Zecharia Sitchin - crónicas de la tierra 2 - el código cósmico

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Primer Templo de Jerusalén); y Ketuvim («Escritos»), comenzando con el Cantar de los Cantares, pasando por los libros atribuidos a los dos líderes que trajeron de vuelta a Judea a los exiliados para reconstruir el Templo (Ezra y Nehemías) para (según la disposición del canon de la Biblia hebrea) terminar con Crónicas 1 y 2. Las tres partes juntas reciben el nombre de su acrónimo, TaNaKh; y ya en la época de los Profetas se hicieron referencias interpretativas a la primera parte, la Torah.

Las discusiones de los sabios judíos y de los líderes religiosos que pretendían «leer entre líneas» de las palabras de la Torah, y después de los Profetas, se intensificaron durante el exilio posterior a la destrucción (por parte del rey babilonio Nabucodonosor) del Primer Templo, y todavía más tras la destrucción del Segundo Templo (a manos de los romanos). La recopilación de todas estas deliberaciones es el Talmud («El Estudio»). El misticismo judío, conocido como la Kaballah, tomó estas primitivas investigaciones de significados ocultos y construyó a partir de ellas.

La misma Biblia atestigua que existen estos significados ocultos. Y su clave era el alfabeto, las veintidós letras.

Un sencillo dispositivo codificador, que hasta los niños en la escuela suelen usar para jugar, es la sustitución serial de letras. Los sabios cabalistas de la Edad Media utilizaban como herramienta de búsqueda un sistema conocido como ATBSh, en el cual la última letra del alfabeto hebreo, Tav («T») se sustituye por la primera letra, Alef («A»); la penúltima, Shin («Sh»), por la segunda, Beth («B»), y así sucesivamente. El cabalista Abraham ben Jechiel Hacohen ilustraba el sistema y proporcionaba la clave para ello en un libro publicado en 1788 d.C.

Pero, de hecho, este sistema de codificación ya lo utilizaba el profeta Jeremías (siglo vil a.C.) quien, al profetizar la caída de la poderosa Babilonia, sustituyó las letras B-B-L (Babel) por las letras Sh-Sh-K para evitar la prisión (Jeremías 25,26 y 51,42). En el Libro de las Lamentaciones, atribuido al profeta Jeremías, en el cual llora la caída y la destrucción de Jerusalén, se empleó otro código oculto, llamado acróstico, en el cual se compone una palabra o un nombre con la primera (a veces la última) letra de cada verso, o (como en el caso de Jeremías) se revela la identidad de las letras sagradas del alfabeto.

La primera palabra del primer verso (traducida como «ay») comienza con una Alef, el segundo verso comienza con una Beth, y así sucesivamente a lo largo de los veintidós versos. El profeta repite el mismo acróstico en el segundo capítulo; después, cada letra inicia dos versos en el tercer capítulo, volviendo a una por verso en el cuarto. El Salmo 119 se construyó con un acróstico óctuple!


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