Archivos de salem

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-Creemos que algunos chicos de la localidad se han sumado a la juerga, por así decirlo -siguió Billy-. Están imitando las andanzas del animal. Es demasiado para un solo animal. ¿Cuántos cubos de basura puede cargarse un mapache en una noche? -Agradezco que hayan venido a advertirme -dijo Kim-. No hemos tenido más problemas desde la muerte del perro. Encerraré a mi gata en casa. -Si surgen más problemas, llámenos -dijo Harry-. Nos gustaría llegar al fondo del asunto antes de que se nos escape de las manos. Kim esperó a que el coche patrulla diera media vuelta y saliera de la finca. Estaba a punto de entrar en el castillo cuando oyó que Stanton la llamaba. Se volvió y vio que venía del laboratorio. -¿Qué demonios hacía la policía aquí? -preguntó. Kim le contó que era posible que por la zona merodease un animal rabioso. -Siempre pasa algo -dijo Stanton-. Escucha, quiero hablar contigo acerca de Edward. ¿Tienes un minuto? -De acuerdo -dijo Kim, intrigada-. ¿Dónde quieres hablar? -Aquí ya me va bien. ¿Por dónde empiezo? -Desvió la vista unos instantes, y luego miró a Kim a los ojos-. Estoy un poco perplejo por el comportamiento de Edward, y también de los demás. Cada vez que entro en el laboratorio, me siento como si estuviera de más. Hace un par de semanas, aquello era como una funeraria. Ahora, se lo pasan en grande. Parece un lugar de veraneo, sólo que trabajan más que antes, mucho más, incluso. Su conversación es difícil de seguir, porque todos son muy listos e ingeniosos. De hecho, me siento como un idiota. -Lanzó una carcajada burlona antes de proseguir-. -¡Edward se ha vuelto tan extrovertido y enérgico que me recuerda a mí! Kim se llevó la mano a la boca y rió de la perspicacia autoparódica de Stanton. -No es divertido -se quejó Stanton, sin dejar de reír-. El siguiente paso es que quiera convertirse en un capitalista. Al parecer los negocios le interesan cada vez más, y por desgracia no damos pie con bola. Ahora, vamos de cabeza por conseguir más capital. El buen doctor se ha vuelto tan avaricioso que no quiere sacrificar más acciones. De la noche a la mañana ha dejado de ser un ascético académico para convertirse en un insaciable capitalista. -¿Por qué me dices eso? No tengo nada que ver con Omni, ni quiero. -Confiaba en que pudieras hablar con él. En buena conciencia, no puedo pedir prestado dinero de fuentes turbias a través de bancos extranjeros, e incluso lamento haber mencionado la posibilidad. Es demasiado peligroso, y no me refiero a peligros financieros. Estoy hablando de peligro para la vida y la familia. No vale la pena. O sea, el aspecto financiero de este proyecto debería quedar en mis manos, de la misma forma que la parte científica ha de quedar en manos de Edward. -¿Te parece olvidadizo? -No, joder. Está agudo como un clavo. Es sólo que, en lo referente a los entresijos del mundo económico, es un inocente. -Se olvida de cosas sin importancia. Y casi todos los demás admiten que se han vuelto distraídos. -No lo he notado en Edward, pero parecía un poco paranoico. Hace tan sólo unos minutos tuvimos que salir fuera para hablar sin que nadie nos escuchara. -¿Quién iba a escucharos? Stanton se encogió de hombros. -Supongo que los demás investigadores. No lo dijo, y yo no pregunté. -Esta mañana vino a casa para llamar sin que lo escucharan. Tenía miedo de utilizar el teléfono del área de recepción porque pensaba que alguien podía escuchar a través de las paredes. -Ahora me parece todavía más paranoico. En su defensa, debo decir que le metí en la cabeza la conveniencia de la discreción en esta fase. -Empiezo a estar preocupada, Stanton. -No digas eso. He acudido a ti para tranquilizarme, no para angustiarme aún más. -Me preocupa que los olvidos y la paranoia sean secuelas de Ultra.


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