Juntos 01

Page 63

está fabricando los suyos propios. Ky es la única persona que se dirige a la parada del tren aéreo cuando salgo de casa. El tren con destino al centro de segunda enseñanza ya ha pasado y el próximo va a la ciudad. Ky debe presentarse a trabajar cuando se cancelan sus actividades de ocio; para él no hay horas libres. Al verlo caminar con la espalda recta, la cabeza erguida, pienso en lo solo que debe de sentirse. Lleva mucho tiempo fundiéndose en la multitud y ahora han vuelto a apartarlo. Se vuelve cuando oye que me acerco por detrás. —Cassia —dice aparentemente sorprendido—, ¿has perdido el tren? —No. —Me detengo a cierta distancia para dejarle espacio si lo necesita—. Cojo éste. Voy a visitar a mi padre. Ya sabes, como han cancelado la excursión... Ky vive en nuestro distrito y seguro que sabe que los funcionarios nos visitaron anoche. Pero no dirá nada. Nadie lo hará. No es asunto suyo, a menos que la Sociedad decida lo contrario. Doy otro paso hacia la parada del tren aéreo, hacia Ky. Espero que se mueva, que comience a subir las escaleras hacia el andén, pero no lo hace. De hecho, avanza un paso hacia mí. Detrás de él, la arbolada Loma del arboreto se alza a lo lejos. Me pregunto si alguna vez la subiremos. La tormenta, todavía a varios kilómetros de distancia, se desplaza implacable por el cielo y retumba, gris y pesada. Ky alza la vista. —Va a llover —dice casi entre dientes, y vuelve a mirarme—. ¿Vas a su despacho de la ciudad? —No. Voy más lejos. Está trabajando en un solar de las afueras del distrito del Río. —¿Puedes ir y volver antes de que empiecen las clases? —Eso creo. Ya lo he hecho otras veces. Con las nubes detrás de él, los ojos de Ky parecen más claros, como si reflejaran el gris que los envuelve, y me asalta un pensamiento inquietante: sus ojos quizá no sean de ningún color. Reflejan lo que lleva, quién le ordenan los funcionarios que sea. Cuando iba vestido de marrón, sus ojos parecían castaños. Ahora que va vestido de azul, parecen azules. —¿En qué piensas? —me pregunta. Le digo la verdad. —En el color de tus ojos. Mi respuesta lo coge por sorpresa pero, al cabo de un segundo, sonríe. Me encanta su sonrisa; en ella entreveo el niño de aquel día en la piscina. ¿Eran sus ojos azules entonces? No me acuerdo. Ojalá me hubiera fijado mejor en ellos. —¿Y tú en qué piensas? —pregunto. Espero que los postigos se cierren como hacen siempre: Ky me dará alguna respuesta típica como «Pensaba en lo que tengo que hacer hoy en el trabajo» o «En lo que voy a hacer este sábado por la noche». Pero no lo hace. —En mi hogar —dice simplemente sin despegar los ojos de mí en ningún momento. Nos miramos, sin vergüenza, sin prisas, y percibo que Ky sabe cosas. No estoy segura de qué, de si tienen relación conmigo o no... No dice nada más. Me mira con sus ojos inconstantes, unos ojos que me parecieron marrones pero que, en cambio, son azules como el cielo, y yo le sostengo la mirada. Creo que nos hemos mirado más en los dos últimos dos días que en todos los años que hace que nos conocemos.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.