Informe oxfam

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Pobreza, desigualdad y desarrollo en el Perú

para tratar de sacar “algo” que justificara su participación. En efecto, fue evidente la falta de transparencia y claridad acerca de las reuniones y los textos elaborados en paralelo con la reunión oficial. Esto tiene que mejorarse en Cancún.

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Para otros, las limitaciones fueron la sobrecarga de temas complejos y decisiones a tomar, así como la presencia insólita de tantos representantes de tan alto nivel, incluyendo la participación de más de 120 jefes de Estado en los últimos tres días. Había casi una docena de negociaciones paralelas, y el reto de tejer un solo acuerdo de todos estos procesos fue enorme. La participación de tantos presidentes y otros representantes de alto nivel, a pesar de que elevó el perfil de la cumbre, recortó el tiempo disponible para las negociaciones y también ejerció presión sobre los delegados para conseguir un acuerdo aunque el resultado no fuera satisfactorio. Tampoco faltaron los que culparon a las reglas de procedimiento, que establecen que cualquier acuerdo requiere consenso entre todos los países, sin importar su tamaño o peso político-económico. Otra explicación, especialmente popular entre los países con más poder y responsabilidad, ha sido que “la culpa fue de China”. Esta excusa cogió fuerza cuando China se negó a aceptar metas globales de reducciones de emisiones para los años 2020 y 2050 (que le afectarían directamente así como a los demás países en vías de desarrollo, y no solo a los países industrializados) en las últimas horas de la Conferencia, y se acrecentó mucho más cuando quedó claro que también se oponía a un acuerdo que volviera sus compromisos legalmente vinculantes bajo el marco de derechos internacionales. Mientras que todas estas razones pueden explicar una parte del resultado, ninguna explica la parálisis política que marcó

el resultado global de Copenhague –y ésta tampoco se explica con todas estas razones sumadas–. Un mejor manejo por los anfitriones daneses hubiera ayudado, aunque los resultados de otras conferencias superaron las fallas de liderazgo –recordemos que en 2007, la conferencia de Bali terminó bien a pesar de que la presidencia de Indonesia manejaba consultas paralelas a la plenaria final–. El número de temas que se manejan en las negociaciones sí se ha multiplicado en comparación con tiempos anteriores; sin embargo, la agenda siempre ha sido compleja y todos tuvimos muy claro cuáles eran los tres temas claves a los que se habían reducido las negociaciones en el ámbito político antes de Copenhague: financiación, temas de medición, notificación y verificación (o MRV, sus siglas en inglés) de reducciones logrados por los países en vías de desarrollo; y acuerdo acerca de la naturaleza legal y la arquitectura del pacto a firmarse. La presencia de tantos ministros, jefes de Estado y otros funcionarios de alto nivel fue un reto logístico más que nada, y reflejó el • Foto: Percy Ramírez


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