Toxina

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-Gracias, Tom. Te agradezco el aliento. Pero lo peor de todo el episodio es que, después de semejante espera e indignación, ni siquiera tuve la oportunidad de hablar con el médico que examinó a Becky. -¿Cómo está ella hoy? -Todavía no sé. Ala hora que me levanté esta mañana era demasiado temprano para llamar, y Tracy no se ha comunicado conmigo. Supongo que está mejor. El recuento de glóbulos le dio bien, y no ha tenido fiebre. -¡Doctor Reggis! -llamó una voz. Kim se dio vuelta y vio que Deborah Silverman, la jefa de enfermeras de cirugía, le hacía señas, por lo cual se acercó hasta ella. -Llamó el doctor Biddle cuando usted estaba en el quirófano. Dejó dicho que, apenas saliera, pasara por su oficina. Kim tomó el papelito con la anotación del mensaje y vio que estaba resaltado con una serie de signos de admiración. Al parecer, era importante. -¡Aja! -comentó Tom, por sobre el hombro de su amigo-. Todo parece indicar que el jefe va a aumentar tus motivos de fastidio. Kim y Tom se separaron frente a la puerta de la sala de recuperación. Kim entró en el vestuario de cirugía. Pese a la supuesta urgencia del mensaje de Forrester Biddle, se tomó su tiempo. No era difícil imaginar por qué lo mandaba a llamar. El problema era que, pasado cierto tiempo, Kim ya ni siquiera estaba seguro de comprender su propia conducta. Se dio una ducha, y mentalmente fue repasando el episodio de la noche anterior. No pudo sacar ninguna conclusión esclarecedora, salvo reconocer que él se había sentido excesivamente estresado. Se vistió con un pijama de cirugía, y desde el teléfono del salón de cirujanos se comunicó con Ginger para organizar los turnos de la tarde. Sólo después se encaminó al despacho del jefe, ubicado en el sector administrativo. El doctor Forrester Biddle era la quintaesencia del conservador de Nueva Inglaterra. Tenía el aspecto enjuto del predicador puritano, y el temperamento áspero que hacía juego con la apariencia. La única cualidad que lo redimía es que era un excelente cirujano. -Pase y cierre la puerta -dijo Forrester, cuando entró Kim en el despacho atestado de publicaciones médicas-. Tome asiento. Lo hizo esperar mientras completaba unos papeles. Kim recorrió con los ojos la habitación y sacó en conclusión que el hombre había tenido una oficina mucho mejor como jefe en el Samaritano.

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