Angulo Íñiguez, Diego - Historia del Arte (Tomo I)

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EL ARTE CRISTIANO PRIMITIVO. ARTE SASANIDA

CAPITULO

X

EL ARTE CRISTIANO PRIMITIVO. ARTE SASANIDA

LAS CATACUMBAS.—Perseguida la religión nueva con rigor extraordinario desde que comienza a constituir un peligro para la sociedad pagana, no es posible a los cristianos levantar grandes edificios dedicados a su culto que delaten su destino. Las únicas manifestaciones arquitectónicas de las primeras agrupaciones de cristianos son de carácter subterráneo y, artísticamente consideradas, muy pobres. Se reducen a los cementerios o catacumbas que, valiéndose del derecho de labrar enterramientos corporativos concedido por las leyes romanas, excavan los cristianos, aprovechando en parte las galerías de las canteras abiertas en las afueras de la ciudad para obtener materiales de construcción. Las catacumbas cristianas consisten en una complicada red de interminables galerías abiertas en una tierra de cierta consistencia (figuras 310, 312), en cuyas paredes se encuentran los nichos de las sepulturas o formae, cubiertas por una lápida con la dedicatoria al difunto y símbolos, como el pez o la paloma con el ramo de olivo (fig. 315). Sus partes arquitectónicas más interesantes son los cubículos —cubiculi—, o lugares donde suelen cruzarse varias de esas galerías, pues, con frecuencia, los enterramientos en ellos emplazados presentan un nicho semicircular o arcosolio, bajo el que acostumbra a depositarse el cuerpo de algún mártir, sirviendo así de mesa de altar para celebrar los oficios. El cubículo de las catacumbas de Santa Inés (fig. 313) ofrece la particularidad de tener en su cabecera un asiento corrido labrado en la piedra y ligeramente elevado en el puesto de honor dedicado al obispo. Presenta a los lados varios arcosolios, habiéndose querido ver en los diversos ensanchamientos de la galería el lugar destinado al

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coro de hombres y al de mujeres. La arquitectura de estos cubículos es tan simple, que incluso la llamada cripta de los Papas, de las catacumbas de San Calixto, se reduce a dos columnas, un lucernario y poco más. La decoración de las catacumbas se confía exclusivamente a la pintura, y siempre dentro de una gran sencillez (fig. 310). El artista cristiano de estos primeros tiempos se limita a trazar sobre el enlucido de las paredes decoradas algunos elementos arquitectónicos y unas cuantas guirnaldas, y en las cubiertas, varios campos, que permiten pintar en sus centros figurillas y escenas en que se va gestando la futura iconografía cristiana. Desde el punto de vista puramente pictórico, su estilo es el romano coetáneo, de técnica sumaria, de pobre colorido y ejecutado por artistas modestos. La pintura de la bóveda de la catacumba de Lucina (fig. 311), de la primera mitad del siglo n i y una de las más antiguas conservadas, nos dice en qué grado las bellas perspectivas arquitectónicas de los últimos estilos pompeyanos han dado paso en esta fecha a una decoración geométrica, animada por figuras, como los orantes, el Buen Pastor, y en el centro, Daniel en la cueva de los leones. En un principio se limitan al empleo de temas paganos, pero que pueden prestarse a una interpretación cristiana, como sucede a las figuras de los amorcillos, de Psiquis, de Orfeo, o a las guirnaldas simbólicas de la inmortalidad. Más tarde, a mediados del siglo n , es cuando aparece ya un repertorio nuevo. La mayoría de los asuntos se toman del Antiguo Testamento, siendo los preferidos el Sacrificio de Isaac, Daniel con los leones, los Jóvenes en el horno, Jonás, Noé en el arca, etcétera, no sólo por su valor como precedentes de la vida de Jesús, sino por ser ya los temas más representados en las sinagogas. Al lado de ellos aparecen ya los temas propiamente cristianos, que van multiplicándose cada vez más y haciéndose más concretos. Figuran entre los más antiguos la Adoración de los Reyes, el Bautismo de Jesús, la Curación del paralítico, diversos milagros de Jesús, etc. Junto a estas representaciones y pasajes de la vida del Salvador deben recordarse las ya citadas del Buen Pastor y la figura de la Orante, que de pie y con los brazos en alto, ruega por nosotros. Muy importante es también la figura femenina sentada con su hijo, de las catacumbas de Priscila, siglo n i , que no es fácil decidir si representa a una cristiana devota o realmente a la Virgen con el Niño (fig. 314). La figura 315 reproduce varios símbolos cristianos creados en esta época. El Crismón, o monograma de Cristo, formado por las dos primeras letras de su nombre griego: Xpio-cdc, X y P, es el símbolo de


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