modelo 54, bautizada con el nombre del Teniente Humberto Raffo Rivera, en homenaje al oficial que gestionó su adquisición, y una Ford modelo 53, adaptada en los talleres

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Grupo de Oficiales, Suboficiales y Bomberos Voluntarios en el Parque de los Bomberos. De pie, de izquierda a derecha: Sargento Miguel Echeverry, Bombero Alberto Medina Olave y el Teniente Cristobal Sáenz. Sentados, de izquierda a derecha, el Teniente Carlos Reyes, el Capitán José Joaquín Porras, el Bombero Antonio Martínez y el Capitán Pedro Arana Robalinos.

de Palmira por el sargento Guillermo Domínguez Peña, y vendida luego al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de El Darién. En 1956, la CVC destinó una camioneta Chevrolet al recién fundado Departamento de Prevención y Seguridad de la institución bomberil. El primer maquinista de la institución fue Rafael López G. Le siguieron aportando su espíritu de servicio, Cosme Damián Materón, Carlos Franco Aristizábal, Pedro Arana Robalinos, Cristóbal Henao, Mario Daza, Luis Carlos Belalcázar, Harbey Torres, Pedro Nel Daza, Sócrates Domínguez, Evelio Bejarano, Jorge Plaza, Rosemberg Quiceno, Bayardo Mena, Joaquín Torres y Edilberto Muñoz. En la década del sesenta, y gracias al programa “Maquinaría para la educación”, patrocinado por el gobierno de Estados Unidos, se adquirió una Ford modelo 65, tipo ambulancia, para la cual se contó con la colaboración del teniente Edison Daza Arana. Más adelante, y con el mismo programa, se adquirió un chasis que fue acondicionado a una Chevrolet en los talleres del ingenio Providencia, por el capitán Luis Alberto Madriñán Prado, bautizada con su nombre y luego donada al Cuerpo de Bomberos Voluntarios del municipio de Vijes.

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MANIOBRAS PARA VALIENTES Anteriormente los aspirantes a bomberos debían superar cuatro meses de duro entrenamiento: ejercicios, manipulación de equipos, saltos a la carpa, etc., en duras jornadas nocturnas hasta las dos de la mañana, hora en que apenas regresaban de trotar del corregimiento de El Bolo. La prueba final del curso bomberil era manejar el temible “mondoñedo”, un pitón de dos orejas que al soltarle cien libras de presión convertía la manguera en una furiosa culebra. René Orejuela Zúñiga, Bernardo Franco Aristizábal, Carlos Franco Aristizábal, René Lamy, Rubén Rodríguez, Luis Hernando Morales, Juan Antonio Aragón, Lisímaco Montoya Jiménez e Ignacio Ramos, fueron los instructores más destacados.

Maniobras en el Parque de Bolívar.

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En las fiestas de aniversario del la institución bomberil de Palmira fueron muy tradicionales las maniobras de exhibición en el Parque de Bolívar, cuando en fraternal camaradería competían por el título “del más valiente” bomberos de Cali, Palmira, Buga, El Cerrito, Tuluá y Candelaria. Los bomberos tendían lazos desde la Catedral de Nuestra Señora del Rosario del Palmar hasta el extremo opuesto en Tienda Larga, por donde se deslizaban con pericia. El palmirano René Lamy era uno de los más aventajados en las maniobras, era capaz de descender por el lazo con una persona a sus espaldas.


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Oficiales y Suboficiales del cuerpo de bomberos. De izquierda a derecha: Antonino Barreto, José Tomás Díaz, Carlos A. García, Aldemar Ramírez, Álvaro Córdoba, Luis Alfonso Durán Escobar, Alirio Ayala, Walter Daza de La Cruz, Isaac Freishacher, Jaime Solarte y Jorge G. Saavedra.

FRENTE A LAS LLAMAS En la noche del 22 de agosto de 1948 se presentó un incendio en las galerías de Palmira que duró tres días, quedando sólo en pie las humeantes columnas de ladrillo. Por ello el Concejo Municipal de Palmira decretó un auxilio para la construcción de una nueva plaza de mercado. Provisionalmente se organizó una en los predios que hoy ocupa el Palacio de Justicia. A la 1:07 minutos de la madrugada del 7 de agosto de 1956, una impactante explosión hizo cimbrar toda la región. Doce camiones de siete toneladas cada uno, llegados a Cali provenientes de Buenaventura con 84 toneladas de dinamita destinadas al Ministerio de Obras Públicas, habían explotado. El día anterior, los vehículos se habían ubicado a un costado del Batallón Pichincha, frente a la Panadería Granada, pero fueron trasladados por orden del comandante del Batallón, coronel Víctor Navia, a la avenida 4ª entre calles 13 y 15. Por ese sitio vivía el general en retiro Jorge Zornosa, quien ordenó a su vez que trasladaran la mitad de los camiones a la

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Estación del Ferrocarril, calle 25 con carrera 3ª, frente a una plazoleta aledaña al cuartel militar. El estruendo hizo que toda Palmira abriera los ojos. A las 2:00 am se presentó al cuartel bomberil de Palmira una ambulancia con el bombero Noé Octavio Arias, de Cali, quien anunciaba la magnitud de la tragedia: “todo el centro está en llamas y no tenemos comunicaciones”. D e i n m e d i a to l o s vo l u n ta r i o s palmiranos coordinaron acciones para dar aviso a los Cuerpos de Bomberos del Valle y del Viejo Caldas, mientras organizaban dos máquinas y una ambulancia que partieron a las 2:30 a.m., comandadas por el Capitán Guillermo Barney Materón. En el sitio los bomberos encontraron un cráter de cuarenta metros por doce y un paisaje desolado. La plazoleta, la Estación del Ferrocarril, el Hotel Manizales, el Teatro


Oficiales y Suboficiales del cuerpo de bomberos. De izquierda a derecha, de pie: Ancizar Valencia, Luis Alfonso Durán Escobar, Álvaro Córdoba y Armando Cabal. Sentados: Evelio Bejarano, Luis Carlos Belalcázar, Tomás Díaz y “Lola”, la botella de aguardiente.

Roma, la Galería Belmonte y los diferentes hospedajes y tiendas habían desaparecido. Los incendios se abrían paso por las calles desde la carrera 1ª a la 5ª y desde la calle 26 hasta el Cementerio, devorando las empresas Premaderas, Industrias El Gaucho, Bodegas Almagrán, Infra, Laboratorios Abbott, Sansón, Faván, Jabones Lloreda, Talleres del Valle y otras. Los bomberos montaron un hospital de campaña para atender a los heridos, y las gentes y los demás voluntarios se encargaban de despejar la zona y de levantar los muertos en volquetas para llevarlos a una improvisada fosa común. Cerca de 72 horas colaboraron los bomberos de Palmira en el siniestro, junto con varios médicos, entre ellos Raúl Orejuela Bueno, Carlos Pulecio y Rubén Zarante Mangones, quienes prestaron sus servicios en el Hospital San Juan de Dios y en el Club San Fernando. Aquella trágica noche, ochenta cuadras de la Sultana del Valle se hicieron polvo y tres mil almas abandonaron sus cuerpos, más los muertos del Cementerio Central que volvieron a morir.

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A las 6:30 p.m. del lunes 16 de abril de 1967, un cortocircuito se convirtió en destello cuando ardieron las bodegas de Industrias Metálicas de Palmira, ubicadas en la parte posterior de la fábrica, aledaña a la Facultad de Agronomía, con una extensión de 1.500 metros cuadrados, abarrotadas de productos para despacho. Cinco máquinas del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira y de la Fuerza Aérea atendieron el incendio con la ayuda de soldados del Batallón Codazzi y miembros de la Defensa Civil, quienes se vieron en dificultades por la rápida propagación de las llamas debido a la presencia de gran cantidad de empaque plástico y de cartón. Las máquinas tenían que desplazarse a ocho cuadras del sitio, en Barrio Nuevo, para proveerse de agua. Doce horas después, las llamas fueron controladas, evitándose pérdidas económicas mayores. A partir de entonces Industrias Metálicas de Palmira inició, a la par con otras empresas del Valle del Cauca, los cursos de capacitación en prevención y seguridad, dictados por unidades bomberiles de Palmira.


Desfile cívico en el que participa el Cuerpo de Bomberos Voluntarios acompañado por la comparsa de la Chispa Taurina. La reina del evento era la señorita Olga Giovanni.

LA REINA DEL FUEGO La primera capitana honoraria fue la señorita Nancy Campuzano Maya, quien tenía en su grupo de anfitriones a Luis Ángel Mera. Luego lo fueron las señoritas Anita Rivera y Enith González López. Años después, el evento cívico se transformó en la elección y coronación de la Reina del Fuego. La primera elegida fue la señorita Ligia Vásquez Serna. Sus sucesoras fueron las señoritas Edith Torres Torres, Martha Lucía Ángel, Inés Uribe V. y Gilma Sandoval Álvarez, quienes con su belleza y sencillez representaron a la institución bomberil en las diferentes actividades sociales del municipio y en los tradicionales desfiles en las máquinas de bomberos. Animadora de esos reinados fue la señora Marina de Isaza, distinguida matrona de Palmira; junto con los oficiales Cristóbal Saenz y René Lamy, quienes integraban los comités organizadores. Se contó, además, con la colaboración de los tenientes Álvaro Aldurahim, Salomón Kuztman y Félix Restrepo, conocido por todos como “Félix erre”.

En 1953, el Hospital San Vicente de Paúl afrontaba una crisis económica que amenazaba con cerrar sus puertas. Sus directivas, con el apoyo de la ciudadanía, organizaron el evento cívico El Reinado de la Caridad, que buscaba elegir a la mujer que con su simpatía y capacidad de convocatoria recaudara la mayor cantidad de dinero para el hospital. La primera Reina de la Caridad fue la señorita Olga Geovanni, quien compitió por el cetro con las señoritas Zaida Navia y María Cristina Ochoa. Gracias a ese reinado y a la respuesta de la ciudadanía se recogieron cien mil pesos que sirvieron para aliviar el déficit de la vital institución. Imitando ese evento, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira organizó y promovió en la ciudad la figura de la Capitana Honoraria, elegida entre señoritas líderes de un grupo de anfitriones que realizaban actividades de recaudo de donaciones, entre ellas, las serenatas que se hacían de casa en casa, por los barrios de Palmira.

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BANDA MARCIAL Eran muy significativos para la sociedad palmirana los desfiles de las fechas patrias y de la Semana Mayor, precedidos por las bandas de guerra, hoy bandas marciales; las más recordadas, las de los colegios de Cárdenas y Champagnat. A mediados de los años cincuenta, los voluntarios de la institución bomberil organizaron un bingo con el cual recaudaron fondos para fundar la Banda del Cuerpo de Bomberos. Los instrumentos fueron adquiridos en el almacén Casa Musical de Cali. Y a través del Capitán Cristóbal Henao se importaron los uniformes, pantalón gris y camisa y zapatos blancos, desde Alemania. El compás de las marchas lo aprendieron los voluntarios con los bomberos José Ignacio Ramos y Clímaco Castillo.

Señorita Ligia Vásquez, Reina del Fuego, en compañía de los miembros de la Banda de Guerra del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira.

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Oficiales y suboficiales del Cuerpo de Bomberos

ACTIVIDADES DEPORTIVAS Desde sus inicios el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira fomentó en sus miembros las actividades deportivas. En la década de los cincuenta, unidades bomberiles conformaron un ejemplar equipo de baloncesto masculino que entrenaba en la antigua escuela primera José Antonio Galán, hoy Casa de la Cultura. Este equipo intervino en varios torneos regionales en los que se enfrentó a contendores de primera línea, obteniendo un subcampeonato departamental. Pertenecían al equipo Edgar Bonilla, René Lamy, Néstor Rodríguez, Joaquín Porras, Édgar Forero, Manuel J. Hoyos y Carlos Reyes, entre otros. En 1958, la institución organizó un equipo de fútbol llamado Club Bomberos Palmira; realizaban entrenamientos en las canchas del Estadio Rivera Escobar y del Batallón Codazzi y participó en los Campeonatos Departamentales. Más adelante, el ciudadano japonés don Luis Nikaido Watanabe, dueño de la comercializadora agrícola Watanabe Ltda., patrocinó a los deportistas formando el nuevo Independiente, que visitó varias canchas de la región emulando las gestas del antiguo equipo rojo de los años treinta, donde se hicieron inmortales Wenceslao Núñez, “Macheroni”, Julio Valencia “el Estilista”, Víctor Lerma “el Gringo” Alberto Carvajal, Solom Mosquera, “Pichota”, Arnulfo Mallarino, los hermanos Miro y Antonio Corrales, entre otros, comandados por el mejor jugador de Colombia en aquella época, Omar López Belalcázar. En la década del sesenta, y motivados por el motociclista italiano Armando Marangoni, técnico mecánico, las unidades bomberiles formaron un equipo que participó en los circuitos organizados por Moto Club Palmira. En ese entonces, las motos de moda eran las N.S.U. y las bicicletas Monark a las cuales se les adaptaba motor. Este equipo de amantes de la velocidad fue integrado por el capitán Daniel Paz junto con Hernando Castañeda. Fueron también muy populares las carreras automovilísticas promovidas por el Automóvil Club de Colombia, en las cuales participó, representando a los bomberos de Palmira, el teniente José Oliver.

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Equipo de Fútbol Bomberos Palmira, 1967. De pie, de izquierda a derecha, Ancízar Valencia, Hugo D. Tróchez, William Giraldo, Holmes Tróchez, Arlex Gómez. Aldemar Ramírez, Herney Saavedra y Luis Evelio Bejarano. Sentados: Armando Cabal, Álvaro Córdoba, Walter Daza de La Cruz, Jaír Daza, Bayardo Mena, Pedro Claver Correa y Onías Roldán.

En 1972 el Bombero Guillermo Ortiz Guerrero tuvo la idea de realizar una competencia atlética que se llamó la Maratón de la Confraternidad Bomberil, un evento que tuvo su primera versión el 12 de octubre de ese año reuniendo a 38 unidades bomberiles de Cali, Pradera, Florida, El Cerrito y Palmira, y que compitieron en un recorrido de 12 kilómetros que cubría las principales vías de la ciudad. En esa primera versión obtuvo el primer puesto el bombero Danilo Roa Vásquez de Palmira. Debido al éxito alcanzado, se organizó al año siguiente la segunda maratón, extendiendo su participación a atletas del norte del Valle, Popayán y Villavicencio. En esta versión resultó ganador el señor Pedro Nel Pinzón, representante del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Caicedonia. En 1974 se sumaron al evento atletas del Dorado, Cúcuta, Montenegro, Buenaventura y Jamundí, y resultó ganador el bombero de Cartago

Ramón Elías Matta, quien curiosamente corrió descalzo. En la cuarta versión, corrida en 1975, se impuso el bombero de Armenia Carlos Villamil, quien repitió victoria en la quinta maratón dos años después. En 1978 fue ganador el bombero Orlando Romero. Año tras año la premiación del evento se realizó en el Salón La Fogata, que otorgaba a los ganadores un trofeo rotativo denominado “el Casco de Oro”. Alma y pulso de la competencia fue su organizador, el capitán Luis Alfonso Durán Escobar, quien contó con el apoyo irrestricto de los comandantes de turno, los voluntarios bomberiles, el sector comercial e industrial de Palmira y las entidades de radiodifusión como Radio Palmira, dirigida por Otto Burkartd, y Radio Luna, de Eduardo Luna y Sepúlveda. En la página anterior, equipo de fútbol del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, 1957; de izquierda a derecha; de pie: René Lamy, Bernardo Franco Aristizábal, Humberto Calero, Armando Soto, René Orejuela, Rafael Villalobos, José Ignacio Ramos, Harold Daza, Walter Daza de La Cruz, Luis Carlos Reyes y Guillermo Domínguez. Sentados: José Oliver, Oswaldo Ribón, Jaime Prado y Libardo Salcedo.

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Kermesse en el Parque de Bolívar. Al fondo se aprecia la cancha municipal de basquetball, donde se construyó posteriormente el Centro Administrativo Municipal, CAM. En la página siguiente se aprecian las obras de remodelación del Parque de Bolívar, en 1972.

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Don Jaime Bejarano D. El vendedor de peri贸dicos que lleg贸 a ser la conciencia de Palmira (1915 - 2003)

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Hijo de misia Eva Bejarano y del médico bugueño Jaime Delgado Cabal, Nació el 3 de agosto de 1915. Fue desde pequeño un niño resuelto; según sus palabras, decidió ser alguien en la vida desde que vio una vez a su mamá llorando, porque no tenía cómo poner un pan sobre la mesa. A los 8 años ya voceaba los periódicos El Relator y de El Diario del Pacífico en el Parque de Bolívar y ganaba centavos extra lustrando zapatos con una caja de madera que él mismo fabricó. Cuando cumplió diecisiete años, su profesor, Manuel Hoyos, le presentó a don Luis Carlos Velasco Madriñán, un dueño de imprenta que buscaba un ayudante para su tipografía. Era un connotado periodista e historiador que en 1921 había fundado la revista Sangre Latina, buscando la unión de los estudiantes vallecaucanos y la organización de los centros de industriales y obreros. En 1927 fundó el semanario Nueva Patria, cuyo contenido de interés progresista se convirtió en un diario matinal en el que se libraran recias campañas de orden político, cultural y obrerista. Con Luis aprendió Jaime la labor de armar frases untándose de tinta, de hacer aparecer palabras enormes con las planchas de los carteles y a pensar y a hablar bien, corrigiendo ortografía. En 1932, Luis Carlos Velasco Madriñán se asoció con Jack Wilson White, un inglés contratado por los dueños de ingenios y trapiches

para hacer mantenimiento en sus fábricas. Con él fundó La Voz de la Nueva Patria, la primera estación de radio de onda corta de Palmira, cuando los más pudientes usaban sus radios Philips, Telefunker, Philco y RCA. Al año siguiente, Luis Carlos vendió la maquinaria de su imprenta a don Américo Kuri, quien la trasladó a una casona ubicada enseguida del actual edificio Lemos, donde fundó el semanario Pueblo Libre. Con Américo continuó Jaime. En 1934, Enrique Rodríguez López, uno de los primeros en comercializar equipos de radio en Palmira, fundó la emisora “La reina de las palmeras”, donde Jaime, junto con Gloria Cabal y Cecilia Sierra Madriñán, se aventuraron como locutores. En 1939, el santandereano Rafael Angulo Maya, fundador y dueño en Cali de Radio Cultura, Radio Libertador y La Voz del Valle, vino a Palmira a probar suerte con unos equipos de radio que había comprado en un remate en Bogotá. Su primer objetivo fue buscar un ayudante. El 12 de octubre de ese año, Rafael y su socio, Daniel Benítez, inauguraron “Armonías del Palmar”, una emisora cuyo nombre se decidió por un concurso al cual la ciudadanía respondió, según dicen, con más de cinco mil cartas. Jaime fue el locutor segundario, y el que trapeaba, y el mensajero. Era la única

Foto anterior. Don Jaime Bejarano D. y el alcalde de Palmira, doctor Guillermo “el ronco” Becerra, en la celebración de los primeros 25 años de Armonías del Palmar, 1964.

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emisora de Palmira, pues la fundada por Luis Carlos y Jack Wilson había sido cerrada por desavenencias políticas con los dirigentes municipales. La primera sede de Armonías del Palmar fue enseguida de la actual Cámara de Comercio, en una casa vieja de propiedad de don Adolfo Romero. Como la naciente locución era un oficio feliz, pero mal pago, Jaime trabajaba en las noches como garitero en el café Bogotá, donde aprendió una de sus mayores pasiones: el billar. Gracias a su experiencia en la imprenta, había conseguido otro trabajo adicional calificando los exámenes de mecanografía de las señoritas del colegio Sagrado Corazón de Jesús. Allí conoció a esa sonriente y flecosa muchacha de pelos castaños, a quien le sudaron las manos al ver a “ese galán tan buen mozo, vestido de saco y corbata”. Era Luz María Arce Herrera, la hija consentida de Susana Herrera y Julio César Arce, única mujer de sus siete hijos. El jovenzuelo locutor se especializó, entonces, en inventar correcciones para ir al

colegio. Los fines de semanas comenzaron a verse al escondido en casa de las Lunas, amigas de Luz María, o se citaban en el Parque de Bolívar en el horario de las retretas. Cinco años de amores escondidos cumplieron Jaime y Luz María en el 43 cuando el poeta Arce todavía insistía, con gruesa ponzoña, en alejar a su hija de ese aprendiz de galán a quien no perdía oportunidad de llamar mequetrefe y badulaque. Pero tendría que callarse. Ese año, Jaime Bejarano fue nombrado concejal suplente de Palmira. Meses después, Jaime le envió a Luz María una nota diciéndole: ¡Casémonos! La novia no lo pensó. Le contó a su mejor amiga Ana Julia y planearon la fuga: Se voló por la tapia del colegio. En la iglesia de la Santísima Trinidad los esperaba el Padre Manuel Santos Valderrama. Los testigos, según Jaime, “fueron una pareja que pasaba por la calle” En el despacho, Jaime sacó de su bolsillo una fruta de biyuyo y frente al padre Manuel untó la gomilla en las hojas del libro de actas. Días después, los recién casados se trastearon a la casa que Jaime había alquilado frente al hogar de doña Ofelia de Narváez, en Barrio Nuevo. “Tenía una cama, una mesa, dos asientos y un espejo que Jaime había sacado fiado… No necesitábamos nada más”, dijo Luz María. Jaime continuó como locutor, y Luz María, cuando las mujeres apenas podían ser secretarías, profesoras o enfermeras, estrenaba puesto como bibliotecaria en el Colegio de Cárdenas. En 1945, don Rafael Angulo Amaya aceptó un nombramiento en la Federación Nacional de Cafeteros en Estados Unidos, y puso en venta su emisora. Se la ofreció a Jaime para que la

Jaime Bejarano D. en las audiciones musicales de Armonías del Palmar, en ellas comenzaron artistas como Jaime “el flaco” Agudelo.

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pagara como quisiera. El dinero de la cuota inicial se lo prestó Luz María. En 1947 Jaime trasladó la emisora a la calle 28, entre carreras 28 y 29. Su secretaría era Ofelia Gutiérrez; Cecilia Sierra Madriñán era la locutora y la encargada de Las cartas de complacencia, aquellas notas que las amas de casa mandaban con sus hijos en bicicleta solicitando los éxitos de Daniel Santos, Tito Cortéz, Lucho Ramírez o Alberto Osorio. Pronto Jaime creó los concursos de canto para niños y aficionados, a quienes Cecilia citaba los sábados en la mañana para que compartieran con los radioescuchas sus vocaciones, acompañados por la guitarra de don Arturo Baeza. Ellos competían por tarritos de ungüento Imperio y entradas gratis a las vespertinas del Teatro palmeras. Más tarde, Jaime trasladó Armonías del Palmar a una casa ubicada justo detrás de la Catedral Nuestra Señora del Rosario del Palmar. En ese sitio, Jaime ideó las audiciones de radioteatro con libretos que conseguía en Medellín y Bogotá. Gentes de todos los talentos buscaban los fines de semana una oportunidad para conmover a los radioescuchas. Uno de ellos fue Carlos Arturo Rueda, un muchacho acelerado y pequeño para el drama, pero perfecto para las emociones del deporte. En 1951 Jaime Bejarano inauguró el radio periódico Ecos de Palmira, una opinión imparcial con la cual la sociedad palmirana podía conocer no sólo las noticias del país y del mundo, sino mostrar el movimiento progresista de una Palmira que se ponía de pie detrás de los tractores, que tenía su mejor alimento en los dulce abrigos de los iguazos y que lograba reunir en las calles la originalidad de propósitos dichos en todos los acentos. Venir a Palmira era encontrarse; escucharla, era la mejor noticia. Desde entonces su voz se convirtió para los palmiranos en una cita obligada de seis de la

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Jaime Bejarano D. como concejal de Palmira, en 1945.

tarde a siete de la noche y, con el tiempo, en un signo de credibilidad. “Si lo dice don Jaime Bejarano es que es verdad”. Pronto sería nombrado corresponsal de los diarios El Relator, de Alfonso Zawadsky, de El Diario el Pacífico, de la familia Borrero y de El Tiempo, de la familia Santos, los más vendidos. En 1954, almibarado por esa viva noticia vallecaucana, arribó a Palmira proveniente de Bogotá un joven llamado Pedro Nel Ospina, quien con un equipo portátil de locución ideó las presentaciones de artistas aficionados en los barrios llamadas “Surge un cantante”. En los eventos participaban gentes de toda la región, al tiempo que servían de promoción del Secretaria Nacional de Asistencia Social, SENDAS, un programa del gobierno liderado por Eugenia Rojas, la hija del presidente Gustavo Rojas Pinilla, y que consistía en la entrega de remesas para las madres de familias más humildes, mientras que a los niños les repartían juguetes traídos de Japón y China, entre ellos carros a control remoto y muñecas que hacían pipí.


Jaime Bejarano D. en las premiaciones de la marathón que organizó el Cuerpo de Bomberos Voluntarios en su nombre, institución de la cual hizo parte desde 1947. A l fo n d o s e a p re c i a a l Teniente Luis Alfonso Durán Escobar, organizador de la competencia, y al Teniente Francisco Aparicio.

A la par con su labor periodística, Jaime fue durante varios periodos concejal de Palmira. Fue suplente en 1943 con sólo veintiocho años de edad. A partir de 1945 fue concejal titular. Una labor en la que expresó con honradez todo su talante progresista. Impulsó y apoyó, entre otras obras, el asentamiento en 1946 del Batallón Codazzi, la instalación de la planta de tratamiento de aguas, la construcción de las Empresas Públicas Municipales, del matadero municipal y del aeropuerto de Palmaseca, así como el mejoramiento del cuartel de la policía. En 1960 el gobernador del Valle del Cauca, doctor Alonso Aragón Quintero, conocedor de la trayectoria pública de Jaime, lo citó a su despacho y le anunció su intención de nombrarlo alcalde de Palmira. Jaime rechazó la oferta.

Tuvo tanta sintonía el programa “Surge un cantante”, que Jaime y Pedro Nel crearon uno exclusivo para mujeres llamado “Voces femeninas”. En 1959, ya culminadas las obras de entamborado del río Palmira, Jaime Bejarano le compró a doña Felisa, viuda de Octavio Ossa, la casa que quedaba en la esquina contraria donde había vivido el poeta Ricardo nieto; allí instaló su emisora. En 1964, el alcalde de Palmira, Guillermo “el ronco” Becerra, celebró en el concejo municipal los primeros veinticinco años de Armonías del Palmar, destacándola como una emisora de inigualable valor cívico para la ciudad. Para esa fecha, Jaime Bejarano ya había acuñado en todo el país la frase que le dio a Palmira nuestro connotado prestigio: “Palmira, capital agrícola y ganadera de Colombia”. En esa misma década, surgieron en Palmira otras emisoras que con el tiempo se hicieron tradicionales: Radio Palmira, fundada en 1961 por don Otto Burcardt, y Radio Luna, dirigida por Eduardo Luna y Sepúlveda.

Durante el gobierno liberal del Alberto Lleras Camargo, Jaime fue promotor y defensor de sus ideas, en especial las que propendían equidad social. Impulsó la creación de la Oficina judicial del trabajo, encargada de defender los intereses

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Jaime Bejarano D. entrevistado por su sobrino, el periodista Walter Bejarano.

de los obreros, y se opuso, junto a otros liberales, a la ley 29 de 1963 que exoneraba de impuestos a los terratenientes dedicados a la agricultura y la ganadería, y cuyos recursos se destinaban a los municipios. Fue concejal de la ciudad hasta 1970. Desde entonces se dedicó a integrar las juntas directivas de varias instituciones cívicas y públicas, como las Empresas públicas municipales y el asilo San Vicente de Paúl. Su emisora fue una universidad para quienes daban sus primeros pasos en el periodismo, como Luis A. Buitrago, Armando Bustillo, Rómulo Valencia, Julio Cifuentes y José María Saavedra, jóvenes que iniciaron su periplo en la radio con el programa los Señores del tango, cuando eran común mojar los pañuelos con la música de Rodolfo Biagi, Pedro López, Jorge Ortiz, Rodolfo Mantel y Julio Sossa. Otros hicieron escuela con el radio periódico Ecos de Palmira, como Hernán Alvarado, Oscar Fabio Bedoya, Oscar Cortéz, Belisario Prado, Miguel Sandoval, Daniel Benítez, Héctor Polanía e Italo Arnaldo López, promesas a quienes Jaime les permitió transmitir, incluso sin que tuviesen tarjeta profesional. “¡Improvisen!”, les gritaba, “¡Improvisen!”

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Raúl Cobo Borja, Julio Cifuentes y Armando Moncada Campuzano fueron a su lado enormes locutores deportivos. Y los cantantes Olimpo Cárdenas, Carlos Julio Ramírez, Ortiz Tirado, Tito Cortéz y el propio Darío Gómez, fueron recibidos en la emisora cuando buscaban una oportunidad con sus acetatos bajo el brazo. A principios de los setentas el empresario Carlos Ardila Lule se hizo propietario de las emisoras afiliadas de la Radio Cadena Nacional, RCN. Él, con carriel entrelazado, se vino para Palmira a negociar con Otto Burtcardt sus emisoras de Radio Zarzal y Radio Andagoya, en Buenaventura. Enseguida se citó con Jaime a quien en el restaurante Caña de oro le dijo sin tapujos: “¿Cuánto vale su emisora?” Pero Jaime fue más simple. A la semana siguiente fue notificado de que su emisora quedaba desafiliada de RCN.


En los años ochentas, Armonías del Palmar tuvo gran sintonía con programas como La Caña y su gente, patrocinado por el Ingenio Providencia; Colombianísima, que difundió la música colombiana, y el magazín Cosas de mi pueblo, conducido por Deyanira Osorio. A ese equipo se sumó la dedicación de los operadores que trabajaron con Jaime durante varios años, como Héctor Palomino, José Holmes Manzano, Carlos Alfonso Rentería, Oscar Martínez Carlos Castañeda, y por supuesto, Edilberto Sánchez, el técnico que toda la vida se encargó de los aparatos de transmisión que se amontonaban en El Bolo. En 1989 Armonías del Palmar cumplió cincuenta años, todo un referente de transparencia y de civismo para Palmira. En abril de dos mil tres Jaime madrugó a su trabajo y preparó en vivo un programa especial dedicado a Lola Flórez “la faraona”, su cantante favorita. Dos meses después lo visité en su emisora, cuando yo apenas comenzaba a entender qué era esta ciudad, es decir, cuando yo era mi grabadora. El viernes 11 de julio de dos mil tres, Jaime se despertó a las cinco de la madrugada y pidió que le encendieran la radio. A las ocho llamó a su esposa Luz María y le pidió que se sentara junto a él; le anunció su mal presentimiento. Ella ya sabía que no quería homenajes. “Nada de discursos ni farfullas”. A las nueve y treinta le pidió un vaso de agua a su nieta Paulina, quien lo ayudó a sentarse en la cama. Momentos después, todos se abrazaban la cara en el corredor. Esa misma tarde una discreta multitud de palmiranos acompañó a Jaime Bejarano a su última morada. Él convirtió su voz en la viva conciencia de una Palmira que supo salir avante en los momentos más difíciles y ser grande con sus virtudes, y más aún, dignificó el periodismo sin ser periodista, mostrando completo amor por su ciudad. “Nos oyen porque servimos, servimos porque nos gusta”, fue el eslogan que durante más de sesenta años expresó en su emisora. ¿Cómo agradecerle? ¿Con qué nuevas voces admirar su ciudad?. Yo que escribo hago lo que puedo para no olvidarme: “por Palmira y para Palmira, dirige y redacta, don Jaime Bejarano”.

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Industrias de Envases S.A. (1948 - 2011) El argentino José Oliver vino a Palmira a mediados de los años cuarenta; era ingeniero mecánico y su mayor afición era competir en carreras de autos. El organizador de las competencias en Palmira era Armando Marangoni, un italiano dueño de una agencia que importaba motos Ducatti. Él y Gino Cuatiordio eran socios de la fábrica de puntillas Faclavos. El ingenio Manuelita e Industrias Metálicas de Palmira eran las empresas más importantes, y detrás de ellas, decenas de medianas agroindustrias se fundaban para corresponder al desarrollo de una región cada vez más entusiasta. El 10 de mayo de 1950, José fundó Industrias Oliver, dedicada a la extrusión de embases de plomo y estaño; comenzó en un lote pequeño con una ramada y máquinas ensambladas por él mismo. Poco tiempo después, se asoció con don Alfonso Cabal Madriñán, sobrino de Modesto Cabal Galindo, uno de los fundadores del Ingenio Providencia, en 1928. Don Alfonso tenía cuatro hijas, una de ellas era Sixta Tulia. Juan Mejía Botero era nacido en Armenia, era gerente de la Eléctrica del Quindío, de propiedad de don Emiliano La Serna. Juan fue invitado a una reunión en la finca Bayona, con don Alfonso. Le precedía la buena fama de administrador, de persona correcta. Allá se conoció con Sixta. Con los meses, los negocios de la Eléctrica del Quindío se vinieron para el Valle del Cauca. Pronto nacería la Corporación Autónoma Regional, motivada por el Plan Lilienthal. Por su parte, el simpático José Oliver adquiría más fama de loco. Una vez, cuando lo visitaban ejecutivos y clientes, salió corriendo, se quitó el smoking y se fue a jugar fútbol en la cancha que había detrás del Colegio de Cárdenas. Su verdadero hobby era perseguir carreras de autos por el mundo. Le ponía candado a la empresa y se iba. Competía en lo que se llamó El circuito central colombiano, con su Chevrolet 4 que él mismo ensambló. Rudecindo Correa y Enrique González Caicedo también eran furibundos corredores de Palmira, cuando se hacían competencias por la carrera 28, dando la vuelta por la 42.

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Al final, José se fue del país para montar negocios en Costa Rica. Sus acciones en Industrias Oliver pasaron a la familia Cabal. Y nació Industrias de Embases S.A. Para 1955, el gerente de la empresa era Luis Carlos Saa Iragorri, cuñado de don Alfonso Cabal. La familia además era accionista de la empresa Metalúrgica del Pacífico que fabricaba rines de bicicleta, administrada por don Román Stenhauver. Para 1959 la empresa era apenas de un solo piso, con un lote cercado, y trabajaban 25 personas con unas máquinas verticales de extrusión que don Juan Mejía hizo importar. En 1968 la familia Mejía Cabal asume la propiedad de la empresa. Los Saa, accionistas minoritarios, se quedaron con Metalúrgica del Pacífico y con tierras de San José del Hato. Don Juan Mejía pasó a ser gerente de la compañía. Su hijo Iván Feipe, terminaba sus estudios en Bogotá. Don Juan era un hombre de la casa, muy sagaz y visionario para los negocios. Inteligente, tranquilo, rezandero; no congeniaba con la mediocridad y mucho menos con la pereza. Tenía varios dichos: “si usted no está conmigo, está contra mí”, o, “si usted quiere desayunar primero que yo, tiene que amanecer entre la olleta”, El dicho más simpático era una norma interna: “Si usted tiene moto o piensa comprar una, no busque trabajo en esta compañía”. Estricto y muy justo, lideró la ampliación de la empresa en 1966. En 1971, su hijo Iván asumió la gerencia general, al tiempo que don Juan asumía la gerencia del Ingenio Providencia.

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Guillermo Barney Materón, su suplente en la junta directiva del ingenio, recuerda su especial interés en los proyectos que beneficiaran a los trabajadores. El padre Pérez de España, de visión obrerista, encontró en él a un gran aliado para la fundación del Colegio Providencia. Melba es la ejecutiva más antigua de la empresa; comenzó el 9 de octubre de 1959. Dice que “don Juan fue como su padre”. Iván Felipe, “pintiparao” a él, es uno de los cerebros financieros más importantes de la región. Y uno de los ciudadanos que más cerca a estado del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira. Actualmente lidera en su empresa los programas de responsabilidad social, como el plan de familias emprendedoras, la nivelación académica de sus trabajadores y los planes de vivienda. Una de las tradiciones que conserva, fundada por don Juan, es la celebración de las novenas decembrinas; el último año reunieron dos mil niños. Industrias de Envases S.A. cuenta actualmente con 125 empleados. Tiene clientes en Perú, República Dominicana, El Salvador y México. Para llegar a la oficina de Iván Felipe hay que seguir una línea blanca, pasar por el frente de un policía sonriente y de una recepcionista más o menos amable. Esa línea cruza la fábrica: Honestidad, responsabilidad y cumplimiento.


La ClĂ­nica Palmira Memorias de una ciudad con buena salud (1948 - 2011)

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En una casa de dos pisos, de propiedad de don Juan Ulloa, Frente al Parque de Bolívar, el médico Jaime Vernaza Vivas fundó en 1950 la Clínica La María, contigua al lote donde se construiría la sede de la diócesis. En 1952 el doctor Vernaza trasladó su clínica a Cali. El 28 de julio de ese año, un grupo de médicos de Palmira se reunieron para formar La sociedad Médicos Asociados Ltda., con la misión de dedicarse a “la atención clínica y quirúrgica de pacientes”. El 31 de julio, veinticuatro médicos y dos bacteriólogos constituyeron la Sociedad Clínica Palmira Ltda, gerenciada por el doctor de Medellín Roberto Arango Garrido. Los socios fueron: Domingo Irurita, Luis Guillermo Bustamante, Armando Wilson Illera, Carlos Vargas, Julio Calonje, Jaime Hernando Molina, Luis Navia Carvajal, Alonso López Villegas, Antonio Lizarazo Bohórquez, Carlos Pulecio, José Edgar Forero, Jaime Molina, Francisco Aragón, Luis Carlos Saa, Alonso López Villegas, Roberto Arango, Jairo Bedoya, Alfonso Vivas Lasso, Abelardo Hoyos, Jesús María Agreda, Guillermo Cabal Barona, Francisco Navia Cifuentes, Diego Calderón Jaramillo, Gilberto Londoño, Benjamín Martínez, Rafael Almario Benedetti, Graciela Hurtado y Víctor Manuel Arana, quien días después se enloqueció; se le enfrentó a una patrulla del Batallón Codazzi, regresó a su casa y se suicidó inyectándose una vaina en las venas. En agosto de 1954, el nuevo gerente de la sociedad, el médico boyacense Antonio Lizarazo, compró un lote de 951,2 metros en la conocida urbanización El apretadero, de propiedad de Leopoldo Uribe Martínez, dueño de la Hacienda Tumaco. La construcción de la nueva sede estuvo a cargo del ingeniero judío Ezequiel Pinski. Las obras comenzaron el 20 de septiembre de 1958. Antonio Lizarazo, jefe del partido conservador, había sido gobernador del departamento. Fue él

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quien después de conocer a Rafael Almario Benedetti en Cali, le ofreció un nombramiento como médico en Palmira; acababa de recibir su título de la Universidad de Cartagena. A la semana de instalado ya tenía un montón de clientela, cumpliendo con la cábala de “médico nuevo consulta nueva”. Las consultas más frecuente eran pacientes con pe-pé, parásitos y paludismo, trabajadores de las haciendas y “los enfermos discretos”, que frecuentaban la zona de tolerancia. Una de sus labores más importantes del doctor Lizarazo fue crear La Facultad de Medicina de la Universidad Industrial del Valle, mediante el decreto 641 del 29 de mayo de 1950. La facultad comenzó con cincuenta alumnos bajo la decanatura de Gabriel Velásquez Palau. Era el comienzo del modelo que contrastaba con la tradición francesa dominante en la mayoría de los países de suramérica. Esta nueva visión fue motivada, entre otros, por Benjamín Horning, director de la División Latinoamericana de la Fundación Kellogs. En ese entonces, los médicos más camanduleros creían que los cólicos miserere eran posesiones demoníacas, y no apendicitis. Una operación de apendicitis en el hospital San Vicente de Paúl tenía quince días de recuperación. Daniel Materón, farmaceuta, era quien dormía a los pacientes con éter, usando el aparato de Obredan. Luego Rafael Almario se presentó al hospital San Vicente de Paúl. “No hay plata”, le dijo el director. “No importa, trabajo gratis”. El director del hospital era Alonso López Villegas, quien tenía un refrán muy simpático sobre su señora, que era un poquito gorda. “No hay mal que dure cien años ni cuerpo como el de Sixta”.


En 1889 había sido fundado un hospital en Palmira por gestiones que hiciera el padre Pedro Antonio Holguín, en un lote de tres plazas donados por doña María Josefa Cabal de Hoyos. En 1899, cuando muere el padre Pedro Antonio, el hospital adquiere el nombre de San Vicente de Paúl. El primero de enero de 1900 se inaugura oficialmente contando con las autoridades civiles, eclesiásticas y militares. Se dice que los primeros médicos que ejercieron en la ciudad fueron Cipriano María Duarte, Alfonso Madriñán Carvajal y Belisario Caicedo. A principios de siglo, el cónsul de Estados Unidos en Cali, William Barney Crane, había logrado que se avecindada a Palmira la primera misión protestante, estableciendo un centro cultural y religioso, liderada por Leopoldo Yoston. Tres enfermeras gringas atendían el centro de salud dedicado a quienes se afiliaran al protestantismo. Guillermo Barney Materón era monaguillo de la Iglesia La Trinidad en 1934. En una Semana Mayor, el padre Mósquera de Popayán, organizó la procesión de tal manera que su recorrido pasara enfrente del centro protestante y les pidió a los alumnos que llevaran piedras y que se las arrojaran a los “representantes del diablo”. William Barney lideró además la construcción del Cementerio libre de Palmira. En 1944 nace la Clínica Maranatha, financiada por capital norteamericano. Para la década de los treinta, los médicos más influyentes eran Domingo Irurita, Jaime Delgado Cabal, Francisco Navia Carvajal y Luis Navia Cifuentes, educados con la tradición médica europea. Para 1932 todavía existía en Palmira el servicio de “ambulancia” de cuatro personas que transportaban en garitas de guadua a los enfermos de tuberculosis y tifoidea. Colaboraban en el servicio Las damas rosadas, lideradas por doña Licenia Cabal de Saa Iragorri.

El doctor Domingo Irurita, médico y político, fue uno de los grandes animadores del progreso de Palmira.

La primera noche de Rafael en el hospital la recuerda como “la antesala del infierno”, había heridos por toda parte, muertos y desplazados que venía huyendo del Tolima y el norte del Valle, asentándose en lo que hoy se conoce como los barrios San Pedro y la Emilia. Los colegas y amigos, quienes le dieron la mano en los primeros años, fueron Jairo Bedoya, Armando Wilson, Carlos Pulecio, y Bernardo Suárez. Irurita y “Lucho” Navia eran quienes tenían más clientela. El doctor Suárez era el más malgeniado, cuando lo iban a buscar a la casa para algo urgente decía que estaba ocupado arreglando el carro. En 1956 se fundó en Cali el Hospital Departamental. La explosión ocurrida el 7 de agosto de ese año, significó su real apertura. Dos años después se le da el nombre de Hospital Universitario Evaristo García, el médico egresado de la Universidad Nacional que practicó la primera esplenectomía (extirpación del bazo) en el continente, en 1882. Fue fundador de la Sociedad de Medicina del Cauca y del Centro Vallecaucano de Historia.

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Actividad cívica del gremio de los médicos de Palmira y del Cuerpo de Bomberos Voluntarios. Aparecen en la fotografía, entre otros, de izquierda a derecha, los médicos: Francisco Navia Cifuentes, Eugenio Durán Castro, Luis Navia Carvajal, Luis Guillermo Bustamante, Antonio Lizarazo Bohorquez, José Birney Escobar, Domingo Irurita, Enrique Castilla y Efraín Quevedo.

En 1956 se funda la Clínica del Seguro Social bajo la dirección de Humberto García; a la institución llega la primera enfermera titulada de Manizales, la señora Esneda Cardona. En 1960 la Clínica Palmira Ltda. cambia de razón social y se convierte en Clínica Palmira S.A. Durante ese año hasta 1967, la clínica se apalanca financieramente con aportes de los nuevos accionistas y logra culminar las obras de la nueva sede, estrenada ese año. Ante las dificultades para su terminación, el médico Luis Navia Carvajal, decía que era un “elefante negro”, por estar en obra negra. El costo de construcción ascendió a un millón de pesos. En 1967 se realiza en Palmira la primera cirugía, a cargo de los médicos Rafael Almario Benedetti, Daniel Payán Otero y Azael Gutiérrez. En marzo de 1968, el bacteriólogo Diego Calderón Jaramillo, trasladó su laboratorio a la clínica. Él era además poeta, colaboró junto al médico costeño Rubén Zaránte Mangones en la gestión de la Biblioteca Municipal, a cargo de Mariela del Nilo. En 1969 la Clínica Palmira estrena su servicio de rayos X a cargo de los doctores Jaime Vargas y Alfonso Tejada. Algunos de los médicos de la sociedad formaban parte de Soprodeca, “la asociación protectora de cantineros arruinados”, fundada por Hernando Becerra. Su sitio de encuentro era La porra taurina. Como dato curioso, una vez Rafael Almario Benedetti, recibió en su turno en la clínica a un paciente que entró caminando con una puñalada en el corazón. Lo operaron con las salvedades del caso. Un año después, Benedetti y su asistente vieron entrar al mismo paciente, con la misma puñalada en el corazón y hecha por el mismo agresor, su iracunda y celosa mujer. Aquello se conoció como la operación ripley. Alrededor de 1965 se construyó un nuevo centro médico gracias a una colecta ciudadana: los niños de las escuelas llevaban un ladrillo cada uno en fila india. La obra estuvo a cargo del arquitecto Roberto Sicard Calvo, de Bogotá. Cuando fueron a meter las camas, no cabían por las puertas.

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El Batall贸n Codazzi Ingenier铆a humana para una sociedad en construcci贸n

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El Batallón Codazzi fue creado el 10 de octubre de 1933 en la ciudad de Cartago. Su primer comandante fue el mayor Aurelio Lineros, perteneciente al extinto batallón de ferrocarrileros Soublette. En 1941 el batallón se instala temporalmente en Palmira, en el colegio Policarpa Salavarrieta, cerca al edificio La Factoría. El primer comandante fue el mayor Guillermo Ordoñez. Un año después, se traslada a Cali. En 1946, y por solicitud del concejal Jaime Bejarano, el batallón Codazzi regresa a Palmira, a cargo del comandante Luis Alfonso Abadía. Se instaló en predios de propiedad de don Pedro Reyes Tenorio, donde funcionaba el Club Campestre y celebrado las primeras exposiciones de las ferias nacionales de la agricultura. En el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, es de recordar a los soldados del batallón Codazzi atender filas de gentes que buscaban, en medio de la especulación, manteca y arroz a los precio justos. Entre las actividades sociales que realizó el batallón, se recuerdan las festivas comparsas de navidad, el acompañamiento vivaz en la Semana Mayor, las animadas fiestas en el Casino de Oficiales y las retretas realizadas en el Parque de Bolívar, que significaron un importante acercamiento de la comunidad palmirana a la institución militar 1961 comenzaron a realizarse los reinados cívicos; era comandante el teniente Coronel Bernardo Leguízamo Barrera. Gloria Navia y Miriam Cardona, fueron las primeras reinas.

Puente sobre el río Amaime. Por allí pasaban los vehículos de la flota “Pacho” Uribe, la primera empresa de buses de Palmira. Durante muchos meses los caballos se reusaron pasar por el puente y los jinetes debían cruzar con ellos por el río. Fotografía de Jorge Terreros, 1927.

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En 1963, el presidente Guillermo León Valencia le otorgó al Batallón de Ingenieros Nº3 la Cruz de Boyacá. En 1968, la institución recibió la medalla al Mérito Cívico del Club de Leones. En 1993, recibe el Botón de Oro del Club Kiwanis. Entidades que han reconocido el esfuerzo y dedicación del Batallón Codazzi al servicio de la paz y del progreso de la región. Entre las obras civiles más destacadas de la institución se encuentran: la construcción de la carretera Tamboral – La Unión- El Agrado; la carretera Palo Tacueyó, en el Cauca; el puente de concreto de Tacueyó – Toez; la carretera Puerto Leguízamo – La Tagua; el puente de la carretera Palmira – Ataco; la carretera a Tenjo; el puente de Las Águilas, el puente Combia – Tenerife; la pista de patinaje de Palmira, el aeropuerto de Puerto López, el batallón de San Vicente del Caguán y el batallón José Hilario López, después del terremoto de Popayán. Es de resaltar la vinculación de varios bomberos voluntarios en batallón el Codazzi, como oficiales profesionales de la reserva, entre ellos, Guillermo Caicedo Rioja, Luis Alfonso Durán Escobar y Eugenio Vergara Aragón. Uno de los oficiales más destacados de la institución militar fue el general palmiranos Jesús María Vergara Aragón, quien fue subdirector de la Escuela Militar General José María Córdova, director del Hospital Militar y Comandante de la Tercera Brigada. Recibió la Orden de Boyacá enel grado de Gran Oficial, la Orden al Mérito José Fernández Madrid y la Medallá Agustín Codazzi. El Batallónn Codazzi cuenta además con un Club de amigos, conformado por personalidades de la sociedad como Efraín Salamanca, José Foscarí Escobar, Pedro Javier Pérez, Raúl Ospina Giraldo, Luis Alfonso delgado, Albeiro Morales, Carlos Hugo Salamanca, Luis Alfonso Toro, Hoover de La Cruz, Graciela Gómez de Manrique, Carlos Henry Rodríguez y Gerardo Ramírez. Dentro de sus actividades, es de destacar del Batallón Codazzi su importante figuración en el deporte, especialmente en las disciplinas de pesas y lucha. En 1987 y 1988 la delegación fue campeona y subcampeona nacional. Este año el Batallón Codazzi cimplió 78 años de servicio. Sus principios “Vencer o morir” enmarcan las tradiciones morales y éticas más ejemplares de un ser humano.

Fotografía de las páginas 126 - 127. Máquina M - 3. En 1968 fue reperada por el Capitán Luis Alberto Madriñán Prado. Posteriormente, casi abandonada, fue integrada al servicio gracias a las gestiones que hizo el Capitán del Cuerpo de Bomberos, Luis Alfonso Terreros Cuevas con el Capitán Efraín González, del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Miranda.

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Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira 80 años de liderazgo

Teniente Luis Alfonso Durán, en el rescate de la aeronave

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GRUPO DE RESCATE AÉREO A mediados de los años setenta, la Aeronáutica Civil motivó a la institución bomberil de Palmira para crear un grupo especializado de búsqueda y rescate de aeronaves. El entonces comandante, Guillermo Barney Materón, asumió el proyecto y con la ayuda del Capitán Mario Soto y del Teniente Luis Alfonso Durán Escobar, organizó un grupo de voluntarios para tal objetivo. Eran ellos el Sargento Aldemar Ramírez López, los cabos Luis Evelio Bejarano, Orlando Román Ortiz, Julián Uribe Pareja y los bomberos Onías Roldán Vásquez, Jorge E. Roldán Vásquez, Jaime García, Néstor Manzano Materón, Guillermo Ortiz Guerrero, Rodolfo Vanegas y Víctor Mendoza. Como antecedente, se había presentado el accidente de la avioneta donde perecieron los hermanos Camilo y Hernando Emura, junto con su primo Víctor Takefuji. Ésta fue encontrada en San Luis de Cocorná, cerca del nevado del Tolima. La primera emergencia que atendió el grupo de rescate fue el accidente de la aeronave HK-896-E, desaparecida el 4 de diciembre de 1976, piloteada por el capitán Eduardo Álvarez Pereira, acompañado por su esposa y cuatro menores de edad familiares del ex presidente Alfonso López Michelsen. Uno de los menores era pariente del posterior candidato a la Presidencia de Colombia, doctor Luis Carlos Galán Sarmiento. Dicha aeronave fue encontrada una semana después en el corregimiento de Toche, cerca del Páramo de las Hermosas, ubicado a 4.000 m de altura. Se contó con las decisivas ayudas del Capitán Avelino Pérez, comandante del Cuerpo de Bomberos Aeronáutico; del Teniente Ramón Betancour, perteneciente al Cuerpo de Bomberos de San Pedro-Valle, y del Capitán Carlo Venturello, perteneciente a la Patrulla Aérea del Pacífico. Posteriormente atendieron la búsqueda de la avioneta HK-182 en mediaciones de la cordillera occidental, cerca del municipio de Dagua, piloteada por el señor Abraham Vásquez Pinzón y ocupada por cinco tripulantes, pertenecientes a la firma transportadora de valores Tomás de la Rue. Meses después, se atendió el accidente de la avioneta HK-1872-E, comandada por el señor Carlos Chávez, acompañado por tres tripulantes, y que había desaparecido en cercanías del municipio de Albania, y encontrada en inmediaciones de la laguna Negra, en el cañón de Chinche.

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Oficiales del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, en la inauguración d e l a s u b e s ta c i ó n d e Rozo.Preside el evento el comandante Iván Botero Va l l e j o. Pa r t i c i p a n e l Capitán Rubén Rodríguez Márquez y la poeta Lida Carvajal Zafra.

UNA INSTITUCIÓN DE FUNDADORES Para la década de los años cincuenta, el radio de acción de la institución bomberil palmirana comprendía desde Cartago hasta Santander de Quilichao, una región donde no existían cuerpos de bomberos voluntarios, a excepción del cuartel de Santiago de Cali. Era necesario, entonces, multiplicar esfuerzos para lograr atender las constantes y dispendiosas emergencias, principalmente debido a los incendios forestales en el intenso verano y por las inundaciones provocadas por el desbordamiento de ríos y quebradas. Era norma que las llamadas de emergencia fuesen realizadas directamente por el alcalde, el párroco o la autoridad competente. En los años sesentas y setentas surgen los Cuerpos de Bomberos de Buga, Tuluá, Cartago, Zarzal y Roldanillo. Voluntarios de Palmira fueron artífices de la fundación de la institución bomberil de Villavicencio, cuyo primer instructor y comandante fue el Teniente palmirano Bernardo Franco Aristizábal. A esa sede se integrarían el capitán Joaquín Porras, quien alcanzó el cargo de comandante, junto con el capitán Francisco Aparicio Castrillón. El 17 de febrero de 1961, los instructores de Palmira, capitán Luis Carlos Belalcázar Villegas y el teniente José María Saavedra, fundaron la institución bomberil de Florida, misión que estuvo a cargo del comandante, mayor Iván Botero Vallejo. El 26 de noviembre de ese año, los mismos instructores fueron promotores de la fundación del cuartel de Pradera. Hizo lo propio el bombero palmirano Iván Zuluaga, en Río Negro, Antioquia. En 1970, el teniente Luis Carlos Belalcázar, con la colaboración del comandante, mayor Iván Botero Vallejo y del teniente Carlos Alberto Escobar, capacitaron el personal que integró la Subestación de Bomberos del corregimiento de Rozo, jurisdicción del municipio de Palmira. Más tarde, y mediante la escritura Nº 1887, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira adquirió un lote que destinó para el funcionamiento de dicha Subestación.

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GRUPO DE RESCATE SUBACUÁTICO El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira fue la primera institución bomberil del país que organizó un equipo de rescate subacuatico. Éste nació el 1 de abril de 1961, motivado por el rescate de un seminarista que se ahogó en los lagos de Maracaibo. El equipo fue integrado por el Teniente Rubén Emilio Rodríguez, los sargentos Hernando Morales y Álvaro Córdoba y los bomberos Luis Evelio Bejarano, Aldemar Ramírez, Arlex Gómez, Holmes Tróchez y Francisco Lenis, quienes iniciaron entrenamientos los sábados en las piscinas olímpicas de Cali, administradas por el Capitán Valdivieso, bombero de esa ciudad. El buzo profesional Jairo Cabal Mazuera, le brindó a los voluntarios de Palmira capacitación en el tema; realizaban entrenamientos en Aguaclara, Buenaventura y la isla de Gorgona. El grupo prestó sus servicios en Palmira, Cali, El Darién y en Pasto, participando en el rescate de más de cincuenta personas que perecieron ahogadas. Además, intervino en cinco campeonatos nacionales e internacionales de pesca submarina, organizados en San Andrés y Santa Martha, con la colaboración de la Armada Nacional. De las más gratas experiencias, fueron el cuarto puesto ocupado por la institución de Palmira en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Pesca Submarina realizado en San Andrés Islas, en 1969; y el Subcampeonato obtenido por el sargento Aldemar Ramírez en la modalidad de Pulmón Libre, en la ciudad de Cali, en 1977.

Integrantes del Grupo de rescate acuático del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, aparecen, de izquierda a derecha: Evelio Bejarano, Aldemar Ramírez, Felipe Caicedo, Rubén Rodríguez Márquez y Ever Marino Guevara.

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SIEMPRE UN PASO ADELANTE El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira fue la primera institución bomberil del país que ofreció a la comunidad el servicio de ambulancia. Este comenzó a mediados de los años cincuenta; el personal de tripulación fue capacitado en primeros auxilios en el Hospital San Vicente de Paúl, por los doctores Rafael Almario Tuirán y Rafael Almario Benedetti. En los años sesenta, la institución palmirana facilitó la creación de la Coordinadora Departamental, entidad que durante varios años estrechó las relaciones entre los Cuerpos de Bomberos de la región. El abanderado de la causa fue el entonces comandante Iván Botero Vallejo. Más tarde lideraron la conformación de la Asociación de Cuerpos de Bomberos Voluntarios del Valle del Cauca, la primera en su género en el país. En 1971 fue inaugurado el Aeropuerto Internacional de Palmaseca. El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, a solicitud de la Aeronáutica Civil, colaboró en la conformación del grupo de bomberos aeronáuticos; la institución palmirana quedó adscrita al grupo profesional de apoyo logístico, que desde entonces presta sus servicios en la prevención y control de emergencias en el terminal aéreo. Dentro de ese intercambio de conocimientos el Cuerpo de Bomberos de Palmira fue invitado a participar en el curso de Supervisores del Servicio de Salvamento y Extinción de Incendios en Aeropuertos, realizado en julio de 1974, en Bogotá, dictado por el doctor López Piña, instructor de la Organización Aerocivil Internacional -OACI- y por el Capitán Avelino Pérez Corrales, jefe de Bomberos Aeronáuticos del país. En ese curso, la institución bomberil de Palmira estuvo representada por el Teniente Luis Alfonso Durán Escobar, quien ocupó el primer lugar. En 1985 los bomberos Diego Aguirre y Guillermo Vergara participaron en la conformación del Servicio de Bomberos Aeronáuticos del Aeropuerto Guillermo León Valencia, de la ciudad de Popayán. Fotografías siguientes: ceremonia de entrega de las nuevas máquinas al servicio de bomberos aeronáuticos del Aeropuerto Internacional de Palmaseca, llamado después Alfonso Bonilla Aragón, 1981. Organizó el evento el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira. Aparecen en la segunda foto, de izquierda a derecha, el Cabo Guillermo Ortíz, el Teniente Gregorio Quiceno, el Teniente Ever Marino Guevara, el Capitán Alfonso Terreros y Gustavo Cucalón Chavarro.

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Practicas bomberiles realizadas con el personal de Industrias Metálicas de Palmira, 1976. Dirigía el programa de capacitación el Teniente Luis Alfonso Durán Escobar.

BRIGADAS DE SEGURIDAD INDUSTRIAL En los años setentas, la seguridad industrial no era un punto vital en las agendas de los empresarios. Las plantas productivas carecían de programas que garantizaran una correcta identificación y seguimiento a los factores de riesgo y no se contaba con un personal capacitado para enfrentar situaciones de emergencia. Por esto, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, en cabeza de su comandante, doctor Iván Botero Vallejo, organiza cursos de capacitación aprovechando el conocimiento y la experiencia del señor Norberto Bueno, ex jefe de Seguridad Industrial en Ecopetrol, Barrancabermeja. Estos cursos, teórico-prácticos, instruían a empleados y obreros en la prevención y control de incendios, en la detección de áreas de riesgos, en programas de acciones preventivas y en cómo enfrentar emergencias con adecuados protocolos de primeros auxilios. Algunas de las empresas capacitadas fueron Cartón de Colombia, Gillette, Sucromiles, Colombates, Herramientas Stanley, Tapón Corona, los ingenios Río paila, Providencia, Central Castilla y Manuelita, e Industrias Metálicas de Palmira y la Zona Franca Manuel Carvajal Sinisterra.

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Fotografía siguiente: Nueva fábrica de El Rosario del Ingenio Manuelita S.A., construído en 1952, en la presidencia de Harold Eder. Fotografía del archivo documental de Manuelita S.A.

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Fotografía superior: los oficiales y bomberos Jair Daza, Carlos González, Rosemberg Quiceno, Onías Roldán, Efraín Borja, y Hernán Borja. 1962. Fotografía siguiente: De pie, de izquierda a derecha, Laureano Jaramillo, Benjamín Orozco, Carlos A. González, Rosemberg Quiceno, Hernando Ortiz, Onías Roldán y los voluntarios Arrieta y Arboleda. Abajo, de izquierda a derecha, Jaír Daza, Carlos Belalcázar, Herney Saavedra y Efraín Borja.

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Fotografías de la página 144: abajo, de izquierda a derecha, el Bombero Jesús Zúñiga, el Teniente Cristobal Sáenz, el Capitán Carlos Vargas, el Bombero Libardo Orejuela y el Bombero Carlos Bejarano. Página siguiente: Grupo de bomberos atendiendo una emergencia ocasionada por un derrumbe en el corregimiento de Toche. primera imágen, de izquierda a derecha, el Teniente Armando Soto, el Bombero Harold Daza de La Cruz y el Bombero Jesús Bejarano. Abajo, de izquierda a derecha, el Sargento Harbey Torres, el Capitán Walter Daza de La Cruz, el Sargento Joaquín Torres y el Sargento Guillermo Domínguez. Segunda imágen, de izquierda a derecha, el Capitán Álvaro Córdoba, el Teniente Carlos Bustillos, el Capitán Aldemar Ramírez, el Capitán Walter Daza de La Cruz y el bombero Jair Daza de La Cruz. Fotografías de las páginas 146 - 147: ceremonia de entrega de mando por parte del Capitán Alfonso Tascón Valderrama al Capitán Ancizar Valencia, en 1974. Aparecen en la primera de ellas, de izquierda a derecha, los oficiales, Capitán Julio César Arce Herrera, Capitán Alfonso Tascón Valderrama, Capitán Ancizar Valencia y el Capitán Alfonso Terreros Cuevas, subcomandante. En la tercera fotografía aparecen: Walter Daza de la Cruza, Álvaro Córdoba, Alirio Ayala, Jorge Roldán, Jaime Jaramillo, Onías Roldán y Julián Giraldo. En la cuarta fotografía aparecen, entre otros, los bomberos Luis Orlando Román y Nelson Mejía.

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Uno de los automóviles ofrecido en la Rifa del Bombero.

En los años cuarenta, y en búsqueda del sostenimiento económico, se organizó la Semana del Bombero, en los cuales los voluntarios recorrían los barrios de la ciudad recaudando donativos a cambio de la bandera bomberil que las gentes exhibían en las ventanas y que engalanaban los desfiles. Con el tiempo se cambió la bandera bomberil por una placa de lámina que se instalaba en las puertas de las casas y en los establecimientos comerciales, identificando al contribuyente que se comprometía con una cuota mensual. Luego la placa de lámina fue sustituida por una calcomanía. En 1948 el comandante Luis Guillermo Bustamante Otazo creó la Rifa Bomberos Palmira, que tenía como premio mayor un automóvil último modelo y diez premios secos; la institución Palmirana fue la primera en el país en idear y desarrollar con éxito esa actividad.

En los años cincuenta, y con el fin de recaudar fondos, fueron tradicionales las novilladas en la nueva Plaza de Toros Agustín Barona Pinillos, donde actuaron los mejores toreros, siendo Palmira una de las principales ciudades taurinas de Colombia, cuando aún no existía la fiesta brava en Santiago de Cali. En 1976 el entonces comandante, Guillermo Barney Materón, organizó un Comité Cívico conformado por destacadas personalidades de Palmira: el ingeniero agrónomo Gustavo Cataño Morales, del Club Rotario; el doctor Ariel Gil Benavides, del Club de Leones; el doctor Carlos Navia Rodríguez, de la Cámara Júnior; el doctor Alonso del Valle Bayona, del Club Kiwanis y el capitán René Lamy Rosas, del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira. Dicho comité se encargó de promover en la ciudadanía el Bono de Ayuda, una rifa que sorteaba entre los contribuyentes un millón de pesos. También trabajaron incansablemente en varias actividades sociales hasta 1981, cuando se logró la adquisición de las dos nuevas máquinas Chevrolet y la celebración de las Bodas de Oro del cuartel.

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Acto de entrega de la máquina bomberil donada al Cuerpo de Bomberos Voluntarios por parte del Ingenio Providencia, ensamblada por el Capitán Luis Alberto Madriñán Prado. Aparecen, de derecha a izquierda, Álvaro Abdhurahim, Hernán Parra Arce, Antonio José Cabal y los Capitanes Julio César Arce, Alfonso Terreros Cuevas, Guillermo Barney Materón, el Teniente Eduardo Sánchez, de Candelaria y el Capitán Carlos Alberto Escobar. Bendice la máquina bomberil, el padre Ovidio Correa Cadavid.

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Maniobras de entrenamiento en el Ingenio Providencia, 1979. Fotografías anteriores: importación de dos máquinas American LaFrance, 1979. Participaron de la recepción en el puerto de Buenaventura (fotografía 3) los bomberos: Evelio Bejarano, Julián “el loco” Uribe, Luis Alfonso Durán Escobar, Alfonso Terreros Cuevas, Nestor Manzano y Oscar Constaín. Las máquinas fueron compradas bajo la comandancia del Capitán Alfonso Terreros, gracias al comité cívico organizado por el Capitán Guillermo Barney Materón, quien lideró la rifa de un bono de un millón de pesos. Una vez se desembarcaron las máquinas, los bomberos palmiranos las bañaron con champú.

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Desfile de aniversario del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, 1979. Fotografías siguientes, primera: grupo de rescate acuático. De izquierda a derecha: Nestor Manzano, Luis Evelio Bejarano, Hernando Morales, Rodolfo Vanegas y Felipe Caicedo. Segunda fotografía: grupo de rescate aéreo. De izquierda a derecha: Reinaldo Nieto, Onías Roldán, Víctor Mendoza, José Danery Escobar, Danilo Roa y Guillermo Ortíz.

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Ceremonia de aniversario del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, 1979. Primera fotografía: aparecen de izquierda a derecha, las primeras oficiales de la institución bomberil: Edda López de Soto, Marina González de Salgado, Alba Cifuentes Hurtado, Lucía Ramos Ángel, además de los oficiales Alfonso Tereros Cuevas, Julio César Arce Herrera, Álvaro Abdhurahim, Luis Alfonso Durán Escobar y Danilo Roa. Segunda fotografía: condecoración a cargo del comandante, Capitán Alfonso Terreros Cuevas. Aparecen el Capitán Rubén Rodríguez Márquez, y el Teniente Eugenio Vergara Aragón.

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Ceremonia de aniversario del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, 1982. Primera fotografía, de izquierda a derecha: Teniente Jair Daza de La Cruz, Capitán Álvaro Aldurahim, Mayór Iván Botero Vallejo, Capitán Luis Carlos Belalcázar y el Capitán Carlos Alberto Escobar. El niño es Álvaro Aldurahim junior. Segunda fotografía, de izquierda a derecha: Capitán Luis Carlos González, Sargento Luis Eduardo Silva, Sargento Carlos Solarte, Capitán Ramiro Molano Terreros, S a r g e n t o G e n t i l C a ñ a r t e, Sargento Marino Pardo, Teniente Luis Alberto Figueroa y el bombero Pedro Nel Durán.

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ACTIVIDADES CONMEMORATIVAS

Desfile conmemorativo de los 25 años del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira. Aparecen de izquierda a derecha, los señores Hernando Valencia, Álvaro Payán, Manuel Vivas Paredes, alcalde de Palmira, Eurípides Olaya, Jorge Valencia, Argemiro Ospina y el ingeniero Camilo Jiménez.

El 3 de diciembre de 1956, la institución celebró sus primeros 25 años de servicio. Era entonces Presidente de Colombia el general Gustavo Rojas Pinilla, alcalde de Palmira, el señor Manuel Vivas Paredes y comandante de la institución bomberil, el doctor Iván Botero Vallejo. Esta conmemoración se celebró con un desfile en las principales calles de la ciudad, encabezado por las principales autoridades del municipio, representantes del gobierno departamental y de las entidades bomberiles de Bogotá, Cali, Buga y Tuluá. El 3 de diciembre de 1981, la institución celebró sus Bodas de Oro con especiales actividades sociales, culturales y de carácter bomberil. El acto de apertura fue el tradicional desfile por las principales calles de la ciudad, con la participación de máquinas de Palmira, Cali, Pradera, El Cerrito y Candelaria, y un gran número de motociclistas afiliados al Club Asomoto y una cabalgata organizada por el Club Hípico de Palmira. El 4 de diciembre, en el auditorio de Comindustria, hoy Comfandi, la institución bomberil ofreció a la comunidad una noche musical con los artistas Lucy Figueroa, María V., Lucho y Nilhem, los Hermanos Calero, los Hermanos Jimmy y Jaime Castro, quien dirigió la Estudiantina y el Grupo de Música Andina de la Casa de la Cultura, animados por el maestro Helmond López. En el acto central, el comandante, Capitán Alfonso Terreros Cuevas, impuso la Medalla Águila de Fuego al Gobernador del Valle, doctor Humberto González Narváez, quien a su vez condecoró a la institución bomberil con la Medalla de las Ciudades Confederadas.

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Conmemoración de los cincuenta años del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, celebrada en el auditorio de Comindustria. En la fotografía de arriba, aparecen, de derecha a izquierda: el comandante del Cuerpo de Bomberos de Palmira, Capitán Alfonso Terreros Cuevas; el Gobernador del Valle, doctor Humberto González Narváez; el Alcalde de Palmira, don Guillermo Becerra Navia; el Presidente de la Asociación Departamental de Cuerpos de Bomberos, doctor Hernando Prado Arce y el secretario de Hacienda del Departamento, el ingeniero Mario Ante Etayo. En la fotografía inferior aparecen algunos de los bomberos fundadores, Gilberto Patiño Carrejo, Luis Carlos Cucalón, Manuel Joaquín Díaz y Jorge Lozano.

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El 20 de julio de 1976, se celebró en Guayaquil, Ecuador, el III Congreso Bolivariano de Bomberos, evento en el cual participaron miembros de las principales instituciones bomberiles de Colombia, entre ellas Palmira, que envió su delegación gracias a las gestiones del Mayor Raúl Orejuela Bueno, Gobernador del Valle del Cauca en ese entonces, al subteniente Jairo Chaparro, Secretario Privado de la Gobernación y de las empresas Industrias Metálicas de Palmira y el Ingenio Providencia.

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Bomberos palmiranos en el III Congreso Bolivariano de Bomberos. La delegación palmirana estuvo integrada por el subcomandante Alfonso Terreros Cuevas, los Capitanes Pedro Claver Correa, Mario Soto B. y Ancízar Valencia y el Teniente Luis Alfonso Durán Escobar.

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Comandantes del Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira

Cap. Gilberto García O. (1931-1932)

Cap. Pedro Arana Robalinos (1940)

Cap. Carlos A. Vargas (1950-1952)

Cap. Hernando Velasco M. Cap. Fernando Arboleda L. Cap. Francisco Rivera E. (1938-1940) (1932-1934)

Cap. Aicardo Tenorio M. Cap. Luís G. Bustamante O. Cap. Cristóbal Henao (1949-1950) (1940-1944) (1944-1949)

Mayor Iván Botero Vallejo (1952 - 1958; 1958 - 1962); (1966 - 1970)

Cap. Guillermo Barney M. Mayor Raúl Orejuela B. (1962 - 1966) (1958; 1976 - 1977); (1982 - 1983; 1994 - 1995)


Comandantes del Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira

Mayor Luis Alfonso Tascón V. (1972 - 1974)

Cap. Ancízar Valencia Ríos (1974 - 1976)

Cap. Alfonso Terreros Cuevas (1977 - 1982; 1984 - 1988)

Cap. Ramiro Molano Terreros (1983 - 1984; 1988 - 1990)

Cap. José Rafael Prado Conde (1990 - 1994; 1995 - 1998)

Cap. Manuel Humberto M. (1998 - 2000)

Cap. Eugenio Vergara Aragón (2000 - 2006)

Cap. Luis Orlando Román (2006 - 2009)

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Cap. William Moya Martínez (en ejercicio)


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Ceibas en el camino a Tenerife, bajando la colina se encontraba el puente de Las Ă guilas. FotografĂ­a de Jorge Terreros.


Personal que perteneció al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira Además de los fundadores y comandantes, destacadas personalidades de la ciudad y personas del común aportaron su profesionalismo, honestidad y fervor cívico en pro de una institución, convertida hoy en una de las mejores del país. Los siguentes son los oficiales, suboficiales y bomberos que han construído la historia de nuestra institución y de nuestra ciudad. CAPITANES Gregorio Hernández Saavedra Ángel Antonio Caicedo Álvaro Abdul Rahín Alfonso Aldana M. Julio César Arce Herrera Francisco Aparicio C. Luis A. Caicedo Aguilar Oscar Constaín Tamayo Hernán Velásquez Ospina José L. Garcés Materón Fabio Quintero Barrera Bernardo Durán Guillermo Lassman Kurtz

Rafael Zúñiga Zúñiga Julio César Fernández Aureliano Saavedra de la C. Gabriel Arias Pineda Carlos G. Arce Herrera Hernán Parra Arce Diego Calderón Jaramillo Víctor R. Orejuela Zúñiga Carlos A. González Millán José María Molano Terreros Eliel Roldán L. Carlos Franco Aristizábal José Rafael Prado Conde

Bernardo Franco Aristizábal Capellán Padre Mauricio Luis Navia Carvajal Carlos Luna Tello René Lamy Rosas José Foscari Escobar Armando Cabal Leudo Daniel Paz Mosquera Óscar Plaza Medina José Manuel Parra Rojas Miguel Aparicio José Ignacio Ramos

TENIENTES Gerardo Aragón Ampudia Leopoldo Sánchez Cortés Humberto Raffo Rivera Salomón Klutzman Gabriel Toro Márquez Julio César Rico Tomás Escobar Rizo Jaime Pineda S. Hernán Hurtado Cuadros José Luis Moncada Octavio Ramírez Armando Fernández de Soto Luis Carlos Reyes Harold Daza Barón José María Saavedra Jaime Velasco López Jairo Madriñán Prado Rafael Ordóñez Iriarte Mario Bahamón Hernán Muñoz Rodríguez Alfonso Pardo Rengifo María del Rosario Arce Alberto Behar Behar

Libardo Orejuela Zúñiga Cosme Damián Materón Néstor Domínguez Toro Carlos Alberto Escobar José Tomás Díaz Zúñiga Daniel Payán Otero Alfonso López Villegas Patrocinio Quintero Juan Antonio Aragon Joaquín Porras Argemiro Ospina Enrique Lopera Villa Jorge Plaza Bueno José L. Montoya Jiménez Armando Mosquera Torres Pedro González Franco Jhon B. Tomás Francisco Lenis Posso Oscar Hidalgo López Ernesto Piedrahita Polanco Adolfo L. Payán Morales Fernando J. Leal Londoño Ramiro Lozano Parra

Enrique Arroyo José Fleishacher Mario Franco Aristizábal Cristóbal González Jaime González C. Cristóbal Navarrete José Oliver Jorge E. Valencia Quintero Jairo Arango Bernardino Figueroa Néstor Bravo Bucheli Jaime Prado Rebolledo Wenceslao Herrera Hernando Morales Quintero Andrés Joray Jaime Otero Luna Jaír Daza de la Cruz Miguel A. Saldoval A. Michael Lassman Felipe Osorio O. Freddy Soto Salamanca Gilberto Moreno Guillermo Aguirre Herrera

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SUBTENIENTES Armando de Jesús Delgado Elías Artunduaga Osorio José Félix Restrepo Franco Mario Sory Tascón Fernando González Escobedo Darío Estrada Uribe Fulvio Caicedo González Alfredo Caicedo Carvajal Calixto Guzmán Armando Aparicio C. Álvaro Orejuela Escobar Franco Guerra Rosales Luis C. Besosa Tirado Carlos E. Pachón Dueñas Diego L. García González Luis Diego Restrepo Antonio Ospina Carvallo Patricia Hernández Ramón Sepúlveda V. Wilson Arroyo V. Ana Silva Gutiérrez Héctor Fabio Zárate

Manuel Galván Pacheco Javier Terreros Cuevas Hernán Parra Castañeda Mario Escobar Becerra Luis Mario Holguín Héctor Rodríguez Mario Ante Etayo Iván D. Botero Botero Enrique González Mario Sánchez Bertiere Norberto Bueno Ramírez Darío Moreno Arévalo Iván Zuluaga Ramírez Daniel Rebolledo Jesús M. Londoño O. Duval Flórez Muñoz Carlo Venturello A. Darío Osorio Hader Agudelo López Alfredo Daza Dorado Myriam R. Morales Mazuera Diego Isaza Zapata

Julio Rómulo Vallejo O. Rafael Uribe Martínez Enrique Mondragón Nafer Ney González Raúl Botero Ángel Luis E. Guzmán G. Libia Correa Sabogal Héctor Mario Cachiotis Heberth Marino Guevara Álvaro Escobar Bueno Justo Herrera Sierra Mario Gómez Posso Camilo Domínguez Posso Horacio Jaramillo Hernando Restrepo Trujillo Edison Daza Arana Santiago Cabal Vélez Diego Polanía Eduardo Arroyo V. William Saavedra Sigrifredo Osorio B. Wilmer Agudelo G.

SARGENTOS Guillermo Domínguez Peña Mario Cabal José Suárez B. Hugo D. Tróchez Julián Uribe Pareja

José Walter Correa Gerardo Saavedra Miguel A. Echeverry Carlos A. García Harbey Torres

Luis Álvarez C. Carlos A. Vivas Bayardo A. Mena M. Ángel Gómez Jaramillo

CABOS Edilberto Soler Sarmiento Manuel J. Díaz Guzmán Herney Saavedra José Pablo Sotelo Pineda Freddy Arrollo V. José Homer Moreno

Pedro Nel Durán Arana Guillermo Salcedo Rentería Eider Roa Sarria Álvaro Paezzano A. Arbey Astudillo Tito Gómez

Jaime Escobar Soto Ómar Granados C. Humberto Brand Solarte Guillermo Ortiz Guerrero Alberto Villa Gutiérrez Hugo Grajales.

BOMBEROS Alberto Medina Olave Cristóbal Saénz Castillo Oscar William Ramírez Calderón. Absalón Ampudia

Manuel A. Víctoria Germán Díaz José Gómez N. Anselmo Vidales

Hernán Candelo Alfredo Hernández Millán Luis Vidales Guillermo Saavedra

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Guillermo Salcedo Rentería Eider Roa Sarria Álvaro Paezzano A. Arbey Astudillo Tito Gómez Luis Vidales Guillermo Saavedra Pedro Vargas Medardo Varela Jaime Bejarano José María Ospina C. Miguel Montoya Héctor Vargas Néstor Arias Pineda Arturo Cruz Marco T. Ibáñez Losada Solom Mosquera Humberto Arce H. Miguel García C Humberto Dorronsoro Oswaldo Ribón Humberto Torres Jesús H Cruz Díaz Humberto Calero H Raúl Otero Marcos Marulanda Reinaldo Losada Marino Lenis Jorge Giraldo Hernán Cáceres Nepomuceno Valencia A Jorge E. Valverde José Eitel Mejia R Hernando Ortiz G. Miguel A. Vidal Jorge E. Saavedra U Jesús A. González G. Hoover Rodríguez Jorge H. Correa M Efraín Borja Alberto López Arlex José Gómez G Alfredo Borja Phanor Marín Torres José Dannery Escobar Anselmo Castillo S.

Ómar Granados C. Humberto Brand Solarte Guillermo Ortiz G. Alberto Villa Gutiérrez Hugo Grajales. Absalón Ampudia Alonso Gómez N. Mario Villamarín Juan B. González Roberto Arias Pineda Gildardo Ossa Gilberto Lemus José A. Jiménez Luis A. Martínez Armando Torres A. Isaac Camacho C. Guillermo Giraldo Julio Reyes Armando García Salazar Nader Calero H Jesús María Peña Rojas Alfredo Caicedo Aguilar Jesús Durán Jesús Zúñiga Samuel Pinzón Pedro Nel Lozano Teselino Luna Afranio Cabal Leudo José Carol Bautista Edilberto Muñoz Figueroa Libardo Garcés G Humberto Guzmán Oscar Sanclemente A. Holmes Trochez Isaacs Fleishacker Alirio Ayala Álvarez Salomón Gutiérrez Jaime Solarte Peñaranda Hugo R. Tascón Jativa Laureano Jaramillo Eddie Elifio Roldán Jaime Álvarez Bonilla Argemiro Suárez Carlos A. Mazuera Gustavo Loaiza M Francisco Castillo S

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Herney Saavedra José Pablo Sotelo P. Freddy Arrollo V. José Homer Moreno José Gómez N. Anselmo Vidales José M. Martínez L. Jorge Rinkoar Manuel Policarpo Arana Reinaldo Palomino Carlos A. Palau Z. Luis E. Herrera PradO Héctor F. Montes E. José María Losada S. Julio Irurita R. Carlos E Bejarano Guillermo Doneys Joaquín Torres Bernardo Madriñán Carlos A Gómez Humberto Patiño Marino Londoño O Antonio Martínez Guillermo Hernández Rafael Villalobos Libardo Salcedo D. Heberto Ramírez Vanegas Luis Marino Barbosa Nelson Giraldo Reinaldo Quintero O Humberto Mejia R Sory Parra F Jorge E. Tasama P. Ramón E. Velásquez J Absalón Robins C. Luis Mario López Luis Carlos Restrepo Danilo Cadavid G. Rosemberg Quiceno Benjamín Orozco José Humberto Grisales Nelson Mejía Escobar Antonio J. Galeano Héctor Gutiérrez Daniel Bernal S Efrén Alzate Montenegro


Gregorio Quiceno B. Oscar Gómez M Gonzalo Moreno Ramiro Vélez Gabriel Herrera Fernando Ramírez Hernán Castaño Bernardo Nizar Chávez Pedro Pablo Varela R. Carlos Arturo Salazar Luis J. Cubides Rafael Echeverry Jaime García González Reinaldo Nieto S. Isaías Moreno Oscar Lascarro Alvear Gamaniel de J. Romero H Uriel Paz Silva Carlos E. Márquez Navarro Francisco Roa L. Harold Agudelo López Steim Bocanegra Luis C. Bolaños V. Walter Cleves Gustavo Gómez Cristian Jaramillo A Oscar Raigoza L Adriana Londoño Villa Javier Aguirre Montoya Ricardo Nieva Patricia Garcés Gustavo Romero Pinzón Maria Marlene Ibarguen Juan Fernando Díaz M Rolando Arana Armando Cadavid Valentín Díaz Eduardo Cabal Barona SECRETARIAS Melba Durán Leddy Rodríguez R Imelda Manzano López Amparo Páez Murcia Olga Geovanny Ruíz.

Luis Helmes Salazar Luis Eulder Restrepo Hernando Salazar P Álvaro Hernández Laureano Ospina José Aldemar Jiménez Jorge Eliécer Osorio R. Luis Mario Rojas Guzmán Hernando Arias Daniel Prado Oscar Henao Orejuela Luis E. Martínez Iván Cepeda A. Gersaín Guzmán L. Julio M. Marmolejo Bernardo Salcedo P Carlos Arturo González Phanor Reyes Viscaya Claret A. Guapacha Ruíz José Helmer Bedoya Hoover Garcés Vélez Orlando Perdomo Cano Harvey Candelo Walter F. Correa Q Jairo Roa Saavedra Fabio M. de la Torre William Rizo D Luis Fernando Murillo Luz Adriana Mejía Escobar Mónica Florez James Orozco A Leonardo Lerma Diana P. Parra P Hernán F. Díaz O Sugey Herrera P Roberto López Rodolfo Vanegas Jorge E. Roldán Vásquez

Víctor Palomino Pablo A Villarraga R Jorge Eliécer Velásquez Luis A. Gómez Luis A. Castro Desiderio Velásquez Carlos A. Pedroza Danilo Roa Vásquez Sigifredo Camacho C Edinson Ramos Diego F. Varela Prada Manuel H. Torres Emilio Molina M. Alfonso Hamann Concha Fabio Mejía Velasco Herney Marroquín Luis Ángel Herrera V. Jaime E. López Molina Antonio J. Villaquirán S. Noel Rodríguez Cubides Calixto Ardila A Edilberto Fernández L Naimes Casanova Diego Fernando Díaz Diego González R Efren Obando Luis Alfredo Martínez Héctor Fabio Torres Blanca Nelsy Sinisterra Lucelly Rengifo T Julio César Moreno Ana Alexandra Parra Armando Escobar Alejandro Palomino Javier Juan Pérez Z Álvaro Ramírez Felipe Caicedo Prado

Susana Botero V Rebeca López Amandina Mondragón Janeth Restrepo

María Elena Montoya A Graciela Aldana Gladys Cedeño Luz Dary Chucrala Bedoya

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Civismo y disciplina Toda una vida de servicio a la región

Cap. Gilberto Patiño Carrejo 80 años

Bro. Gabriel de La Cruz 67 años

Cap. Rubén Rodríguez M. 63 años

Cap. Álvaro Behar 63 años

Cap. Walter Daza de la Cruz 62 años

Cap. Álvaro González Q. 61 años

Sgto. Gentil Cañarte 61 años

Cap. Rafael Almario Tuirán 59 años

Cap. Jorge I. Sáenz Uribe 58 años


Cap. Luis Carlos Belalcázar 57 años

Cap. Guillermo Barney Materón 56 años

Mayor Luis A. Tascón Valderrama 55 años

Cap. Pbro. Pedro Claver Correa 55 años

Tte. Luis Evelio Bejarano 55 años

Cap. Mario Constain Mora 53 años

Cap. Ramiro Molano Terreros 52 años

Cap. Aldemar Ramírez López 50 años

Bro. Antonino Barreto 50 años


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Señor que ofreces maravillas con tu poder y sabiduría a los hombres, ayúdame con tu hálito divino a extinguir el fuego que consume la vida y los bienes de mis hermanos, haz que corra veloz y con seguridad a detener las fuerzas de la naturaleza y pueda encontrar en Ti el remedio y consuelo para los diferentes males de este mundo devorado por el calcinante fuego del egoísmo y ahogado en el inmenso mar de la incomprensión. Amén. Pbro. Pedro Claver Correa

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Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira Sistema Nacional de Bomberos En los años setenta y ochenta, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira recibió, por concepto de auxilios, algunos recursos económicos por parte de los gobiernos municipales y departamentales. Auxilios que, al entrar en vigencia la nueva Constitución, fueron abolidos, comprometiéndose el sostenimiento económico de las instituciones bomberiles a nivel nacional. Por ello, los bomberos del país tomaron la iniciativa de unirse y formar la Asociación Nacional de Bomberos; una entidad gremial con sede en Bogotá que tuvo como fin reunir y unificar criterios acerca de las necesidades de los diferentes Cuerpos de Bomberos Voluntarios, para luego gestionar una efectiva representatividad ante el gobierno nacional. De esa iniciativa nació la Ley 322, del 4 de octubre de 1996, conocida como el Sistema Nacional de Bomberos, una ley que rige los parámetros jurídicos, administrativos y técnicos de todas las entidades bomberiles del país y que reglamenta la contratación que los municipios pueden hacer con su respectivo Cuerpo de Bomberos Voluntarios, teniendo en cuenta que “la prevención y erradicación de incendios es un deber del Estado”. En dicha Ley, participaron como gestores el doctor Germán Álvarez, del Cuerpo de Bomberos de Cali; el Mayor Ramón Salcedo, del Cuerpo de Bomberos de Pereira; el Mayor José Joaquín Salas Lesaca, del Cuerpo de Bomberos de Ginebra, y los Capitanes Mario Soto y Santander Perlaza de Palmira. En 1998, y teniendo como base la Asociación Nacional de Bomberos, nace la Confederación Nacional de Bomberos, una entidad que estuvo precedida por el Capitán Eugenio Vergara Aragón, excomandante de la institución bomberil de Palmira. Él, con el concurso de la Junta Directiva, gestionó la consecución de recursos económicos a través del Sistema Nacional de Bomberos, destinados a las instituciones bomberiles de Pradera, Ginebra, El Cerrito, Toro y Buenaventura. Posteriormente, lideró el proyecto de reforma para que se incluyese en la Ley de Orden Público un seguro de vida a nivel nacional para los voluntarios de los Cuerpos de Bomberos, la Defensa Civil y la Cruz Roja Colombiana.


GESTIÓN DE RECURSOS Según la Ley del Sistema Nacional de Bomberos, el Concejo Municipal de Palmira emitió el acuerdo 165, del 24 de diciembre de 1997, “por el cual se establece una sobretasa al impuesto predial unificado, destinado a financiar la actividad bomberil en Palmira”. Dicha sobretasa, propuesta por el entonces alcalde de Palmira, doctor Eduardo Mendoza, correspondió al 1.5%, luego fue modificado al 3%, por el acuerdo 51 del 19 de diciembre de 1998, contándose con el decisivo apoyo de los miembros del Concejo Municipal y del entonces jefe de la oficina jurídica, el doctor Adolfo Castro González. Más tarde, y por el acuerdo 49 del 29 de diciembre de 2005, dicho porcentaje se incrementó al 5%; esta cifra, sumada a las rentas propias del plantel por la prestación de servicios y por su filial Agua Pura Vida, representan el total de recursos con los cuales la institución cuenta para su sostenimiento administrativo y operativo. Estos recursos han sido manejados de manera austera y eficiente, tal como lo certifica la Contraloría del Municipio, que ha valorado siempre de manera positiva a la entidad bomberil de Palmira, una institución que se ha afianzado como uno de los Cuerpos de Bomberos más ejemplares del país, financiera y operativamente hablando. Hoy en día la benemérita institución continúa su loable labor, siendo la vocación de servicio y el capital humano sus mayores fortalezas.

UNA INSTITUCIÓN MODERNA En 1999 la Embajada del Japón, en cabeza del diplomático Gunkatsu Shikano, y con el apoyo de la Alianza Colombo Japonesa, representada por el ciudadano Javier Sinshi, realizó una importante donación al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, consistente en cuatro máquinas, entre ellas dos ambulancias que fortalecieron la prestación del servicio prehospitalario de la institución. La ceremonia de entrega del parque automotor se llevó a cabo en la antigua sede de la Alianza Colombo Japonesa, ubicada en el corregimiento de El Bolo. Posteriormente, en la ceremonia de conmemoración de los 68 años de la institución bomberil, se realizó el acto oficial de entrega con presencia del doctor Gustavo Cataño Morales y el doctor José Antonio Calle Forero, alcalde de Palmira. Es importante resaltar que el gobierno japonés realizó similares donaciones a los Cuerpos de Bomberos de Ansermanuevo, Rozo, Restrepo y El Cairo.

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CAPACIDAD DE RESPUESTA Y DE SERVICIO El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira presta actualmente a la comunidad palmirana varios servicios esenciales, como son la prevención y control de incendios, la atención inmediata en situaciones de emergencias (escapes de gas en zonas residenciales e industriales, inundaciones y derrumbes en zonas rurales y urbanas en épocas de invierno), el despeje de vías, el control de abejas, entre otros, salvaguardando así las vidas e intereses de la comunidad palmirana, de acuerdo con los parámetros de la gestión del riesgo y a la optimización de recursos. Además, la entidad permanece atenta para brindar apoyo logístico y operativo a los organismos de socorro de las ciudades vecinas, en eventualidades de crisis y emergencia. Cuenta además con un Departamento de Prevención y Seguridad que ofrece los servicios de capacitación en actualización de conocimientos y técnicas de las brigadas bomberiles de las empresas; realiza visitas a los establecimientos afiliados a la Cámara de Comercio, con el fin de corroborar los protocolos de seguridad en sus instalaciones y el estudio de planos que son requisito para su funcionamiento; y ofrece el servicio de recarga de equipos de extinción de incendios, al tiempo que lidera para la institución los planes de instrucción bomberil, con los cuales se garantiza a la comunidad el constante mejoramiento del nivel estratégico, táctico y operativo, de acuerdo con las actividades reglamentadas en el Sistema Nacional de Bomberos. Dicho plan de capacitación consiste en un curso de 180 horas teóricas y prácticas en escenarios de simulación, con un alto nivel de exigencia en el proceso formativo de los aspirantes, quienes aprenden, entre otros temas, técnicas de extinción de incendios, búsqueda y rescate, manipulación de materiales peligrosos y primeros auxilios.

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LA VIDA E INTEGRIDAD DEL CIUDADANO NUESTRO MAYOR COMPROMISO

Sin embargo, el mayor aporte que hace la institución bomberil a la comunidad es el servicio de ambulancia, con la mayor y más eficiente cobertura de traslados de pacientes en situaciones de emergencia; para tal fin cuenta con un personal altamente capacitado en atención prehospitalaria, dotado con los mejores equipos de intervención básica. Según estadísticas, el 80% de las emergencias atendidas por el plantel bomberil corresponden a este servicio, y los accidentes de tránsito ocasionados por el exceso de velocidad y la imprudencia de los conductores son los motivos más frecuentes. La institución bomberil de Palmira labora en tres jornadas de servicio organizados en grupos de primera y segunda respuesta; cuenta con la asistencia del Grupo de Apoyo y Rescate y del acompañamiento de los estudiantes de Atención Prehospitalaria de CENAL , que realizan sus prácticas en el plantel. El Cuerpo de Bomberos de Palmira es una de las entidades que integran el CLOPAD, Comité Local para la Atención de Desastres que agrupa a todos los organismos de socorro de la ciudad y dispone los planes preventivos para las instituciones educativas, escenarios deportivos, hospitales, plazas y parques, efectuando simulacros y jornadas de capacitación a los usuarios; así mismo, coordina el centro de información y documentación en gestión de riesgos y lidera el Plan General de Emergencias de Palmira.

BRIGADA INFANTIL HALCONES DE FUEGO En la comandancia de José Rafael Prado Conde y por iniciativa del teniente Jesús Carvajal, nació la Banda marcial infantil de la institución bomberil, un grupo conformado por los hijos de los voluntarios. Durante varios años uno de los impulsores de este programa fue el bombero Abelardo González Palomino, quien brindó a los niños la formación musical pertinente, además de conocimientos específicos de primeros auxilios y manejo de equipo y extintores. Posteriormente, y por iniciativa del capitán Luis Alfonso Durán Escobar, se formó el semillero Halcones de Fuego, una brigada de niños y jóvenes de espíritu bomberil que actualmente suman 60 integrantes, divididos en las categorías Infantil, Intermedios y Avanzados, dirigidos por el teniente Víctor Mendoza y el instructor de Banda, Efraín Bonilla.

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UNA INSTITUCIÓN EN CRECIMIENTO A partir de 1998, en la comandancia del capitán Manuel Humberto Madriñán, la institución bomberil de Palmira inició un importante proceso de crecimiento, en cuanto a la ampliación de sus instalaciones; construyó el almacén de suministros y el taller de mecánica. Posteriormente, en la comandancia del capitán Eugenio Vergara Aragón, el proceso continuó con un ambicioso plan de actualización de equipos: dotó a la institución de componentes especializados como autocontenidos, pitones, eductores, quijadas de la vida y trajes de protección, de penetración y de manejo de sustancias peligrosas. Se emprendió con éxito la modernización del parque automotor al repotencializar varias máquinas y adquirir tres de marca Chevrolet, último modelo, cofinanciadas con la sobretasa del impuesto predial. Este proceso se afianzó en la comandancia del Capitán Luis Orlando Román; en su gestión, el servicio de emergencias pasó de tener dos ambulancias a seis, entre ellas, llas dos nuevas marca Mercedes Benz, con tecnología de punta, consolidando a la institución bomberil de Palmira como una de las más modernas y mejor dotadas del país. En su gestión, el Capitán Román institucionalizó el museo de historia fotográfica, creando el salón de exposición Luis Alfonso Durán Escobar, en honor al Capitán que durante años se preocupó por preservar y difundir el patrimonio fotográfico de la región. Este salón es un aporte que hace la institución bomberil a la cultura de la región, impulsándola como un eje motivador del turismo.

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CON SEGURIDAD HACIA EL FUTURO Palmira ha sido una ciudad privilegiada, entre otros aspectos, por el auge de su agroindustria, su ubicación geográfica y su patrimonio cultural. Cuenta con un aeropuerto, dos zonas francas, la proximidad con el puerto de Buenaventura y uno de los sistemas de vías más importantes del país. Palmira es una región propicia para el asentamiento de nuevas empresas nacionales y extranjeras. Ante esa dinámica de crecimiento, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira ha avanzado en la planeación de la construcción de la subestación de servicio en la zona norte. La obra planea realizarse en un lote de 4680 metros en el barrio Santa Isabel, gracias a las gestiones adelantadas por el comandante Capitán William Moya Martínez y el Concejo de Oficiales con el alcalde Raúl Alfredo Arboleda Márquez, quien ha concebido la prevensión y la seguridad como pilares que determinan el proyecto de identidad e inversión Palmira Tierra de Progreso. La subestación llevará el nombre del Capitán Luis Alfonso Durán Escobar. Hoy, como una institución madura que ha celebrado 80 años, el plantel bomberil de Palmira emprende el reto de consolidar su recurso más importante: su capital humano, a través de un organizado programa de capacitaciones, tanto en lo operativo como en lo académico, que potencie la aptitud y el talento de las unidades bomberiles con los más altos estándares de eficiencia. Quiere, además, fortalecer sus valores institucionales, procurando la excelencia del servicio, el liderazgo ejemplar de cada uno de sus miembros y el estrecho vínculo con la comunidad. Actualmente, la institución realiza un ambicioso programa de mantenimiento y ensamblaje de máquinas bomberiles construídas por personal propio, liderados por el Capitán Luis Alberto Madriñán Prado. Además, construye el nuevo salón de oficiales, con capacidad de doscientas personas, como parte de un proyecto de ampliación del cuartel. Esta obra está a cargo del Capitán Luis Alfonso Terreros Cuevas. La meta de la institución es clara: continuar afianzándose como la entidad que actualmente responde por el bienestar de los palmiranos y seguir siendo la agrupación civil que desde sus inicios ha pensado en grande, honrando la memoria de quienes con su trabajo y sacrificio llevaron al plantel hasta ser hoy un ejemplo para la ciudad.

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Estructura Administrativa Junta Directiva del Consejo de Oficiales

Cap. Luis Orlando Román O. Presidente

Cap. Luis Alfonso Terreros C. Vicepresidente

Cap. Nelsy Chacón G. Secretaria general

Administración Actual

Cap. William Moya M. Comandante

Cap. Eugenio Velasco S. Jefe del Departamento Administrativo

Cap. Epifanio Herrera M. Subcomandante y Jefe del Departamento Operativo

Cap. Ayda Elena Córdoba Directora administrativa

Cap. Gustavo Toro Jefe del Departamento de Planeación y Desarrollo

Cap. Luis Alberto Madriñán Prado Jefe del Departamento de Máquinas 198

Cap. Rubén E. Rodríguez Márquez Auditor interno

Cap. Santander Perlaza Jefe del Departamento Jurídico


Cap. Oscar Benavidez C. Jefe del Departamento de Salud

Tte. Víctor Mendoza Jefe del Departamento de Bienestar Social

Dr. Wilson Arroyo Valencia Revisor Fiscal

Subjefes de Departamento

Tte. Guillermo Vergara Aragón Subjefe del Departamento Operativo

Ste. Sigifredo Osorio B. Subjefe del Departamento Jurídico

Tte. Jhon Fernando Gutiérrez Tte. Luis Eduardo Vidal G. Subjefe del Departamento Subjefe del Departamento Administrativo y Financiero de Planeación y Desarrollo

Cap. Guillermo Barney Materón Asesor

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Tte. Lucía Ramos Ángel Subjefe del Departamento de Salud

Cap. Eugenio Vergara Aragón Asesor


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Consejo de Oficiales

Cap. Walter Daza de La Cruz

Cap. Humberto Urrea A.

Cap. Álvaro González Q.

Tte. Luis Evelio Bejarano L.

Cap. María Neira Campaña

Tte. Manuel Rodríguez

Pedro Claver Correa Cap. Presbítero

Cap. Aldemar Ramírez L.

Cap. Marlen E. Tarazona

Tte. Carlos Constain

Ovidio Cadavid Cap. Presbítero 201

Cap. Héctor Mario Durán V.

Tte. Rosalba Amaya Rentería

Fabio Cortéz Gutiérrez Tte. Presbítero


Consejo de Oficiales


Personal administrativo


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Unidades Operativas


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Oficiales y Suboficiales Operativos

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Oficiales y Bomberos Operativos



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Brigada infantil y juvenil Halcones de fuego


Personal actual del Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira Mayor Luis A. Tascón Valderrama Capitanes Gilberto Patiño Carrejo Guillermo Barney Materón Álvaro González Rubén E. Rodriguez M. Pedro Claver Correa Luis Carlos Belarcázar Mario Constain Aldemar Ramírez Epifanio Herrera Luis Orlando Roman O. Nelsy Chacon G. Gustavo Toro M. Diego Jaramillo D. Santander Perlaza C. Humberto Urrea Walter Daza de La Cruz Maria Nelly Campaña Mario Soto Borrero Marlen E. Tarazona. Hector M. Duran Vahos Tenientes Guillermo Vergara Luis E Vidal G. Carlos A Constain R. José M. Rodriguez E. Luis Evelio Bejarano

Manuel Madriñan D. Manuel J. Hoyos Ramiro Molano Terreros William Moya Martínez Alfonso Terreros Cuevas Luis A Madriñan P. Ayda Elena Cordoba M. Luis Eduardo Gil García Eugenio Vergara A. Oscar Benavides C.

Eugenio Velasco S. Lucia Ramos Angel Patricia Silva Carlos Bustillos

Victor A Mendoza A. Fabio Cortes G. Jesus Carvajal A. Enrique Guerrero

Subtenientes John F Gutierrez R. Fernando Hidalgo Jairo Caracas José Obdulio Rodríguez Alberto Behar B.

Sigifredo Osorio Benítez Mario Daza Rosalba Amaya R. Giovanni Storino Gerardo Sarmiento

Alba Cifuentes Edgardo Marique Eugenia Velasco Jesús Edgidio Solis

Sargentos Gentil Cañarte Walter F. Paz S. Ramiro Romero P. Arbey González P. Germán Vélez Carlos A Samudio

Pedro P. Berneth Diego Aguirre R. Abelardo González P. Alberto Acevedo M. Wilder Serna Fernando Rodríguez

Orlando Hernández Ramiro Marmolejo Néstor Manzano M. Alcides Vega Mauricio Martínez

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Cabos Héctor D. Vacca Marco Tulio Salcedo Carlos H. López S. Héctor F. Raigoza L. Bomberos Antonino Barreto Dagoberto Cáceres Germán Escobar S. Daniel Quintero O. Adolfo L. Granados P. Pablo E. Romero M . Alberto Acevedo O. José A. Díaz C. Lorena Gil R. José C. Baos D. Diego A. Escobar L. Andrés F. Mejía Hoover Garcés V. Darwin Ramírez R. César A. Tejeda A. Jorge E. Camacho Diego F. Echavarria Robinson Méndez Jean P. Cruz M. Andrés F. Díaz S. Adalberto Aguilera Carlos A. Pardo Beatríz E. Gallego Gustavo A. Diaz S. Sandra P. Franco Rubén De Jesús Ortíz Henderson Herrera

Carlos E. Morales Carlos E. Paz Andrés J. Arciniegas

Carlos J Arroyo Harold Hernández G. Shirley Marín

Gabriel De La Cruz William Giraldo Luis Eduardo Silva Carlos A. Solarte Henry Bolaños V. José L. Calle M. Marino Pardo B. José A. Parada B. Ciro H. Díaz López Orlando Rojas V. Danny J. Altamirano Armando Echeverry Gustavo Besosa Ch. Julián A. Castro Edwin E. Espinosa R. Danilo J. Fernández Dennys J. Gómez A. Alejandro González Dario F. Constain C. Luis O. Guerra B. Oscar J. Martínez Jorge A. Martínez Julio C. Perea A. Pablo A. Quintero M. Magnolia Quebrada John A. González G. Luis Carlos Reina B. John A. Restrepo M. Orlando Agudelo G. José A. Bejarano Luz Karime Vidal P. Diego F. Vega Y. Esperanza E. Duarte Monica Vidales D. Andrés J. Vives M. José Daniels Peña Rúben D. Ramos G. Edison Solarte A. Armando Varela M . Yineth Z Escobar Ch. Ancizar Marin R. Claudia P. Casañas H. Diana C. González B. Miller O. Solarte I. Carlos F. Arteaga Diego F. Vidal Álvaro E. Saavedra Fabian Torres Sebastián Ortíz G. Alejandro Montes R. Carlos H. Varela B. Mauricio Palacios Angeiliceth Márquez

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Aspirantes Curso Luis Carlos Belalcรกzar, 2011 217


Soy campesino por naturaleza. Nací en una región donde el verdor de las plantas y el canto de las aves hicieron que aprendiera a amar todo lo que Dios nos ha dado. Siempre he mirado al prójimo como a un hermano. Por esta razón, desde mi juventud, emprendí la misión del servicio. Uno de los objetivos que me propuse, lo alcancé: soy oficial del Cuerpo de Bomberos. A través de estos años de servicio he adquirido muchas experiencias y enseñanzas. Sin estar plenamente satisfecho del deber cumplido, continúo en la institución que me acogió y en ejercicio de la labor que me encomendó la entidad donde presto mis servicios, asistiendo y ayudando a la comunidad que más lo necesita. En la misión que escogí no todo es color de rosa, he encontrado dificultades que por fortuna he sorteado. Es placentero agruparse para conformar y defender instituciones como ésta, que trabajan desinteresadamente a favor de la sociedad, cuando el infortunio o las calamidades llegan. Pero qué difícil, y a veces preocupante, es mantenerlas cuando se vive en la insensibilidad y la pobreza. Los bomberos voluntarios lo entregamos todo, hasta la propia vida, en defensa de los otros, sin más recompensa que el tímido elogio o la injusta crítica. Eso me hizo amar más a mi ciudad como a ninguno. Capitán Luis Alfonso Durán Escobar (1948 - 2011)

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Capitán Luis Alfonso Durán Escobar en el museo histórico del Cuerpo de Bomberos Voluntarios. Una colección fotográfica sin igual en la región que recopila el desarrollo social y urbanístico de Palmira.

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Luis Alfonso nació en la Hacienda El Pindo. Fue hijo de Alfonso Durán Guzmán y de Carmen Julia Escobar López; fue el cuarto de cinco hermanos. Desde niño mostró su afición por la historia y por conservar objetos. A los cinco años de edad sus padres lo trajeron a Palmira, a la casa de su abuela materna que vivía en la calle 16 con carrera 7 (hoy calle 34 con carrera 27) Su primer año escolar lo hizo con la famosas institutriz misiá Julia Saavedra; para llegar a su casa, Luis Alfonso debía emprender dos aventuras: cruzar el puente de madera del río Palmira y pasar por el cuartel de los bomberos. La primera vez que entró al cuartel fue una vez que el bombero Daniel Paz entró corriendo y se lo llevó por delante. Hizo sus estudios de primaria en la escuela pública segunda Guillermo Valencia, y la segundaria con los Hermanos Maristas, en el Colegio Champagnat y en el Colegio de Cárdenas. Una vez graduado en 1961, se inscribió al curso de aspirantes de bomberos, llamado la Guardia azul. Desde entonces comenzó una carrera bomberil ascendente, en una época “en que nos peleábamos por ir a los incendios”. Durante más de cincuenta años estuvo casado con Blanca Isabel Sáenz, con quien tuvo cuatro hijos. El museo histórico fotográfico del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira lleva su nombre. La noche antes de ser asesinado, Merci, la esposa del Capitán Alfonso Terreros, le dijo: “Luis, vos vas a durar muchos años”. Uno de los proyectos de Luis Alfonso era publicar la muestra fotográfica Palmira del ayer y del hoy, una colección de fotografías antiguas y un número igual de fotografías actuales en el mismo lugar y en el mismo ángulo. Su propuesta era un dialogo a partir de nuestra memoria colectiva, una obra que habla de los colores del tiempo, del cambio sustancial de una ciudad cada día más nueva, llena de matices y propósitos, de su ancestro y de sus tradiciones. Conocer qué tanto ha cambiado Palmira en los últimos cien años, es también preguntarnos qué tanto hemos cambiado como sociedad y hacía adónde vamos. Las siguientes fotografías, como si Luis Alfonso mismo las mostrara, son el comienzo de ese dialogo.

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1. Plaza de mercado de Palmira, 1885. Al fondo se observa la casa de don Joaquín Herrera. 2. Parque de Bolívar, alrededor de 1925; se aprecia la casona de la familia García Sierra, una casa vieja de un piso y la casa de Las Duarte. En ella don Cipriano María Duarte fundó una de las primeras imprentas de Palmira. En ese sitio, Guillermo León Valencia compartiría su discurso en la celebración de El Centenario. 3. Esquina de la antigua calle doce.

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1. Plaza de mercado de Palmira. Al lado derecho se observa la casona que hoy ocupa la la panadería Tienda Larga, foto alrededor de 1900. 2. Casa de los García Sierra, tomada desde la calle doce. 3. Vista de la nueva casa de gobierno desde el centro del Parque de Bolívar, fotografía alrededor de 1930.

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1. Estación del Tren en Palmira, inaugurada en agosto de 1917. 2. Casa de don Lisandro Figueroa, inaugurada en 1923; en ella se celebraron las exposiciones artísticas y artesanales en las fiestas de El Centenario. 3. Busto de Benjamín Herrera al lado de la Antigua Estación del Tren. Fotografía de E. Plata G.



1. Esquina de la casona del poeta Ricardo Nieto por la Avenida Santander, vista hacia el sur. 2. Avenida Santander, vista hacia el norte. 3. Costado norte del antiguo Teatro Martínez, del médico Gustavo Martínez. En ese sitio funcionaba una gallera y pasaba el río Palmira sobre el puente de El Centenario, construído en 1910.



1. Torre de la iglesia La Trinidad. 2. Construcción de la iglesia de Los Carmelos, comenzada en 1936. 3. Patio del Colegio La Libertad, ubicado en el edificio de La Factoría. Al fondo se aprecia la fachada del Teatro Martínez y la iglesia de Los Carmelos, aún en construcción.



1. Interior de Las Galerías de Palmira, comenzadas a construir en 1906. 2. Vista hacia el occidente de la ciudad; se aprecia al fondo la Catedral Nuestra Señora del Rosario de El Palmar. 3. Casonas de comercio en Las Galerías de Palmira, en el Barrio Las Delícias.



1. Antigua Farmacia Tropical 2. El Colegio de Cárdenas, comenzado a construir en 1919 y donde se trasladaron los alumnos del Colegio La Libertad. 3. El Casino, sitio de tertulia y esparcimiento ubicado en la “Calle Caliente”, cerca al Parque de Bolívar.



1. Antigua Casa de Gobierno de estilo republicano. 2. Fachada del Cementerio Cat贸lico de Palmira.



1. Teatro Materón, construído por “chepe” Materón, e inaugurado en 1937 con la película La carga de la brigada ligera. 2. La Biblioteca Municipal, dirigida por la poeta Mariela del Nilo; fue sede del Sindicato de Industriales y Obreros hasta 1963. 3. Calle 30 de Palmira.



Contenido 1.

Preámbulo

Introducción. Alcalde de Palmira, doctor Raúl Alfredo Arboleda Márquez. . . . 13 Presentación. Comandante, Capitán William Moya Martínez. . . . . . . . . . . . . 14 Prólogo. Libardo Valencia Quintero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

2.

Introducción

3.

Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira

4.

Una frontera llamada Palmira

5.

Crece una Institución

6.

Una región de progreso

7.

Palmira, la ciudad colmena (1900 – 1930). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Acueducto y alcantarillado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Catedral Nuestra Señora del Rosario de El Palmar. . . . . . . . . . . . . . . . . . El Centenario, 1924. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

16 21 24 29

Tres amigos, una ciudad, un cuerpo de bomberos. . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 Voluntarios fundadores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 El Cuartel. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 El Colegio de Cárdenas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Primeras máquinas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 Maniobras en el parque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 Memoria del fuego. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 Una noble causa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Un lugar para los héroes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 Himno al bombero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 El origen de una memoria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La sociedad del conocimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Granja Experimental Agrícola de Palmira. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Escuela Superior de Agricultura Tropical. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las Fiestas Nacionales de la Agricultura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

60 67 68 76 82

Parque de los Bomberos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86 Estación de Servicios San Florián. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86 Caseta La Fogata. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 Nuevas máquinas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 Maniobras de valientes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 Frente a las llamas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96 La reina del fuego. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 La banda marcial. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 Actividades deportivas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102 Don Jaime Bejarano D. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106 Industrias de Envases S.A. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114 La Clínica Palmira. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116 El Batallón Codazzi. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122

Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palmira, 80 años de liderazgo

Grupo de Rescate Aéreo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 Una institución de fundadores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134

240


Grupo de Rescate Subacuรกtico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135 Siempre un paso adelante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136 Brigadas de Seguridad Industrial. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 Actividades conmemorativas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158 Comandantes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163

8.

Una instituciรณn presente

Sistema Nacional de Bomberos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 Gestiรณn de recursos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186 Capacidad de respuesta y de servicio. . . . . . . . . . . . . . . . . 186 La vida e integridad del ciudadano: nuestro mayor compromiso. . . . . . . . 189 Brigada Infantil Halcones de Fuego: un semillero de servicio y voluntad . . . . 189 Con seguridad hacia el futuro. . . . . . . . . . . . . . . . . . 192 Estructura administrativa 2011. . . . . . . . . . . . . . . . . 198 La Palmira del ayer y del hoy, Capitรกn Luis Alfonso Durรกn E. . . . . . . . . . 218 Jorge Terreros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243

241


242


Jorge Terreros Nació en Palmira, en 1893. Hizo estudios en el Colegio Yanaconas, con los Hermanos Maristas. Luego de heredar tierras en El Bolo se dedicó a la agricultura con sus hermanos, pero fracasaron. Su padre, Rafael Terreros, tenía un almacén de artículos importados, especialmente de paños ingleses. En su juventud trabajó en La Vallejo Steal Works y luego en Industrias Metálicas de Palmira.

Su primera cámara era una Kodak de fuelle y

él mismo realizaba el proceso de velado. Comenzó tomando fotografías del desarrollo urbano de la ciudad, de los paisajes campestres y de los eventos sociales y familiares. Era un hombre tranquilo y apacible. En una de esas reuniones conoció a Sixta Cuevas; de ese matrimonio nacieron Javier, Alfonso y Carmenza. Lo que ellos más recuerdan son los paseos domingueros a El Bolo y a La Buitrera. A ellos también les enseñó a revelar en el cuarto oscuro. Su obra fotográfica es un patrimonio invaluable, acerca de nuestra memoria cultural.

243




246


Créditos Archivos Gobernación del Valle del Cauca. Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero. Gesán Gómez, Lina Jaramillo. Archivo documental de Corpoica Laura Marcela Fuentes Archivo de la Universidad Nacional de Colombia Biblioteca del Colegio de Cárdenas. Archivo general del municipio de Palmira Cultura Calima y Malagana, Marianne Cardale. © Fotografías de la Cultura Malagana. © Archivo fotográfico

E. Plata G.

Escudo de Palmira página 253 Rodrigo Posada Correa, Ropoco, 1962 Cortesía: Blanca Sáenz de Durán, Martha Isabel Durán, Guillermo Barney Materón, Rubén Rodríguez Márquez, María del Socorro Bustamante, Carlos Henry Rodríguez.

Cámara Kodak 3A usada por Jorge Terreros en su vida pública y privada.

247


Pisaq, Cuzco, PerĂş, febrero de 2010


Mauricio Cappelli (Vallecaucano, 1976)

Tres personas marcaron mi vida como escritor. La primera, mi padre, quién me mostró el mundo de los libros y de la lectura, y la tercera, mi abuelo, el Capitán del Cuerpo de Bomberos de Palmira Guillermo Barney Materón; él me contagió de una manera de pensar a esta ciudad, de ver su grandeza desde tantas orillas. Soy ingeniero industrial de la Universidad del Valle y especialista en gestión de talento Humano de la Universidad Libre. Sin embargo, me dediqué a la escritura, a la investigación y a la gestión cultural. Mi nueva profesión fue encontrar historias. Una de las más gratas ha sido ésta, de poder contar la historia de una institución que conserva y difunde los más altos valores: solidaridad, perseverancia, sentido de amistad, lealtad y férreo civismo. No soy bombero, pero con gratitud me siento heredero de una tradición pujante y multicultural a la que todos pertenecemos, y me honra conocer y ayudar a difundir aspectos, triunfos y anécdotas que muchos han olvidado. Creo con profunda verdad que las construcciones de obras civiles son importantes para una ciudad, pero lo es mucho más la construcción de una identidad histórica que enaltezca nuestra geografía humana. Un día comprenderemos que los espacios públicos más vitales de una sociedad son su memoria y su lenguaje. Quienes hicieron crecer esta institución bomberil merecen todo mi respeto y admiración porque se preocuparon por multiplicar esa tradición y de practicarla con ejemplo. Este libro no es sólo de héroes, sino de una ciudad que ya ha sido héroe muchas veces, porque hubo un tiempo en que sus ciudadanos no tuvieron miedo de pensar ni de actuar con grandeza y generosidad.Quienes compartieron sus voluntades para que este libro fuera posible son mis capitanes, mis líderes y, especialmente, mis amigos. Mi poemario Todo el amor para la Luna de Perkins (2005) fue publicado en la colección Escala de Jabob de la Universidad del Valle. Y Las formas del silencio (2011), publicado por la editorial Exilio, de Bogotá, fue presentado en la Casa del escritor, en Santiago de Chile y en el Encuentro Internacional de Escritores de Chañaral, Atacama. En 2005 obtuve el premio de Poesía de la Biblioteca Centenario de Cali; en 2006, el Primer Premio en el Certamen Internacional de Poesía, convocado por la revista de literatura Axolotl, de Argentina; en 2007, el Premio de Poesía Palabras Autónomas de la Universidad Autónoma de Occidente y el primer premio en el Concurso Departamental de Poesía, convocado por la Fundación de Poetas Vallecaucanos. En 2008 obtuve la mención de honor en el concurso Si los leones pudieran hablar, convocado por la Casa de Poesía Silva. Como cronista he publicado El árbol de los espejos (2009), editado por la Universidad Santiago de Cali, y la antología de patrimonio cultural Palmira, Color y Palabra (2011). Actualmente dirijo Rayuela, un taller de escritura creativa para un público infantil y juvenil; me desempeño como editor independiente y columnista del semanario Palmira Hoy, del periódico El País. Mis proyectos más inmediatos son la edición de los libros, Más allá de la suerte, historia y cultura de los corteros de caña de azúcar, y el Sueño de las garzas, crónicas de Palmira. Cuando salgo a la calle siempre llevo conmigo un amuleto, una frase que me regaló un amigo: “¡Salta, que el suelo ya aparecerá!”.



Pรกgina de Oro


El Cuerpo de Bomberos Voluntarios es cada uno de nosotros. Trabajamos por mantener en alto los más altos principios de civismo y solidaridad; madrugamos, nos endeudamos, perdemos la fe, pero volvemos a creer. Trabajamos con ahínco para salir adelante en nuestras vidas, hacerlas dignas, y preservar la vida y los intereses de nuestras familias y de una región próspera. Creemos en los tiempos difíciles como una oportunidad. Crecemos con constancia y visión de prosperidad común y de conciencia ciudadana, buscando que las nuevas generaciones conozcan la región a la que pertenecen y su deber de unir esfuerzos y doblegar en empeño lo que nuestros mayores comenzaron. El futuro es hoy. Cada uno de ustedes, palmiranos de bien, son nuestra autoridad. Les ofrendamos a diario nuestra vocación de servicio y nuestras vidas. Estén tranquilos. Tomen los riesgos justos y las decisiones adecuadas. Permítanse creer y soñar en grande. Nosotros ya estamos allí, atentos y entusiastas para ayudar a que ese futuro sea merecido y satisfactorio; y, en todo caso, el principio de nuevas grandes causas. Mauricio Cappelli Bombero de Palmira Nº 284.915



Casa de los vientos Ediciones capelly@hotmail.com Palmira, Valle del Cauca, Colombia


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