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Emilia Pardo Bazán

Por José M. Ramos

ujer extemporánea, educada al albur de una sociedad patriarcal en la que la mujer era casi considerada tan solo como parte del ajuar doméstico. En una época cuyas convenciones sociales eran tan rígidas, que cualquier transgresión, por mínima que fuese, suponía una condena de por vida, un sambenito, un estigma que la mujer debería llevar con vergüenza para solaz de un populacho hipócrita e inquisitorial alienado por la ignorancia y la incultura. Por otra parte, las voces autorizadas, los intelectuales de más renombre ya no solo en España sino en Europa, los filósofos de cabecera, forjadores de opinión, los influencers de la época, como Schopenhauer, Nietzsche, Leopardi… etc, padecían de una misoginia feroz. Contra este poderoso ejército tuvo que luchar Emilia Pardo Bazán con tan solo su coraje de mujer heroína y sobre todo su tenaz trabajo literario del que nos ha dejado un inmenso legado, siempre enarbolando la bandera del feminismo en territorio inhóspito y casi siempre hostil. Por otra parte, es de justicia añadir que de cierta ventaja gozó doña Emilia al formar parte de una familia aristocrática, respetada y pudiente que siempre la apoyó. Pudo disfrutar de un bulo especial y gozar de cierta condescendencia con respecto a sus acciones más heterodoxas, impropias de una mujer de quien se espera una actitud sumisa, cándida y femenil en el sentido más sexista de la palabra y de la que carecía nuestra protagonista. Con todo, fue tildada con todos los adjetivos más hirientes y acerbos que una mujer puede recibir por parte de sus contemporáneos más críticos. Sin embargo, no se arredró, y con un aspecto físico imponente y un carácter y fuerza de voluntad inalterables, se mantuvo firme en sus convicciones hasta el final. De todos los poetas y literatos surgidos en la segunda mitad del siglo XIX en Galicia, que fueron muchos y muy buenos, fue la de menor vocación regionalista. Toda su obra está escrita en castellano, sin duda debido al hecho de ser Madrid donde se desarrolló profesionalmente, tanto dedicada a la novela como a la crítica literaria. Y pese a que la mayoría de sus cuentos y novelas transcurren en Galicia, tan solo hace uso del gallego para ponerlo esporádicamente en boca de algún personaje de aldea, como un indicativo de su baja condición social. En su obra parece manifestar cierto desdén hacia el mundo rural, describiendo su embrutecimiento, su apego a las supersticiones y sobre todo dando un especial protagonismo a la miseria sobre la que se gestan sus historias rurales. Tuvo sus diferencias con Rosalía de Castro y con Curros Enríquez a quienes tildaba de ―choromiqueiros‖ y acusaba de propiciar una imagen caricaturizada del gallego de cara al resto de España, Sus cuentos, en efecto, tienen un tinte claramente naturalista, siguiendo la estela de los autores franceses de la época, tan admirados por unos y denostados por otros. El naturalismo, como movimiento literario liderado por Emile Zola representaba el mundo bajo su aspecto más cruel, metiendo el dedo en la llaga y hurgando en ella para intensificar el dolor. En sus numerosos cuentos nos muestra la miseria del campo gallego, la ignorancia de sus gentes actuando bajo el yugo de múltiples supersticiones donde se mezcla un paganismo ancestral con una liturgia católica mal entendida: la santa compaña, el bautizo en el puente, la sanación con los untos de una virgen... La violencia se expone en todas sus vertientes, los crímenes, los robos y, por supuesto, la violencia gratuita contra las mujeres en el seno del hogar. Los verdugos siempre son los hombres: el padre en Las medias rojas, el novio en La puñalada, o el marido en El indulto. La mujer es víctima inocente de un proceder zafio motivado por un sentido de posesión en El indulto, de honor ultrajado en Las medias rojas, de celos en La puñalada. En sus cuentos es testigo de primera mano de los padecimientos sufridos por las mujeres, de puertas adentro, a manos del hombre. Emilia Pardo Bazán se encuentra entre los precursores en denunciar una

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situación a la que la Justicia hacía oídos sordos y la sociedad de la época consideraba que no debía salir de la intimidad de las cuatro paredes del hogar. Hoy celebramos el centenario de su fallecimiento y creemos más que merecido este homenaje por todo lo que esta mujer representó en su día. Y no solo las mujeres deben sentirse orgullosas de esta emprendedora, por toda una vida dedicada a prestigiar y defender su condición femenina, pese a las múltiples contrariedades con las que se encontró. También los hombres que la admiramos somos legión.

Su vinculación con Pontevedra fue intensa. Conocía la ciudad y tenía amigos que la agasajaban en cada visita. Doña Emilia amaba Pontevedra a la que calificaba de jardín de Galicia, de ciudad risueña y encantadora. Nuestra ciudad fue marco ambiental para varios de sus cuentos y de sus novelas La Prueba y La Cristiana. Así pues, desde su querida Pontevedra, nuestra más grande admiración hacia su persona y que nuestros estudiantes de hoy, que serán los padres y madres de las generaciones del futuro, no se olviden de esta escritora que aportó, no un grano de arena, sino una sólida roca para que la mujer disfrute hoy de los derechos que a sus abuelas se les tenían vedados.

Caricatura subrayando el feminismo de dña Emilia Fuente: LaCerca.com