Informe Regional Trabajo Decente e Igualdad de Género

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mercado laboral y su menor acceso a los recursos productivos. Las que provienen de hogares con menos ingresos tienen más dificultades para insertarse laboralmente: la participación laboral de las mujeres del quinto quintil de ingresos, el más rico (61,5%), prácticamente duplica la de las mujeres del primer quintil, el más pobre (37,8%). Además, la tasa promedio de desempleo regional entre las mujeres más pobres quintuplica a de las mujeres con mayores ingresos. Así como en los hogares se requiere un ingreso mínimo para adquirir una canasta básica de productos y servicios, también se necesita dedicar un espacio de tiempo a actividades fundamentales para la sobrevivencia y calidad de vida del grupo familiar. Las personas requieren que alguien destine tiempo a cocinar, transformando productos comprados en el mercado en bienes de consumo doméstico cotidiano, limpiar y asear, generando un entorno doméstico higiénico y saludable, y a cuidar y educar a los hijos, transmitiendo las normas y valores indispensables para la convivencia y futura integración social. Pero al igual que lo que sucede con el déficit de ingresos, no todos los hogares son capaces de asegurar el tiempo suficiente para la producción doméstica y, si lo hacen, es a costa de la disminución del tiempo necesario para cubrir las necesidades fisiológicas de alguno de sus miembros. Las mujeres sufren de mayor pobreza de tiempo que los hombres, en especial las que son jefas de hogar y las que comparten con sus parejas el sustento económico familiar. Esto indica que la incorporación de un grupo importante de mujeres al mercado de trabajo se hace a costa de una sobrecarga de trabajo y muchas de ellas no alcanzan a cubrir las horas mínimas de sueño o descanso que requieren. Si se incluye la dimensión de tiempo además de la de ingresos, la proporción de hogares en situación de pobreza aumenta. Un estudio realizado con este método en tres países de la región mostró que en México la pobreza aumenta de 10,7 millones de hogares (40,1%) a 13 millones (50%) si se considera la pobreza de ingresos y tiempo, mientras que en el Gran Buenos Aires (Argentina), sube de 6,2% a 11,1%, y en el Gran Santiago (Chile) crece de 10,9% a 17,8%, respectivamente. A pesar de las enormes dificultades para la inserción de las mujeres pobres en trabajos decentes, su aporte a la reducción de la pobreza en la región es muy importante. Ocurre de dos formas: el trabajo remunerado —incluidas las remesas de migrantes—, que aumenta los ingresos de los hogares, y el trabajo no remunerado, que brinda al hogar elementos de bienestar.

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