Angulo Íñiguez, Diego - Historia del Arte (Tomo I)

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PINTURA MURAL EN CATALUÑA

de los Evangelistas. En el muro aparece el apostolado completo sin fondos de arquerías, y por bajo, en el zócalo, la historia del Nacimiento y otras figuras ilustradas con textos también de Sedulio. Se supone que el Maestro de Mur conoce la portada de Chartres, y su obra se considera ya de la segunda mitad del siglo xil. Pintor de amplia influencia, y al que se atribuyen varias obras importantes, es el de Pedret, así llamado por sus pinturas de esta iglesia. Las mejor conservadas son las de la parábola de las Vírgenes prudentes y fatuas. Entre las obras que recientemente se han atribuido al Maestro de Pedret, la más importante es el ábside de Santa María, de Esterri de Aneu (lám. 421), en la que el cuarto de esfera, como en Santa María de Tahull, se dedica a la Virgen con el Niño recibiendo el homenaje de los Reyes Magos, aquí flanqueados por los arcángeles Miguel y Gabriel. El primero presenta aún su estandarte y el letrero «Petitius», en su calidad de oferente de las oraciones de los fieles. La parte más singular es la del muro, donde dos enormes serafines purifican con brasas no sólo al profeta Isaías, sino también a Elias, entre los cuales aparecen las ruedas de fuego que serán las del carro del primero o las de la visión de Ezequiel. Limitan la escena, de un lado, San Rafael, y de otro, dos religiosos tonsurados, tal vez los patronos de la obra. Artista de primera fila dentro de la pintura románica catalana es también el Maestro de Urgel, autor del ábside de San Pedro de aquella ciudad. Está distribuido como de costumbre: el Pantocrátor con el Tetramorfos, en la bóveda; la Virgen y apóstoles, por parejas en animada conversación, en el muro. Pintor, al parecer, todavía de la primera mitad del xil, deja sentir su influencia en un número de obras bastante crecido, alguna como la de Román deis Bons, particularmente interesante por estar fechada (1167). Maestro más de seguda fila es el de Esterri de Cardos (lám. 422), con grandes serafines a los lados del Todopoderoso. En el Tetramorfos obsérvase la torpe interpretación del león, que más semeja un oso. El ábside de Santa María, de Tarrasa (lám. 423), conservado in situ, es curioso, por estar dedicado a un santo, y además tan reciente como Tomás de Canterbury, canonizado en 1173. Nárrase en el muro su martirio y la ascensión de su alma, mientras en la bóveda aparece ya con su diácono Grim, honrado por el Todopoderoso, que t«ca sus cabezas con el texto sagrado. PINTURA MURAL EN ARAGÓN Y CASTILLA.—La invasión de lo narrativo

es lo que presta su principal interés a la pintura aragonesa del ábside de San Juan, de Uncastillo. Obra ya del siglo x m , funde la bóveda

PINTURA

ROMÁNICA

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y el muro en un escenario único. Como veremos en los frontales, el Todopoderoso cubre la parte del centro de uno y otro, aprovechándose los cuatro espacios laterales para historias de Santiago. La obra principal de la pintura románica en Aragón es el espléndido conjunto de la Sala Capitular de Sigena (lám. 427), por desgracia casi totalmente perdida en el incendio de 1936, pero de la que poseemos buenas fotografías anteriores. Grises y medio monocromas en la actua-

Figs. 621-23.—Videntes de Tarrasa. Pinturas de San Isidoro, León.—Ábside con baldaquino y frontal. (Argües.)

lidad, eran de un colorido de brillantez impresionante. Cubierta la sala por grandes arcos transversales, mostraban éstos en sus enjutas escenas bíblicas, en su casi totalidad referentes a Adán, Noé y Moisés, y en los intradoses, dos series de los patriarcas antepasados de San José, en cada uno de cuyos cuadros aparece uno acompañado de su hijo, que, ya mayor, y acompañado por el suyo, vemos en el siguiente. Ejecutado todo ello en temple, su estilo difiere del de todos los monumentos anteriores. Recientemente se ha relacionado su estilo con el de ciertas miniaturas inglesas contemporáneas, habiéndose advertido una estrecha coincidencia en la interpretación de algunos temas. Pese a la importancia de los templos románicos castellanos, su decoración pictórica conocida es hasta ahora muy escasa, pero como, probablemente, queda aún mucho cubierto por encalados y enjalbegados, tal vez sea prematuro negar la existencia de una gran escuela de pintura románica castellana. Algunos de los principales monasterios conservados hacen pensar, sin embargo, en artistas forasteros. Este es el


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