Catalogo Roux en el MNAD

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Guillermo Roux


Tapa: Cuatro tacitas con cuchar贸n, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5


Guillermo Roux Nocturnos

16 de noviembre de 2013 al 2 de marzo de 2014

Museo Nacional de Arte Decorativo Av. del Libertador 1902, Ciudad Aut贸noma de Buenos Aires


Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner

Asociación Amigos del Museo Nacional de Arte Decorativo Comisión Directiva

Secretario de Cultura Jorge Coscia

Presidente Olga Inés Muro de Nadal

Director Nacional de Patrimonios y Museo Alberto Petrina

Vicepresidente 1° Alicia María Agote

Director del Museo Nacional de Arte Decorativo Alberto G. Bellucci

Vicepresidente 2° María de las Mercedes Basualdo

Departamento de Museología y Museografía Hugo Pontoriero Corina Della Maggiore, Rocío Alonso, Mariana Astesiano, Graciela Razé, Osvaldo Rodríguez, Juan Garcilazo, Elsa Fagundez

Secretaria Paula María Benvenuto

Departamento de Extensión Cultural y Difusión Élida Masson María José Armand, Ana Blanc Blocquel, Romina Castro, Marcela Retamar, María Inés de Viana

Tesorero María Teresa Rey Pastor

Departamento Administrativo Contable y de Personal Victoria Boggio Adrián Aguilera, Romina Avalos, Santiago Bianco, Mónica Bravo, María Eugenia Castiarena, César Ceballos, Sergio Ceballos, Nicolás Guglielmucci, Ramón Jiménez, Juan Carlos Lozano, Darío Moreno, Mirta Moreno, Carolina Núñez, Matías Nuñez, María Cristina Pérez, María del Carmen Tapia

Prosecretaria Andreína Santander

Pro Tesorero Martin Reynal Vocales: Elizabeth Boote, Angélica Becú, María Raquel Raggio Lilia Neumann, Alejandro Cordero, Marta Cordero de O´Farrell, María Cristina Ferro, María Cristina Tchinnosian, Alfredo Corti, Felipe de la Balze, Martina Costantini, Inés Llorente, María Carolina Pampliega, Juliana Grimaldi, Magdalena Tedín Uriburu, Alfredo Alcorta, Rafael La Porta, Hebe Colman de Roemmers Administración Dolores Jaureguialzo, Beatriz Domenici, María Domínguez Lemoine


Guillermo Roux, un dolor transfigurado “Con mis pinturas quiero decir algo que con las palabras no se puede lograr”. Así remataba Guillermo Roux, no hace muchos años, una entrevista hecha en las puertas de su casa/taller de Martínez. Una imagen lograda dice más que mil palabras; ésa es la afirmación que muchos artistas de antes y de ahora han repetido con diversos grados de compromiso, pero que en el caso de Guillermo implica una meta firmemente perseguida, una convicción profunda que ha mantenido a lo largo de toda su proficua trayectoria artística, y de la cual los ochenta dibujos que ahora presenta en nuestro Museo son una evidencia más que elocuente. Porque estos dibujos están precisamente en ese territorio de lo inefable, de lo que no puede comunicarse sino a través de la imagen, porque se trata de jirones entrañables que nacieron en el silencio y se alimentaron en el dolor. La historia es dura y puede contarse con palabras, pero el protagonista nos la entrega transfigurada en imágenes generadas por el sufrimiento, pero en signos que al mismo tiempo se abren a la belleza y la esperanza. Lo cierto es que Guillermo estuvo (y aun está) acosado por un dolor en la columna que llegó a hacerse insoportable y que durante casi dos años lo condenó al insomnio, afectando en gran medida su movilidad, tal el doble martirio personal que Roux decidió convertir en arte. Así es como se propuso exorcisar las interminables horas vacías de cada noche en vela, dibujando los objetos cotidianos que tenía a su alcance. Diálogos nocturnos silenciosos y amables, compartidos con un manojo de cubiertos, un vaso de agua, la grifería del baño, un cepillo, alguna fruta, una flor. Objetos sin prosapia ni gualdrapas, que gracias al artista que los interrogaba iban develando su nombre, su función, su identidad y su imagen; actores de reparto,

extras cotidianos que pasaron a ser protagonistas de la dramaturgia inesperada que ahora todos disfrutamos. Es cierto que esa intimidad –o más bien complicidad– de Roux con los objetos cotidianos no es nueva; muy por el contrario, se remonta a los años de su niñez, cuando circulaba, asombrado, entre las sillas esterilladas, las camas de bronce y la cristalería de la casa paterna, toda esa parafernalia de formas gigantes que se van empequeñeciendo a medida que crecemos, hasta tomar la medida justa y la función definitiva que nos relaciona mutuamente. Durante algún tiempo Guillermo dibujó esos objetos tal cual eran, como necesario ejercicio de activación del circuito que vincula el ojo y la mano, mucho más tarde –durante la etapa “surrealista”de los años 60 y 70– los fragmentó, combinó y recompuso en secuencias de fantasía humorística o misteriosa, hasta que ahora, finalmente, vuelve a mirarlos y recrearlos con la sabiduría de quien ha retornado al punto de partida, con los ojos del niño que un día fue, pero rico de equipaje adquirido en su inquieto peregrinaje por la vida, por el arte… y ahora, también, por los obligados territorios de la noche. La noche fue siempre el puerto de los románticos (que Guillermo también es, aunque como buen romántico pretenda negarlo); también es el tiempo de reflexión, ámbito de desierto espiritual, pero también de horizonte y esperanzas. Con Miguel Ángel, antecesor ilustre, sufriente e insomne como él, Guillermo Roux podría suscribir aquello de “smarrito, al momento nascosto di viso, rientro e mi scosto d’ombra”, observación profunda que expresa al mismo tiempo lamento y protección. Porque el manto de la oscuridad que envuelve al creador es el mismo que enciende la magia del silencio y lo convierte en luz.


Guillermo Roux, Franca Beer y Alberto Bellucci

Esa magia de la noche y del silencio también alcanza a los objetos domésticos que, desligados de sus ruidosos ajetreos cotidianos, finalmente se permiten descansar. Y es entonces cuando la fantasía del ojo insomne de nuestro pintor los sorprende, los detiene y atina a fijarlos en imágenes perdurables. Así, en el caso de estos nocturnos de Roux, se suceden los retratos frontales y directos de utensilios individuales, sean plancha, cacerola, espumadera, jarra de agua, almohada o rallador, cada uno digno y erguido cual monumentos a sí mismos. Si acaso fueran más humanos les cabría la apología de Walt Whitman: “lo cotidiano y lo tosco, lo cercano y lo fácil soy yo mismo”1 Dentro de estos protagonistas que monologan me persiguen especialmente las visiones del grifo abierto con apariencia de dinosaurio, malgrado su sencillez, o la de la pava, que a pesar de la inocente objetividad del domo plateado y el asa filiforme que oficia de antena –o quizás por eso mismo– asocio con

la carcasa metálica de Célèbes, el temible paquidermo de Max Ernst o el monstruoso Scarbo de Aloysius Bertrand. En el animado desfile que subsigue se anotan varias parejas, desde las más previsibles yuntas de vaso y copa, los pares de jarras o el dúo de cuchara y tenedor, hasta los diálogos más extraños entre mortimer y grifería, cafetera y pisapapas, picaporte y cerradura, frasco y cucharón, pava y colador. Varias de estas parejas, como la del imprevisto pie que aparece bajo la mesa, nos devuelven al clima surrealista propio de ese mismo Roux que se animó a desarticular a La Gioconda y descabezar a tenistas y rugbiers y que ahora se entretiene en combinar copas y cucharas con insectos de platería, una canilla goteante sobre la jarra sumergida (dando a luz un paisaje casi lunar) o un bife con tenedor sobre un plato en cuarto menguante (¿cómo no acordarse de Soutine?) Las composiciones se complican y se enriquecen también con tríos y cuartetos, un quinteto de tacitas y cucharas y con varios conjuntos metálicos que desembocan en verdaderos ‘concertantes’ mudos, donde el único sonido capaz de quebrar el silencio –y destruir el encanto– reside en la eventual disonancia de los fragmentos de una taza que, según parece, acaba de romperse. Quizás –como anunció la alondra de Shakespeare a los amantes de Verona– para señalar el fin de la noche de ilusión y devolvernos a las fatigas del día. Pero la magia nocturnal de Roux es capaz de acompañarnos e iluminarnos con una luz interior más intensa que la del día, porque nos abre a una distinta manera de ver. Rudolf Arnheim sostenía que “todo pensamiento es una experiencia perceptiva”;2 inversamente podríamos sostener que toda percepción consciente genera

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2 R.Arnheim. Consideraciones sobre la educación artística, Barcelona, Paidós 1989.

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1. W.Whitman. Canto a mí mismo, Ebs. As, Ed. Losada 1968.


un pensamiento y da vida a un proceso intelectual (y en nuestro caso, a una creación artística). Porque mirar es apenas el principio; lo importante es ver y comprender a través de la mirada. Predisposición del espíritu que se ‘abre’ ante el objeto y lo recorre como acariciándolo a la distancia sin invadirlo ni distorsionarlo, pero sin pretender tampoco congelarlo en los grilletes de una reproducción mimética. Llegado a este punto, se impone una consideración sobre el soporte y la técnica de estos dibujos. El soporte, por ejemplo, fue un ejemplar en blanco de un proyecto de libro-catálogo que estaba a mano y que nunca vió la luz: sesenta y cuatro hojas de papel de grano medio y alto gramaje, tapas duras, todo blanco, tan blanco y luminoso como puede ser un faro encendido en la oscuridad de la noche. Faro puntual al que Guillermo accedía para volcar en él todos los objetos que veía a su alrededor y que, gracias a él, adquirían la imprevista vitalidad que la noche concede a todo lo que la vigilia paraliza y esconde. Las hojas de ese libro han sido prolijamente separadas y enmarcadas para esta exhibición y el proyecto es volverlas al formato original. En cuantoa la técnica, es fácil describirla pero muy difícil dominarla. Las escenas han ido surgiendo simplemente a través de los trazos de la carbonilla sobre el papel, en una coreografía conducida por Guillermo con el ojo de lince y la mano maestra que ya le conocemos. Empuña apenas una ramita de sauce quemado, patéticamente endeble, pero que guiada por él adquiere la precisión de la batura de un director de orquesta y la efectividad de pluma de un dramaturgo. Un viejo oficio que nuestro artista aprendió desde los años lejanos en

que Corinto Trezzini enarbolaba una carbonilla similar frente a sus alumnos y les advertía: “esto basta para hacer todo lo que hay de importante en pintura”. Como lo recuerda Roux “esa carbonilla que nos mostraba don Corinto dejaba un trazo sobre el papel Ingres, que siempre tenía variaciones de intensidad que indicaban el color de la forma. (…) Con un simple dibujo lineal con carbonilla podemos indicar la situación del objeto en el espacio; pero la variación de la tonalidad de la línea ya nos habla de la luz. Y al hablarnos de la luz, de la variedad de tonos y del color, entramos de lleno en ese mundo maravilloso que es el de la pintura.” 3 Por eso para él, dibujo y color, en ese orden, siguen conformando la razón de ser de la pintura, como se demostró espléndidamente durante los siglos en que la representación de la naturaleza estaba sólida y vigente, el tiempo de El Greco, Velázquez, Manet, Cézanne. Un tiempo que sigue activo y fértil porque tiene que ver con lo sagrado de la existencia y la revelación de lo creado y porque tiene artistas que creen en ello. “Un arte de equilibrio, de pureza, que no inquiete ni desconcierte, para que el hombre fatigado, sobrecargado, encuentre en mi pintura belleza, calma y reposo”. Esto lo dijo Matisse y lo podría suscribir Roux, sin duda alguna. Y también podría suscribir otra frase de Miguel Ángel, que viene a cuento: “mis ojos sólo codician cosas bellas”. Porque para alegría de todos, Guillermo Roux es otro codicioso que, a través de sus imágenes, nos las sigue proporcionando. Alberto Bellucci Director del Museo Nacional de Arte Decorativo 3

G.Roux. Conferencia de incorporación a la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro, 28/09/98.

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Cafetera con jarra, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Insomnios Hay sueños que se rompen en las noches sobre almohadas llenas de recuerdos, de penas, de memorias y de olvidos y en el lento silencio de las horas de algún pintor insomne inspiran transformando las sombras de su casa. Ese silencio oscuro interminable le hace sentir de pronto un más allá de lo que tanto vemos e ignoramos durante días de trabajo y prosa con esa profundidad tan solitaria que sólo una noche vacía puede dar. Como en el país de Alicia la realidad se pierde, se transforma. Lo cotidiano se engrandece, sublime y diferente en una mezcla inesperada de inspiración con soledad nocturna que hace que lo doméstico tome dimensiones que el día nunca da. La realidad se pierde sin ruidos entre sortilegios y magias de la noche pero siempre retorna inapelable con el volver de todas las mañanas. ¿Pero qué importa si más brinda esa ilusión que toda la razón? Lo que el día no inspira y la rutina esconde, la noche lo sublima. Y el comedor de abajo se convierte de soledad monótona en un mundo con miles de sorpresas.

La cuchara adquiere lentamente Una sensualidad curvilínea inesperada. El cuchillo se hace más rígido y más cruel. El tenedor sostiene entre sus dientes un pentagrama con notas desprendidas. La alfombra, un laberinto perforado sin sangre ni dolor por una pata de mesa de perspectiva perfecta que baja decidida en vertical implacable. Cacerolas sin ambiciones políticas descansan en silencio imperturbable. Vasos transparentes y vacíos se esfuman etéreos en sus brillos detrás de tazas opacas en su mediocridad tan sólida. La cafetera, orgullosa no esconde los cables de su espalda. Barrotes de las sillas son ventanas de cárcel que contienen almohadones repletos de pereza. Y esa curva al final de la mesa pone un fin a este mundo encantado con la precision hemisférica del mantel bordado cayendo hacia un vacío más profundo que esperado.

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Un mantel que era blanco y gris dejó la noche, testigo inmemorial de calorías y conversaciones ahora sostiene duendes trasnochados que saltan por la vajilla abandonada.

La rutina se hizo verso y canción, trazo certero, reflejo caprichoso, mensaje de una noche para mañanas de vida más real.

La oscuridad transformada se vuelve materia, forma, espacio con algo de color, un grito que se escapa de tules opacos y nocturnos, y se llena de una vida extravagante guiando la mente y la mano del pintor.

Insomnios inspirados con trazos oscuros que sin tantos colores y con luz asfixiada buscan compartir con las almas gemelas que viven sin dormir.

Y las sombras de la noche se van haciendo carbonilla en el papel, siguiendo curvas y rectas exhuberantes y con prisa, mientras le roban todo lo negro a tanta oscuridad. Comedor trasnochado de cenas olvidadas y desayunos lentos o tardíos. Una mesa ni cuadrada, ni redonda ni ovalada llena de sombras y sombras y más sombras. De golpe, una luna traviesa y trasnochada por la ventana le arroja unos reflejos blancos, azules y amarillos y hasta, sin querer, rojizos sobre líneas y contornos de alguna cuchara o tenedor. Siluetas bloqueadas y olvidadas por la cotidiana rutina que en setenta y dos insomnios movieron incesantes la mano de un artista con dimensiones impensables de vida, sombra y color.

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Todo se hace un más allá vibrante y encantado ocupando un espacio que pensábamos vacío sin colores ni valores, sin amores ni dolores… Setenta y dos insomnios hechos gritos de puño bailando entre las sombras con reflejos furtivos que en las noches vacías encontraron sentidos. Y el final se avecina cada mañana con tan poca memoria real pero sin magias con brillos que no inspiran sin ritmos y sin rimas lo mismo que este verso…

Arturo R. Rolla

Profesor Asociado de Medicina Harvard Medical School Boston, USA


Cuatro tacitas, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Copa y cuchara, 2011 Carb贸n y birome, 28,5 x 31,5

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Copa con insectos, 2011 Carb贸n y birome, 28,5 x 31,5

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Llaves de mi casa, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Tazas rotas con copa y pisapapas, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Trencito, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

Tenedores y pinza, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Pinza y cucharas, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Canilla abierta, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Cuchara en la pileta, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Vasos con cuchara y cuchillo en la pileta, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Cortahuevos, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

Cuchillo en la pileta, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Bife, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

Milanesa, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Tenedor en sart茅n, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Tijera y objetos en una jarra, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Cucharas con pato, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

Plato con pato, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Espumadera con tenedor y cuchara, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Pala con cuchara, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Picaporte, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Pava, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

Dos vasos, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Portacubiertos, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Escurridor II, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Copita panera y cuchar贸n, 2013 Carb贸n y pastel , 56 x 76,5

Cacerola y tres cucharitas, 2013 Carb贸n y pastel , 56 x 76,5

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Cable rojo, cable blanco, 2013 Carb贸n y pastel , 56 x 76,5

Lechuga colador y tres copitas, 2013 Carb贸n y pastel , 56 x 76,5

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Cubiertos con jarra, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Tenedores cuchara y espumadera, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Cacerolita al fuego, 2013 Carb贸n y pastel , 56 x 76,5

Pava, cuchar贸n y escurridor, 2013 Carb贸n, 56 x 76,5

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Tomate y juego de t茅, 2013 Carb贸n y pastel , 56 x 76,5

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Cucharones y espumadera, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Objetos de mi cocina, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Rallador y pisapapas, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Cacerolas, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Colador con pava, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Tacita con tapas de cacerola, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Cucharas en cacerola, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

Plato amarillo con cuchar贸n, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Cuchar贸n con cucharita, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Tenedores en el caj贸n, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

46


Canilla que gotea, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Vaso, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

Cuchara y tenedor, 2011 Carb贸n, 28,5 x 31,5

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Frasco de dulce y portacubiertos, 2011 Carb贸n y pastel, 28,5 x 31,5

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Mortimer, 2012 Carb贸n, 51,5 x 70,5

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Cafetera italiana, 2013 Carb贸n, 56 x 76,5

Jarras de cristal, 2012 Carb贸n y pastel, 51,5 x 70,5

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Batidora, 2012 Carb贸n y pastel, 51,5 x 70,5

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Melita, 2012 Carb贸n y pastel, 51,5 x 70,5

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Pata de la mesa, 2012 Carb贸n, 51,5 x 70,5

Almohad贸n tejido, 2012 Carb贸n, 51,5 x 70,5

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Pie debajo de la mesa, 2012 Carb贸n, 56 x 76

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Guillermo Roux

Nace en Buenos Aires en 1929, en el barrio de Flores. Realiza exposiciones individuales en las principales galerías de Buenos Aires, Munich, París, Londres y Nueva York y retrospectivas en los mejores Museos del mundo: The Phillips Collection, Washington, 1988; De la Phillips Collection al Museo Nacional de Arte Decorativo, Bs As, 1988; Staatliche Kunsthalle, Berlín, RFA, 1990; Museo Nacional de Bellas Artes, Bs As, 1998; Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 1999; Museo Rosa Galisteo de Rodríguez, Santa Fe, 2011; Museo Evita-Palacio Ferreyra, Córdoba, 2011. PRINCIPALES PREMIOS Y DISTINCIONES 1er. Premio Internacional de Pintura en la XIII Bienal de S. Pablo (1975). Académico de Número de la A.N.B.A 1990. La editorial Rizzoli Nueva York edita dos libros sobre su pintura, 1985 y 1996. Realiza murales en Bs. As.: La Ronda

(2,46 x 3,82 m), en el lobby del Palacio Duhau Park Hyatt, Av. Alvear 1661, 1993; Mujer y Máscaras (4.35 x 3,82 m) para las Galerias Pacífico, 1994; Homenaje a Bs.As. (5,50 x 12,50 m.) en la Torre de César Pelli, Della Paolera 265, 2005; Ciudadano Ilustre de la ciudad de Bs.As., 2007. Por el voto unánime de la Cámara de Diputados de Santa Fe pinta La Constitución guia al Pueblo (3,45 x 6.51 m.), ubicado en dicho recinto, 2011. Es distinguido por la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación como “Mayor Notable”en septiembre de 2011. La Estación San José de Flores de la línea A de subtes es dedicada a su obra, que realza paredes, andenes y tímpanos donde corre el subterráneo. Además de su labor de pintor, dirige una Escuela de dibujo y pintura, ilustra libros, escribe sobre temas de arte y relatos autobiográficos.

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Violeta de los alpes, 2013 Carb贸n y pastel, 56 x 76

Adhesiones Hebe C. de Roemmers Sullair Argentina


Catálogo Fotografías Roberto Pera Diseño gráfico Estudio Marius Riveiro Villar Impresión Talleres Trama

Contratapa: Vaso y jarrito, 2012 Carbón, 51,5 x 70,5



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