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Escuela de Familias .................... 90

ESCUELA DE FAMILIA
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FORMACIÓN NUEVOS EDUCADORES

En el segundo año de Formación de los compañer@s – Nuevos Educadores hemos abordado el tema de la ESPIRITUALIDAD MARISTA intentando: • Tener un primer acercamiento a esta dimensión fundamental del carisma marista. • Ayudar a los nuevos educadores a conocer la experiencia de la espiritualidad marista desde las claves de algunos documentos institucionales más importantes como: el Agua de la Roca; La Valla, casa de la luz (carta del H. Emili Turú); Hogares de luz (circular del H. Ernesto Sánchez). • Invitar a realizar experiencias en clave de espiritualidad, mediante lecturas personales y/o participación en propuestas que se organicen a nivel local o provincial, teniendo un seguimiento vía teams y animándolos a vivir esta espiritualidad en su día a día de la Misión Marista, posibilitando el descubrir la presencia de Dios, en lo que viven, como hacía Marcelino Champagnat.
Si algo está claro y dicho durante las diferentes formaciones a lo largo de estos dos años, es que en educación hacemos muchas cosas día a día, curso tras curso. Y desde que empezamos esta aventura, les digo a los nuevos educadores qué es hora de preguntarse no lo qué hacemos, sino cómo lo hacemos, cómo nos involucramos y comprometemos. Hacemos y hacemos muchas veces sin profundidad, sin apenas sumergirnos en lo que nos atañe. En muchas ocasiones triunfa la cantidad sobre la calidad, la superficialidad sobre la profundidad, la ausencia sobre la presencia... Por no hablar de nuestras programaciones sobrecargadas que nos conducen irremediablemente a vivir trimestres acelerados. ¡No hay tregua!
Es evidente que no existe mejor manera de no estar en ningún sitio que intentando hacer y estar en todos. En educación, correr no es siempre la mejor manera de actuar. Existen ciertas cosas que no podemos ni deberíamos acelerar, que requieren tiempo y que si las aceleramos el precio a pagar es altísimo. Pienso que sería más interesante y mucho mejor hacer menos y disponer del tiempo necesario para sacar el mayor provecho posible a cada experiencia vital, a cada momento (diario, de interioridad…), a cada contenido o cada actividad. Los niños tienen su propio ritmo de aprendizaje y los estamos contagiando con el virus adulto del apresuramiento. Un virus realmente peligroso que les acorta la infancia los presiona para que imiten las costumbres adultas y los obsesiona con la velocidad. Educar al estilo “correcaminos” es tan nutritivo como engullir bollería industrial, por eso debemos guisar a fuego lento, desde dentro, implicándonos, comprometiéndonos, involucrándonos y permitiéndonos y permitiéndoles disponer de tiempo:

