Toxina

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traje oscuro y corbata. Sobre el respaldo, prolijamente doblado, un sobretodo de piel de camello. El sujeto tenía las piernas cruzadas. Estiró un brazo y encendió una lámpara de pie. Tracy dejó escapar otro gemido. Sobre la mesita, a la vista de todos y al alcance de su mano, el hombre tenía una pistola automática negra, con silenciador. El sujeto era la imagen de la serenidad, lo cual sólo conseguía hacerlo más aterrador. Luego de encender la luz, su mano volvió al apoyabrazos. Su expresión era severa, casi cruel. -Me hicieron esperar mucho más de lo que pensaba -dijo de pronto, rompiendo el silencio. Su voz era de enojo, acusatoria. -¿Quién es usted? -preguntó Tracy, vacilante. -¡Vengan, pasen y siéntense! Kim miró a su izquierda calculando con cuánta rapidez podría empujar a Tracy detrás de la pared del hall para sacarla del peligro. Le pareció que no podría hacerlo con la suficiente velocidad, máxime porque él después tendría que huir por la puerta del frente. Ante la vacilación de ambos, Derek reaccionó manoteando la pistola y apuntándoles. -¡No me hagan indignar más! -les advirtió-. He tenido un muy mal día y estoy de mal humor. Les doy dos segundos para que pasen y se sienten en el sofá. Kim tragó saliva, pero la voz que le salió fue un susurro áspero. -Mejor nos sentamos. -Le indicó con un gesto a Tracy que se moviera, e interiormente se echó la culpa de no haber revisado la casa antes de entrar. Esa mañana había hecho el esfuerzo de fijarse bien para saber si había entrado alguien cuando ellos no estaban, pero después de la muerte de Carlos, ni siquiera pensó más en el asunto. Tracy se sentó primero, y Kim se ubicó a su lado. El sofá quedaba en diagonal frente al sillón del individuo. Derek muy serenamente volvió a dejar la pistola sobre la mesita y se recostó contra el respaldo. Sus manos volvieron a los apoyabrazos del sillón, con los dedos levemente curvados, como los del pistolero que está listo para desenfundar. Era como si los estuviese desafiando a tratar de huir o apoderarse del arma, con lo cual le darían un pretexto para dispararles. -¿Quién es usted? ¿Qué hace en mi casa? -Mi nombre no tiene importancia. Por qué estoy aquí: ése es otro cantar. Me hicieron venir a esta ciudad para matar al doctor. Kim y Tracy se movieron levemente. La aterradora revelación de Derek les produjo un momentáneo mareo. Estaban mudos del terror. El hombre era un asesino a sueldo. 275


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