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Oficina Cultural de la Embajada de España
Escritos personales
escrito en el día Por Beatriz Vignoli*
Hypocrite lecteur! —mon semblable, mon frère! Charles Baudelaire, «Au Lecteur» Durante siglos, para muchas clases letradas y especialmente para las mujeres, el diario íntimo fue el espacio privado en el que volcar aquello que en sociedad no podía decirse: ambiciones, sentimientos y deseos que eran (y siguen siendo, en gran medida) inadmisibles tener. En la actualidad, las tecnologías de la comunicación han impulsado el auge, por decirlo con un feliz neologismo de Lacan, del diario «éxtimo» o diario íntimo en el espacio público a través de los blogs, fotologs, moblogs y toda clase de bitácoras personales. Desde quienes no sostienen estas prácticas es muy fácil confundir este tipo de exposición de lo personal con la de las estrellitas mediáticas de Gran Hermano o de Bailando por un sueño. Pero estrellitas mediáticas hay desde hace rato y bloggers sólo hay ahora; además el blog, como medio, se presta para muchos usos diversos y es así que no todos son diarios personales. Muchos son intentos más o menos afortunados de periodismo independiente. Muchos blogs son colectivos. O arman redes de autores-lectores. Pero, independientemente de que sean periodísticos o literarios, de que alberguen o no una subjetividad, de que admitan o no comentarios de los lectores, lo que tienen en común todos esos textos es su carácter «del día»: la marca de la fecha como anclaje de su producción y publicación. Cuando Nancy Rojas me convocó para participar en este proyecto, me contó que una punta para pensar esta muestra había sido para ella el doble sentido que tiene en castellano la palabra «diario», como diario íntimo y como portador público de noticias. Años atrás, en un encuentro de bloggers en el Centro Cultural Rojas convocado por Guillermo Piro (responsable de Wimbledon), presenté una hipótesis de «blog como género menor» que encontraría su pedigree en toda una familia de subgéneros anclados en un punto particular de cruce entre lo subjetivo y lo público: la columna. Y el precursor gráfico del blogger sería el columnista. Así, la estampa, la causerie (Mansilla), el tabletalk o charla de sobremesa (William Hazlitt), el «aguafuerte» (Arlt), el sketch (Thackeray), habrían sido todas versiones de esa fina franja o fisura por donde, en un diario, entre la objetividad y la imparcialidad de la voz editorial que emite las noticias, se colaba «eso» que era capaz de decir «yo». Las semejanzas no son tan lineales: la del columnista estrella siempre va a ser una voz autorizada por la línea editorial del periódico, mientras que la realidad de la blogosfera, o mundo de los blogs, es la anarquía y libertad de emisores sin precedentes. Así, para los bloggers, lo verdaderamente revolucionario era que ahora cualquiera desde su casa podía generar un periodismo alternativo, una versión no oficial de la noticia, con otros puntos de vista y otros contenidos. ¿Qué importaba en qué persona gramatical se expresaba? Para mí, en cambio, la respuesta a la pregunta «¿hay ahí o no un sujeto?» era la diferencia que hacía toda la diferencia. Y lo irrelevante pasaba a ser lo otro: quién autorizaba o dejaba de autorizar. ¿Por qué? Porque sabemos (lo sé por haber sido testigo del boom de las radios piratas, alrededor de 1990) que un periodista «alternativo» puede estar completamente alienado. De esta manera, se convierte en un mero reproductor
de la ideología dominante. Mientras escribo esto, me escribe un amigo blogger contándome, muy angustiado, que un colega que firma «Paniagua» está planteando en un blog (Artepolítica) que vuelva a implementarse el servicio militar obligatorio en la Argentina. Subí al blog, leí el post de Paniagua y no encontré mucho más ahí que aquellas mismas ideas fascistas retrógradas de la época de mi viejo, formuladas más o menos en el mismo estilo, algo así como: «a la colimba, che, a ver si se dejan de joder con los mensajitos de texto». ¡Y los comentarios eran respetuosos! Más de una década antes, en The Buenos Aires Herald a mediados de los 90, al editor Andrew Graham-Yooll, que además de gran periodista es un poeta que ha hecho mucho por difundir la poesía, se le ocurrió dejarle al inolvidable Julian Cooper una columna propia semanal que éste bautizó «Wildcard». Es decir, esa carta que nunca se sabe con qué va a salir. En «Wildcard» contaba un martes Cooper (poeta secreto, ex documentalista de la BBC, crítico de cine, budista Nichiren y dadaísta aprés la lettre) cómo le había dado el remedio de rescate de las flores de Bach a su cactus, salvándole la vida y celebrándolo con versos de lo más granado de la poesía inglesa..., que, por supuesto, compartía con sus lectores. «Wildcard» expresaba con total honestidad un modo de vivir el presente en lo abierto, a la intemperie donde adviene lo maravilloso. El «I» de Cooper contenía un sujeto. Imprevisible, doméstico pero no domesticado, era un sujeto del que no sabíamos qué iba a decir. Podía llegar a citar cualquiera de los miles de libros que tenía acumulados en su departamentito con balcón, libros entre los
cuales había excavado pasadizos para poder circular. Cooper tenía más de sesenta años así como «Paniagua» no tiene mucho más de treinta. Cooper hubiera merecido conocer el blog; «Paniagua» está dilapidándolo. En su columna, «Wildcard», Cooper era un chamán urbano capaz de resucitar a su cactus. Y al lector, con él. ¿Y dónde radicaba el poder de su magia? En el presente: en lo abierto del presente, en las posibilidades de encuentro con lo maravilloso que sólo abre el presente. De eso se trata un diario: del día, del día de hoy. El tiempo entre la escritura y su lectura es cada vez más breve: ya no son las 24 horas del medio gráfico, que ya eran pocas, sino la instantaneidad del blog y de la prensa online. Y todo eso para comunicar, ¿qué? Comunicar, ¿para qué? Enunciar en presente no es poca cosa; enunciar en presente y en primera persona del singular, si quien ahí y entonces habla es un sujeto... es así como enuncia la magia y como enuncia el psicoanálisis, es así como se enuncian las declaraciones de amor, es así como enuncia la poesía lírica; es así como la palabra hace que algo suceda. Para que algo suceda por la palabra es que vale la pena encontrar estos cruces, estas hendijas, estas columnitas, estas fisuras, estas brechas privilegiadas donde hoy, ahora, en este día, un sujeto escribe y su escritura habla al público: a sus lectores, a sus semejantes.
El diario, género al parecer despreocupado de las formas, es capaz, como escribe Blanchot, de todas las libertades («todo le conviene: pensamientos, sueños, ficciones, comentarios acerca de sí mismo, acontecimientos importantes o insignificantes»).
Rosario, 12 de julio, 2008 *Poeta, traductora, crítica de arte (Rosario/12, etc.), ex blogger (existirapenaslevemente.blogspot.com); libros recientes: Nadie sabe adónde va la noche (novela, Bajo la luna, 2007) y Bengala
Alan Pauls, «Prólogo. Las banderas del célibe», Cómo se escribe el diario íntimo, selección e introducción de Alan Pauls, Buenos Aires, El Ateneo, 1996, p. 4.
(poesía, Bajo la luna, 2008).
querido diario Por Fernanda Laguna
Querido diario: Hace no me acuerdo cuanto que no puedo escribir una novelita. No sé que me pasa. Vos algo de eso debés saber. Y no sé que pasa que no me lo transmitís. Querido diario. Siempre me parece que voy a llegar a tu corazón, donde están las respuestas a tooooodas mis necesidades, como esta por ejemplo. Una necesidad de la cual podría prescindir. Pero escribir es igual a tener un orgasmo de cuatro horas seguidas, tres días interrumpidos únicamente por el sueño. Una semana, un mes y hasta un año. ¿Cómo puedo vivir sabiendo que en algún lugar de mi interior se encuentra la fórmula de la escritura orgásmica? Una persona con ambiciones de felicidad no puede prescindir de esto. Ohh... ¡No! ¿Cómo estoy sobreviviendo? Y así es que tengo que salir a buscar el calor humano… tan limitado. Orgasmos de dos o tres segundos. Y por eso no puedo parar porque ¿cómo compensar el placer literario? Me falta el aire de la literatura. Me depilo sólo para incentivar la escritura.
Y la espero… sentada. Con una cerveza en mi escritorio. Mirando la pantalla que no me da ni bola. Me dirás…, porque te conozco, «lee». Pero, leer me calienta muchísimo y no me hace acabar. Y luego tengo que salir a buscar nuevamente el calor humano…, tan limitado. Y la calentura de la lectura no se apaga así nomás. No, para nada. No, es como estar frente a una persona que tiene todas las formas que te atraen y que cambia a cada párrafo y que jamás te aburre y que palabra a palabra te invita a seguirla. Ay… mamita. Querido diario. ¿Qué voy a hacer de mi vida? A veces solo se apaga con dos pastillitas para dormir. Como el otro día que me quedé hasta las seis de la mañana leyendo, deseando con pasión loca cada letra que se seguía por otra letra tan chiquitita y tan potente. Y cada palabrita unida a alguna que otra palabrota y luego la oración que ¡Por dios! Qué lindo que es leer pero… Una lee y después tiene que hacer algo para apagar ese fuego que se enciende y que ¿¿¿cómo se apaga si es
invisible??? Querido diario: no te escribo para que guardes esto que me pasa como un recuerdo. Te escribo para que HAGAS ALGO al respecto. Confío en vos. Y si he guardado otros diarios es para constatar que se cumplió lo que en cada momento te pedí, te imploré, con más fe que a dios mismo. Diario… mirá. Vos me conocés muy bien. Me conocés más que mi psicólogo. Dame una pistita. La punta de un hilo del cual tirar ¿Si? Y te digo: esto que me pasa lo hago PÚBLICO para que te sientas PRESIONADO y que cada vez que vayas por la calle la gente te pregunte ¿Y… se lo diste? Mirá, lo que quiero es: ESCRIBIR libritos lindos. Pequeñas historias de hasta 100 páginas. Poemas, y lo que sea. Pero que me divierta, que no baje del orgasmo ni en una coma, y menos en un punto. Porque aparte… se que si puedo escribir… puedo hacer todo lo que quiera. Un beso fer