acción de las cenizas sobre la naturaleza, y un dibujo esquemático del volcán en erupción. En conjunto, Cenizas (2012), retoma el procedimiento de la reciprocidad artística como forma de poner en funcionamiento un pensamiento localizado, en este caso, a través de un hecho preocupante de la realidad nacional.
PARTICIPACIÓN Desde los inicios de su carrera, Marta Minujín produce obras que otorgan un marcado protagonismo al espectador. Pero si las primeras tienen lugar preferentemente en los espacios artísticos, donde su trabajo es conocido y el público asistente se vincula de manera natural con él, a medida que pasa el tiempo sus proyectos buscan otro tipo de participación, abierta a todo tipo de personas, incluso –y especialmente– a quienes nunca se han aproximado al mundo del arte. Como pocos artistas de su entorno, Minujín se interesa en la construcción de un arte popular y masivo, y procura que la gente se acerque a su trabajo con espontaneidad y frescura. Entre las décadas de 1970 y 1980 proyecta, y en algunos casos realiza, una serie de estructuras monumentales recubiertas con elementos que se reparten entre los asistentes al momento de su desmantelamiento. Uno de los más famosos es El obelisco de pan dulce (1979), erigido en el marco de la Feria de las Naciones, una réplica del obelisco porteño en menor escala recubierta con bolsas de pan dulce que la gente se lleva a sus hogares al finalizar su exhibición. Al año siguiente, invitada a participar del festival ROSC’80. The Poetry of Vision en Dublín, Minujín crea La torre de pan de James Joyce (1980), una estructura metálica cilíndrica cubierta con panes e inspirada en uno de los cuentos del poeta irlandés, que nuevamente se desarma y reparte entre el público. En 1983, participa de los festejos por al retorno de la democracia en la Argentina con una nueva obra monumental, El Partenón de libros (1983). Aquí, erige una réplica del monumento griego y la recubre con veinte mil libros prohibidos durante el gobierno militar, donados por la Cámara Argentina del Libro. La pieza se emplaza en medio de la avenida 9 de Julio del centro porteño, donde permanece en exhibición sólo seis días. El 24 de diciembre, y en celebración de la primera navidad tras la recuperación democrática, la estructura metálica se inclina y los libros que la recubren son distribuidos entre la gente. Por su visibilidad y magnitud, El Partenón de libros es la obra de participación masiva que mayor repercusión tiene tanto en los medios de comunicación como entre la gente, que todavía recuerda su presencia imponente en el corazón de la ciudad. Esta pieza se encuentra en la intersección entre sus propuestas comestibles de los años anteriores y su nuevo interés en el pasado clásico griego, que desarrolla en el ámbito escultórico. En esta misma confluencia se ubican otras producciones de estos años, como La Venus de queso (1981) y La Estatua de la Libertad de frutillas (1985), reconstruida para su presentación en Neuquén con una fruta propia del lugar, la cereza.
El obelisco de pan dulce, 1979
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Marta Minujín