Peter pan

Page 51

Poco a poco Garfio fue sacando la cabeza de la gorguera y escuchó tan atentamente que podría haber captado el eco del tic tac. No se oía ni un ruido y se irguió completamente con firmeza. -Pues a la salud de Johnny Plancha -exclamó con descaro, odiando a los chicos más que nunca porque lo habían visto achantarse. Se puso a cantar esta vil cancioncilla: ¡Jo, jo, jo, viva la plancha: por ella te pasearás hasta que baje y tú también a reunirte con Satanás! Para aterrorizar aún más a los prisioneros, aunque con cierta pérdida de dignidad, se puso a bailar por una plancha imaginaria, haciéndoles muecas mientras cantaba y cuando terminó gritó: -¿Queréis probar el gato de nueve colas antes de caminar por la plancha? Ante esto cayeron de rodillas. -No, no -exclamaron tan lastimeramente que todos los piratas sonrieron. -Trae el gato, Jukes -dijo Garfio-, está en el camarote. ¡El camarote! ¡Peter estaba en el camarote! Los niños intercambiaron miradas. -Sí, señor -dijo Jukes alegremente y entró en el camarote. Lo siguieron con la mirada; apenas se dieron cuenta de que Garfio había reanudado su canción y que sus perros se le habían unido: Jo, jo, jo, viva el gato que araña, tiene nueve colas, ya veis y al marcarte la espalda... Nunca sabremos cómo era el último verso, pues de pronto la canción se interrumpió por un horrendo chillido procedente del camarote. Resonó por todo el barco y se apagó. Luego se oyeron unos graznidos que los chicos entendieron muy bien, pero que para los piratas resultaban casi más espeluznantes que el chillido. -¿Qué ha sido eso? -gritó Garfio. -Dos -dijo Presuntuoso con solemnidad. El italiano Cecco vaciló un momento y luego se lanzó hacia el camarote. Salió tambaleándose, blanco como una sábana. -¿Qué le pasa a Bill Jukes, perro? -siseó Garfio, irguiéndose ante él. -Lo que le pasa es que está muerto, apuñalado -replicó Cecco con voz sepulcral. -¡Bill Jukes muerto! -exclamaron los atónitos piratas. -El camarote está oscuro como la pez -dijo Cecco, casi farfullando-, pero hay algo horrible ahí dentro: lo que oímos graznar. El júbilo de los chicos, las miradas furtivas de los piratas, todo esto notó Garfio. -Cecco -dijo con voz más acerada-, vuelve y tráeme a ese pajarraco. Cecco, valiente entre los valientes, se encogió ante su capitán, exclamando: -No, no. Pero Garfio le estaba haciendo carantoñas a su garra. -¿Has dicho que irías, Cecco? -dijo con aire distraído. Cecco fue, después de levantar los brazos en un gesto de desesperación. Ya no había más cánticos, todos escuchaban y de nuevo se oyó un chillido agónico y de nuevo un graznido. Nadie habló excepto Presuntuoso. -Tres -dijo. Garfio llamó a sus perros con un gesto. -Por las barbas de Satanás -bramó-, ¿quién me va a traer a ese pajarraco? -Espere a que salga Cecco -gruñó Starkey y los demás se unieron a él. -Me ha parecido oír que te ofrecías, Starkey -dijo Garfio, ronroneando de nuevo. -¡No, por todos los demonios! -gritó Starkey. -Mi garfio cree que sí -dijo Garfio acercándose a él-. ¿No crees que sería conveniente darle gusto al garfio, Starkey? -Que me cuelguen si entro ahí -replicó Starkey empecinado, y la tripulación lo volvió a apoyar. -¿Así que un motín? -preguntó Garfio en un tono más agradable que nunca-. Y Starkey es el cabecilla. -Piedad, capitán -gimoteó Starkey, ahora todo tembloroso. -Choca esos cinco, Starkey -dijo Garfio, alargando la garra.

Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.