Angulo Íñiguez, Diego - Historia del Arte (Tomo I)

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FRANCIA

dor de su almendra mística, hace descender los rayos del Espíritu Santo sobre los apóstoles (fig. 618, lám. 366). Sus amplios ropajes de fina tela se revuelven al caer en agitados remolinos como impulsados por el viento. «El día de la Pentecostés —dice el texto bíblico— se sintió un ruido que venía del cielo, como el ruido de un viento que sopla con impetuosidad, y fueron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras». Y ese ambiente dramático del ruido del vendaval es el que agita a las emocionadas figuras de los discípulos. En los compartimientos que rodean al tímpano el artista ha representado a esos pueblos cuyas lenguas, por obra del Espíritu Santo, hablan ya los apóstoles, y que gracias a ellos conocerán la verdadera fe. Son los partos, los caldeos, los árabes, los egipcios, etc., de que habla el texto sagrado. Pero no contentos con esto, los monjes de Vezelay han querido que la fe cristiana llegue a los más remotos países, poblados por la fantasía medieval de seres monstruosos, que para unos son simples monstruos, pero según otros, y entre ellos cuentan, sin duda, los religiosos de Vezelay, por tener alma humana, son capaces de comprender la palabra de Dios. Así vemos los minúsculos pigmeos, que para subir a caballo precisan una escalera; los panocios de orejas gigantescas, los cinocéfalos con cabeza de mono, etc. El canon de la figura humana de toda la portada, como en Moissac, es alargadísimo, seguramente más por ansia de espiritualización y por influencia bizantina que por exigencias decorativas. El hermoso pórtico de San Lázaro, de Autun (1130), nos lleva a la última etapa de la escuela borgoñona, cuando la exaltación expresiva y la espiritualización de la figura humana llegan a extremos sólo igualados por el Greco. Si Vezelay se considera dueño del cuerpo de la Magdalena, Autun cree poseer el de San Lorenzo, y con limosnas y mandas abundantes puede labrar también un lujoso pórtico. El lema es el Juicio Final (lám. 368), y como allí, el Todopoderoso, representado en escala gigantesca, preside dentro de su mandorla sostenida por ángeles. A su derecha, los elegidos penetran en celestiales palacios, mientras a su izquierda, San Miguel y el diablo pesan las almas, y los condenados marchan al Infierno. Al pie del Todopoderoso puede aún leerse la firma del extraordinario escultor: «Gislebertus hoc fecit.» Gilesberto, lejos de ser un artista infantil y primitivo, es un artista refinado y aun, si se prefiere, decadente, que subordina otros valores plásticos para alcanzar una expresión lo más intensa posible. Víctima de las duras críticas de Voltaire, que califica la espléndida portada de Autun de obra bárbara, apenas pudo salvarse el Juicio Final bajo una gruesa capa de yeso.

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378-380. Relieve de marfil leonés.—Arca Santa, Oviedo.—Capitel, León.

381, 382. San Isidoro. Tímpano de la portada, San Isidoro, León.

383, 384. Tímpanos de la Puerta de las Platerías, Santiago.

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